Distintos estudios dan cuenta del crecimiento de las personas que hoy se autoidentifican como parte del pueblo mapuche. Muchos comenzaron a consultar sobre sus apellidos e historias familiares y, pese al racismo, se autodeclaran como indígenas.
Fotografía de Felipe Durán
26/12/2020
“Mi mamá desde chica en el colegio sufrió de bullying de parte de los compañeros y profesores, le decían ‘india’, la molestaban por el apellido, esto hizo que hasta ahora no acepte sus raíces. Siento que ella de alguna forma fue permeada por esta crítica constante del chileno, del gobierno y de las noticias hacia el mapuche, que son flojos, terroristas, problemáticos, pese a que mi familia perdió sus tierras. Mis abuelos llegaron sin nada a Santiago, partieron de cero”, relata Daniela Painemal (27 años), fonoaudióloga de Maipú.
Daniela Painemal actualmente se autoidentifica como mapuche, pero es algo reciente en ella, pues señala que es un proceso que comenzó hace dos años, “no de un día para otro”. Este año realizó su primer curso de mapudungun, para comenzar a “recuperar” lo que ha perdido.
“Si bien uno puede tener el apellido, no era parte de nada. Tenía conciencia de mis antepasados, pero no le había tomado el peso. Estuve yendo a una terapia porque tengo un trastorno de ansiedad y, a raíz de esto, mi psicóloga me empezó a preguntar por mi árbol genealógico. Conversé con mi abuela que tiene 94 años y ella me contó la historia de nosotros de años atrás y me di cuenta de lo importante que era”, añade Painemal.
Según el documento ¿Por qué y cómo contar? El Censo y la población indígena en Chile” (2018) del Instituto de Investigación en Ciencias Sociales de la Universidad Diego Portales, la población indígena ha ido creciendo paulatinamente desde el 1952, fecha en que se incluyó a los pueblos indígenas por primera vez en el Censo.
La indagación sostiene que desde esa fecha la población indígena ha presentado “cifras diversas de identificación, que han tendido en algunos casos al alza, y en otros a decrecer, pero que en las últimas dos décadas ha presentado un alza constante y significativa”.
Asimismo, sostiene que uno de los factores es que, con el regreso de la democracia, el presidente Patricio Aylwin “posibilitó la incidencia de los pueblos indígenas en algunos espacios de política pública, como cambios efectivos en la forma en que Chile cuenta a los indígenas, poniendo en práctica estos aprendizajes en el primer Censo de la democracia el año 1992″, basados en trabajos de la investigadora Verónica Figueroa Huencho.
Dicho Censo logró la autoidentificación del 10,33% de la población nacional como perteneciente a alguno de los tres pueblos identificados entre las respuestas en ese momento. El estudio, añade que el alto porcentaje es explicado por el contexto socio-político del continente latinoamericano, debido principalmente, “a que durante la década de los 80′ se da una reemergencia de la demanda indígena en gran parte de los países latinoamericanos como indica Fernando Pairicán”. A su vez, “la reemergencia indígena tiene un punto álgido precisamente para el año 1992, cuando se conmemoran en toda Latinoamérica los 500 años de la llegada de Cristóbal Colón al continente”.
La misma tendencia arrojó el Estudio Longitudinal de Relaciones Interculturales, ELRI, desarrollado por el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas, CIIR, publicado en 2019. También reveló un aumento en la identificación indígena en Chile.
La investigación inició en 2016 con más de 3.600 participantes en ocho regiones y 120 comunas del país y tuvo una segunda medición a finales del año 2018.
“Este dato refuerza la tendencia observada en los últimos veinte años con respecto al crecimiento en la identidad indígena. ¿Por qué aumenta? Tenemos un análisis referido sólo al caso mapuche. Primero, son personas que tienden a tener un apellido mapuche lo que puede activar un motivo de identificación. La segunda razón es la presencia de un cónyuge en el hogar que ya se identifica como indígena, traspasando la identidad probablemente hacia un hijo. Se modifica la estructura identitaria del hogar, no siendo ya personal sino colectiva”, explicó en ese momento al CIIR el investigador principal, Eduardo Valenzuela.
Desde Temuco, la académica mapuche Stefanie Pacheco Pailahual (31 años), coincide con el último punto, “más que personal, es colectivo, uno se va encontrando con una generación que está articulando más con su identidad mapuche”.
“Pasé toda mi niñez y adolescencia sin un sentimiento de pertenencia al pueblo mapuche, a pesar de tener la claridad que tenía un apellido, no me hacía ningún sentido, pero cuando estaba en cuarto medio me tocó la revolución pingüina (2006), en esos espacios de reflexión, por primera vez comencé a visualizar lo mapuche como algo positivo e importante. Luego entré a la universidad, ahí comencé un proceso más agudo, me involucré en el Proyecto Rüpü, que ofrecía cursos asociados a cosmovisión y en lengua. Me empecé a reconocer como mapuche hacia dentro, pero no en lo social”, cuenta la profesora de la Universidad de La Frontera (UFRO).
La periodista Stefanie Pacheco Pailahual, relata que se declaraba feminista, pero no mapuche, porque lo consideraba “inapropiado”, debido a que no pertenecía a un lof, ni manejaba la lengua. Trabajó en Mapuexpress -un periódico mapuche- y continuó desarrollando su identidad “sutilmente”, según describe. Vinculó su tesis y sus investigaciones de postgrado a la historia mapuche con estudios críticos de los medios en función del conflicto en La Araucanía. Cuando de a poco comenzó a sentir un reconocimiento de la comunidad mapuche hacia ella: “Eso me hizo sentir empoderada para decir soy mapuche”.
¿A qué refiere la autoidentificación?
Estas últimas semanas se debatió largamente sobre los escaños reservados para pueblos originarios en la Convención Constitucional. Una discusión que estuvo principalmente entrampada por el derecho a la autoidentificación, debido a que el gobierno y Chile Vamos propusieron un padrón electoral especial para los indígenas a través de la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (Conadi).
Hasta el 11 de diciembre Conadi registraba a 788.603 personas con calidad indígena, finalmente ese será el número que el Servel utilizará para construir el registro de ciudadanos que podrán votar por los 17 escaños reservados para los 10 pueblos indígenas, a lo que se sumarán datos administrativos que contengan los apellidos “evidentes”. Registro que limita la autoidenticación y que reduce el número de votantes. Además se excluyó al pueblo afrodescendiente chileno. (Leer: El papel de Libertad y Desarrollo en el intento oficialista de minimizar los escaños reservados para pueblos indígenas).
La cifra está lejos del resultado del último Censo 2017, el cual arrojó que la población que se considera perteneciente a algún pueblo indígena ascendió a 2.185.729. “¿Se considera perteneciente a algún pueblo indígena u originario?” fue la pregunta para hacer este conteo. Los tres pueblos con mayor porcentaje son Mapuche, Aymara y Diaguita.
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en América Latina y El Caribe existen cerca de 800 pueblos indígenas, con una población cercana a los 55 millones de personas. Mientras que respecto a la autoidentificación en el marco internacional, diversos instrumentos jurídicos la reconocen como un derecho.
Por ejemplo, la Declaración Americana sobre derechos de los Pueblos Indígenas de 2016 de la Organización de los Estados Americanos (OEA) establece:
“La autoidentificación como pueblos indígenas será un criterio fundamental para determinar a quienes se aplica la presente Declaración. Los Estados respetarán el derecho a dicha autoidentificación como indígena en forma individual o colectiva, conforme a las prácticas e instituciones propias de cada pueblo indígena”.
Para la académica mapuche del Instituto de Asuntos Públicos (INAP) de la Universidad de Chile, Verónica Figueroa Huencho, el criterio de la autoidentificación es “muy importante, no sólo porque está establecido en el marco internacional de derechos, sino porque desde un enfoque de derechos humanos permite la participación efectiva de las personas y pueblos indígenas como sujetos colectivos en la vida del Estado”.
“En el caso de Chile la autoidentificación ha sido un poco más refinada desde el Censo de 2012. En 2008 Chile ratificó en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), y ahí hay una obligación para cambiar la pregunta que va a utilizar el Instituto Nacional de Estadísticas (INE)”, explica la investigadora especializada en implementación de políticas públicas indígenas.
De todas formas, Veronica Figueroa Huencho enfatiza que no basta solo con este criterio, “porque la autoidentificación es parte del ejercicio de la libre determinación y de la autonomía de los pueblos, por lo tanto, si no está acompañado con un avance de otros derechos, existe un vacío. Es un mecanismo de reconocimiento que es efectivo en cuanto a un Estado avanza en reconocimiento de derechos, si no hay reconocimiento constitucional, ni participación efectiva, no tiene sentido solamente hablar de la autoidentificación, hay que situarla. De hecho algunos países latinoamericanos cuando se habla de esto, se suman otros indicadores”.
“Para sobrevivir era mejor identificarse como chileno”
La tendencia de la autoidentificación indígena en Chile, coincide con la redefinición racial en Brasil, donde según un artículo publicado en el periódico estadounidense The Washington Post, los Brasileños que se consideraban blancos, ahora se identifican como negros influidos por ‘Black Lives Matter’ tras el asesinato de George Floyd. Muchos están reexaminando sus historias familiares en un país que todavía lleva la impronta de la colonización y la esclavitud, y donde la autodeclaración como negro es una cuestión compleja.
Alexandra Fuenzalida Artigas (25 años), estudiante del Magíster en Meteorología y Climatología, relata a INTERFERENCIA que sus abuelos no se identificaban por vergüenza y discriminación, mientras que su madre desde pequeña cuando se enojaba le decían “ya te dio la indiá”.
“Mi mamá indirectamente me enseñó cosas. Ella era de Temuco, pero se fue como a los 12 años. El año 2018 la acompañé a reencontrarse con su familia, quería saber más de mi historia, de a poquito he tratado de aprender. Nuestro apellido Lican se perdió, porque era el segundo apellido de mi bisabuela materna. Empecé a averiguar más y me registré por Conadi”, comenta Fuenzalida, quien se crió en la comuna de Quilicura en Santiago.
La también licenciada en Geofísica de la Universidad de Chile, este año postuló a un trabajo la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (FCFM) donde se formó el Programa de Pueblos Indígenas. “Estoy como ayudante e hice mi primer curso de mapudungun. Sentir que soy parte de algo es muy lindo, ha sido muy bonito este camino de aprendizaje y el trabajo de la kimelfe (profesora), Felisa Manquepi, es muy profundo”, dice Alexandra.
Síntesis de resultados Censo 2017
“Nuestros padres provienen de la dictadura, llenos de miedo, y no ganaban nada con reconocerse como mapuche, vivieron mucha humillación, burlas y discriminación”, dice Stefanie Pacheco Pailahual (31 años).
Para ella, dicha generación no tiene ninguna responsabilidad en la pérdida cultural e identitaria, debido a que los abuelos de la actual generación que ha aumentado su autoidentificación “les tocó el trauma más directo y no transmitieron, no todos, pero en su mayoría. Es casi parte de la literatura del siglo XX: para sobrevivir era mejor identificarse como chileno”.
Pacheco Pailahual relata que su abuelo sufrió lo que el Jaime Antivil llama el “anquilan”. “Era cuando se alquilaban a los niños mapuche como mozos a los latifundistas, la precarización era tal en el campo que las familias rentaban a sus hijos. A él lo mandaron cerca de los 12 años, no tuvo niñez, que en realidad era una condición de esclavitud, porque no recibía ningún pago, el pago era comer. Eso significó que no se criara en su territorio, se vino a Temuco, aprendió un oficio, se vinculó a la iglesia evangélica y fortaleció su desvinculación con lo mapuche”.
“La generación de nuestro papás y mamás ya estaban en la ciudad, no recibieron el mapudungun, creo que ellos también lo están reflexionando, pero lo asumen de manera distinta. Para nosotros no es un “pensamiento” sino que es nuestro eje principal de vida”, concluye.