Tenochtitlán (México): 30 de junio de 1520

TENOCHTITLÁN (MÉXICO): 30 DE JUNIO DE 1520 (Calendario juliano)

LA EXPULSIÓN DE LOS CRISTIANOS ESPAÑOLES

 Y EL ARRIBO DE LA VIRUELA LETAL

 

Por Asunción Ontiveros Yulquila.

“Quien controla el pasado controla el futuro, quien controla el presente controla el pasado.” George Orwell (1903 – 1950).

PUNTO DE PARTIDA

En la actual soberanía territorial de la República de México, la arqueología, desde finales del siglo XIX, viene descubriendo los encubrimientos materializados por los invasores cristianos españoles, con fines de dominación, y también, por la naturaleza a través de los siglos. Ciudades destruidas a propósito, pirámides abandonadas, centros ceremoniales, calendarios, acueductos, caminos, observatorios astronómicos, imaginarios e instituciones, códices pictográficos, constituyen enigmas o problemas, para las disciplinas científicas. Estas anomalías deben ser explicadas o descubiertos de los encubrimientos, con imaginarios y lentes descolonizadores. Los encubrimientos con la producción y reproducción de mentiras, y la destrucción de conocimientos, imaginarios e instituciones de los pueblos o civilizaciones del México Profundo paradigmático, tienen como punto de partida, el 8 de noviembre de 1519 (calendario juliano).

El 14 de noviembre de 1519, Hernán Cortés y sus milites secuestran a Moctezuma. Es desnudado utilizando tecnología de la inquisición, para reducirlo psicológica y moralmente, es herrado con grillos, y ordenado a vestirse sin las vestiduras de Tlatoani. Moctezuma es rehén, como también, indirectamente todo el sistema del gobierno dual de la Confederación Azteca. La Confederación debe pagar un voluminoso RESCATE, para que los invasores liberen a Moctezuma. Cortés y su hueste milite se entrometen en los asuntos de Estado, manipulan en el poder hegemónico y ejercen cotidianamente la violencia simbólica contra los hospitalarios del Anáhuac.  Soldados con armaduras, frailes inquisitoriales,  caballos, perros devora humanos, e indios “amigos” esclavizados cargadores, trastocan todo el sistema de vida de la ciudad de Tenochtitlán y de la Confederación. Desde el 14 de noviembre de 1519 hasta fines de abril de 1520, el oro, plata y perlas fluyen desde los cuatro puntos cardinales de Tenochtitlán, para pagar la libertad del Tlatoani Moctezuma. Además se practican las “cabalgadas y rescates” de oro, robo alevoso.

Analogías. Lo que se hizo (y se continúa haciendo) con la materialidad y la humanidad de las civilizaciones del México Profundo, se hizo con las civilizaciones de griegos y romanos, a partir del siglo IV. La historiadora y periodista británica, Catherin Nixey, en su obra “La edad de la penumbra” (2018),  describe y detalla la rápida destrucción de la cultura del mundo antiguo greco romano. El fanatismo del cristianismo se impuso a golpes y terror. Catherin, ensaya que los vientos oprimidos del cristianismo golpearon sin piedad los fundamentos de la civilización conocida hasta entonces, cuya debilidad “era la pluralidad”. El mundo clásico fue tambaleándose hasta desmenuzarse en el suelo hecho añicos. De sus restos, el Cristianismo construyó su nuevo mundo, levantando iglesias de los mármoles de los templos caídos. “La historia la escriben los vencedores, y la victoria cristiana fue absoluta”, concluye Nixey.

El llamado Nuevo México se construye levantando iglesias por doquier, con las piedras labradas de la infraestructura material maravillosa del México Antiguo, invadido y destruido. La mano de obra, fueron miles de indios esclavizados, herrados y atormentados por la catástrofe humanitaria, provocada por el virus de la viruela inducida, desde abril de 1520 del calendario juliano. Según Hernán Cortes, y Francisco de Aguilar, la invasión y la destrucción es “obra de Dios”. El 30 de junio de 1520, el centro de referencia del pasado y del presente es el Sol, Tonatiuh, el centro de referencia del futuro es el Sol. Los invasores eran geocéntricos, es decir su centro de referencia era la Tierra, y el cielo, donde la “vida es eterna” para los que combaten a los “infieles”.

La investigadora española, Magdalena Guerrero Cano, en su obra “El Patronato de Granada y el de Indias: Algunos de sus aspectos” infiere que “Durante la Edad Media se había considerado al Papa como la cúspide de la jerarquía piramidal y a la Iglesia con poder directo sobre el Estado; por lo tanto estaba claro, sobre una base jurídica, el poder papal sobre el Universo, incluyendo a los infieles. Teoría discutida por estudiosos, desde el mismo planteamiento, en el siglo XIII, hasta fechas más avanzadas en que se seguía planteando la cuestión, el siglo XVI”.

“Por una parte los canonistas defendían la ideología del ‘Dominus orbis’, por el contrario los teólogos creían en el desdoblamiento de poderes: el espiritual y el temporal, aunque si coincidían en la subyugación de los paganos por la fuerza de las armas, eran distintas ideologías que se iban imponiendo en sucesivas oleadas, hasta que en el siglo XV se hacen necesarias las Bulas de Patronato” (2003: 69).

TESTIMONIO SOBRE LA EXPULSIÓN: 30 DE JUNIO DE 1520

Juan Cano, en mayo de 1520 era miembro de la expedición capitaneada por Pánfilo de Narváez. Luego de las transacciones o negociaciones (mediadas por el poder clerical) entre Cortés y Narváez, Cano pasa a formar parte del ejército invasor de Cortés. En 1544 (24 años después de la “noche triste” para los invasores), Juan Cano, 42 años,  estaba casado con Isabel Moctezuma (35 años), hija del asesinado (magnicidio)  Tlatoani Moctezuma. En 1531, Juan Cano está casado con Isabel Moctezuma por determinación del poder establecido colonial, en el que Cortés, aún retenía su influencia como cristiano “viejo y conquistador”. El 25 de setiembre de 1544, Juan Cano es entrevistado por el cronista mayor del Real y Supremo Consejo de Indias, Gonzalo Fernández de Oviedo, en la ciudad de Santo Domingo, de la isla La Española. Gonzalo Fernández de Oviedo fungía de alcalde de la ciudad de Santo Domingo.

[Alcalde] “Siempre oí decir que es buena la templanza e someter la piedad e abominable la soberbia. Dicen que fue grandísimo el tesoro que Hernando Cortés repartió entre sus milites [capitanes profesionales], cuando determinó de dejar la cibdad e irse fuera de ella por consejo de un [soldado Blas] Botello que se preciaba de pronosticar lo que está por venir”.

[Juan Cano] “Bien sé quién era ese [Blas Botello], y es verdad que él fue de parecer que Cortés  e los cristianos se salieran [de Tenochtitlán], e al tiempo de efectuarlo no lo hizo saber a todos, antes no lo supieron sino los que con él se hallaron en esa plática [los milites] , e los demás que estaban en sus aposentos e cuarteles, se quedaron, que eran como doscientos e septenta [270] hombres, los cuales se defendieron ciertos días peleando, hasta que de hambre se dieron a los indios; e guardáronles la palabra de la manera que [Pedro de] Alvarado la guardó a lo que es dicho [mentir]. E así los doscientos septenta cristianos, e los que dellos no habían sido muertos peleando, todos cuando se rindieron fueron cruelmente sacrificados. Pero habéis, señor, de saber, que de esa liberalidad que Hernando Cortés usó, como decís, entre sus milites, los que más parte alcanzaron della e más cargaron de oro y joyas, más presto [rápido] los mataron; porque por salvar el alborda, murió el asno que más pesada la tomó, e los que no la quisieron, sino sus espadas e armas, pasaron con menos ocupación, haciéndose el camino con la espada” (citado por Martínez, 1986: 137 y 138).

 CONDICIONES “LEGALES” Y PREPARATIVOS  PARA LA INVASIÓN

Pánfilo de Narváez (1470 – 1528), entre 1515 y 1518, en Castilla y Aragón, fungía de procurador del Diego de Velázquez, gobernador de la isla Fernandina (Cuba). Por estas actividades, Velázquez otorga (en Cuba) a Narváez una encomienda con ciento cincuenta y nueve indios. El 22 de abril de 1519, Hernán Cortés y su hueste invasora “fundan” la Villa Rica de la Vera Cruz (ubicado en el actual Estado de Vera Cruz, México). Son designados alcaldes ordinarios, Alonso Hernández de Portocarrero y Fernando de Montejo, quienes, con mandatos de procuradores de Cortés, inmediatamente emprenden viaje hacia Castilla y Aragón (España) llevando oro, joyas e indios totonacos, como muestra de la grandeza del “reino” a invadirse. El objetivo de los procuradores era conseguir la capitulación para “conquistar” (invadir México), y la ratificación de los títulos de capitán general y justicia mayor para Hernán Cortés, otorgados por la hueste española asentada en la Villa Rica.

En el contexto del inicio de la invasión de México, en el reino de Castilla y de Aragón (España), prevalecía la pirámide social estamental. En la cima estaba el clero (poder clerical), en segundo lugar estaba la nobleza (caballeros militares o milites); en la base estaba el campesinado o la plebe. Desde antes y después de 1493, el pontificado de Roma, es decir el poder clerical, monopoliza el derecho internacional establecido en la Europa cristiana occidental, conforme a sus imaginarios e instituciones. Imperaba el mito legitimante “Dios creó la Tierra, el cielo, y al hombre en seis días”. Por lo tanto, la Tierra era administrada por el pontificado de Roma. En el marco de este mito, el 4 de mayo de 1493, el pontificado de Roma (Alejandro VI) determina “la raya del Vicario de Cristo”, meridiano que se proyecta desde el polo Ártico hasta el polo Antártico. El lado Oeste de la raya es “donado” al reino de Castilla y el lado Este es “regalado” al reino de  Portugal.

La Bula Inter Caétera (segunda) emitida por el pontífice Alejandro VI tiene por introducción: “No por nuestra mera liberalidad y ciencia cierta y con la plenitud de la potestad apostólica os donamos, concedemos y asignamos todas las islas y tierras firmes, descubiertas y por descubrir, halladas y por hallar, hacia el occidente y medio día hacia la india y cualquier parte […] que por otro rey o príncipe cristiano no estuviesen actualmente poseídas con anterioridad al día de Natividad de Nuestro Señor Jesucristo próximo pasado […] (citado por Manzano, 1982).

El 28 de junio de 1519, el rey de Castilla, Carlos I, resulta elegido, por siete electores de la jurisdicción del Sacro Imperio Romano Germánico, como emperador Carlos V. El acontecimiento (digitalizado por la estratagema del poder clerical), conlleva a que los reinos de Castilla y de Aragón, sean los responsables imperiales de la dominación universal del doga cristiano, el “Dominus Orbis”, que significa la dominación de los paganos o infieles por la fuerza de las armas (Guerrero Cano, 2003). Por lo tanto, en 1519, el poder clerical y los caballeros milites, poseían la luz verde para invadir, someter, aniquilar y destruir a los infieles del Anahuac y su universo. En 1513, el poder clerical construye el formalismo jurídico, para justificar la “guerra justa” contra los indios infieles: el Requerimiento. Pueblo invadido que aceptara el requerimiento se convertía en vasallo de rey y de Dios. Pueblo que rechazara será destruido hasta los cimientos, los sobrevivientes serán esclavizados y enajenados sus soberanías territoriales.

En abril de 1519, Diego Velázquez, gobernador de La Fernandina (Cuba), recibe información de Pánfilo de Narváez (procurador de Velázquez), desde Castilla (Valladolid), sobre las reales cédulas que requería Velázquez, para la invasión de Yucatán, que se conocía como “Culúas”. Por otra parte, el representante clerical de Velázquez, fray Benito Martín, presente en la corte de Aragón (Barcelona), logra un cédula que determinaba la independencia de Velázquez frente al gobernador de La Española (Santo Domingo), Diego Colón (hijo de Cristóbal Colón), como también para recaudar rentas y tributos en las “islas nuevas”, Yucatán y Cozumel (Thomas, 2004: 661).

LA VIRUELA INDUCIDA: ARMA DE GUERRA LETAL

En octubre de 1519, Diego Velázquez (Cuba) dispone el viaje de Gonzalo de Guzmán hacia Castilla, para solicitar a Juan Rodrigo de Fonseca (obispo), secretario de Indias, que se ordene detener la expedición invasora de Hernán Cortés, hacia Tenochtitlán. En octubre, en La Fernandina (Cuba) ingresa el virus de la viruela, precedente de La Española. Desde mayo a noviembre de 1519, la viruela letal estaba provocando una catástrofe humanitaria (genocidio) en la población india, en La Española y en La Fernandina. La viruela fue transportada desde Sanlúcar de Barrameda (sudoeste de España, Sevilla), a principios de 1519. Los cristianos españoles tienen inmunidad, es decir defensas contra la viruela. La exploración del oro que depende de los indios esclavizados, en las dos islas, queda paralizada. Los cristianos no trabajaban, porque eran señores encomenderos de indios.

A fines de 1519, Pánfilo de Narváez arriba a La Fernandina (Cuba) procedente de Castilla. La viruela había aniquilado a sus ciento cincuenta y nueve indios encomendados. Diego Velázquez encomienda a Narváez la formación de un ejército, para obligar a Hernán Cortés a respetar la ley y las cédulas reales de los reinos de Castilla y de Aragón. El 5 de marzo de 1520, comienza la expedición de Pánfilo de Narváez hacia la costa Este de México. Despegan desde La Fernandina (Cuba) once naos y siete bergantines, con novecientos cristianos a bordo. Además llevan como cautivos, indios esclavizados y esclavos africanos. La mayoría de los tripulantes cristianos eran encomenderos y señores de indios, de las islas La Fernandina y de La Española. La viruela, aniquilando indios, estaba destrozando el presente y el futuro del sistema de encomiendas. Invadir México era la salvación, para comerciantes, traficantes de esclavos, como también para los señores de indios, y para el poder clerical relacionado umbilicalmente con la cima del pontificado de Roma y del Sacro Imperio Romano Germánico (Carlos V).

Entre el 19 y 22 de abril de 1520, arriba Francisco Serrantes (mensajero) a la costa de Zempoala  (San Juan de Ulúa), desde Tenochtitlán. Serrantes, había acompañado a Cortés en su ingreso a la ciudad de Tenochtitlán (8 de noviembre de 1519). En Zempoala, Serrantes sostiene reuniones con Vázquez de Ayllón, enviado por la Audiencia y el gobernador de La Española (Santo Domingo) y con Pánfilo de Narváez. Rodrigo de Figueroa fungía de juez residente y  gobernador de La Española. El poder clerical había decidido evitar una guerra entre “conquistadores” (invasores, Cortés y Narváez), porque no beneficiaba a los reinos de Castilla y de Aragón, como tampoco al Sacro Imperio Romano Germánico ni al pontificado de Roma.

El poder clerical establecido del imperio español estaba informado de las abundantes riquezas naturales y humanas de México. Comienza el tramado del llamado “combate entre Narváez y Cortés”. Desde mediados de abril de 1520, la viruela letal también estaba presente en Zempoala, se encuba (10 a 14 días) en la población invadida que no tiene inmunidad. Luego de la supuesta batalla entre Cortés y Narváez, 28 y 29 mayo de 1520, Cortés ordena abandonar y quemar la ciudad, al respecto narrativiza:

“Dos días después [31 de mayo 1520] de preso el dicho Narváez, porque en aquella ciudad [Zempoala] no se podía sostener tanta gente junta, mayormente que ya estaba casi destruida, porque los que con el dicho Narváez estaban en ella la habían robado, y los vecinos de ella estaban ausentes y sus casas solas” [por efectos de la viruela letal].

Durante el preámbulo de la supuesta batalla entre Cortés y Narváez, ambos bandos, empresas invasoras, vasallos de “Vuestra Cesárea Majestad”, emperador Carlos V, conocían en el lugar o sobre el terreno, la riqueza colosal tanto material como humano de la Confederación Azteca. Tenochtitlán fue percibida y apreciada por las embajadas de ambos bandos. La esclavización de los indios era institucional. El oro, la encomienda y los indios encomendados eran los objetivos del poder clerical y de los milites, que pactaron el negocio o contrato, encubierto como “batalla entre Cortés y Narváez”. El “Dominus Orbis” estaba presente. Emerge el reino de España como cabeza del Sacro Imperio Romano Germánico. El imperio era potencia global. Pero, en la Europa central surge el fraile agustino Martín Lutero, como feroz crítico del pontificado de Roma y el Sacro Imperio, por la venta de indulgencias (peaje) para “viajar al paraíso” sin pasar por “el purgatorio”, y por otras corruptelas pontificias institucionalizadas.

“Y así fue que el día de Pascua de Espíritu Santo, poco más de la medianoche, yo di en el dicho aposento, y antes topé las dichas espías, que el dicho Narváez tenía puestas, y las que yo delante llevaba prendieron a la una de ellas, y la otras se escapó […] Es la narrativa de Cortés, que pone en evidencia el código secreto pactado entre el poder clerical y los milites. Invadir un pueblo, una Confederación, en nombre de “Dios”, por sus riquezas, es un acto de guerra unilateral. Prevalece la propaganda de guerra y la mentira que se desarrolla sellando pactos secretos, para controlar el pasado pensando en controlar el futuro. La narrativa sobre la supuesta batalla entre Cortés y Narváez se reproducen hasta actualmente.

CORTÉS EN TENOCHTITLÁN. MAGNICIDIO DE MOCTEZUMA

En la primera mitad de junio de 1520, en la Villa Rica de la Vera Cruz, Cortés recibe un mensaje escrito de Pedro de Alvarado, anunciando que Tenochtitlán está en pie de guerra e intenta expulsarlos. Cortés, con un ejército amplificado con la hueste de Narváez, más la muestra de infectados de la viruela letal, acelera su retorno hacia el epicentro de la Confederación Azteca. Moctezuma continúa en situación de rehén, muy a pesar que la Confederación había cumplido, a fines de abril de 1520, el pago del voluminoso RESCATE, con oro, plata y perlas. A mediados de mayo de 1520, Alvarado y su hueste de ciento cincuenta cristianos, asesinaron a mansalva a centenares de miembros de la elite del poder hegemónico de la Confederación. La guerra sin retorno contra los invasores cristianos había comenzado.

[Mediados de junio de 1520] Cortés, concentra a los expedicionarios invasores en la ciudad de Tlaxcala; arenga a todos en el sentido de someter a los indios “infieles”. Cortés en su carta de relación menciona quinientos peones y setenta milites de caballo. No menciona a los otros quinientos, entre milites, soldados peones, esclavos, mujeres y niños, que transportaban en sus vestimentas, organismos y piel, el virus de la viruela. Cortés, inmediatamente proseguí  su marcha hacia la ciudad de Texcoco. La retaguardia, donde estaba la muestra de los portadores de la viruela letal, marchaba hacia Texcoco por una ruta diferente a la tomada  por Cortés. La muestra, infectaba y mataba. Cortés, sus milites y los frailes (capellanes) eran conscientes de la efectividad del virus de la viruela, en la guerra de invasión.

El 23 de junio de 1520, “víspera de San Juan Bautista”, escribe Cortés, emprende su expedición desde Texcoco hacia Tenochtitlán. Cortés percibe que nadie sale a recibirlo, “nunca me salió a recibir ninguna persona del dicho Mutezuma”. Mientras Moctezuma estaba como rehén (secuestrado), la Confederación no oponía resistencia alguna porque cumplía con el pago del RESCATE. A fines de abril de 1520, se cumple con creces el pago del rescate. No fue liberado Moctezuma. Por lo tanto, el pacto entre los invasores y la Confederación estaba roto o quebrado. La guerra de resistencia había dado comienzo. El 24 de junio de 1520, al medio día, Cortés y su hueste amplificada, ingresa a Tenochtitlán.

“Con esto me fui a la fortaleza, en la cual y en aquella mezquita mayor que estaba junto a ella, se aposentó toda la gente que conmigo  venía; y los que estaban en la fortaleza nos recibieron con tanta alegría como si nuevamente les diéramos las vidas, que ya ellos estimaban perdidas, y con mucho placer estuvimos aquel día [24 de junio] y noche creyendo que ya todo estaba pacífico” (Cortés, 1520:97).

El 24 y 25 de junio de 1520, la hospitalidad de la Confederación se puso de manifiesto a plenitud. Convidaron comida y bebida en abundancia a los invasores y a sus indios “amigos”. El botín voluminoso del rescate pagado (oro, plata y perlas) por la Confederación estaba herméticamente conservado en poder de los invasores. Moctezuma continúa como rehén. Cuitláhuac, hermano de Moctezuma, quien también estaba como rehén fue liberado el 24 de junio, para bajar la tensión entre invadidos e invasores.

Desde el 25 de junio, Cuitláhuac comanda la resistencia que se puso de manifiesto con el bloqueo y la guerra de desgaste contra los invasores, atrincherados en el epicentro de Tenochtitlán.  La cultura de guerra de la Confederación no acostumbra combatir de noche, como tampoco en tiempos de siembra y de cosecha de productos alimentarios. La muerte de un Tlatoani conlleva a realizar, durante cuatro jornadas o días, ceremonias funerarias; al final el cuerpo es incinerado.

El proceso de las ceremonias funerarias era conocido por la hueste invasora. Los cuerpos de Moctezuma y de otros principales serán usados como escudos, para la salida sigilosa de los invasores. El 30 de junio, al atardecer, se ejecuta el magnicidio de Moctezuma y de otros principales. Francisco de Aguilar, quien el 30 de junio de 1520 era protagonista  soldado y vigilante, en 1560,  narrativiza al respecto:

[30 de junio de 1520] “Motecsuma, herido en la cabeza, dio el alma a cuya era, lo cual sería a hora de vísperas [18:00 de la tarde], y en el aposento donde él estaba había otros muy grandes señores detenidos [rehenes] con él a los cuales el dicho Cortés, con parecer de los capitanes [milites], mandó matar sin dejar ninguno, a los cuales ya tarde [antes del anochecer] sacaron y echaron en los portales [pórticos] donde están ahora las tiendas, los cuales llevaron ciertos indios que habían quedado que no mataron, y llevados sucedió la noche, la cual venida allá a las diez [22:00] vinieron tanta multitud de mujeres con hachas encendidas y braseros y lumbres que ponía espanto. Aquellas venían a buscar a sus maridos y parientes que en los portales estaban muertos, y al dicho Motecsuma también, y así como las mujeres conocían a sus deudos y parientes (lo cual veíamos lo que velábamos [vigilábamos] en la azotea con la mucha claridad), se echaba encima con muy gran lástima y dolor y comenzaban una grita y llanto tan grade que ponía espanto y temor; […] (Aguilar, 1560).

[30 de junio de 1520] Los invasores tiraron el cuerpo de Moctezuma y de otros, en los portales de un extremo del epicentro de la ciudad, para huir por el otro extremo. Alrededor de la media noche o al final del 30 de junio, Cortés y sus milites abandonan sigilosamente la ciudad. La resistencia de Tenochtitlán estaba ocupada en la atención de los muertos para las ceremonias funerarias. Además del desconcierto de la resistencia por el magnicidio de Moctezuma y de otros principales de la Confederación, Cortés y sus milites abandonaron, a propósito, doscientos setenta cristianos (que estaban en sus aposentos) para que cubran la espalda de la huida. El 24 de setiembre de 1544, Juan Cano, casado con Isabel Moctezuma, testimonia que los 270 cristianos que quedaron en Tenochtitlán, en la media noche del 30 de junio de 1520, fueron aniquilados por la resistencia.

LA INDUCCIÓN DE LA VIRUELA Y LA EXPULSIÓN

El 1° de julio de 1520, Cortés y su hueste invasora estaban fuera de Tenochtitlán, expulsados. Habían transcurrido ocho (8) días desde el 23 de junio, en que Cortés y su ejército amplificado salieron de la ciudad de Texcoco rumbo a Tenochtitlán. Por detrás, en la retaguardia, marchaba la expedición portadora de la muestra del virus de la viruela letal. Esta expedición estaba constituida por cinco cristianos a caballo y cuarenta y cinco de a pie; custodiaban una caravana de esclavos africanos, indios de La Fernandina (Cuba), cincuenta mujeres y diez niños. En cada ciudad que visitaba al paso, la muestra portadora del virus de la viruela letal, desde Zempoala hasta Texcoco, mataba indios a mansalva. La resistencia india aprehende a la expedición y decide aniquilarla, en la ciudad de Zultepec, jurisdicción de Texcoco.

A pesar de la aniquilación de la expedición portadora del virus de la viruela letal, el contagio provoca catástrofe humanitaria en Zempoala, Tlaxcala, Chulula, Texcoco, Tacuba y Tenochtitlán. El 30 de julio, los invasores son expulsados. En los días subsiguientes, el virus hace su presencia en Texcoco y Tenochtitlán, y comienza la incubación en la población carente de inmunidad respectiva. Fiebre, dolor de cabeza, fatiga, dolor de espalda y vómitos son los síntomas que experimentan mujeres embarazadas, niños (principalmente), adultos y ancianos. La mortandad acecha y corrompe la estructura psicológica de los sobrevivientes. Los cristianos significan a la viruela como “pestilencia”.

Treinta  y seis años después, en 1556, el oidor de la Audiencia Real de Nuevo México (Estado colonial), Alonso De Zorita, construye su obra “Breve y sumaria relación de los señores de la Nueva España”. Es un informe (sobre los indios en su gentilidad) dirigido al rey Felipe II, en respuesta a la cédula real enviada desde Valladolid, fines de 1553, a las audiencias de Indias. Esta relación está editada en “Lewis H. Morgan y Adolph F. Bandelier. México Antiguo. Prólogo y edición de Jaime Labastida” (2004).

[…] luego que se ganó la tierra, el capitán Hernando Cortés mandó juntar los caciques  y Señores de Coyoacan que es un pueblo principal de indios, dos leguas de México, que él tomo para sí, con otros pueblos principales de la comarca de México, y vinieron los que pudieron, y juntos les dijo que ya no habían acudir con los tributos al Señor de México, ni al de Tlexcuco, ni al de Tlacopan, como solían, sino al emperador, […], y su boca y cudicia era medida y tasa de todo lo que podían sacar de tributos y servicios personales y esclavos, no teniendo respeto á si podían ó no podían; […], pues los españoles los compelían á que les diesen cuanto les pedían, y sobre ello los atormentaban con martirios y crueldades nunca vistas: é así por esto como por las pestilencias [viruela letal] que entre ellos ha habido, de que adelante se dirá más en particular, ha venido a faltar tanta gente, que no hay la tercera parte de la solía” (Alonso De                                                       Zorita, 1560: 527 y 528).

Bibliografía:

Cortés, Hernán (2002). Cartas de Relación. México, Editorial Porrúa.

De Aguilar, Francisco (1571). “Relato breve de la conquista de Nueva España”. México, http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/317_02_

01/historiografia_civil.html

Guerrero Cano, Magdalena (2003). “El patronato de Granada y el de Indias. Algunos de sus aspectos”. ´Rábida, España, Actas de las II Jornadas de Andalucía y América, Universidad de Santa María de Rábida, Volumen I, páginas 69 – 90.

De Zorita, Alonso. En Labastida, Jaime (2004). “México Antiguo. Lewis H. Morgan y Adolph F. Bandelier, prólogo y edición de  Jaime Labastida”. México, Editorial Siglo XXI.

Manzano, José (1982). Colón y su secreto, el predescubrimiento. Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid.

Martínez, José Luis (1986). Entrevista de Gonzalo Fernández de Oviedo a Juan Cano. México, Editorial Ambos Mundos.

Nixey, Catherine (2018). La edad de la penumbra. Cómo el cristianismo destruyó el mundo clásico. Madrid, Editorial Taurus.

Thomas, Hugh (2004). La conquista de México. Encuentro de dos mundos, el choque de dos imperios. Editorial Planeta, Barcelona.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *