EL PARANÁ EN BAJA
Una vez más, el río Paraná sigue sufriendo las consecuencias del capitalismo depredador.
El cambio climático producto de la tala indiscriminada de 30 millones de hectáreas de bosque en la selva amazónica más los seis millones de hectáreas arrasadas en el Paraguay, más los 14 millones de hectáreas de desmonte en el norte argentino, han provocado que el gran afluente registre su caudal más bajo en medio siglo.
Es evidente que empezamos a enfrentarnos a los límites ecológicos de la actividad económica en el planeta dado que este sistema de explotación, cuyo objetivo principal es la maximización de la ganancia a corto plazo y en el marco de los intereses privados, no toma en cuenta los costos a largo plazo de la degradación del medioambiente.
Según Rafael Colombo, miembro de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas, lo que está ocurriendo en el Río Paraná es un auténtico “holocausto ambiental” y es el resultado directo de una serie compleja de “intervenciones antrópicas asociadas a la expansión del extractivismo agroindustrial, ganadero, forestal, fluvial y minero».
A pesar de la prohibición de la pesca deportiva y comercial ante la mayor bajante de los últimos 77 años, los frigoríficos y las empresas exportadoras continúan con la depredación para la exportación.
Lo peor de todo, con la complicidad subrepticia del gobierno de Santa Fe, Entre Ríos y nacional, que hacen la vista gorda permitiendo la explotación industrial en detrimento de la actividad deportiva- artesanal.
Este tácito apoyo del gobierno a la pesca extractivista condena a miles de pescadores de oficio a la desprotección laboral, mientras que estimula la concentración del mercado pesquero en apenas 11 frigoríficos privados.
Asimismo, la explotación indiscriminada permite que quince mil toneladas de al año de pescado de río, entre ellos el dorado, el surubí y el sábalo, se vayan dejando a las arcas del Estado solamente un mísero cinco por ciento.
POR SIEMPRE, JAN DE NUL
También, como consecuencia de la bajante, Jan de Nul comenzó a profundizar el dragado del río Paraná para que las barcazas de gran calado puedan continuar transitando la Hidrovía (no olvidemos que por allí sale el 80 por ciento de las exportaciones argentinas).
Este sobredragado afecta no sólo a la fauna fluvial, a los ecosistemas y al sistema de humedales, sino también la calidad del agua para consumo humano.
En este sentido, la Defensoría del Pueblo de la provincia de Santa Fe denunció ante la Prefectura Naval Argentina y al Ministerio de Ambiente y Cambio Climático provincial esta maniobra y lograron finalmente ser escuchados por el gobierno nacional.
Afortunadamente, ante este crimen ambiental, la Subsecretaría de Puertos de la Nación emitió la orden N°218 que frena las tareas de “sobredragado” que desde mayo de este año viene realizando la empresa.
Aún está por verse si se respetará esta orden y si los organismos de control ejercerán su poder de policía, ya que hasta ahora se les han escapado unos cuantos ilícitos, entre ellos la subfacturación, el contrabando, la fuga de divisas, el narcotráfico y otros hechos no comprobables.
La prueba está en ver cómo los buques- factorías mayoritariamente brasileños depredan el río arrasando con dorados, surubíes y otras especies, como así también las barcazas de bandera paraguaya que transportan soja argentina contrabandeada a Paraguay para salir de ahí al mundo sin pagar retenciones.
RECUPERAR EL SER NACIONAL
La bajante récord del río Paraná lleva 730 días y se estima que continuará hasta diciembre, por lo que el gobierno nacional destinará una partida de 1000 millones de pesos para la instalación de bombas y la construcción de acueductos, dado que la consecuencia más grave es la provisión de agua en varias ciudades del litoral mesopotámico.
En tal sentido, el inminente cambio de administración de la Hidrovía plantea una oportunidad para dejar de pensar al río como una autopista fluvial y comenzar a verlo con el mismo amor y cariño con que miramos a nuestras Islas Malvinas.
Sólo que aquellas fueron ocupadas militarmente en el siglo XIX por la fuerza, mientras que nuestro Paraná fue entregado aviesamente por la codicia y el cipayismo de un gobierno neoliberal, lamentablemente votado dos veces por la mayoría del pueblo argentino.
Alejandro Lamaisón