Para los pueblos originarios andinos, el 1 de agosto es el día de la Pachamama, en el que agradecen los frutos que les brinda y celebran la hermandad de los seres humanos con la naturaleza. Sin embargo, las políticas extractivistas y los desmontes siguen agrediendo el medioambiente.
04/08/2021
Estos rituales ancestrales se han popularizado y son practicados también por personas que, sin pertenecer a esas comunidades, comparten su cosmovisión. Su nombre proviene del quechua «Pacha»: mundo, universo, y «Mama»: madre. Así consideran esos pueblos a la Tierra: como una madre que alimenta a su prole, la humanidad, con sus frutos y por ello esa ceremonia busca restablecer ese vínculo de reciprocidad, trascendiendo las fronteras de los pueblos en Argentina, Chile, Bolivia, Ecuador, Colombia y Perú. Es un vínculo sagrado y ancestral que remite a la cosmovisión andina del Qollasuyu, la provincia austral del imperio incaico o Tawantinsuyu, la mayor subdivisión territorial de aquel estado amerindio. En el mes de los vientos, el 1 de agosto la tierra se despierta, lo mueve todo y es ahí cuando sus hijos e hijas celebran con cantos y alimentos el Sumaj Kawsay, el buen vivir.
Parlamento indígena.
En esta fecha se renuevan también las críticas y reclamos a los gobiernos por la acción de empresas, muchas de ellas multinacionales, y los Estados, que promueven el extractivismo agresivo hacia el medioambiente, así como los desmontes que producen desastres ecológicos.
El año pasado, ya comenzada la pandemia, el Parlamento Plurinacional Indígena, conformada por organizaciones de los 38 pueblos originarios que habitan en nuestro país (era «su territorio» antes de la conquista), emitieron una declaración en la que denunciaron «la nefasta política del neoliberalismo y el neocolonialismo sobre nuestros territorios, nuestras familias y nuestras conciencias». La proclama incluyó un llamado a comunidades y pueblos originarios para aunar esfuerzos y potenciar una agenda propia, no subordinada a ninguna fuerza política, y que articule con organizaciones sociales, feministas, juveniles, sindicales y campesinas, para la construcción de «un nuevo acuerdo civilizatorio».
Represión.
El reclamo fue al Congreso Nacional, para que sancione la ley de propiedad comunitaria indígena, y al Poder Judicial, para que se cumpla la ley 26.160 que prohibe los desalojos y promueve un relevamiento de los territorios. La situación es muy grave en algunas provincias, como Chubut y Río Negro, donde las comunidades mapuches sufren continuos atropellos por parte de terratenientes como Benetton o Joe Lewis, quienes adquirieron miles de hectáreas ocupadas por ese pueblo, a pesar que la Constitución Nacional les reconoce la propiedad ancestral sobre esos territorios.
Un 1 de agosto de hace cuatro años se produjo la represión de la Gendarmería contra la comunidad Pu Lof Cushamen, en la que desapareció el joven Santiago Maldonado, cuyo cuerpo fue encontrado más de dos meses después, en un sector del río Chubut que ya había sido rastrillado en los operativos de búsqueda. A los pocos meses, fue asesinado por la espalda el joven Rafael Nahuel, en el desalojo de la comunidad Lafken Winkul Mapu, en la zona del lago Mascardi, en Río Negro, ordenado por el juez federal de Bariloche Gustavo Villanueva y a cargo del grupo Albatros de la Prefectura Naval Argentina.
Moira y Milagro.
Moira Millán es una dirigente y weichafe (guerrera) mapuche, que en el mes de mayo formó parte del contingente de mujeres indígenas que realizó una caminata hacia Buenos Aires, para llevar su agenda de reclamos al centro del poder político.
Milagro Sala, descendiente del pueblo colla, se encuentra en prisión desde hace más de cinco años, y dirige la organización social más grande de Jujuy, que realizó una enorme obra social hoy desmantelada por el gobierno del radical Gerardo Morales.
El 1 de agosto ambas dirigentes tuvieron un encuentro que es todo un símbolo, ya que no comparten la misma postura política. Moira ha criticado a los gobiernos kirchneristas y también al actual, de Alberto Fernández, aunque sin asumir la errónea postura trotskista de «son lo mismo», pues ella fue mucho más crítica de la gestión de Cambiemos. Es que las agresiones hacia su pueblo por parte de las fuerzas de seguridad de la ex ministra de Mauricio Macri, Patricia Bullrich, fueron muy graves, como las muertes violentas de Santiago y Rafael.
Milagro en cambio, es parte del Frente de Todxs, fue diputada del Parlasur por el kirchnerismo, y su organización Tupac Amaru fue un importante puntal en Jujuy de esa fuerza política. Su situación actual la obliga a una postura crítica, sin romper con el gobierno nacional, pero no se puede ocultar el ninguneo que sufre por la misma dirigencia que antes pedía su libertad y la visitaba en su prisión.
Moira y Milagro se encontraron el domingo pasado, en el Día de la Pachamama, y la weichafe mapuche criticó en sus redes sociales al gobierno de Morales calificándolo de «racista y misógino», como lo es «en todo el país». Dejando a salvo sus diferencias con Milagro, resaltó que le interesa encontrarse con todas sus hermanas, porque con ellas pretende «tejer un mundo mejor». Refutó las críticas a la tupaquera, y negó que viviera en «una mansión» como mienten sus detractores; ella estuvo en su casa, que es «grande y cómoda» pero en la que son contenidas muchas personas. En cuanto a las acusaciones contra Milagro por supuestos «maltratos», Moira afirmó que mientras la jujeña está presa, la familia Blaquier está libre, a pesar de la complicidad de los dueños del ingenio Ledesma con el secuestro, tortura y desaparición de centenares de personas durante la dictadura militar-cívica, en la trágica «Noche del Apagón».
Desmontes.
Córdoba es una de las provincias que más ha sufrido la destrucción de su bosque nativo: desde 2001 a 2018 se perdió el 95% de sus montes. A pesar de la legislación que protege estas zonas denominadas «rojas» en la ley provincial de bosques, de 2014 a 2019 fueron afectadas 37.000 hectáreas por los desmontes. En otras provincias como Salta, Chaco, Formosa y Santiago del Estero, más de 20.000 hectáreas de bosques nativos fueron deforestadas desde el inicio de la pandemia en marzo de 2020.
El daño ambiental que provoca esta acción depredadora de la flora nativa, por parte de desarrollistas urbanos y grandes productores que buscan ampliar las fronteras para la siembra de soja o para el pastoreo de ganado, produce efectos devastadores en el medio ambiente. Y afecta gravemente a los territorios donde se asientan los pueblos originarios, produciendo desplazamientos y privándolos del sustento que obtienen de la caza y la pesca.
Por ello, en agosto los pueblos originarios renuevan su pedido a la Pachamama para que siga brindando sus frutos, pero al Estado y sus instituciones para que protejan efectivamente los derechos de los que han sido despojados por siglos.
Como lo afirma el Parlamento Plurinacional Indígena: «La savia de la vida se renueva y nos preparamos para ofrendarle a la tierra. También nos mantenemos alerta ante los avances extractivistas que ponen en peligro el equilibrio que debemos mantener con ella».
Es que el ritual no es sólo de agradecimiento y comunión con la Pachamama sino también una acción de resistencia, en la que los pueblos originarios tienen mucho para decir y también enseñar, en cuanto al cuidado de la naturaleza y el freno que es necesario imponer a la acción depredadora de las empresas y Estados que practican el extractivismo agresivo y depredador.
Fuente: http://www.laarena.com.ar/opinion-poco-para-ofrendar-a-la-madre-tierra-2188243-111.html