13 DE AGOSTO DE 1521 (Calendario Juliano) DESTRUCCIÓN DE TENOCHTITLAN Y CESE DE LA RESISTENCIA DE LA CONFEDERACIÓN AZTECA O MEXICA

13 DE AGOSTO DE 1521 (Calendario Juliano)

DESTRUCCIÓN DE TENOCHTITLAN Y CESE DE LA RESISTENCIA DE LA CONFEDERACIÓN AZTECA O MEXICA

Por Asunción Ontiveros Yulquila

Primera parte:

Punto de partida. En 1492, Cristóbal Colón, navegando hacia el Oeste de la península Ibérica tropezó con una isla del archipiélago, que actualmente se los significa como las Bahamas. Conjetura que había arribado a las indias, además, que estaba pronto de desembarcar en Cipango (Japón), extremo Oriente. Colón murió en 1506, creyendo que había desembarcado en las indias. Los habitantes de las islas fueron significados como indios. Las islas y tierra firmes, como las indias de Castilla. El 04 de mayo de 1493, Alejandro VI, del pontificado de Roma, emite la segunda Bula Intercaétera, mediante la cual, establece la “línea del vicario de Cristo” (meridiano) que divide a nuestro planeta en dos partes. La parte oriental de la “línea del vicario”, es donada al reino de Portugal (Indias orientales). La parte occidental es “donada” al reino de Castilla (Indias occidentales).

El poder hegemónico real de la Europa occidental lo ostentaba el pontificado de Roma, secundado por el poder militar del Sacro Imperio Romano Germánico. El reino de Castilla y de Portugal eran arte y parte del Sacro Imperio. El mito legitimante del pontificado es “que la tierra y el cielo son creaciones de Dios”; “que el pontífice es el administrador de la tierra y del cielo”. Las “donaciones de islas y tierras firmes” es potestad del pontífice de turno.

Para Cristóbal Colón, los indios, habitantes originarios de las islas La Española (Santo Domingo y Haití) y de La Fernandina (Cuba), “Son la mejor gente del mundo y sobre todo la más amable, no conocen el mal –nunca matan ni roban- , aman a sus vecinos como a ellos mismos y tienen la manera más dulce de hablar del mundo, siempre riendo” (Pigna, 2004:35). En el contexto de 1518 y 1519, los indios de las islas, resisten a los invasores cristianos esclavistas. La fórmula de guerra para aniquilar la resistencia es la inducción del virus de la viruela letal. Las acciones de lesa humanidad son tipificadas como actos para la  “pacificación”.

A Hernán Cortés, le place significar a los pueblos, que resisten a la invasión y a sus actos criminales, como indios “infieles” o “enemigos”. Los “infieles” o “enemigos” son los que rechazan el Requerimiento inquisitorial. Los pueblos que aceptan el Requerimiento son reducidos como esclavos y herrados con la letra “G” (esclavo producto de la guerra “justa”), Cortés, los tipifica como “indios amigos”.

El  Requerimiento inquisitorial fue redactado en 1512, por  Juan López de Palacios Rubio, jurista y letrado y consejero real. Tuvo vigencia desde 1513 hasta 1542. Es una coartada para justificar las empresas de invasión de los reinos de Castilla y de Aragón. El contenido comienza exponiendo el mito legitimante creacionista escolástico, primero y segundo párrafo del presente. Finaliza, siendo punitivo y criminal, contra todo pueblo objeto de invasión. Los principales parágrafos del Requerimiento:

Por ende, como mejor puedo vos ruego y requiero que entendáis bien esto que os he dicho, e toméis para entenderlo e deliberar sobre ello el tiempo que fuere justo, y reconozcáis a la Iglesia por señora y superiora del universo mundo, al Summo Pontífice, llamado Papa, en su nombre, y al Rey y a la Reina, nuestros señores, en su lugar, como superiores e señores e reyes de estas Islas e tierra firme, por virtud de la dicha donación e consintáis e deis lugar que estos padres religiosos vos declaren y prediquen lo susodicho.

 

Y si así lo hiciéredes, hareis bien y aquello a que sois tenidos y obligados, y Sus Altezas, y yo en su nombre, vos recibirán con todo amor y caridad, y vos dexarán vuestras mugeres, hijos y haziendas libres, sin servidumbre para que dellas y de vosotros hagais libremente todo lo que quisiéredes e por bien tubiéredes, y no vos compelerán a que vos torneis christianos, salvo si vosotros, informados de la verdad, vos quisiéredes convertir a nuestra santa Fe católica, como lo han hecho casi todos los vecinos de las otras islas, y allende desto, Su Alteza vos dará muchos privilejios y exenciones y vos hará muchas mercedes.

 

Y si no lo hiciéredes, o en ello maliciosamente dilación pusiéredes, certificoos que con el ayuda de Dios, entraré poderosamente contra vosotros, e vos haré guerra por todas  partes e maneras que pudiere, e vos sujetaré al yugo y obediencia de la Iglesia e de Sus Altezas, e tomaré vuestras personas e de vuestras mugeres e hijos e los haré esclavos, e como tales los venderé e disporné dellos como Su Alteza mandare, e vos tomaré vuestros bienes, e vos haré todos los males e daños que pudiere, como a vasallos que no obedecen ni quieren recibir a su señor y le resisten e contradicen. Y protesto que las muertes y daños que dello se recrecieren sea a vuestra culpa e no de Sus Altezas, ni mía, ni destos cavalleros que conmigo vinien. Y de como lo digo y requiero, pido al presente escribano que me lo dé por testimonio signado, y a los presentes ruego que dello sean testigos”.

 

La hueste invasora estaba obligada, mediante un escribano, leer el Requerimiento ante las autoridades del pueblo a invadirse. En el caso de Cortés, él mismo transmite, a través de un intérprete, la cosmogonía cristiana y la donación  que el pontífice Alejandro VI (1493) había hecho a los reyes de Castilla, de Aragón y de Portugal. Se exhortaba a los indios a someterse al monarca y convertirse al cristianismo (Herren, 1991: 37). Si no aceptaban someterse, los cristianos aplicaban la “guerra justa”. Hernán Cortés, en su segunda carta (30 de octubre de 1520) y tercera carta de relación (15 de mayo de 1522), parafrasea hasta el hartazgo el contenido del Requerimiento inquisitorial. El requerimiento facilitaba producir y reproducir la propaganda de guerra: que se sostiene con ficción y mentiras sobre el pueblo o civilización invadida.

Las mentiras de Hernán Cortés y sus reproductores, son abalados por las universidades pontificias, por las academias “nacionales” o “reales” de México o del reino de España, y por los hispanistas. Las narrativas mentirosas están orientadas para establecer y sostener las relaciones de dominación colonial e imperial. El actual reino de España y el pontificado de Roma (Vaticano, Estado miembro de la Unión Europea) guardan silencio sobre sus atrocidades, cometidas en nuestro Continente, desde 1492.

14 DE NOVIEMBRE DE 1519: SECUESTRO DE MOCTEZUMA

Para liquidar a los pueblos se empieza por privarlos de la memoria. Destruyen tus libros, tu cultura, tu historia. Y alguien más escribe otros libros, les da otra cultura, inventa otra historia; después de eso, la gente comienza a olvidar lentamente lo que son y lo que fueron. Y el mundo que te rodea se olvida aún más rápido”.

Milán Kundera (1929 – )

El 14 de noviembre de 1519 (calendario juliano), Cortés y sus milites secuestran violentamente al Tlatoani Moctezuma. Cortés narrativiza al respecto: “Determiné de lo prender [secuestrar] y poner en el aposento donde yo estaba, que era fuerte; y que por su prisión [rehén] no hubiese algún escándalo ni alboroto, […]. Y dicho esto [desnudaron a Moctezuma], vinieron [convocaron a] muchos señores, y quitadas las vestiduras [de Tlatoani] y puestas por debajo de los brazos y descalzos [los invasores obligan estar sin calzados] traían unas andas no muy bien enderezadas; y llorando lo tomaron en ellas con mucho silencio, y así nos fuimos hasta el aposento donde estaba [Moctezuma], sin haber alboroto en la ciudad, aunque sabido por el dicho Mutezuma, envió a mandar que lo hubiese” (Cortés, 1520: 66 y 67).

Las extorsiones comenzaron el mismo 14 de noviembre. El consejo de la Confederación Azteca o Mexica, tuvo que aceptar el pago del rescate voluminoso, para lograr la libertad del Tlatoani Moctezuma. Hasta fines de abril de 1520, los invasores se inmiscuyen en los asuntos políticos, económicos, sociales y culturales del poder establecido de la Confederación. Los cargamentos de oro, plata, perlas y todo otro objeto de valor fluyen hacia la ciudad de Tenochtitlán. Los milites y los soldados, acompañados por miembros [rehenes] del poder real de Tenochtitlán, realizan cabalgadas y rescates (actos de rapiña), en las jurisdicciones territoriales de las tres ciudades. Tenochtitlán. Texcoco y Tacuba (Tlacopan).

Desde el 8 de noviembre de 1519 hasta fines de abril de 1520, las intercomunicaciones de Cortés y sus milites, eran fluidas, desde Tenochtitlán hacia la villa Rica de la Vera Cruz, La Fernandina (Cuba), La Española (Santo Domingo y Haití), Sevilla y Valladolid (España) y viceversa. La invasión de México era prioridad para el poder estamental de la alta nobleza (eclesiásticos y caballeros milites) de los reinos de Castilla y de Aragón.

La inmensa demografía y las riquezas de la Confederación trastocan el imaginario y el estilo de vida de los invasores. Esclavizan decenas de mujeres bellas para que funjan de “criadas”, para los servicios de la necesidades fisiológicas de los milites (eclesiásticos y caballeros). La propaganda de guerra contra el imaginario y las instituciones de la Confederación, que se da a conocer al poder real de España, siguiendo del modelo inquisitorial, está ensalzada de mentiras. Los invasores informan al rey, para acumular hechos que favorezcan la probanza de méritos (para obtener mercedes de tierras, esclavos, títulos nobiliarios, yacimientos de oro y tráfico mercantil).

CUMPLIMIENTO DEL PAGO DEL RESCATE y LA SUPUESTA ACEPTACIÓN DEL REQUERIMIENTO INQUISITORIAL

A fines de abril de 1520, la Confederación cumple con el pago del rescate, voluminoso en oro, plata y perlas. El consejo de la Confederación espera la libertad de Tlatoani Moctezuma. Cortés narrativiza que: […] el dicho Mutizuma hizo llamamiento y congregación de todos los señores de las ciudades y tierras allí comarcanas, y juntos, me envió a decir que subiese allí donde él estaba con ellos y llegado yo les habló de esta manera [Cortés haca hablar a Moctezuma, teniendo como marco de referencia el contenido del Requerimiento]:

“Hermanos y amigos míos, ya sabéis de mucho tiempo acá vosotros y nuestro padres y abuelos habéis sido y sois súbditos y vasallos de mis antecesores y míos, y siempre de ellos y de mi habéis sido muy bien tratados y honrados, y vosotros asimismo hecho lo que buenos lo que buenos y leales vasallos son obligados a sus naturales señores; y también creo que de vuestros antecesores tenéis memoria cómo nosotros no somos naturales de esta tierra [mito de las tribus israelitas] , y que vinieron a ella de muy lejos tierra, y los trajo un señor [Dios del pontificado de Roma] que en ella los dejó, cuyos vasallos todos eran”.

“Y bien sabéis que siempre los hemos esperado, y según las cosas que el capitán nos ha dicho de aquel rey y señor  que le envío [Dios, el pontífice y Carlos V] acá, y según la parte donde él dice que viene, tengo por cierto, y así lo debéis vosotros tener, que aqueste es el señor que esperábamos, en especial que nos dice que allá tenía noticia de nosotros, y pues nuestros predecesores no hicieron a lo a que su señor eran obligados, hagámoslo nosotros, y demos gracias a nuestro dioses porque en nuestros tiempos vino lo que tanto aquellos esperaban”.

“Y mucho os ruego, pues a todos es notorio todo esto, que así como hasta  aquí mí me habéis tenido y obedecido por señor nuestro, de aquí adelante tengáis y obedezcáis a este gran rey, pues él es nuestro natural señor, y en su lugar tengáis a este su capitán; y todos los tributos y servicios que hasta aquí me hacíades, los haced y dada a él, porque y asimismo tengo de contribuir y servir con todo lo que me mandare; y demás de hacer lo que debéis y sois obligados, a mí me haréis en ello mucho placer”. Cortés narrativiza que Moctezuma lo dijo llorando con las mayores lágrimas y suspiros. Que los señores que escuchaban, también lloraban y no decían nada. Cortés concluye la ficción, en el papel: “Y certifico a vuestra sacra majestad, que no había tal de los españoles que oyese el razonamiento, que no hubiese mucha compasión” (Cortés, 1520: 73 y 74).

Cortés no menciona que la Confederación pagó un voluminoso rescate, con oro, plata y perlas, para obtener la libertad del Tlatoani Moctezuma. Construye la siguiente mentira, y miente a Carlos V: “Pasado este auto y ofrecimiento que estos señores hicieron al real servicio de vuestra majestad, hablé un día al dicho Mutezuma, y le dije que vuestra alteza tenía necesidad de oro para ciertas obras que mandaba hacer, y le rogaba que enviase algunas personas de los suyos, y que yo enviaba asimismo algunos españoles por las tierras y casas de aquellos señores que allí se habían ofrecido, a les rogar que de lo que ellos tenían  [el botín del pago del rescate] sirviesen a vuestra majestad con alguna parte, porque demás de la necesidad que vuestra alteza tenía, parecería que ellos comenzaban a servir y vuestra alteza  tendría más concepto de las voluntades que a su servicio mostraban, y que él mismísimo me diese lo que tenía, porque lo quería enviar, como el oro y como las otras cosas que había enviado a vuestra majestad con los pasajeros [Francisco de Montejo y Alonso Hernández de Portocarrero: viajaron hacia Castilla el 26 de julio de 1519, llevando oro, plata y perlas. Estos envíos fueron producto de cabalgadas y rescates de oro: rapiña realizada en la costa del Golfo de México] (Cortés, 1520: 75).

A fines de abril de 1520, primavera, la Confederación Azteca cumple con el pago del Rescate voluminoso, con oro, plata, perlas, obras de arte como el penacho de Moctezuma. Se funde los metales preciosos con tecnología azteca, para convertirlos en lingotes. Se separa el quinto (20 por ciento) para el rey Carlos I de España. Acto seguido, Cortés y una parte de su hueste, salen de Tenochtitlán para dirigirse a la Villa de la Vera Cruz. Llevan, para el rey lingotes de oro y de plata, obras de arte y el penacho de Moctezuma. También, lleva oro, para comprar la expedición completa de Pánfilo de Narváez, pertrechos y la muestra de infectados con viruela, para la guerra biológica.

Los invasores deben liberar al Tlatoani Moctezuma. No cumplen con el pacto. Cortés decide llevar parte del oro y plata a Cempoal, donde esperaba Pánfilo de Narváez. Las transacciones comerciales, entre Cortés y Narváez, fueron mediadas por cuatro “sabios”, es decir, por cuatro frailes, dos por ambos lados. Deja a Moctezuma, encadenado o herrado (rehén), bajo custodia de Pedro de Alvarado, a quien Cortés lo significa como “alcalde”. No liberar a Moctezuma significa profundizar la guerra de invasión. La Confederación es demasiado rica para Cortés y su hueste, para el gobierno de indias con sede en La Española, para la nobleza eclesiástica, para la Secretaria de Indias, para la corte de Carlos V,  el Sacro Imperio Romano y para el pontificado de Roma.

SUPUESTA BATALLA CON PÁNFILO DE NARVÁEZ                 TRANSACCIONES CON NARVÁEZ: TODOS CONTENTOS Y FELICES

“Con ser aquel hecho tan atrevido y bravo plugo a Dios nuestro señor que no murió ninguno, y así fue preso el capitán Narváez, y le echaron unos grillos y lo pusieron a recaudo. Y luego algunos de a caballo que se habían retirado y todos los más nobles del ejército de Narváez se rindieron al capitán Hernando Cortés, el cual los recibió con mucha alegría y placer, y todos nos holgamos porque nos conocíamos, a los cuales el capitán dio noticia de la gran ciudad de México y sus ciudades”.

Francisco de Aguilar, en Relación breve de la conquista de Nueva España, 1559. Sexta jornada, pág. 30. En Cuadernos México N° 6. Edición Enero – Junio 2014

Las narrativas de las crónicas y/o cartas de relación, como las de Cortés, contienen un solo enfoque, una sola versión, la del invasor o invasores. Las narrativas de Cortés respetan los códigos secretos de la empresa invasora, que no deben ser violados. El poder real fáctico avala las mentiras, que son arte y parte de la propaganda de guerra contra los “infieles. Los pueblos invadidos, los secuestrados y herrados no hablan. México “no tiene escritura”, se “relaciona con el diablo”, “sacrifica a los enemigos”, “es gente bárbara”. La ideología que prevalece en los milites (caballeros y eclesiásticos) está ensalzada del mito legitimante del Santo Oficio, la inquisición española. Capitanes, soldados o peones, frailes, y hasta los perros devora indios, matando indios “salvan almas”. El manual de los inquisidores establece que, mentir en nombre de “Dios” para la expansión del cristianismo, es obra de la providencia divina, en aras del dominio universal del dogma católico.

A fines de 1519, Pánfilo de Narváez arriba a La Fernandina (Cuba) procedente de Castilla. La viruela había aniquilado a sus ciento cincuenta y nueve indios encomendados. Diego Velázquez encomienda a Narváez la formación de un ejército, para obligar a Hernán Cortés a respetar la ley y las cédulas reales de los reinos de Castilla y de Aragón. El 5 de marzo de 1520, comienza la expedición de Pánfilo de Narváez hacia la costa Este de México. Despegan desde La Fernandina (Cuba) once naos y siete bergantines, con novecientos cristianos a bordo. Además llevan como cautivos, indios esclavizados y esclavos africanos, perros y una muestra de infectados del virus de la viruela.

La mayoría de los tripulantes cristianos eran encomenderos y señores de indios, en las islas La Fernandina (Cuba) y La Española (Santo Domingo y Haití). La viruela inducida, aniquilando indios, que carecen de inmunidad protectora, estaba destrozando el presente y el futuro del sistema de encomiendas. Invadir México era la salvación, para comerciantes, traficantes de esclavos, como también para los señores de indios, y para el poder clerical relacionado umbilicalmente con la cima del Sacro Imperio Romano Germánico (Carlos V) y del pontificado de Roma.

Los pueblos invadidos no respondían a los objetivos ni intereses lingotistas (oro y plata) del pontificado de Roma y de los reinos de Castilla y de Aragón. Además, los pueblos invadidos eran tipificados como “infieles” o “gentiles”; categorías que permiten a los reinos católicos y al pontificado de Roma ejecutar guerras “justas”, para destruir y someter a los sobrevivientes a la esclavitud. Juan Rodrigo de Fonseca, Diego Velázquez de Cuellar, Hernán Cortés y Pánfilo de Narváez, son vasallos del pontificado de Roma. Por lo tanto, ejecutar el plan para introducir la viruela en la soberanía de la Confederación  Azteca, era un objetivo fundamental para entrar y ganar la tierra.

María Alba Pastor Llaneza, de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en su trabajo de investigación “En torno a la colectivización del relato de la Conquista de México” (2020), describe y explica cómo las compañías invasoras, caso de Diego Velázquez y de Hernán Cortés reproducen el “espíritu de cuerpo” que prevalece en la sociedad estamental del reino de Castilla. El reino y la iglesia estaban organizados corporativamente en órdenes de caballería, órdenes religiosas, hermandades, colegios, cabildos, cofradías y gremios de marineros, pescadores, navieros, pilotos y otros (Sobrequés, 1988, citado por Pastor Llaneza, 2020). En la compañía de Hernán Cortés existían vínculos de sangre (azul de los milites caballeros) y corporativos para alcanzar altos cargos y fondos públicos, y para orientar los informes (códigos de corporación) a favor de la compañía; censurando, ocultando y violando los documentos o relaciones que fueran desfavorables a la compañía, al reino y al pontificado de Roma.

En Cempoala (Vera Cruz),  el 29 de mayo de 1520, se sella el pacto y las transacciones, entre Cortés y Narváez. Cortés, no solamente compra pertrechos para la guerra de invasión, sino  también, soldados, caballos, perros, esclavos y la muestra de infectados del virus de la viruela. La transacción fue organizada por el poder real eclesiástico, desde el Sacro Imperio Romanos Germánico hacia abajo. […] todos no holgamos porque no conocíamos, a los cuales el capitán [Cortés] dio noticia de la gran ciudad de México y sus ciudades” (1560: 30) relata Francisco de Aguilar, fraile de la orden de los predicadores (dominicos). Aguilar fue soldado invasor. Destruida Tenochtitlán, compró con oro una “bula de cruzada” para “viajar al cielo” sin pasar por el “purgatorio”. Se hizo rico, tuvo indios esclavos y criados, y,  a los cincuenta años, decidió ser fraile en la orden de los dominicos, para asegurar su “viaje al paraíso”.

A fines de mayo de 1520, Cortés y su ejército amplificado, más la muestra de infectados de viruela, emprenden la expedición (desde Cempoala) para someter Tenochtitlán y la Confederación. La colectivización de la narrativa de los invasores cristianos, instala el relato que en Tenochtitlán, entre el 20 al 22 de mayo, Pedro de Alvarado y los ciento cincuenta soldados cristianos, provocaron la “matanza del Templo mayor”, o “la matanza de Alvarado”, en circunstancias en que la “nobleza del imperio Azteca” o “los aristócratas” (Hugh, 2004) celebraban la fiesta de “Tóxcatl”.

¿Qué pasó en Tenochtitlán mientras Cortés negociaba con Narváez, en Cempoala? La Confederación, a fines de abril de 1520, había cumplido con creces el pago del voluminoso rescate, con oro, plata y perlas. Cortés y sus milites no proceden liberar al Tlatoani Moctezuma, quien estaba en situación de rehén, engrillado. Era prisionero de Cortés, desde el 14 de noviembre de 1519. La supuesta fiesta de “Tóxcatl” es un invento de los frailes, “sabios”, eruditos en producir mitos de apariciones y desapariciones. El poder real de la Confederación Azteca exige y presiona por la libertad del Tlatoani Moctezuma. Pedro de Alvarado, los ciento cincuenta soldados y los perros (devora indios), reaccionaron a mansalva, provocando una masacre. Es el punto de partida para la guerra sin retorno de la Confederación contra los invasores cristianos.

Francisco de Aguilar (1579 – 1571), ex soldado invasor, convertido en dominico a los 50 años, en 1559 relata sobre la resistencia de la Confederación a los invasores: “Visto por Motecsuma, señor y rey de la tierra, la repentina partida del capitán Hernando Cortés para el puerto, dicen que mandó dar guerra a don Pedro de Alvarado, el cual quedaba por capitán con ciento y cincuenta hombres. Estando como estaba detenido [Moctezuma como rehén], y lo tenía a cargo don Pedro de Alvarado, decía algunos que él [Moctezuma] no lo mandó sino que los suyos le quisieron sacar de la prisión; y el combate que tuvo don Pedro de Alvarado fue muy grande, porque como había vaticinado Botello [a Cortés] le entraban ya con las escalas [escalera de asalto]” (1560: 30). Cortés, en Cempoala, recibe mensajes de Alvarado sobre sus acciones bélicas y, sobre el sitio o guerra de desgaste a que eran objetos él y sus soldados.

 

Cortés con la hueste y pertrechos amplificados retornan a Tenochtitlán. La muestra de infectados de virus de la viruela marcha en la retaguardia, provocando catástrofes humanitarias en aldeas y ciudades, por donde marchaba hacia Tenochtitlán. La muestra de infectados es hecha prisionera en territorio jurisdiccional de Texcoco. Por la letalidad de la peste que portaba, fue aniquilada por la resistencia de la Confederación.

 

Cortés, en la expedición de retorno a Tenochtitlán, el 23 de junio hace escala en Texcoco, desde donde percibe el ambiente de indiferencia de los habitantes hacia los cristianos. El 24 de junio, luego de escuchar misa marcha hacia Tenochtitlán, donde arriban al medio día. La Confederación los recibe con abundante comida y obediencia, porque el Tlatoani Moctezuma, en situación de prisionero (rehén) debía ser dejado en libertad. Cortés y sus milites no cumplen. Deciden liberar al Cuitláhuac, Tlatoani de Iztapalapa. La guerra para la expulsión de los invasores cristianos se reinicia. Cortés y sus milites no cumplieron con liberar a Moctezuma. El pago del rescate se cumplió con creces a fines de abril de 1520.

 

30 DE JUNIO DE 1520: EXPULSIÓN DEL INVASOR CORTÉS Y SU HUESTE

“NOCHE TRISTE” PARA LA NARRATIVA COLONIAL

 

La muestra infectada de viruela provoca estragos en el sistema de salud de la Confederación Azteca. La muerte masiva, lesa humanidad, que provoca la viruela inducida (crimen de guerra), obliga a la resistencia mexica hacer prisionera a la muestra y ejecutarla.  A este respecto, las narrativas oficiales coloniales, y sus reproductores, acostumbran mencionar a un esclavo africano llamado Francisco de Eguia, como portador “inocente” de la viruela; que esté esclavo fue hospedado en una vivienda familiar de Cempoala. Entre 1518 y 1519 la viruela mata a miles de indios en La Española (Santo Domingo y Haití) y en La Fernandina (Cuba). Cortés, Velázquez y Narváez son conscientes del poder letal de la viruela, para eliminar masivamente al enemigo del cristianismo.

El 23 de junio de 1520, Cortés y su hueste, reforzada con la compra de pertrechos y gente de guerra, a Pánfilo Narváez, realiza una escala en la ciudad de Texcoco. La retaguardia compuesta por la muestra infectada de viruela ejecuta su guerra mortífera a paso lento, en la ruta de Zempoala y Tlaxcala. El 24 de junio, Cortés arriba a Tenochtitlán, no percibe gente en las calles de la ciudad. La Confederación lo recibe solemnemente y les abastece de abundante comida durante dos días. Se aplica la ley de la hospitalidad en forma amplificada. La estrategia de la resistencia se cumple a cabalidad. Comida en abundancia, regalos de oro, de mujeres y declaraciones (simulacros) de vasallaje al rey y al Dios de los invasores. El 26 de junio comienza a sentirse la guerra de desgaste: el bloqueo de agua dulce y el cerco para que los invasores no salgan vivos del epicentro de Tenochtitlán.

La guerra entre la Confederación Azteca (imperio para Cortés y para el reino de España) y los cristianos capitaneados por Hernán Cortés, es sin retorno, Desde el pacto secreto entre Cortés y Narváez (compra de pertrechos y de mercenarios para la guerra), mayo 1520, la invasión de México está validada por el reino de Carlos I de España y por el pontificado de Roma, a través del Regio Patronato de Indias, instituido en 1508 (Guerrero Cano, 2003: 78 y 79). La quinta parte del volumen del pago del rescate (oro, plata, perlas) para la liberar al rehén Moctezuma, que estaba en el aposento de Cortés, en Tenochtitlán, constituía el sello para invadir el “imperio de Moctezuma”, declarado “enemigo” de la cristiandad.

¿Con qué armas asegurar la invasión? En la isla La Española (Santo Domingo) y La Fernandina (Cuba) la viruela demostró potencialmente su poder destructor de los indiosinfieles” que resisten la invasión de sus territorios. La Confederación Azteca, en 1519, posee una demografía superior a España. La cultura hegemónica de la Confederación, el imaginario y sus instituciones son diferentes a las del mundo cristiano católico de España, que aún no había salido de la obscuridad medieval: totalitarismo clerical teocrático. En la teoría y en la práctica, para el poder estamental clerical la viruela es el arma predilecta para “ganar la tierra del emperador infiel Moctezuma”.

Magdalena Guerrero Cano en su obra “El Patronato de Granada y él de Indias: Algunos de sus aspectos” infiere que “Durante la Edad Media se había considerado al Papa como la cúspide de la jerarquía piramidal y a la Iglesia con poder directo sobre el Estado; por lo tanto estaba claro, sobre una base jurídica, el poder papal sobre el Universo, incluyendo a los infieles. Teoría discutida por estudiosos, desde el mismo planteamiento, en el siglo XIII, hasta fechas más avanzadas en que se seguía planteando la cuestión, el siglo XVI”.

“Por una parte los canonistas defendían la ideología del ‘Dominus orbis’, por el contrario los teólogos creían en el desdoblamiento de poderes: el espiritual y el temporal, aunque si coincidían en la subyugación de los paganos por la fuerza de las armas, eran distintas ideologías que se iban imponiendo en sucesivas oleadas, hasta que el siglo XV se hacen necesarias las Bulas de Patronato” (2003: 69).

Para la subyugación de los paganos “infieles” del universo, el pontificado de Roma, mediante Bulas, otorga el derecho de Patronato al reino de España, que en la península tiene antecedentes. En 1486, por la guerra que los reinos de Castilla y de Aragón sostenían contra el islam de Granada, el pontificado de Roma otorga el derecho de Patronato, para construir iglesias, instituir ministros. Además otorga indulgencia plenaria para los que participen en la guerra, como también, autoriza rescates de oro, cruzada y asignaciones pecuniarias (diezmos y otras) en el reino de Granada. Este derecho hizo posible que la campaña de reconquista de Granada fuera una cruzada. Esta institución es el principal aparato logístico e ideológico para la guerra contra los infieles que encara España, en el contexto de 1519 y 1521 (Guerrero Cano, 2003: 78 y 79).

Por ello, Cortés, en su segunda carta de Relación se esmera en reproducir las palabras “mezquita”, “ídolos”, “bultos”, “figuras de ídolos”, “Sevilla”, “Córdoba”, “torres”, “monstruos”. Cortés, acatando al contenido del Regio Patronato Indiano, tumba, destruye “ídolos” y descalifica los símbolos habidos en la ciudad de Tenochtitlán con conjeturas, como ser, que algunos “ídolos” “son labrados con masa de todas las semillas y legumbres que ellos comen, molidas y mezcladas una con otras, y amásanlas con sangre de corazones de cuerpos humanos, los cuales abren por los pechos, vivos, y les sacan el corazón, y de aquella sangre  que sale de él, amasan aquella harina, y así hacen tanta cantidad cuanta basta para hacer aquellas estatuas grandes” (Cortés, 1520: 81).

Los caballeros capitanes, milites, desde Cortés hasta los peones soldados, tenían indulgencias plenarias, para viajar en forma directa al “paraíso”, sin escalar en el “purgatorio”. Por lo tanto, matar, quemar vivos a los enemigos de los cristianos, incendiar poblados y ciudades no gobernadas por un príncipe cristiano eran consideradas “causas justas”. Mentir en nombre de Dios es válido si el enemigo es infiel. Cortés miente alevosamente para destruir al “imperio de Moctezuma” con el apoyo incondicional de su majestad (Carlos I de España, Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico) y de la indulgencia plenaria del pontificado de Roma. Introducir la viruela mediante esclavos, mujeres y niños (portadores) al territorio de la Confederación es un “milagro de Dios” para los invasores. Sin embargo, es una acción de lesa humanidad: genocidio planificado en nombre del Dios con representación en Roma.

TESTIMONIOS SOBRE LA EXPULSIÓN: 30 DE JUNIO DE 1520

Juan Cano, en mayo de 1520, era miembro de la expedición capitaneada por Pánfilo de Narváez. Luego de las transacciones o negociaciones (mediadas por el poder clerical) entre Cortés y Narváez, Cano pasa a formar parte del ejército invasor de Cortés. En 1544 (24 años después de la “noche triste” para los invasores), Juan Cano, 42 años,  estaba casado con Isabel Moctezuma (35 años), hija del asesinado (magnicidio)  Tlatoani Moctezuma. En 1531, Juan Cano está casado con Isabel Moctezuma por determinación del poder establecido colonial, en el que Cortés, aún retenía su influencia como cristiano “viejo y conquistador”. El 25 de setiembre de 1544, Juan Cano es entrevistado por el cronista mayor del Real y Supremo Consejo de Indias, Gonzalo Fernández de Oviedo, en la ciudad de Santo Domingo, de la isla La Española. Gonzalo Fernández de Oviedo fungía de alcalde de la ciudad de Santo Domingo.

[Alcalde] “Siempre oí decir que es buena la templanza e someter la piedad e abominable la soberbia. Dicen que fue grandísimo el tesoro que Hernando Cortés repartió entre sus milites [capitanes profesionales], cuando determinó de dejar la cibdad e irse fuera de ella por consejo de un [soldado Blas] Botello que se preciaba de pronosticar lo que está por venir”.

[Juan Cano] “Bien sé quién era ese [Blas Botello], y es verdad que él fue de parecer que Cortés  e los cristianos se salieran [de Tenochtitlán], e al tiempo de efectuarlo no lo hizo saber a todos, antes no lo supieron sino los que con él se hallaron en esa plática [los milites] , e los demás que estaban en sus aposentos e cuarteles, se quedaron, que eran como doscientos e septenta [270] hombres, los cuales se defendieron ciertos días peleando, hasta que de hambre se dieron a los indios; e guardáronles la palabra de la manera que [Pedro de] Alvarado la guardó a lo que es dicho [mentir]. E así los doscientos septenta cristianos, e los que dellos no habían sido muertos peleando, todos cuando se rindieron fueron cruelmente sacrificados. Pero habéis, señor, de saber, que de esa liberalidad que Hernando Cortés usó, como decís, entre sus milites, los que más parte alcanzaron della e más cargaron de oro y joyas, más presto [rápido] los mataron; porque por salvar el alborda, murió el asno que más pesada la tomó, e los que no la quisieron, sino sus espadas e armas, pasaron con menos ocupación, haciéndose el camino con la espada” (citado por Martínez, 1986: 137 y 138).

El 23 de junio de 1520, “víspera de San Juan Bautista”, escribe Cortés, emprende su expedición desde Texcoco hacia Tenochtitlán. Cortés percibe que nadie sale a recibirlo, “nunca me salió a recibir ninguna persona del dicho Mutezuma”. Mientras Moctezuma estaba como rehén (secuestrado), la Confederación no oponía resistencia alguna porque cumplía con el pago del RESCATE. A fines de abril de 1520, se cumple con creces el pago del rescate. No fue liberado Moctezuma. Por lo tanto, el pacto entre los invasores y la Confederación estaba roto o quebrado. La guerra de resistencia había dado comienzo. El 24 de junio de 1520, al medio día, Cortés y su hueste amplificada, ingresa a Tenochtitlán.

“Con esto me fui a la fortaleza, en la cual y en aquella mezquita mayor que estaba junto a ella, se aposentó toda la gente que conmigo  venía; y los que estaban en la fortaleza nos recibieron con tanta alegría como si nuevamente les diéramos las vidas, que ya ellos estimaban perdidas, y con mucho placer estuvimos aquel día [24 de junio] y noche creyendo que ya todo estaba pacífico” (Cortés, 1520:97).

El 24 y 25 de junio de 1520, la hospitalidad de la Confederación se puso de manifiesto a plenitud. Convidaron comida y bebida en abundancia a los invasores y a sus perros e  indios “amigos”. El botín voluminoso del rescate pagado (oro, plata y perlas) por la Confederación estaba herméticamente conservado en poder de los invasores. Moctezuma continúa como rehén. Cuitláhuac, hermano de Moctezuma, quien también estaba como rehén fue liberado el 24 de junio, para bajar la tensión entre invadidos e invasores.

Desde el 25 de junio, Cuitláhuac comanda la resistencia que se puso de manifiesto con el bloqueo y la guerra de desgaste contra los invasores, atrincherados en el epicentro de Tenochtitlán.  La cultura de guerra de la Confederación no acostumbra combatir de noche, como tampoco en tiempos de siembra y de cosecha de productos alimentarios. La muerte de un Tlatoani conlleva a realizar, durante cuatro jornadas o días, ceremonias funerarias; al final el cuerpo es incinerado.

El proceso de las ceremonias funerarias era conocido por la hueste invasora. Los cuerpos de Moctezuma y de otros principales serán usados como escudos, para la salida sigilosa de los invasores. El 30 de junio, al atardecer, se ejecuta el magnicidio de Moctezuma y de otros principales. Francisco de Aguilar, quien el 30 de junio de 1520 era protagonista  soldado y vigilante, en 1560,  narrativiza al respecto:

[30 de junio de 1520] “Motecsuma, herido en la cabeza, dio el alma a cuya era, lo cual sería a hora de vísperas [18:00 de la tarde], y en el aposento donde él estaba había otros muy grandes señores detenidos [rehenes] con él a los cuales el dicho Cortés, con parecer de los capitanes [milites], mandó matar sin dejar ninguno, a los cuales ya tarde [antes del anochecer] sacaron y echaron en los portales [pórticos] donde están ahora las tiendas, los cuales llevaron ciertos indios que habían quedado que no mataron, y llevados sucedió la noche, la cual venida allá a las diez [22:00] vinieron tanta multitud de mujeres con hachas encendidas y braseros y lumbres que ponía espanto. Aquellas venían a buscar a sus maridos y parientes que en los portales estaban muertos, y al dicho Motecsuma también, y así como las mujeres conocían a sus deudos y parientes (lo cual veíamos lo que velábamos [vigilábamos] en la azotea con la mucha claridad), se echaba encima con muy gran lástima y dolor y comenzaban una grita y llanto tan grade que ponía espanto y temor; […] (Aguilar, 1559).

[30 de junio de 1520] Los invasores tiraron el cuerpo de Moctezuma y de otros, en los portales de un extremo del epicentro de la ciudad, para huir por el otro extremo. Alrededor de la media noche o al final del 30 de junio, Cortés y sus milites abandonan sigilosamente la ciudad. La resistencia de Tenochtitlán estaba ocupada en la atención de los muertos para las ceremonias funerarias. Además del desconcierto de la resistencia por el magnicidio de Moctezuma y de otros principales de la Confederación, Cortés y sus milites abandonaron, a propósito, doscientos setenta cristianos (que estaban en sus aposentos) para que cubran la espalda de la huida. El 24 de setiembre de 1544, Juan Cano, casado con Isabel Moctezuma, testimonia que los 270 cristianos que quedaron en Tenochtitlán, en la media noche del 30 de junio de 1520, fueron aniquilados por la resistencia.

Continuará y concluirá con la segunda parte. Se adjuntará la bibliografía.

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