Este texto no pretende abarcar todas las aristas del proceso sino que es un punto de vista sobre la falsa grieta con que la burguesía pretende engañarnos.
Seguramente por la falta de una oposición real desde la clase trabajadora las distintas facciones burguesas se disputan el poder y para ello acuden ya hace años, como contra Zelaya en Honduras, Lugo en Paraguay, Evo Morales en Bolivia o Michel Temer contra Dilma Rousseff en Brasil, a estos golpes institucionales. Lo que discuten es la efectividad de las políticas para aplicar el ajuste y pauperizar más y más a las masas trabajadoras y populares.
Tras anunciar la disolución del Congreso, que lo jaqueaba desde el primer día de su efímero gobierno, e instaurar un gobierno de emergencia excepcional, se encontró rápidamente con el rechazo de toda la oposición que anida en el parlamento, la cerrada oposición militar y de la policía nacional, e incluso su vicepresidenta -Dina Boluarte- se negó a apoyar la medida… mientras acariciaba la banda presidencial.
Como dijeran hace ya más de dos siglos Marx y Engels “el gobierno del Estado no es más que la junta que administra los negocios comunes de la clase burguesa”. Y la realidad no se cansa de reafirmarlo, tras el engaño de la defensa del “interés general”, de la “igualdad ante la ley”, la burguesía presenta sus propios intereses particulares como intereses de todos, y los intenta poner por “encima” de la lucha de clases; pero cuando ésta surge ahí están los destacamentos armados como la Policía o la Gendarmería para defender sus intereses frente a los trabajadores.
Los gobiernos como Boric, Petro, Castillo, Fernández o Lula no son ni más ni menos que reflejo de lo que fueran los nacionalismos burgueses de otrora, sólo que en otro contexto mundial. El mundo atraviesa hace más de una década una crisis que combina crisis económica con ambiental, de un modo inédito y, en medio de ésta se hace más evidente que nunca que no hay margen para reformas duraderas.
De allí los pequeños márgenes de sus supuestas contradicciones, cuando los vemos haciendo concesiones una y otra vez a la derecha política y empresarial no están haciendo más que expresar su carácter de clase; por eso Castillo no se apoya en los trabajadores y campesinos que lo habían elegido como una alternativa al fujimorismo.
En dieciséis meses de gobierno, éste fue el cuarto intento de destituirlo. Castillo llegó al poder en julio de 2021 con el apoyo de algunos sectores de izquierda y la población históricamente marginada. Hubo otros dos procesos de destitución por la misma causa de incapacidad moral, que no alcanzaron los votos necesarios para ser aprobados y un juicio político por una insólita acusación de traición a la patria, sin fundamento, que fue anulado por falta de sustento por el Tribunal Constitucional. La cuarta parece ser la definitiva.
El programa de la coalición «Perú Libre» que encabezó Castillo fue un programa capitalista denominado «economía popular con mercado», que respeta la propiedad privada y la inversión privada. Es un proyecto que los propios dirigentes de Perú Libre aclararon que no es ni comunista, ni socialista.
De hecho, Perú Libre ya gobernaba la provincia de Junín, cuando el fundador y líder de esa coalición, Vladimir Cerrón, fue gobernador entre 2010 y 2014, período en el que agravó las condiciones de pobreza y miseria del pueblo. Y cuando renovó su mandato como gobernador en 2018, fue procesado por corrupción. Quien asesoraba a Perú Libre es el ex asesor económico del Banco Mundial Pedro Francke, quien pide «prudencia fiscal», metas de inflación y se opone a la nacionalización de empresas.
Toda la mal llamada izquierda continental mintió diciendo que Castillo era «un indígena», «un maestro» que «representaba a los más pobres del Perú», frente a los «blancos ricos del país». Y que desde que Castillo lideró el paro magisterial de 2017 «representa a las masas». Embustes y mentiras que ahora quedan al desnudo.
Esos planteos fueron los que impulsó la Revista Jacobin, editada por los socialdemócratas que forman parte del Partido Demócrata, el actual gobierno de los Estados Unidos.
Más allá de cómo cierra la burguesía su grieta, como tijera recorta siempre del lado del filo y las masas engañadas una y otra vez pagan con ajustes brutales y peores condiciones de vida, con destrucción masiva de pueblos enteros por la voracidad minera y agroexportadora.
Tenemos que aprender de hechos como este golpe blando que, si queremos un gobierno propio, debemos construirlo ladrillo a ladrillo, desde los barrios y las fábricas.
Tenemos que aprender que no se puede cambiar desde adentro este sistema podrido, que sólo sobre sus cenizas se podrá erigir un futuro diferente de igualdad real, donde los que producimos las riquezas gocemos con su reparto.
La burguesía aprovecha nuestra desorientación para hacernos correr detrás de sus proyectos que siempre nos tienen como mulas de carga. La corrupción de los gobiernos es real, pero tiene su origen en que éstos sólo pueden administrar los negocios de los grandes capitales que nos oprimen. Y, negocios son negocios…
La historia demuestra decenas de veces que no son las malas o buenas intenciones de los gobernantes las que nos llevan a estar cada vez peor. Es el carácter de clase de éstos. Es una falacia que son tibios, sólo pueden serlo para oprimirnos y llevar a cabo los ajustes que los grandes capitales y el imperio demandan, porque ese es su rol.
Solamente una salida revolucionaria puede darnos a la humanidad un futuro próspero.
Conclusión que nunca podrán sacar los partidos centristas y oportunistas que vienen de hace años apoyando candidatos de falso corte progresista, agitando fantasmas de una ultraderecha que, cuando gobierna, poco difiere de los Boric, Petro, Castillo o Lula.
O se está por una revolución obrera y popular que, sobre las cenizas del estado burgués, construya una sociedad socialista, o se sostiene el régimen democrático que bien utiliza el capital para avanzar con sus planes.
Horizonte Comunista