.
AGROECOLOGÍA-EL FUTURO LLEGÓ
El nuevo libro de Lavaca Editora recorre diversas experiencias agroecológicas del país, a través de viajes, reportajes e imágenes que muestran cómo ya está en marcha otra forma de producir y de vivir.
Un libro que son dos
Agroecología – el futuro llegó no es un libro: son dos. Uno de crónicas y otro de fotografías de ese viaje que nos propone conocer las experiencias que están desarrollando nuevos modos de producción, de relación con la naturaleza, de alimentación y de salud. Sin tóxicos, sin dependencia de las corporaciones, con mejores resultados para quienes producen y para quienes consumen. Un cambio de paradigma no solo productivo, sino cultural, socioambiental, humano y político.
Como periodistas, nuestra función es contar las cosas sorprendentes que vemos y escuchamos.
Ustedes son quienes determinarán si estas historias ponen en juego temas de la época que contienen una parte no menor de nuestro destino.
Comienza con el epílogo…
«Hay señales del presente que tal vez simbolicen el fin de una época: la desigualdad, la pandemia, la crisis climática, la contaminación, la descomposición política, la enfermedad, la precarización de los trabajos, el colapso de los horizontes».
…Para llegar al prólogo
«Hoy me gustaría contarles algo sobre el futuro. Lo puedo contar porque lo pude ver.
No es que hice un viaje en el tiempo ni visité al oráculo, sino que pude conocer lugares y experiencias que plantean que ese futuro está ocurriendo ahora.
Creo que esos lugares están prefigurando lo que se viene.
Y ese futuro es una maravilla».
Quiero el libro
Imágenes del paisaje
Las fotos del libro son producto del talento de profesionales de la Cooperativa de Trabajo Lavaca como Nacho Yuchark, Lina Etchesuri y Martina Perosa. El viaje abarca experiencias de distinto tipo como Naturaleza Viva, la Unión de Trabajadores de la Tierra, La Aurora, y los grupos de productoras y productores que en diferentes lugares del país están mostrando horizontes nuevos de pensamiento, de sentimiento y de acción.
A dónde viajamos:
Guadalupe Norte
Bolívar
Gualeguaychú
Guaminí
Río Luján
La Plata
Benito Juárez
Trenque Lauquen
Jáuregui
Lisandro Olmos
Lincoln
Y más…
.
.
Sobre vivir en el paraíso
Guadalupe Norte
Naturaleza Viva es un espacio frondoso y fértil rodeado de sequía. Desde esos pajarracos de un solo ojo llamados drones, las imágenes permiten ver una geografía marrón y grisácea de campos bombardeados por agroquímicos y por los efectos de la crisis climática: la verdadera naturaleza muerta no es la de los cuadros con frutas. En el medio de ese paisaje enfermo emerge un lugar asombroso: producen todo lo que comen. Y es gente de buen comer. Verduras conocidas y desconocidas, carne vacuna, pollos, pan, leche genuina, variedades de queso, manteca, jugos, cereales, oleaginosas, aceites, miel, yogur, mermeladas, jaleas, dulces… Lo que no tienen lo intercambian con granjas y chacras que producen agroecológicamente, como ellos: yerba y té misioneros, vino mendocino, harina bonaerense.
Pero este campo de 270 hectáreas ubicado en Guadalupe Norte, Santa Fe, a 25 kilómetros de Reconquista, no es asombroso por eso, sino porque materializa una apuesta productiva, científica y ética organizada alrededor de la vida. Y esa apuesta, además, es eficiente desde varios puntos de vista: social, ambiental y económico.
Remo Vénica, paisano modelo 1943, tiene también frondosos el humor, la cordialidad y lo socarrón. Pregunta con una risotada: “Che: ¿cómo anda el feed lot porteño?”. Para no iniciados: los feed lots son las grandes granjas en las que vacas y cerdos crecen sobre sus propios desechos, encerrados, hacinados, antes de ir al matadero, alimentándose con lo que Remo llama “porquerías y remedios”, como intuye que ocurre con quienes integramos las sociedades urbanas. A su lado está su compañera de todas las vidas, Irmina Kleimer (nacida en 1953), gran organizadora del trabajo de la granja, que plantea: “La cuestión es comprender a la naturaleza, trabajar, crear, y hacerlo todo el tiempo”. “El problema –dice Remo sorprendido– es que tenemos un país con millones de personas que están al pedo”, frase que conviene no olvidar. Ríen los ojos claros de Irmina.
La bella Irmina Kleiner, 22 años, escondida en el follaje y herida de bala por sus perseguidores en plena selva chaqueña, clava la mirada en su navaja sin terminar de decidirse. “La duda era si me cortaba las venas o me apuñalaba en el estómago. La determinación era no entregarme”. A unos cincuenta metros, que en el monte tupido son un universo de distancia, Remo Vénica, 32 años, empezaba a huir de la zona convencido de que Irmina ya estaba muerta. Corría sin hacer ruido, lloraba sin hacer ruido.
Ajustemos los almanaques. Es noviembre de 1977, hace dos años y medio que vienen escapando a través de la clandestinidad del monte. Integran el Movimiento Rural de Acción Católica (Remo fue responsable de la región noreste), coordinan las Ligas Agrarias, organizaron sindicalmente a 2.000 hacheros y militan en la Juventud Peronista liderada por Montoneros. La policía no puede encontrarlos. La pareja se esfuma siempre entre los árboles y el silencio: fuga y misterio. Para colmo ella había quedado embarazada y en junio de 1977 parió a su hija en la selva.
La dejaron con un matrimonio de campesinos para poder seguir huyendo. Pero ahora, en noviembre, los detectan cuando intentan ir a ver a la beba. Irmina y Remo tienen decidido matarse antes que ser capturados; saben de las torturas, las mutilaciones, y otras prácticas minuciosas del terror.
La misionera y el santafesino –hijos de pequeños productores– se habían conocido y se enamoraron como militantes. Dan el sí en1973. “Irmina usó un vestido corto en el casorio. ¡Un escándalo!” recuerda Remo. Ella dice: “Hasta en esas cosas había que romper el molde”. Viajan a Buenos Aires en mayo, se suman a la multitud que celebra la inestable asunción de Héctor Cámpora como pre- sidente y a las marchas para liberar a los presos políticos en Villa
Devoto. Siguen viaje a Bariloche en luna de miel clásica, y vuelven a Sáenz Peña, Chaco. Allí creen estar poniendo su granito de fertilizante para cambiar el mundo.
El contexto es de hervor social. El diccionario de la época habla de peronismo, marxismo, leninismo, maoísmo, socialismo, antiimperialismo, liberación nacional y social, el Che como mártir, la lucha de clases, las organizaciones de base, las organizaciones armadas, la movilización popular. Amplios sectores de la Iglesia católica también viajan en el sentido de la opción por los pobres, la reivindicación de la justicia social y el tercermundismo.
En Cuba está Fidel Castro, en Chile Salvador Allende. Millones de personas sienten que están cerca de lo que se denomina “la toma del poder”: la revolución, que además se considera inexorable. En ese ambiente la pareja se zambulle en la militancia. “Cuando empezamos a querer organizar a los hacheros –relata Remo– en Montoneros consideraron que era un sector inviable por su grado de deterioro económico, desarticulación y descomposición social. Pero cuando pudimos organizar a 2.000 hacheros en SUDOR (Sindicato Único de Obreros Rurales) nos dieron la razón y nos convocaron. Siempre hubo debate entre nuestra visión del trabajo de masas real y la visión elitista que había en la organización. Pero creíamos que se venía una etapa de insurrección, por eso nos sumamos”.
En 1975 muchos sueños se convierten en resaca. Había muerto Juan Perón un año antes, gobierna su esposa Isabel (María Estela Martínez), el grupo parapolicial Triple A mata a su antojo, la economía estalla en inflación y devaluación, y se incuba el futuro golpe de Estado. El 18 de marzo Remo e Irmina caminan hacia su casa en Sáenz Peña cuando les avisan que el lugar fue sitiado por la policía: los están esperando. Un montonero llegado de Formosa les había pedido el auto, un Citroen como el del papá de Mafalda.
“Nosotros estábamos en contra de la mezcla de las organizaciones de masas como la nuestra con el aparato político militar” cuenta Irmina. De todos modos prestan el auto a su compañero. El montonero cae en manos de las llamadas fuerzas del orden. El Citroen estaba a nombre de Remo. La persecución está servida. La pareja decide en ese momento dar la media vuelta más crucial de su vida y parte hacia la casa de un amigo donde pasan esa noche. Al día siguiente huyen de Sáenz Peña hacia la selva chaqueña.
Con lo puesto, más algunos pesos en el bolsillo y todas las incertidumbres en el cerebro, la piel y el corazón. Caminan 20 kilómetros aquella primera jornada noctámbula, hasta llegar a la casa de un campesino amigo, el paraguayo Jacinto Oviedo y su esposa Teresa, seis hijos. Los reciben entendiendo todo, sin preguntar mucho, con una hospitalidad de otra cultura.
Se quedan escondidos allí varios meses. “Remo ayudaba en el trabajo de campo y la huerta. Yo en la cocina. Como no teníamos casi ropa, yo cosía. La policía nos buscaba pero nosotros nos enterábamos de cada uno de sus movimientos”. Remo: “Los campesinos y hacheros nos protegían, veníamos trabajando hacía mucho con ellos, y seguíamos organizando y coordinando todo desde esa clandestinidad”. Unos meses más tarde se mudaron a la casa de don José Díaz.
.
.
.
Acerca del autor:
Sergio Ciancaglini es periodista, integra la Cooperativa de Trabajo Lavaca, es uno de los fundadores de la revista MU, dos veces ganador del Premio Rey de España de Periodismo. Docente del Diplomado en Periodismo y Comunicación Ambiental «Andrés Carrasco», y coordinador del curso on line «Soberanía Alimentaria, Derechos Humanos y Agroecología». Entre otras cosas…
Este libro es producto de sus viajes a distintos lugares del país interesado en conocer sistemas productivos diferentes al modelo tóxico y extractivo, lo que luego se reflejó en muchas de sus crónicas durante los últimos años.
El hallazgo: la agroecología no se trata de una «alternativa» ni de una opción marginal, sino de una tendencia que crece y contagia formas de producir pero también de relacionarse y de pensar. Y permite abrir debates sobre alimentación, ética, acceso a la tierra, transformación social, transición cultural, presente y futuro.
En el prólogo, Sergio invita a pensar la cuestión desde lo político, lo filosófico y lo práctico: La agroecología nos recuerda esa bandera que proclamaba ‘El poder está en nosotros’. O en nosotres, si prefieren. Nos puede ayudar a comprender cómo hacer algo concreto, que definiría en pocas palabras: que la vida sea posible».
.
.
enlace relacionado: Revista MU
.
.
también editado en https://redlatinasinfronteras.wordpress.com/2022/12/14/argentina-libro-agroecologia-el-futuro-llego/
redlatinasinfronteras.sur@gmail.com