En 2018 se formó el primer equipo de mujeres de pelota maya en Guatemala. El rescate de la cultura ancestral y el pedido de que ese deporte sea federado en ese país.
Por Rosario Marina. Fotos: Gentileza Johan Ordóñez y Cuevas Arte y fotografía. Edición: Maby Sosa.
Cuando Francisca Elías empezó a enseñar pelota maya, no sabía jugar. Tenía la teoría, la había leído en el Popol Vuh, el Libro Sagrado de los Mayas. Como sus alumnos y alumnas de la escuela normal bilingüe intercultural “NIM NA’OJ” estaban entusiasmades, decidió tomar el guante y aprender. En un taller de epigrafía maya encontró un profesor que sabía jugar y le pidió que le enseñara.
“Como yo trabajo con jóvenes y señoritas, yo a todas y a todos los llevé al taller, les pedí los implementos deportivos para hacer el deporte ancestral: las fajas, el protector de cadera. Se los pedí a todos y empecé la actividad con hombres y mujeres”, dice la entrenadora.
Ya sabiendo de su experiencia, en 2018 el Ministerio de Cultura y Deportes de Guatemala le hizo una invitación para que llevara equipos a un torneo de pelota maya. Ella armó uno de varones y otro de mujeres. La sorpresa fue total.
“Bueno, maestra, felicitaciones por traer equipo de mujeres, pero es el único. Lo que vamos a hacer es que jueguen con varones, su equipo se integra. Le vamos a dar prioridades: en el saque donde la pelota se tira a 30mts es sin rebote, pero lo vamos a hacer con un rebote a 15mts para mujeres, para que llegue más liviano”.
A Francisca eso no le gustó. “Te incluyo, pero te hago creer que sos diferente, que tenés menos posibilidades. Te incluyo, pero voy a consentirte porque sos mujer”, pensó.
Los años y los torneos pasaron y los equipos de mujeres empezaron a ganarle cada vez más a los varones. Y Francisca, de 36 años, terminó formando el primer equipo de mujeres de pelota maya en todo Guatemala.
Lo que dejó la colonización
“Con la colonización se vino a disminuir la integración social de las mujeres. Si regresamos a los glifos, se ve que había mujeres guerreras, gobernantes, jugadoras. Pero ahora la participación sociopolítica es invisibilizada. El hecho de que las mujeres juguemos este deporte que se supone que es extremo es como decir: aquí estamos, un pueblo en resistencia, un pueblo en rebeldía”, dice Francisca, orgullosa.
Jesica Esmeralda Bernardino y Lize García Saravia -de 21 y 25 años- son jugadoras del equipo I’xk’at, el primer equipo de mujeres de pelota maya en Guatemala, el que formó Francisca hace cuatro años. A ellas el deporte les cambió la vida y su percepción sobre ser mayas.
“Desde que llegué a I’xK’at me siento llena en todo. Dediqué 20 años al fútbol, pero desde que juego pelota maya me ha sanado y liberado. Yo vivía encerrada, y ahora todo es amplio. Hay que hacer las cosas con el corazón, como dicen mis compañeras”, dice Lize, atleta y montañista. La única que vez que había oído hablar del deporte había sido en National Geographic.
Fuerza, agilidad, confianza, compañerismo. Eso dice Lize que le da pelota maya. Le brillan los ojos cuando cuenta que su mamá le regaló una faja para cuidarla de la cadera, y su abuelita también. Ella trabaja con su mamá sembrando maíz, abonando café. Con eso junta unos 50 quetzales.
Jesica fue la que invitó a Lize a jugar. Vivían a tres cuadras, pero fue a través de Instagram que empezaron a hablar. Comparten la comunidad, la familia numerosa (Jesica tiene 11 hermanos/as y Lize 12), el trabajo en la tierra y ahora el amor por el deporte de sus ancestros.
“Cuando juego en I’xk’at me siento más que en familia. Ellas saben cómo se maneja nuestro contexto. Podemos hablar en confianza, nos podemos abrazar, podemos compartir. Cuando estoy ahí me olvido de todo. Esto es sincronización. Dar el todo con el corazón. Nosotras hacemos algo extraordinario. Es ir a otra dimensión. Eso nos apega más a lo que hacían nuestros abuelos. Es algo inexplicable”, dice Jesica, agarrando la pelota bebé que tiene en sus manos.
La pelota es de caucho. Se hace sacando el hule, que es como una leche, y la van formando. Luego le suman plantas medicinales. La que usan pesa 7 libras (3,1 kg). “Para nosotras esto es medicinal también. Cuando alguien se lesiona vamos con la pelota”, dice Jesica.
Llueve torrencialmente en la Ciudad de Guatemala, y ellas viajaron desde San Martín Jilotepeque hasta la capital para salir al día siguiente a representar a su país en una demostración de pelota maya en El Salvador. Llevan una pelota más pequeña que la que usan normalmente. Tiene olor a tierra y hierbas. La cuidan mucho.
Mujer guerrera y poderosa
San Martín Jilotepeque tiene unos 70 mil habitantes, y queda a unos 70 kilómetros de la capital. Hay varios equipos de fútbol de mujeres, pero hasta 2018 no existía el de mujeres de pelota maya, y muy pocas personas se animaban a practicarlo.
En 2018 y 2019 el equipo entrenaba en un espacio techado, pero llegada la pandemia el municipio les negó el gimnasio. Entonces decidieron ir a jugar en una cancha arriba del cerro El Reformador, que les queda a 45 minutos en bus. Es un parque público. El problema, ahora, es cuán fuerte pegarle, porque cuando la pelota se va, empieza a rodar cuesta abajo y puede caer sobre una casa, o una persona. Ya no pueden jugar con la misma seguridad que antes. Pero ellas parecen no tener en su visión la idea de desánimo.
“El sol nos fortalece. Y va a hacer a que tengamos más resistencia. Jugamos bajo el sol, bajo la lluvia, no desistimos. Eso es parte del fortalecimiento”, dice Jesica, y muestra orgullosa la página de Facebook I’xk’at, que ella creó, donde se ven videos del equipo jugando en México por primera vez. En la descripción de la página se definen así: “Somos mujeres de maíz y valoramos los conocimientos de nuestros abuelos llevándonos a la práctica”.
Antes de iniciar el juego se ponen un protector de cadera de cuero para protegerse de los golpes de la pelota. En su ropa tienen el logo del equipo y el número de energía. Usan fajas tejidas, que son moldeables y flexibles para poder agacharse.
El segundo torneo, en 2019, fue versión antebrazo (en Sololá, Guatemala). Existen dos versiones del juego: modalidad antebrazo, que requiere más técnica y la pelota tiene aire dentro, y modalidad cadera, que necesita mucha agilidad para agacharse, pegarle con la cadera, y levantarse rápido.
A pesar de que en la escuela donde surgió la idea del equipo es intercultural bilingüe, Jesica dice que los maestros están muy cerrados. “Esta vez que salimos a México a representar a Guatemala, los maestros estuvieron en desacuerdo. Dicen que tenemos que cumplir con nuestra responsabilidad en la escuela”.
Recuperar a los ancestros
“Ix significa mujer bella, mujeres poderosas, mujeres inteligentes, guerreras. El rojo lo colocamos aquí en identificación del Kat, que es el fuego”, dice Jesica, mostrando el logo del equipo.
Y explica: “Investigamos en epigafía maya, la escritura de nuestros abuelos, y decidimos tomar la representación de I’xk’at como Mujer tejedora corazón de fuego y luz. Hemos estado tejiendo nuestros conocimientos, y rescatándolos”.
En el Popol Vuh se menciona dos nombres que juegan pelota maya contra los dioses: Hunahpu y Xbalanque. Jesica y Lize explican que leyeron una investigación al respecto donde se indica que como Ix significa mujer, y es la luna, no creen que los dos que jugaban fueran 100% hombres.
“Muchas personas se avergüenzan o se ríen porque hablan en su idioma materno o porque visten su indumentaria y hacen sus tejidos. Para los demás estudiantes es como: ‘qué vergüenza pelota maya’. Es por la falta de autoestima, o por falta de conocimiento.
A mí nunca me ha dado verguenza mi identidad”, dice Jesica.
A Francisca, quince años mayor, le pasó lo mismo en su entorno: “En mi familia no se habla del Popol Vuh, la colonización ha golpeado muy duro. Hubo un exterminio de conocimientos al punto de hacer creer que las personas no tienen ni siquiera identidad. La historia ahora nos viene a conectar con nuestra realidad”.
Antes de empezar el juego, el equipo hace un agradecimiento y besa la tierra para que le permita poder jugar sobre ella. A veces lo hacen con velas o plantas medicinales también. Pero a sus familias eso no les gusta. Si ven una llama o una vela ya piensan que es brujería. Ellas ya no lo ven así.
Tanto el papá como la mamá de Jesica son 100% bilingües, pero no les enseñaron el idioma maya a sus hijas. “Si usted va a algún lugar y habla el idioma lo van a despreciar, va a ser excluido, nos decían. Mi mamá usa huipil, pero nosotras ya no. Por ahora me visto todavía así, con jeans, pero más adelante me gustaría usar huipil. Yo sé parte de la historia”, dice Jesica.
“Antes de las llegadas de los invasores nuestros abuelos tenían una forma de agradecer, que era con el fuego. Los invasores trajeron a su religión, y a través de ella fueron construyendo la sumisión de nuestros pueblos. La religión ha servido como timón de su esclavitud”, explica Francisca.
Ella sabe que hay familias en Guatemala muy arraigadas a la religión católica, y tienen una mirada negativa sobre la cosmovisión maya: “En la iglesia se nos ha dicho que lo que los mayas hacen es un pecado, entonces no lo hagan. Es difícil cambiar ese panorama”.
Orgullosas de ser parte de una civilización milenaria
En 2020 el equipo viajó a Palenque, Chiapas. En México fue su primera experiencia de competir con otras mujeres, lo disfrutaron mucho. Había equipos de México, Belice y Guatemala. Salieron cuartas. Ese año también jugaron contra varones en su país, y ganaron. En 2021 compitieron contra los varones campeones de Guatemala: “Se perdió el encuentro, pero con una mínima diferencia. Ahí nos damos cuenta que el avance ya se había dado”, dice la entrenadora.
El deseo de las jugadoras es que el deporte de pelota maya sea federado en Guatemala. Les cuesta mucho cada viaje que planifican, cada torneo. Buscan financiamiento de manera constante, incluso piden donación a personas individuales que les dan 10 quetzales para el agua pura. En noviembre de 2022 se celebró el primer torneo de pelota maya coordinado por mujeres, en Chimaltenango. A esa competencia asistieron también dos equipos de varones, de los ocho que existen en el país.
“Cada jugadora y jugador antes de jugar conoce su historia, el por qué y para qué juega. Eso fundamenta un empoderamiento y se concluye”, dice Francisca. Para ella, jugar es algo energético, donde manejar la fuerza física de una manera sincronizada, muy concentrada para equilibrar la fuerza física y la cuestión emocional.
Sus estudiantes empezaron a comentar que no necesitaban imitar lo que tenemos de fuera, que se sentían orgullosxs de ser parte de una civilización milenaria.
Con el tiempo, la entrenadora se dio cuenta que había cada vez más jugadoras y jugadores que no eran sus estudiantes. “En la pandemia iban a entrenar los estudiantes bajo su responsabilidad como personas particulares y fueron llevando amigos, vecinos y otros familiares”.
El equipo de I’xK’at lo componen, ahora, una maestra en matemática, una escaladora de montañas, una chica que se dedica a tejer y hace huipiles, otra marimbista. Francisca sonríe: “Me fui dando cuenta que llegaron a entender que solidifican su autoestima y ponen en Facebook: soy maya, soy jugadora de pelota maya”.