Este martes 14 de marzo comienza el juicio contra el espía del cuerpo de inteligencia de la Policía Federal, Américo Balbuena. Entrevistamos al periodista Oscar Castelnovo, uno de los denunciantes de Américo Balbuena y la infiltración estatal en la Agencia Rodolfo Walsh.
Por Gloria Pagés, La Izquierda Diario.
Balbuena está acusado junto a dos de sus jefes – Alejandro Sánchez y Alfonso Ustares – pertenecientes a la División Análisis de Seguridad Interior de la Policía Federal, una pantalla del Cuerpo de Informaciones, cuyos agentes secretos también son conocidos como “los plumas” dentro de la comunidad de inteligencia. Llegan a juicio oral después de diez años de iniciada la denuncia y están acusados del delito de abuso de autoridad de funcionario público, como responsables de haber desarrollado tareas de inteligencia tendientes a obtener información sobre integrantes de distintas organizaciones, en infracción a la ley de Inteligencia, valiéndose de la función de Balbuena en la Agencia Walsh.
Oscar Castelnovo, que actualmente es periodista de la Agencia para la Libertad, es uno de quienes se presentaron en 2013 a denunciar el espionaje por parte de Balbuena y sus superiores. Junto a él se presentaron Rodolfo Grinberg, también periodista de la Agencia Walsh, los referentes de derechos humanos Carlos “Sueco” Lordkipanidse, Diana Kordon, Graciela Rosenblum de la Liga Argentina por los Derechos Humanos, y Cachito Fukman de la Asociación Ex Detenidos Desaparecidos, así como dirigentes políticos como Christian Castillo, Vilma Ripoll, Juan Carlos Giordano, Néstor Pitrola, Claudio Dellecarbonara -delegado del subte línea B.
LID: Desde que conociste a Américo Balbuena, ¿hubo indicios o actitudes que te llamaron la atención?
Oscar Castelnovo: Yo no presencié su ingreso porque el agente Balbuena era más antiguo que yo, él ingresó en 2002 con el cuando era presidente Eduardo Duhalde y yo ingresé a la Agencia Walsh en 2006 cuando ya gobernaba Néstor Kirchner, en ese año fue que lo conocí.
Una cosa que me llamó la atención, porque él estaba a cargo dela agenda de las actividades que se realizaban en la semana desde el campo popular, y un día anunció una misa de FAMUS (Familiares y Amigos de Muertos por la Subversión), un engendro del terrorismo de estado de la dictadura. Entonces fue algo totalmente descolocado, nosotros éramos una agencia apartidaria pero de izquierda. Justo ese día teníamos reunión y yo digo “¡¿Pero quien carajo publicó esto?!”
“Y, la agenda la hace Américo”, dice una compañera y Balbuena estaba ahí. Entonces le digo “¿¡che vos publicaste esto?!”. “Estamos en democracia”, me responde. Yo lo puteo y le digo que cómo va a publicar eso, nosotros no le publicamos al fascismo sus actividades, somos una agenda de izquierda. Y me vuelve a decir estamos en democracia, yo me saco, y las compañeras me decían “dejá, es Américo”, es medio boludo, pero resulta que los boludos éramos nosotros… El tipo hizo eso porque así iba armando perfiles, quiénes son los que saltan, los más pasionales, quiénes los más componedores.
No me caía bien, no tenía nada de empatía, yo no tenía además mucha relación porque yo estaba centralmente ocupado con temas relacionados a torturas en cárceles y comisarías. Balbuena tenía a su favor que había hecho la escuela primaria con el fundador de la Walsh, con Rodi (Rodolfo Grinberg), que es para nosotros incuestionable, siempre fue muy respetado él y su familia, así que quién iba a sospechar de un compañero de escuela, con el que se iba caminando todos los días, jugaba a la pelota, etc. Después se encontraron con Rodi en la Tribu y él después ingresa en la Walsh, y bueno, así es su ingreso.
LID: ¿Cómo fue para vos y tus compañeros enterarse que tenían a un agente infiltrado en la Agencia Walsh?
OC: Para nosotros enterarnos fue una sorpresa inmensa, pero al poco tiempo de saberlo la verdad es que nos empezó a cerrar. Nosotros sabemos que el Estado, gobierne quien gobierne, infiltra al campo popular, pero nosotros no creíamos que seríamos blanco de eso, éramos una agencia chica. Balbuena se infiltró en familiares de Cromañón, en La Alameda, en un montón de organizaciones, además cuando iba a asambleas se quedaba con la gente tomando mate, siempre tenía tiempo, algo que no es común entre nosotros. Así que fue devastador saber que nosotros teníamos a ese bicho ahí, y además una gran tristeza saber que nos usó para infiltrar a otros compañeros. Ahí fue que nosotros comprobamos que el Estado y los gobiernos no respetan ni su propia ley, porque está prohibido infiltrar a organizaciones populares, hacer inteligencia interior, no solo está prohibido y lo hicieron, y además no está tipificado en el código penal, es decir no tiene pena de cárcel. No es una ausencia inocente, sino que es para cubrirlos a ellos. Además, Américo Balbuena era un agente de la Policía Federal, no un cuentapropista que se cortó solo, el Estado nacional lo infiltró entre nosotros.
Por eso cuando se habla de democracia, me pregunto de qué democracia hablamos, sin revocatoria de mandato, sin plebiscito vinculante, sin control popular por ejemplo de los precios; el presidente Fernández le habla con ternura a los formadores de precios y hay una parte del pueblo argentino no puede tomar mate ni acceder a la carne de vaca. O cuando el mismo Fernández se dice amigo y se abraza con Mario Abdo Benítez, presidente de Paraguay, responsable del secuestro, tortura y asesinato de las niñas María Carmen y Lilian Villalba (11 años) a manos del Ejército paraguayo por considerarlas “guerrilleras”, y del secuestro y desaparición de su prima Carmen Elizabeth Oviedo Villalba, “Lichita”, en 2020 cuando tenía 14 años. Todavía peleamos por hallar a Lichita con vida.
O lo mismo que Mauricio Macri, que nos endeudó con 50.000 millones de dólares que se van a pagar con ajuste y hambre.
La infiltración no es algo específico de los gobiernos kirchneristas o peronistas. Macri por ejemplo infiltró a los familiares de los submarinistas de ARA San Juan que murieron en el fondo del mar. O sea que esto es una práctica permanente de los que gerencian el Estado, gobierne quién gobierne. Yo viví de cerca la masacre de Cromañón, Aníbal Ibarra desoyó todos los reclamos y alarmas previas a la masacre, incluso de su propio defensor del pueblo quien le envió cuatro alertas. Y después, encima que manden a espiar a las familias de las y los chicos y que llames a ese estado de cosas “democracia” realmente no lo comparto para nada.
LID: Costó mucho llevar a juicio a Balbuena ¿Cómo viviste todo ese proceso que finalmente termina en el juicio que inicia este martes 14 de marzo?
OC: Lo que costó llevar a juicio a Balbuena por todas las trampas que nos hicieron y porque lo permite la misma justicia, la verdad que lo vivimos con mucha rabia con desazón, ya sabemos qué es la justicia por eso creo que le van a dar un tirón de orejas, no un castigo. Yo quisiera destacar que al principio nosotros tuvimos una solidaridad impresionante, desde Nora Cortiñas hasta el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia, compañeros exdetenidos como el “Sueco” Lordkipanidse y “Cachito” Fukman, Correpi, la Gremial de Abogados, todo el arco de derechos humanos, y una impresionante lista que sería injusto nombrar a algunos y a otros no. Pero ese proceso que llevó esfuerzo y tiempo es una cosa desgargante incluso para los propios abogados, con el paso del tiempo la causa seguía con todas las trabas que ponía al defensa de Balbuena y todos los vericuetos por los cuales la justicia le permitía escaparse, yo cada vez que iba a Comodoro Py me encontraba con la única persona que llegaba antes que yo: Myriam Bregman. Ella lo tomó con mucha seriedad, con mucho tesón y convicción y no lo dejó hasta el día de hoy, y pasaron máas de 10 años.
También Matías Aufieri y Liliana Mazea (integrantes del CeProDH), son abogados a los cuales le tengo que agradecer mucho porque ellos tuvieron esa entereza de continuar y continuar sea cuál fuere el resultado. Porque aunque la justicia no le dé a Balbuena el castigo que merece, va a haber una condena social, y eso es mérito de todos los que lucharon todo este tiempo.