Luego de muchos años de alquilar la tierra para el modelo transgénico, Granja Guasú decidió un cambio de modelo y de vida: animales a campo abierto, diversificación productiva, huevos pastoriles y alimentos sanos. “La agroecología nos puede alimentar y ofrecer alimentos más económicos porque reduce sus costos al no depender de insumos externos”, afirman.
Por Nahuel Lag.
Por iniciativa de pequeños productores, la avicultura está viviendo un cambio de modelo, un camino hacia la agroecología. En las redes de comercialización de productor a consumidor, en los almacenes de las organizaciones campesinas o en comercios “naturistas”, ya es habitual encontrarse con la oferta de “huevos agroecológicos” o “huevos pastoriles”. En la Granja Guasú, ubicada en la localidad bonaerense de Baradero, el productor Rodrigo Castro Volpe volcó las hectáreas que su familia alquilaba a los contratistas locales para cultivar soja y maíz transgénico a la agroecología, con las gallinas como guía.
La calidad nutricional de los huevos que produce superan a los que salen de los galpones industriales y los precios, especulación mediante, son similares. Mientras que el bienestar animal y la sanidad sin antibióticos, en medio de la alerta por gripe aviar, también marcan un diferencial. Pero también se abren desafíos: ¿cómo superar el modelo del monocultivo de huevos y sostener la transición agroecológica? ¿Cómo bajar los precios? ¿Qué rol cumple el INTA? ¿Puede la avicultura ser parte de la salida al modelo sojero?
Huevos pastoriles, una producción a escala humana con bienestar animal
En Baradero, según el Censo Nacional Agropecuario 2018, hay 100 mil hectáreas en producción agropecuaria. Casi en su totalidad destinadas a la producción de soja y maíz bajo el modelo de semilla transgénica y aplicación de agroquímicos que domina la zona núcleo. La familia Castro Volpe tiene, desde principios de la década del 90, un campo de 15 hectáreas allí, en el norte bonaerense. Para hacerlo rentable, hasta 2019, lo dejaban en manos de los contratistas locales del modelo sojero.
“Un día tomamos la decisión de dejar de alquilar las hectáreas. Cayó la rentabilidad y aumentó la conciencia del impacto en la salud y en el ambiente de hacer soja y maíz en un lugar donde la familia solía pasar tiempo frecuentemente. Había que hacerse cargo y la pregunta era: ¿qué se puede hacer?”, recuerda Rodrigo Castro Volpe, productor integrante de la Red Nacional de Municipios Comunidades que Fomentan la Agroecología (Renama).
La cría de gallinas ponedoras para la producción de huevos pastoriles surgió como una alternativa posible por las dimensiones del predio, los costos de puesta en marcha, la rentabilidad esperada y la posibilidad de recuperar la fertilidad del suelo con los animales caminando el campo libre. Se pusieron en marcha: compraron gallinas “Brown Nick” y “Ponedora Negra” —una genética desarrollada por el INTA—, separaron las 15 hectáreas en diferentes parcelas con redes e instalaron los gallineros móviles.
En la producción de huevos pastoriles, las gallinas se encuentran en gallineros móviles, donde tienen lugar donde descansar sin estar hacinadas, como ocurre en los galpones industriales, donde miles de gallinas conviven en espacios reducidos y con luz artificial. La clave del modelo agroecológico es la posibilidad de las gallinas de salir a pastorear, comer insectos o del rastro de una cosecha —puede ser en un sistema de huerta frutihortícola o detrás del ganado en un sistema extensivo de producción de cereales y oleaginosas—. Moviéndose por distintas parcelas en un periodo corto de tiempo.
El sistema ofrece varias ventajas de base frente al modelo industrial. El bienestar animal: sin hacinamiento, con acceso al sol y a caminar libres. Ese principio, en tiempos de gripe aviar, trae aparejado otro respecto de la salubridad. “En un modelo productivo de gallinas hacinadas la única respuesta frente a la gripe aviar son las vacunas y el control. En nuestro caso no tomamos más precauciones que las que ya teníamos”, sostiene Castro Volpe. Según el último reporte del Senasa, Buenos Aires es la provincia más afectada con 23 casos de los 98 confirmados en todo el país desde que inició el brote a mediados de febrero.
Con o sin brote de gripe aviar el modelo de galpón industrial suma otro insumo al modelo productivo: los antibióticos. Y con ellos un problema colateral sobre el que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya encendió las alarmas: la resistencia antimicrobiana. Esta condición, que según la OMS podría significar la principal causa de muerte a nivel global para 2050, se genera cuando un virus, hongos, parásitos o bacterias que causan enfermedades se vuelven resistentes a los antibióticos. ¿Cómo? Entre otras cosas, por los cócteles de antibióticos que utiliza el modelo de cría industrial de animales para consumo humano. Un debate que se abrió en la Argentina en 2020 con el frustrado intento de instalar megagranjas porcinas.
“En los sistemas agroecológicos buscamos la sanidad de las gallinas sin darles antibióticos ni con la intensidad ni la frecuencia que ocurre en los sistemas industriales. Tenemos una mirada integral y preventiva de la salud”, señala el productor de Granja Guasú. El modelo de sanidad está regido por el acceso al sol, a sombra, agua fresca, reducir el estrés del hacinamiento y los ataques entre las propias gallinas. Además, el movimiento entre parcelas del predio evita que convivan con sus excrementos.
Castro Volpe también usa insumos naturales como el té de ajo o vinagre de manzana para desparasitarlas, les ofrece una fuente de prebióticos a base de kéfir y les proporciona alimento de calidad: “Cuando hicimos el cambio del alimento con agroquímicos al alimento orgánico las gallinas dejaron de tener diarrea y de enfermarse, males que antes solía ser frecuente y requerían antibióticos”. Ese modelo de producción se traduce en la calidad nutricional de los huevos pastoriles: más vitamina A y E, más Omega 3, menos colesterol y grasas saturadas.
Saltar el modelo el modelo del monocultivo de huevos
“Muchos productores se volcaron a la avicultura con modelo pastoril, pero están chocando con el modelo de monocultivo de huevos dependiente de insumos externos”, advierte.
En un galpón industrial o con gallinas en pastoreo, la genética de las aves demanda el aporte de alimento balanceado para mantener un ritmo de postura. En general, el alimento está compuesto en un 60 por ciento de maíz (como aporte energético), un 30 por ciento de soja (aporte proteico) y un 10 por ciento de suplementos vitamínicos.
“Estamos trabajando con ‘gallinas de alta postura’, genéticamente pensadas para estar en un galpón, por lo que tienen que recibir una cantidad de vitaminas, de proteínas, de luz y de temperatura determinada para alcanzar los rindes de 90 por ciento, o sea, de cada diez gallinas, nueve ponen un huevo por día”, explica el productor y aclara que esto ocurre en las primeras 90 semanas de producción intensiva.
Y contrapone lo que ocurre en el sistema de pastoreo: “Cuando uno tiene un sistema más volátil porque las gallinas están al aire libre, porque cambia la cantidad de horas de luz solar, porque el alimento viene de mala calidad, porque comen menos pasto, la genética de las gallinas es sensible a esos cambios. Entonces, la cantidad de huevos que ponen bajan y los números no te dan”. En los sistemas de pastoreo la postura puede caer hasta 40 por ciento por animal.
Los números no cierran cuando el alimento que demandan los animales está atado a la volatilidad económica de un modelo de producción de commodities a precio dólar. “Si los precios del maíz o de la soja aumentan por procesos devaluatorios o por la guerra o por programas como el dólar soja, impacta directo en los insumos”, repasa Castro Volpe sobre algunas de los vaivenes que atravesaron los productores en los últimos años.
“Cuando comenzamos con la producción sentía que estaba haciendo agroecología, pero me di cuenta que en lugar de estar corriendo para ir a comprar semillas, fertilizantes y agroquímicos, como un productor tradicional, estaba corriendo a comprar alimento balanceado. Al principio comprábamos maíz y soja local, pero transgénica. Algo que hacen la mayor parte de los que crían gallinas pastoriles. Llegué a la conclusión de que convertía mi producción en un monocultivo de huevos”, reflexiona el productor de Granja Guasú.
Frente a estos inconvenientes, la propuesta desde una mirada convencional –que aún prima entre los técnicos del INTA– para los sistemas pastoriles es duplicar o triplicar la cantidad de gallinas para recuperar los márgenes. “Creo que ese es el camino incorrecto, no necesitamos pasar de 1.000 a 3.000 gallinas en nuestras granjas sino tener 500 en un planteo diversificado, que la gallina sea parte del diseño, en un planteo frutihortícola o un sistema extensivo con ganado”, propone el integrante de la Renama
Y agrega un desafío para el INTA: “Lo que necesitamos para los proyectos agroecológicos es una genética pastoril. Un animal que puede alimentarse de los alimentos surgidos de la producción de predio y que con eso logre un 50 por ciento de postura”.
De huevos pastoriles o huevos agroecológicos y precios justos
Así como en 2019, la familia Castro Volpe decidió dejar de alquilar su campo al agronegocio, a dos años de poner en marcha la Granja Guasú dio un primer paso más en la transición hacia la agroecología. Abandonaron el alimento balanceado a base de soja y maíz transgénico y comenzaron a abastecerse del balanceado orgánico elaborado por Salve La Tierra, productores de legumbres —poroto mung, poroto de soja, lentejas— en la vecina localidad de San Antonio de Areco. Castro Volpe advierte que ésta es una posibilidad para su granja porque cuenta con productores orgánicos de legumbres a 50 kilómetros.
La zona núcleo del agronegocio coincide con la zona de mayor producción avícola del país. Según datos oficiales, el 70 por ciento de las granjas de pollos industriales destinadas al engorde y la reproducción están ubicadas en Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe y Córdoba, provincias donde también está instalada la totalidad de la faena. En la industria avícola, las gallinas de postura son el 27 por ciento del total.
“La avicultura y la producción de legumbres agroecológicas son actividades complementarias y la zona norte de la provincia de Buenos Aires y el sur de Santa Fe fueron siempre una zona de producción de arvejas y legumbres, por lo que hay un gran potencial para retomar esa producción con una buena salida de venta para consumo humano y lo que no se pueda comercializar, legumbres partidas, volcarlas a una avicultura”, subraya e invita a pensarlo como política pública para contar con una salida al modelo del monocultivo de soja y maíz transgénicos.
“Así como el sur de Buenos Aires se encontró un modelo agroecológico basado en cultivos de invierno asociados con trébol rojo, trébol blanco y ganadería; en la zona núcleo las legumbres tienen un potencial muy fuerte, asociado a la avicultura y también la producción tambera”, se ilusiona.
Mientras ese horizonte de sistemas integrales agroecológicos se construye, Granja Guasú continúa su transición agroecológica puertas adentro. El siguiente paso fue el de pensar cómo dejar atrás el monocultivo de huevos: “Si queremos tener un sistema agroecológico, el camino debería ser el de la integralidad dentro de la granja, en el que las gallinas sean un subsistema”, sostiene Castro Volpe.
En ese camino, el productor comenzó con sus primeras hectáreas de horticultura y este año ya vendió la primera producción de zapallos, mientras espera que los árboles de frutales sigan creciendo para ampliar la oferta de alimentos sanos. Dentro de la granja, también se producen chiles (pimientos) del emprendimiento Cultivando Sur. El planteo busca que el alimento balanceado disminuya y los animales se alimenten cada vez más en las parcelas ya cosechadas, mientras vuelven a fertilizar la tierra para la próxima siembra y reducen la dependencia de los insumos externos.
“Con un sistema elevado de uso de insumos externos no es posible competir con los precios de un galpón de escala industrial, 500 gallinas frente a miles”, señala. En un escenario de constante suba de precios de los alimentos, los huevos aumentaron un 20 por ciento solo entre marzo y abril, según el Indec. El organismo oficial hizo el cálculo sobre un precio de 744 pesos la docena, pero en grandes cadenas de supermercado ya se ofrece a 1.000 pesos la docena y hasta 2.400 el maple (30 unidades). Esos precios pueden bajar hasta 1.400 pesos el maple por fuera de las grandes cadenas. En tanto, los huevos pastoriles pueden conseguirse entre 2.000 y 3.000 pesos el maple. Granja Guasú los ofrece a 2000 pesos en Baradero y a 2.500 en las redes de comercialización en Ciudad de Buenos Aires.
“Con esta espiral inflacionaria no hay precios de referencia. Pero, en el caso de los huevos pastoriles, tenemos que transformar la avicultura para poder ser más económicos. La agroecología nos puede alimentar y ofrecer alimentos más económicos porque reduce sus costos al no depender de insumos externos. La cría de gallinas pastoriles tiene que ir en ese camino”, marca el horizonte Castro Volpe.