Colonización de la subjetividad

Los dispositivos de colonización de la subjetividad son los mecanismos que utilizan las estructuras de poder para imponer sus discursos, sus valores y sus intereses sobre las poblaciones, y así generar una obediencia inconsciente y un apego a un orden que va en contra de sus propios intereses.
La colonización de la subjetividad es una de las múltiples estrategias del poder para logar dos resultados con el mismo objetivo: el odio al peronismo y el sometimiento del radicalismo.

DISPOSITIVOS DE COLONIZACIÓN DE LA SUBJETIVIDAD

Los dispositivos de colonización de la subjetividad son los mecanismos que utilizan las estructuras de poder para imponer sus discursos, sus valores y sus intereses sobre las poblaciones, y así generar una obediencia inconsciente y un apego a un orden que va en contra de sus propios intereses.

Desde la revolución libertadora de 1955, este poder, utilizando los medios de comunicación, los mecanismos institucionales y los consumos culturales, han inoculado en el imaginario social de los argentinos que el peronismo y radicalismo son dos ideas opuestas e irreconciliables.

Este prejuicio generalizado -divide y reinarás- es una forma de dominación que no solo afecta los aspectos materiales de la vida social, sino también los simbólicos, culturales y psicológicos, dado que, en la realidad, las diferencias que existen entre el peronismo y el radicalismo son más de forma que de fondo.

En principio, los dos persiguen los principios básicos de la revolución francesa: libertad, igualdad y fraternidad, sólo que en el peronismo predomina la igualdad, mientras que en el radicalismo la libertad.

En sus orígenes, el peronismo se articulaba como un movimiento nacional que privilegiaba la efectividad por encima de la representatividad, mientras que el radicalismo evolucionaba hacia la organización de partidos políticos privilegiando la representatividad sobre la efectividad.

El peronismo hablaba del pueblo como sinónimo de masas, mientras que el radicalismo hablaba de la ciudadanía como sinónimo de gente, lo que muchas veces permitió a los poderes concentrados asociar el primero con el fascismo y así generar una antinomia artificialmente constituida.

Raúl Alfonsín ganó las elecciones presidenciales de 1983 con un mensaje de esperanza democrática que caló en los argentinos tras siete años de calamitosa dictadura militar. Su candidatura representó el retorno a la legalidad y el respeto a los derechos humanos frente al pacto militar-sindical que impulsaba el peronismo de Ítalo Lúder, el cual buscaba una amnistía para los responsables de la represión y la guerra de Malvinas.

Esto generó por única vez y de manera espontánea cierta liberación de los dispositivos del poder, ya que además de que muchos peronistas se volcaron a la nueva UCR, Alfonsín supo captar el apoyo de un electorado de variado origen, que no se identificaba con el peronismo ni con el radicalismo tradicional, y que aspiraba a crear un Tercer Movimiento Histórico.

Así, Alfonsín obtuvo el 51,7% de los votos, mientras que Lúder alcanzó el 40,1%1. Fue la primera vez que el peronismo cayó derrotado en las urnas en elecciones libres y claras y que el poder cívico- militar- eclesiástico, la “gauchocracia”y el círculo rojo no pudo meter su cola en cuanto a la “generación de sentido”.

Mi viejo, radical de cuna devenido a peronista de Perón, me decía que en el fondo ambos movimientos perseguían lo mismo, que ambos deberían ser uno solo como Movimiento nacional y popular.

Hoy, ochenta años después, no hay más que escuchar a Leopoldo Moreau para ver los fuertes lazos subterráneos que unen ambos gobiernos.

Por lo tanto, si la masa-ciudadana tiene una subjetividad en común que comparte un sentimiento nacional y popular y un acervo cultural similar ¿Cómo es que el poder, de la mano de Juntos por el Cambio haya logrado que la población radical se les someta de manera incondicional y que considere como un triunfo democrático el exterminio del peronismo?

SUBJETIVIDAD NEOLIBERAL Y SOMETIMIENTO RADICAL  

La subjetividad es la forma en que cada individuo percibe, siente y piensa el mundo que lo rodea. Sin embargo, esta subjetividad no es inmutable ni autónoma, sino que está influida por los discursos y las prácticas sociales que la atraviesan.

En este sentido, se puede hablar de una colonización de la subjetividad cuando un discurso dominante logra imponer sus valores, intereses y representaciones a una mayoría de la población, anulando o descalificando otras formas de pensar y actuar.

En las últimas décadas, el neoliberalismo se ha valido de los medios masivos de comunicación, las instituciones educativas, las políticas públicas y los operadores e intelectuales afines para difundir e instalar su visión del mundo, generando una obediencia inconsciente y un apego a ciertas estructuras de poder que van en contra de los intereses de las mayorías populares.

En este contexto, el radicalismo, que históricamente se ha presentado como una fuerza progresista, popular y democrática, ha sufrido un proceso de sometimiento a Juntos por el Cambio arengado por los intereses espurios de la dirigencia política, pero que arrastra por decantación al ciudadano partidario.

Las ruinas de un partido centenario, colonizado y sometido por los mismos poderes concentrados contra los que lucharon sus representantes políticos históricos, desde Hipólito Yrigoyen hasta Raúl Alfonsín.   

El radicalismo ha aceptado ser una fuerza subordinada y funcional al proyecto político del neoliberalismo, renunciando a sus propias ideas, valores y propuestas. Así lo demuestra el hecho de que haya acompañado las políticas económicas y sociales del gobierno de Mauricio Macri entre 2015 y 2019, el feudalismo cipayo y represivo de Gerardo Morales en Jujuy, el renunciamiento a la soberanía de nuestro patrimonio nacional y el acompañamiento a la propuesta de exterminio de su opositor histórico: el peronismo.

¿Podrá el radicalismo romper con el sometimiento al neoliberalismo y recuperar su rol histórico como fuerza transformadora y popular?, o ¿seguirá siendo una pieza más del engranaje conservador y antipopular que representa Juntos por el Cambio? Estas son algunas de las preguntas que se plantean para el futuro del centenario partido

Si para Borges “nadie es la patria pero todos lo somos”, sería maravilloso que el pueblo radical salga de su estado hipnótico en el que ha sido despojado de sus valores fundacionales y pueda volver a ver al peronista como su adversario y no cómo su enemigo.

Si así sucediera, no sólo habría posibilidad de recuperar nuestra argentinidad, sino también nuestra libertad de pensamiento para identificar al verdadero enemigo del pueblo: Un Juntos por el Cambio, que, disfrazado de partido político, oculta la cara  más horrenda del neoliberalismo: el ajuste y la represión.

Alejandro Lamaisón

Fuentes:

Nora Merlin. “Colonización de la subjetividad y neoliberalismo”

Boaventura de Sousa Santos. “Descolonizar el saber, reinventar el poder”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *