Este 9 de septiembre se cumplieron siete años de las muertes evitables de David Ramallo, Diego Soraire y Richard Alcaraz. Trabajadores y familiares continúan exigiendo justicia para todos los trabajadores que murieron en sus puestos de trabajo.
Por Ana Cáceres – Red Eco.
“Si puede evitarse, no es un accidente; es un asesinato”, sonó un 9 de septiembre, hace unos años atrás en una manifestación de trabajadores. La marcha de trabajadores y familiares se llevó cabo con un enérgico pedido: ¡Basta de Asesinatos Laborales!. Esas expresiones pretenden desnaturalizar y problematizar los accidentes laborales, y también sacarla del ámbito privado y oculto para visibilizarlas.
Testimonios de familiares y delegados completan una historia de trabajadores que murieron como consecuencia de condiciones laborales precarias, de la aceleración en los ritmos de producción, la discriminación y la sobreexplotación.
La fecha se instaura a partir del 2016 cuando ocurrieron las muertes evitables de tres trabajadores: David Ramallo, mecánico de la línea 60 de colectivos que murió por la falla de un elevador de la empresa DOTA; Diego Soraire, trabajador del INTA que murió como consecuencia de las heridas provocadas por la explosión de un biodigestor en el Centro Nacional de Investigaciones Agropecuarias de Castelar; y Richard Alcaraz, trabajador de la construcción que falleció en una obra.
David Ramallo tenía 35 años cuando murió, era técnico mecánico de la línea 60 de colectivos. Días previos a su muerte, David había filmado y denunciado que los elevadores de la nueva cabecera de colectivos no funcionaban. El 9 de septiembre de 2016 sufre una falla una rampa elevadora, el colectivo cae sobre él y lo arrastra unos metros. Las cámaras de seguridad de la cabecera de colectivos logran captar toda la secuencia de la tragedia desde que David inicia su trabajo hasta la reacción de los trabajadores que ven la situación.
En esas imágenes se ve a los trabajadores que corren a socorrerlo, se juntan alrededor del colectivo, utilizan elevadores hidráulicos y se tiran debajo de la unidad para rescatarlo. La escena es dramática.
Tres horas después del accidente muere Ramallo en el hospital Penna. Mientras tanto en la cabecera de la línea 60 DOTA sus compañeros reaccionan a la noticia, buscan explicaciones de los encargados del taller pero estos se encuentran atrincherados en una oficina asegurada. Varios trabajadores, choferes, mecánicos y delegados ingresan con ímpetu al despacho de los encargados, luego, son notificados de suspensiones y despidos. Quedan desvinculadas 10 personas.
Hay que recordar que el predio perteneciente al grupo DOTA fue inaugurado en agosto del año 2016, inclusive David registró y denunció las fallas de las instalaciones, unos días después acontece su muerte. Fueron siete años de organización y lucha que todavía no acaba, como dice un delegado: tuvo que morir David para que lográramos mejores condiciones laborales, como por ejemplo, la construcción de la primera fosa en el año 2022.
Esta es una historia de familiares y trabajadores que se replica en todo el país, en el último informe 2021-2022 del Observatorio de Basta de Asesinatos Laborales (BAL) se contabilizaron 5041 muertes en cinco años. El observatorio de BAL recabó más datos sobre accidentes mortales y enfermedades laborales que los organismos oficiales encargados de estos. Para llevar a cabo su labor, el observatorio recopiló información pública de organismos como la Superintendencia de Riesgo del Trabajo (SRT) como de registros internos de los lugares de trabajo, sindicatos, comisiones internas y fuentes periodísticas. Con la frase “No somos números”, la madre de David Ramallo, Eva Puente, subraya que estas tragedias pasan desapercibidas para la sociedad en general, siendo solo los familiares quienes realmente comprenden la magnitud de las mismas.
A pesar de que el capitalismo a menudo oculta las muertes, especialmente las de los trabajadores, bajo la categoría de “accidentes laborales” para evitar asumir responsabilidades, los familiares y los trabajadores de la línea 60 se reúnen junto con BAL y medios de prensa, como lo hicieron el 8 de septiembre, en una conmemoración que incluye una misa, choripaneada, charlas, fotografías y evocaciones, pero también un firme compromiso con la lucha. En estos encuentros se comparten demandas de justicia, memoria y unidad en la búsqueda de garantías laborales.
Cuestionar, debatir y complejizar los “accidentes laborales” sirve para comprender la situación de los trabajadores, así como sus implicancias en las familias obreras y la demanda de justicia. Es por esto que el espacio “Basta de Asesinatos Laborales” propone nuevos planteamientos cuando ocurren incidentes que podrían haberse evitado, ya que, no deberían catalogarse como simples “accidentes”, sino más bien como actos que implican una cierta forma de negligencia o incluso violencia hacia los trabajadores. Cuestionan el uso de la etiqueta “accidente laboral” debido a que, esta etiqueta tiende a centrar la responsabilidad únicamente en el trabajador, sin abordar adecuadamente las condiciones laborales subyacentes que pueden contribuir a tales incidentes.
Justicia por David Ramallo mecánico de la línea 60 que murió al ser aplastado por un colectivo tras la falla de un elevador en una cabecera sin fosa; Mónica Jara, Nicolás Francés y Mariano Spinedi que murieron producto de una explosión de gas en una escuela; Marcelo Ulariaga murió al ser atrapado por una máquina de la empresa de neumáticos Pirelli; Yonatan Godoy murió por una explosión al golpear un caño de gas ordenado por su capataz de la empresa DALAFER; Juana Villca (25 años), Wilfredo Quispe (15 años), Elías Carbajal (10 años), Harry Rodríguez (3 años), Luis Quispe (4 años), Rodrigo Carbajal (4 años) murieron en el incendio del taller textil clandestino Luis Viale; Diego Soraire trabajador del INTA que murió por la explosión de un biodigestor; José Homs, Silvano Coppola y Jorge Gaddi que murieron en el hundimiento del barco “El Repunte”; Fernando Jara, Gonzalo Molina Y Víctor Herrera murieron en el incendio de New American Oil; Mechi Cantero murió enganchado en una máquina de la papelera SEIN.