Pudimos confirmar judicialmente una noticia que venía circulando de “boca en boca” por medio de vecinxs y compañerxs de organizaciones de Cuartel V. El 30 de noviembre de 2024 falleció Bonifacio Raúl Guerrero, en una clínica de José C. Paz.
El prefecto que, en ejercicio de su función y portando su arma reglamentaria fuera del horario de servicio, fusiló a Víctor “Chino” Ávila y a Christian “Marote” Núñez en el barrio Leandro N. Alem, en la madrugada del 7 de noviembre de 2014. Por repetido no deja de ser cierto, pero esta vez cobra más sentido la sentencia popular: después del gatillo fácil, sobreviene la (in)justicia fácil.
Durante estos casi 11 años de lucha, este verdugo no pasó un solo día preso por su crimen. Su muerte no hace más que evidenciar la larga cadena de responsabilidades para que este hecho represivo, en términos judiciales, haya quedado impune.
Fue la Prefectura Naval Argentina la que encubrió y protegió a Bonifacio Guerrero con abogados de planta del ministerio de Seguridad.
Fue la primera fiscal del caso, María Gabriela Urrutia, la que cajoneó la causa hasta 2018, momento en el logramos que la cambien con la consiguiente primera indagatoria al asesino y el primer pedido de elevación a juicio.
Fue toda la burocracia judicial, que apenas empezada la pandemia nos arrebató la posibilidad de juicio en 2020 y 2021.
Fue la misma burocracia que aletargó el proceso de selección del jurado popular que juzgaría a este criminal… ¡recién en 2026!
La única certeza, es que nada fue sin lucha.
Aun en su funcionamiento deplorable, la justicia tuvo que “hacer su trabajo” pese a su vocación de complicidad con la represión estatal porque desde CORREPI no se dejó de activar todo tipo de estrategia legal para contrarrestar la versión oficial.
Allá a lo lejos, en 2026, por fin íbamos a ver sentado en tribunales al homicida que fusiló sin miramientos a dos pibes. Ni siquiera eso pudimos lograr, porque murió impune.
Del sabor amargo y la bronca que nos deja esta situación, nos queda un aprendizaje: Si no hubiéramos luchado, habríamos logrado mucho menos. Bonifacio Guerrero no pudo salir más de su casa del barrio Anderson, porque nos dimos la tarea de difundir su rostro por todo Cuartel V. Tuvo que ir hasta Mercedes a rendir cuentas en alguna que otra audiencia preparatoria de la instancia judicial. Su rostro fue difundido en cuanta actividad hicimos en Cuartel V, en diferentes cortometrajes trabajados con espacios territoriales, en el registro audiovisual que producimos contando nuestra historia, en cada marcha contra el gatillo fácil o presentación del archivo de casos de CORREPI.
No logramos la sentencia judicial, pero si la sentencia popular.
No logramos la sentencia, pero si la conciencia, porque María, mamá del Chino, con la bronca como motor pero también la fortaleza necesaria, va a seguir en pie, dando cuenta de nuestra batalla para dar a conocer cómo funciona la maquinaria estatal en su fase represiva y acompañar a otras familias que transitan por lo mismo. Va a seguir luchando, por sus nietos y por los hijos de sus compañeras.
Porque si bien triunfó la impunidad biológica de un personaje nefasto, no damos por terminada la batalla por la conciencia.
NO OLVIDAMOS Y NO PERDONAMOS
SEGUIMOS LUCHANDO CHINO Y MAROTE PRESENTES