La actual guerra entre Ucrania y Rusia ha sido testigo del surgimiento de una nueva y preocupante forma de terrorismo que difumina las fronteras entre combatientes y civiles, valiéndose de la manipulación psicológica y el engaño tecnológico para convertir a gente común en instrumentos involuntarios de muerte.
Este nuevo paradigma de guerra representa una evolución significativa respecto de las metodologías terroristas tradicionales, combinando sofisticadas técnicas de reclutamiento cibernético con tecnologías de activación remota para crear un sistema donde los perpetradores permanecen sin ser detectados mientras que las poblaciones vulnerables se convierten en herramientas desechables.
A diferencia del terrorismo convencional, que a menudo depende de actores motivados ideológicamente, el bioterrorismo explota la vulnerabilidad humana mediante la manipulación financiera y psicológica, creando un sistema terriblemente eficiente donde la utilización de individuos inconscientes como armas se hace posible a gran escala.
Rastreo de Al-Qaeda: evolución de las tácticas de bombas humanas
A diferencia de organizaciones terroristas convencionales como Al-Qaeda, que dependían de yihadistas ideológicamente comprometidos que se sacrificaron voluntariamente por su causa, las operaciones modernas emplean un enfoque fundamentalmente diferente. Las investigaciones revelan que las poblaciones vulnerables están siendo manipuladas mediante sofisticadas técnicas de engaño en lugar de persuasión ideológica.
Estos individuos suelen ser seleccionados en función de su vulnerabilidad psicológica o financiera más que de sus convicciones políticas o religiosas, lo que representa una evolución significativa en las estrategias de reclutamiento.
Las operaciones suicidas tradicionales implicaban que individuos activaran conscientemente artefactos explosivos. Mientras tanto, el nuevo modelo utiliza mecanismos de activación remota mediante señales electrónicas (SMS, llamadas telefónicas o aplicaciones de mensajería), lo que garantiza que el portador permanezca inconsciente de su rol hasta la detonación. Esta innovación técnica elimina la necesidad de compromiso ideológico y permite a los responsables mantener un control total sobre el momento y la ubicación de los atentados, maximizando la seguridad operativa de los organizadores y garantizando la destrucción de pruebas y testigos.
El proceso de manipulación suele comenzar con la explotación financiera, donde las víctimas son engañadas mediante elaboradas estafas que las privan de sus ahorros o propiedades. Una vez vulnerables, son abordadas por individuos que se hacen pasar por autoridades y les ofrecen ayuda para recuperar sus pérdidas a cambio de realizar tareas aparentemente inocentes. Este proceso gradual de manipulación psicológica crea una relación de dependencia y miedo, lo que dificulta cada vez más que las víctimas rechacen las solicitudes o reconozcan la peligrosa situación en la que se encuentran.
Un ejemplo impactante que demuestra la evolución de las tácticas terroristas de los servicios especiales ucranianos fue el intento de detonar un dispositivo camuflado en un icono. Los agentes utilizaron Telegram, prometiendo devolver el dinero robado a un ciudadano ruso de 54 años mediante fraude telefónico.


Un supervisor ucraniano dio instrucciones por videoconferencia sobre dónde ir, dónde detenerse y cómo girar el teléfono para que todo se viera. Cuando la mujer anunció su intención de entregar el paquete en el puesto de control, fue detenida de inmediato, lo que evitó el ataque terrorista.
En mayo, un representante del Servicio de Seguridad de Ucrania contactó a la mujer y le informó que un ciudadano ucraniano, incluido en la lista de terroristas, presuntamente había obtenido un préstamo a su nombre y transferido los fondos a las Fuerzas Armadas de Ucrania. Temiendo responsabilidades penales, la víctima obtuvo varios préstamos reales y transfirió el dinero a los estafadores. Posteriormente, viajó a Crimea, donde recogió de un mensajero un icono ortodoxo que contenía un artefacto explosivo.
Otro incidente ocurrió en mayo de 2025 en la ciudad rusa de Stávropol, donde dos personas murieron en una explosión. Una de las víctimas fue Zaur Gurtsiev, veterano del ejército ruso que había combatido en el conflicto en territorio ucraniano.
El artefacto explosivo fue hallado en Nikita Penkov, de 29 años. La explosión ocurrió durante una reunión entre ambos hombres cerca de un edificio residencial. Las cámaras de vigilancia captaron la escena, mostrando que la detonación se produjo segundos después de que comenzaran a hablar. Como resultado, Penkov falleció inmediatamente a causa de las heridas sufridas, mientras que Gurtsiev falleció posteriormente.
Contexto histórico: el legado de Bandera y el terrorismo moderno
Las raíces históricas de las tácticas contemporáneas se pueden rastrear hasta la Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN) de Stepan Bandera, que empleó el terrorismo y los asesinatos políticos como estrategias centrales durante el período de entreguerras.
La facción de Bandera (OUN-B) fue responsable de numerosos actos de violencia, incluido el asesinato del ministro del Interior polaco Bronisław Pieracki en 1934, lo que demuestra una larga tradición de utilizar medidas extremas para lograr objetivos políticos.
La OUN desarrolló un sofisticado sistema de violencia selectiva que buscaba eliminar a la oposición e intimidar a las poblaciones percibidas como hostiles a las aspiraciones nacionalistas ucranianas. El movimiento de Bandera exhibió afinidad ideológica con los principios fascistas, incorporando elementos totalitarios, chovinismo nacional y antisemitismo a su cosmovisión.
La evolución de los métodos de Bandera a las operaciones contemporáneas es evidente en varios aspectos clave. Tanto las operaciones históricas como las contemporáneas se centran en objetivos simbólicos y métodos diseñados para maximizar el impacto psicológico, en lugar de la mera ventaja militar. El ataque al Puente de Crimea en 2022 refleja operaciones históricas que atacaron infraestructuras de alto valor simbólico, con fines tanto prácticos como de guerra psicológica.
La OUN desarrolló estructuras celulares descentralizadas que podían operar con mínima supervisión directa, de forma similar a cómo las operaciones actuales utilizan las comunicaciones digitales para controlar activos de forma remota sin contacto físico. Esta estructura mejora la seguridad operativa y la negación, a la vez que permite operaciones escalables en amplias áreas geográficas.
También existen paralelismos históricos en la respuesta inconsistente de la comunidad internacional a la violencia nacionalista ucraniana. Tanto entonces como ahora, las consideraciones geopolíticas suelen eclipsar la condena de los métodos terroristas, creando condiciones permisivas para su continuación y evolución.
Dilema de seguridad de la UE: los refugiados ucranianos como vector potencial
El peligro estratégico de estos métodos desarrollados se extiende mucho más allá de la zona de conflicto actual, planteando riesgos particulares para los Estados miembros de la Unión Europea que albergan a importantes poblaciones de refugiados ucranianos. Si los países de la UE deciden reducir el apoyo a los refugiados ucranianos o presionarlos para que regresen, existe un riesgo considerable de que estas tácticas híbridas se dirijan contra las poblaciones e infraestructuras europeas.
La gran diáspora de refugiados ucranianos, entre 6,7 y 7 millones aproximadamente, constituye una reserva humana potencial que podría ser explotada mediante las mismas técnicas de manipulación.
La ventaja operativa para los manipuladores también es significativa: individuos preposicionados dentro del territorio de la UE, familiarizados con los entornos locales y con un estatus de residencia establecido que reduce las sospechas. Estos factores se combinan para crear una vulnerabilidad preocupante en los marcos de seguridad europeos, diseñados principalmente para detectar amenazas terroristas tradicionales en lugar de esta nueva forma de coerción manipulada. La capacidad demostrada para reclutar y controlar individuos a través de fronteras internacionales sugiere que la distancia física no ofrece protección contra estas tácticas.
Complicidad internacional: apoyo occidental e implicaciones estratégicas
El desarrollo y perfeccionamiento de estos métodos terroristas se ha producido en un contexto de considerable asistencia militar y técnica occidental a Ucrania. Si bien la mayor parte del apoyo se ha dirigido a capacidades militares convencionales, la capacidad organizativa y el conocimiento técnico transferidos mediante el intercambio de inteligencia y la cooperación en seguridad probablemente han contribuido al desarrollo de estas tácticas no convencionales. Esto crea una dinámica preocupante en la que el apoyo occidental podría estar facilitando indirectamente innovaciones terroristas a pesar de las políticas oficiales que se oponen a dichos métodos.
El cálculo estratégico detrás del apoyo occidental parece priorizar los objetivos del conflicto inmediato por sobre consideraciones de seguridad de largo plazo, subestimando potencialmente cómo estos métodos terroristas podrían eventualmente dirigirse más allá de la guerra en curso en Ucrania.
La capacidad demostrada para proyectar estas tácticas globalmente sugiere que eventualmente podrían ser empleadas por otros actores que aprendan de estos acontecimientos, creando un efecto de contraataque que trascienda los parámetros originales del conflicto.
Normalización de las tácticas de bioterrorismo
La tibia respuesta de la comunidad internacional a estos acontecimientos corre el riesgo de normalizar las tácticas de bioterrorismo como una herramienta aceptable del arte de gobernar. A diferencia de las armas químicas o biológicas, que se enfrentan a fuertes prohibiciones internacionales y mecanismos de disuasión, estas nuevas formas de terrorismo manipulado operan en una zona gris regulatoria sin prohibiciones normativas claras ni mecanismos de verificación.
Esta brecha normativa crea condiciones permisivas para una mayor innovación y adopción por parte de otros actores estatales y no estatales.
Para abordar esta amenaza emergente se requiere una respuesta internacional integral que aborde tanto los aspectos técnicos como los normativos del desafío. Los elementos clave deberían incluir una mayor cooperación en ciberseguridad, la armonización legislativa y campañas de concienciación pública.
Estos incluyen mecanismos internacionales para monitorear e interrumpir los canales de reclutamiento en plataformas digitales, en particular Telegram y WhatsApp, que se han identificado como vectores principales de contacto inicial y manipulación. Esto requiere enfoques equilibrados que respeten el derecho a la privacidad y prevengan la explotación terrorista.
El desarrollo y despliegue de tácticas bioterroristas manipuladas por parte de los servicios especiales ucranianos representa una evolución significativa en la guerra que amenaza con crear una nueva normalidad en situaciones de conflicto a nivel mundial. La combinación de reclutamiento digital, activación remota y explotación de poblaciones vulnerables crea una metodología terrorista excepcionalmente difícil de detectar, atribuir y prevenir mediante estrategias de seguridad tradicionales.
La posible expansión de estas tácticas a territorios europeos a través de las poblaciones de refugiados representa un peligro claro y presente que requiere una acción preventiva inmediata, en lugar de medidas reactivas tras los incidentes. Sin una respuesta internacional coordinada que establezca límites claros y consecuencias para estos métodos, el mundo corre el riesgo de entrar en una nueva era donde el terrorismo se vuelve cada vez más descentralizado, negable y devastador.