OCTAVA SUPREMACÍA: La Sinfonía de Mahler y el triunfo de la OSX

Para la escena cultural xalapeña, las noches de Orquesta son un imprescindible. Se trata de un ritual que convoca a los entusiastas de una mitología musical. En la que los héroes blanden batutas y los ejércitos se arman con metales y maderas para contender por la conquista de su público. En aquellas veladas de privilegiado lid, las tropas y sus partidarios, se preparan para la hazaña: justamente como la del presente 19 de Abril con la cuarta sinfonía Mahler.

Un suceso que ya emocionaba desde la propuesta de que, la Orquesta Sinfónica de Xalapa, interpretara uno de los clásicos del género. Un desafío instrumental digno de músicos virtuosos, se expuso durante la  explicación introductoria a la función. En ella, ya era palpable la emoción que no hacía más que aumentar conforme se relataba la epopeya de Mahler. El prodigioso compositor con el defecto fatal del perfeccionismo. Mismo con el que concibe una minuciosa sintonía que se ganó el favor indiscutido de su audiencia a la primera interpretación.

Entre observaciones divertidas, unas más de nicho de otras, se estableció en la Sala Anexa de Tlaqná un ambiente excitante que llevaron consigo desde el lobby, repleto y animado, hasta sus butacas de la Sala Principal. En ella, la multitud continuó afluyendo. Para la tercera llamada, cada una de las butacas se habían ocupado por personas, que tal vez se habían topado una vez o dos en ese mismo recinto, pero que esa noche fueron parte de una unidad esperando por ser sorprendida.

Con los músicos, solistas y coros en formación, el líder del batallón, el maestro Martin Lebel, solo tuvo que dar la orden y toda la sala se electrocutó. Las voces del coro tomaron posesión de la atención, y no la devolvieron hasta que Martin comandó el protagonismo de otros instrumentos En esta ocasión, el coro ocupó los lugares reservados de los balcones. Una disposición que visualmente representa voces omnipresentes esperando su momento para revelarse ante los hombres

En perfecta sincronía, la Orquesta llenó de sonido cada rincón de la sala. Una ocurrencia reservada para aquellas hazañas de talento que solo suceden cuando, una composición extraordinaria se fusiona con músicos virtuosos. Es entonces que, en una combustión hechizante.

Entonces, cuando la última nota quedó suspendida en el aire que nos robaron, la misma emoción que inició la función regresó en forma de ovación. Los aplausos fueron estruendosos, duraron tres minutos, luego cinco, y luego se perdió la cuenta.

El comandante Lebel solicitó un aplauso para cada uno de sus escuadrones. Cuerdas, percusión y viento por igual fueron celebrados.

Presenciar la cuarta sinfonía de Mahler fue un acontecimiento emocionante en el que, sonrientes y aún agitados, los presentes dejaron la sala sabiendo que fueron  parte de uno de los  eventos culturales más significativos del año en Xalapa.

 

 

 

@yara__valeria

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