En dónde radica la vitalidad o la muerte de un idioma? He aquí algunos puntos de reflexión. Hablar un idioma es preservar su propia vitalidad. En la lengua permanece la historia oral de un pueblo y una cultura. En sus raíces etimológicas está el pensamiento filosófico, la invención, reinvención y modernización de la misma. El náhuatl no se conserva solo por hablar bien de ella, ni siquiera por escribirlo, para su vitalidad es necesario hablarlo, no importa en qué contexto ni espacio, tan solo hablarlo porque al hacer que se escuche, la sangre de la lengua fluye porque los hablantes somos ese líquido vital de la lengua. Si se deja de hablar, por las razones que sean, la lengua llega a morir. Por lo tanto se pierden los nombres de los animales, las plantas, las formas de curarse, de organizarse y más.
He comentado en repetidas ocasiones que la mayoría de las escuelas primarias bilingües, por desgracia los que conocí en Guerrero y Puebla, en pueblos disque nahuahablantes, la lengua en vez de revitalizarlo y hacer que tome fuerza, se está ahorcando y matando dentro de las aulas. En estas instituciones educativas, los maestros en vez de fomentar el náhuatl, fomentan el uso del español y desde su llegada a las aulas hasta la salida, su comunicación con sus compañeros maestros o con los niños que asisten a sus clases, siempre es en español. La enseñanza y el aprendizaje están ahí, en el ejemplo que uno da ante su público, en este caso, a los niños quienes inteligentemente aprenden viendo y escuchando. Cito aquí el caso del náhuatl sin embargo, esto está pasando en la gran mayoría de lenguas originarias de México, muy pocos son los profesores comprometidos quienes abogan por la lengua y la cultura. Tal vez lo rescatable de esas escuelas hasta donde he podido observar es que los niños si se les enseña a escribir en el idioma originario, puedo afirmar que aprenden a hacerlo bien, pero falta ese ingrediente mágico que enamore a los niños de su propia cultura, esa apropiación de sí mismo, de sentirse parte de la lengua, de pensar y soñar en el idioma, de defenderla desde sus propias palabras, de sembrarla y cosecharla, renovarla, de no avergonzarse de ser nahua, kiliwa, kumiay, paipai, chatino, pame, tlahuica, cora, lacandón, ch’ol… de hablarlo todos los días sin perder de vista que el español, también es importante.
Al perder la lengua viva (oral), se pierde la historia de uno mismo, de la propia lengua, de los sonidos tan distintos y tan bellos que la diferencian de otros idiomas. En palabras de Don Miguel León-Portilla: “Cuando muere una lengua/ entonces se cierra/ a todos los pueblos del mundo/ una ventana, una puerta,/ un asomarse/ de modo distinto/ cuanto es ser y vida en la tierra.”
Enseñar la lengua no radica en instruir a decir bien algunas palabras, ni siquiera a escribirlas bien, enseñar un idioma implica todo un compromiso consigo mismo en donde el público, niños o adultos, se apropien de si del idioma y no lo sientan como una carga de tener que aprender ciertas palabras o reglas gramaticales. Apropiarse significa, sentirla correr en las venas, entender cada palabra, oración, frase, pero no solo entenderla sino saberla interpretar en cada situación, espacio y momento.
Como profesor y enseñante de la lengua, me ha tocado la mala fortuna de no solo conocer a los maestros dentro de las aulas sino que a muchos, los conozco de casa, he convivido con ellos en las comunidades y coincidido en largas reuniones burocráticas y aburridas del gobierno. Cuando se conoce a un profesor bilingüe de cerca, da tristeza mirar que su hijo o hijos, apenas entiendan algunas palabras de la lengua de su padre o de plano no entiendan nada. Son contados los profesores bilingües o profesionistas de otro tipo quienes si inculcan esta enseñanza tan necesaria e importante. Incluso conozco a servidores públicos en el ámbito local, estatal y nacional que nos “representan”, en vez de difundir la lengua, la cultura, lo aniquilan y lo sustituyen por el español. Esta situación no solo acontece con los maestros bilingües y los políticos, sino también con los lingüistas, poetas, escritores e intelectuales de todas las áreas quienes son luz en las calles y oscuridad en sus casas. El no enseñar la lengua no solo implica la pérdida de la misma, pues con ella se aniquila la historia de un pueblo, la riqueza lingüística y otros elementos que conforman las paredes y el techo de la cultura náhuatl. La lengua es la voz de un pueblo, la permanencia de un pensamiento.
En las comunidades nahuas de Guerrero, la práctica de la discriminación hacia las lenguas se sigue dando de manera cotidiana. La violencia discriminativa, más que de las ciudades se da entre las propias comunidades que alguna vez hablaron este idioma y ahora son monolingües en español. Pueblos como Hueycantenango, Teomatatlán, Santa Catarina, Xochitempa, Rincón de Chautla, Tepetitlán, Celocotitlán, el Jaguey y otros tantos, se fomenta día a día el uso del español y se trata de eliminar el náhuatl hasta sus raíces. En la mayoría de estas comunidades y pueblos (nahuas), dentro de las escuelas, la iglesia, las reuniones y otros espacios públicos, se prohíbe el uso de la lengua náhuatl. Ello ha generado el monolingüismo en español pero también el rechazo de la gente hacia los pueblos que si lo hablan. Las personas monolingües en español pertenecientes a estos pueblos, se creen superiores a los monolingües o bilingües nahuas. La discriminación de estos nahuas modernos “monolingües en español” es muy fuerte contra los nahuahablantes. Los nahuas modernos siguen viendo a la lengua como un obstáculo en todos los ámbitos porque solo tiene un uso local, a diferencia del español que tiene un uso más amplio desde las instancias de gobierno hasta el diálogo con personas de otros países. Los nahuas radicales o hablantes aún, pertenecen a las comunidades de Atzacoaloya, Tlanipatla, Zizintitlán, Tepetlacingo, Alcozacán, San Jerónimo Palantla, Mexcaltepec, Acatlán, Zitlala y otras tantas, quienes les importa un bledo modernizarse, ellos se comunican en la lengua, gritan, sueñan, se manifiestan y más. Es en estas comunidades en donde la lengua se mantiene muy viva y se practica el habla de forma cotidiana. En estos lugares, el 70 % de la población adulta, no saben leer ni escribir.
De acuerdo a mi experiencia la lengua no se aprende en la escuela sino en casa, por las razones ya expuestas. En las escuelas bilingües se aprende a escribir (gramática, ortografía) más no a hablarlo, por supuesto, ha de haber excepciones en donde se aprendan las dos partes (el habla y la escritura). Por ello, recomiendo que si se le quiere enseñar el idioma originario a un hijo, no es necesario mandarlo a una escuela especializada en la enseñanza de ese idioma, más bien lo que se necesita es que al hijo, se le hable todo el tiempo y todos los días en esa lengua, así la escuela, le será muy difícil arrancar algo sembrado en casa, desde la raíz y desde la sangre.
Fuente: http://www.trinchera-politicaycultura.com/e2/947/cultura-01.php