Lo tienen tomado de manos y pies, como crucificado, mientras le gritan, se ríen de él y lo golpean entre varios. La víctima está con los ojos vendados y se le ve contornearse y quejarse de dolor. Después le escriben en el torso con un lápiz de tinta azul: “Maraco, fleto” (en Chile son términos usados de forma despectiva para referirse a los hombres homosexuales). Esas imágenes circularon por redes sociales desde la noche del 27 de octubre y se hicieron virales en el país. Según la cuenta que las publicó, el video fue grabado el 4 de agosto de este año, durante el aniversario de la Escuela Naval Playa Ancha de Valparaíso.
Por Airam Fernández, desde Santiago de Chile.
La Armada de Chile emitió un comunicado en el que asegura que el video no es reciente, sino del año 2018. También dijeron que “se practicarán las averiguaciones internas necesarias a fin de adoptar las medidas que correspondan”. Y que lo ocurrido “se aleja de los valores y principios formadores” de la institución.
Indagatoria sin fecha
Presentes se comunicó con la Armada para conocer avances en la investigación, pero sólo dijeron que “habrá una indagatoria” y que no pueden adelantar “cuándo estará finalizada”, a través de una respuesta vía mail enviada desde la Dirección de Comunicaciones.
Hasta el cierre de esta nota, no pudimos confirmar si el joven al que torturan en esos videos es LGBT+. Pero ante la evidente connotación homoOdiante del registro, indagamos en los daños de un acto como ese. Al respecto, consultamos a Dani Figueroa, psicólogue y psicoterapeuta con experiencia en disidencias y diversidades funcionales y también activista de Disidencias en Red.
“La institución policial avala y fomenta violencia”
-De lo que pasa en ese video que dura unos minutos pero que es muy violento, ¿qué es lo que te parece más grave? ¿qué conductas o patrones observas?
-La naturalización de las prácticas de tortura, así como la deformación que se produce en cada uno de los sujetos al encarnar la deshumanización con la que se vive la escena, con gritos y descontrol. Me parece una vorágine de hombres privilegiados que se jactan de su posición para ejercer dolor, jugando con la sumisión y la jerarquización. Me llama la atención la relación entre confesión y sumisión como formas de expropiación (uno de los hombres que lo golpea le pide que diga cuál es la mejor generación de esa Escuela). Al mismo tiempo, la disolución de la culpa entre la masa y su consecuente impunidad, dan cuenta de cómo la institucionalidad policial avala y fomenta la violencia, escondiendo el odio patriarcal hacia la diferencia.
-¿Qué tipo de daño psicológico puede acarrear para una persona LGBT ser sometida a esa tortura?
-Las consecuencias de la discriminación, violencia sexual y tortura pueden ser múltiples y extensamente variadas en intensidad y gravedad. Van desde sindromes de estrés postraumático y agudo, trastornos psicosomáticos, asilamiento social, dificultades para dormir, suicidio, trastornos por abuso de sustancias, conductas autodestructivas, aparición de brotes psicóticos, entre otros. Eso también puede mermar las relaciones afectivas y familiares. En relación a la tortura, las consecuencias pueden llevar a la necesidad de hospitalización psiquiátrica o conllevar largos procesos de reparación.
Es importante tomar en consideración que las personas LGBTIQA+ experimentan con mayor cercanía y periodicidad situaciones discriminatorias y violentas. Se podría señalar que están más propenses a desarrollar alguna de estas afecciones. La construcción identitaria podría verse afectada fuertemente por la presencia de un entorno discriminatorio, generando una mayor “fobia internalizada” y un “estrés de minoría” constante que podría influir en la aparición de síntomas depresivos y ansiosos. Muchas de las expresiones usadas en ese video no se alejan de la realidad de muchos colegios y hogares en los que discursos de connotación homofóbica son parte de la cotidianidad.
Dolor y coerción, anonimato e impunidad
-En redes sociales, algunas personas comentan que no se trató de un ataque o tortura sino que es una práctica “normal” en el Ejército. Pero es claramente una forma de normalizar la violencia. ¿Qué opinas?
-Efectivamente, es normalizar la violencia aunque también me parece que son formas y códigos que se repiten en la historia. Queda muy claro que saben cómo utilizar el dolor y la coerción para imponer ideas ante la fragilidad de la propia masculinidad que se escuda de la violencia y los privilegios para actuar en absoluto anonimato e impunidad, usando la confesión como expropiación para poner fin a la tortura. Algo que me lleva a recordar al cristianismo y las cruzadas, junto a la burla y ridiculización de las identidades, sobre todo de las mujeres. Las risas nerviosas de la víctima me llevan a pensar en la función del ocultamiento, para matizar, poner cobertura y evitar el castigo patriarcal, que es inevitable, desencadenando el miedo al prejuicio, el estigma y el rechazo a sí misme. También evidencia la militarización y la disciplina jerárquica para imponer la verdad y el respeto. Me parece que la escena no dista de prácticas cotidianas en muchos hogares y de nuestra historia, y eso es justamente lo más preocupante.
“Las disidencias y diversidades encarnan el estigma social día a día”
-¿Te ha tocado conocer de cerca casos similares a ese?
-Casos así de graves no. Pero las disidencias y diversidades encarnan y viven el estigma social, la discriminación y el silencio día a día.
–¿Cómo se puede guiar a víctimas que han vivido una situación como esa pero que no se atreven a denunciar o buscar ayuda psicológica?
-En relación a las víctimas de la violencia de género, sexual y tortura, se presentan matices en la intervención. Y existen programas de reparación en torno a eso. Sin embargo, la impunidad policial y el estigma social impiden que estos casos sean visibles o que lleguen a condenas efectivas. Resueno demasiado con la consideración de que estos asuntos suelen ser “privados” de cada familia, por lo que no se denuncian. Y en respuesta, la misma comunidad LGBTIAQ+ busca poder brindar espacios de contención, reparación y generación de la memoria a modo de resistir y contribuir a subsanar las heridas de este sistema.
Sobre las orientaciones psicológicas más especializadas, estas requieren de un arduo trabajo de reconocimiento y cuestionamiento de la posición de la víctima, así como de una resignificación de las experiencias traumáticas y del sentido de la misma. El trabajo psicoterapéutico permite ir a mirar nuevas formas de construir(se) fuera de la idea de patología, y esta concepción permite acercar la conversación terapéutica a quienes son más reacios. A su vez, es interesante ampliar esta mirada a una que considere a la salud mental como herramienta de protección y reparación de la violencia, en particular hacia la comunidad LGBTIAQ+.
Creo que facilitar y crear espacios de escucha fraternos y cercanos. Para quienes hayan pasado por situaciones similares es una alternativa que permite hacer más consciente las heridas de estos eventos y en consecuencia, ir sanando.