Señoras y señores está a punto de consumarse en Brasil una de las tragedias más delirantes de toda su historia: Bolsonaro, un militar ultraderechista del PSL, y su mano derecha el ex general de tendencias golpista, Antonio Hamilton Mourao del PRTB se encuentran muy próximos a ocupar -según las últimas encuestas (35% de los votos) el sillón presidencial del palacio de Planalto. Muchos de ustedes dirán cómo ha podido suceder este cataclismo. La respuesta es muy sencilla: las políticas de izquierda del PT (Partido del Trabajo) cargadas de demagogia, mentiras y corrupción se han encargado de conducirnos al abismo abierto.
El expresidente Lula da Silva, actualmente condenado a 8 años de prisión por delitos financieros y de corrupción relacionados con los famosos casos de la compañía multinacional Odebrecht y Camargo Correa, contratos multimillonarios que ofrecía jugosas comisiones a altos funcionarios a cambio de favorecerlos en las licitaciones públicas (8000 millones de dólares fueron lavados por esta red criminal que operaba en distintos países Latinoamericanos) Se trata del renombrado caso Lava Jato y también del OAS. En ambos estaría involucrado el ex presidente Lula quien habría facilitado jugosos contratos a Petrobras. Se ha demostrado que utilizó dinero ilícito para remodelar un apartamento de lujo en Guarujá. Acusaciones muy bien documentadas por el juez Sergio Moro que descubrió cómo se prestó a estos sobornos utilizando testaferros a los que transfería grandes sumas de dinero.
¡Los más ilusos le dan su voto de confianza al gran timonel Lula da Silva redentor de los pobres y de los oprimidos! La sentencia es firme y clara condenándolo a 8 años de prisión por los delitos de aceptar sobornos de 1,1 millones de dólares, cabecilla de una trama criminal y aceptar dinero para remodelar un apartamento de lujo en Guaruja (en el que Odebrecht pagó 225.000 dólares) Lula que se distinguía por ser uno de los pilares de la izquierda latinoamericana y hacía gala de un discurso social y solidario ahora resulta que se ha convertido en un burgués ambicioso y sin escrúpulos. Él mismo se presenta como víctima de una conspiración derechista y fascista que pretende ensuciar su buen nombre. Pero lo cierto es que entre Lula y Dilma, su delfín, se habrían embolsado más de 100 millones de dólares -según la acusación de uno de sus compinches el ex ministro Palocci. ¿Dónde está ese dinero que pertenece al pueblo brasileiro? ¿en paraísos fiscales? ¿En Panamá, Suiza, las Bahamas? ¿En manos de testaferros? ¿Cuentas cifradas a nombre de sus hijos, esposa, familiares o testaferros?
Es lamentable y no podemos dar crédito a este verdadero atraco a mano armada propiciado por uno de los presidentes más populares del Brasil. Esto es algo muy ruin y escabroso y es necesario denunciarlo a la opinión pública para que reluzca la verdad. La izquierda en especial está obligada a demostrar con el máximo rigor sus honradez y honestidad, su limpieza ética y moral. La izquierda brasilera siempre acusó a la derecha de corrupción y latrocinio de las arcas públicas, incluidos innumerables casos de clientelismo y prevaricación. Pero ahora resulta que no son más que siameses de sus contradictores políticos.
Dilma Roussef, dizque guerrillera del grupo COLINA y perteneciente de la organización revolucionaria marxista Política Obrera y detenida por los camaradas de Bolsonaro en los años 70, además de torturarla fue condenada a tres años de prisión por un tribunal militar. La ex presidenta también se aprovechó del dinero generado por la corrupción para patrocinar su campaña (y algo más) Por tal motivo el Tribunal de Cuentas de Brasil bloqueó cautelarmente sus bienes. Y encima la “revolucionaria” ha metido mano en todo este tejemaneje corrupto (según las investigaciones del caso Odebrecht)
Dilma luce en sus viajes lujosos conjuntos de marcas francesas Chanel, Ghivenchy o Christian Dior, se aloja en hoteles 5 estrellas como el Ritz o Carlton donde degusta los más variados y caros platillos de la gastronomía internacional. Luego en las conferencias que pronuncia ante sus incondicionales cambia su semblante; pone cara de che Guevara y habla de los pobres, de los explotados y los oprimidos. En el 2016 un impeachment propiciado por la derecha conservadora (sus aliados) la tumbó de la presidencia de Brasil tras ser acusada de violación de la ley presupuestaria y sospechas de corrupción en Petrobras. La “líder socialista” también aduce que es víctima de una conspiración de la ultraderecha reaccionaria.
Y es que no podemos olvidar que el PT para conservar la presidencia se vio obligado a forjar una alianza con el partido derechista PMDB del actual presidente Temer (ocupó la vicepresidencia elegido por Lula da Silva) para alcanzar la más alta magistratura. Lo más desgarrador es ver a la izquierda y la derecha unidas con tal de repartirse los parabienes del poder. Esos supuestos izquierdistas del PT (operarios, sindicalistas, obreros) se han transformado en funcionarios de altos vuelos, burócratas que gozan de buenos sueldos, propiedades, y multimillonarias cuentas corrientes, aparte de los oscuros negocios de comisiones y tráfico de influencias.
De ahí que el pueblo brasilero decepcionado haya decidido entregar su voto mayoritario en primera vuelta al candidato de ultraderecha, militarista, machista, homófobo y racista el ex capitán Jair MESSIAS Bolsonaro.
Hasta este escenario tan denigrante nos ha conducido las políticas corruptas y las prácticas mafiosas del PT. Definitivamente la izquierda brasileira se ha suicidado pegándose un tiro en la sien. Lula desde la prisión dicta la estrategia política que los conducirá a la victoria. Tiene que limpiar su buen nombre; lo niega todo y dice que se trata nada más que de un montaje de sus enemigos de la derecha (ex aliados) para apartarlo de la carrera presidencial. “me quieren defenestrar y hundir pero batallaré hasta la muerte”. El PT siempre esgrimió en sus campañas electorales que era la única esperanza de los pobres y hoy vuelve a hacer lo mismo cuando el país atraviesa una grave crisis institucional agravada por la crisis económica y la recesión. Lula se ha encarnado en el candidato Fernando Haddad cuya misión es vengarlo en las urnas. Porque está confiado en el triunfo y en que el veredicto del pueblo lo ponga en libertad. Es inocente, es un mártir de la causa revolucionaria y su mito se enaltece y sublima.
Utilizando la guerra sucia a través de las redes sociales (Internet y teléfonos móviles) y el apoyo de los evangélicos que representan casi el 29% de la población Bolsonaro ha declarado que se siente ganador y que nada ni nadie le podrá arrebatar la victoria. Además la Iglesia Universal del Reino de Dios del obispo Edir Macedo le ha dado su espaldarazo y todos sus fieles se disponen a votar por el MESSIAS Bolsonaro.
Tras ganar la primera vuelta el ex militar previsiblemente se enfrentará a Fernando Haddad del PT en un duelo en el que se definirá la presidencia. Bolsonaro es el candidato favorito de los empresarios e inversionistas, de los terratenientes, de las sectas evangélicas, de los militares, es decir, de los poderes fácticos. Incluso el mismo Donald Trump y hasta Vladimir Putin lo verían como un gran aliado estratégico. Estamos a un paso de que se consume una de las más grandes catástrofes socio-políticas jamás conocida provocada directamente por la propia ineficiencia de una izquierda aburguesada y traidora.
El PT ha sido cómplice de los banqueros y terratenientes que se reparten la inmensa riqueza del coloso suramericano. Como lo dijo Lula en una ocasión de la que yo fui testigo primero antes que la ecología están los seres humanos y esos seres humanos tienen que sobrevivir. Lula con el fin de crear progreso y desarrollo ha sido el principal impulsor del holocausto amazónico. Le dio el visto bueno para explotar los recursos naturales y las materias primas a las multinacionales, empresas extranjeras, a los terratenientes, y a la industria agro-ganadera.
“Vamos a poner fin a la corrupción y a la mentira de esa izquierda hipócrita” –declaró Bolsonaro. “con draconiana disciplina pondremos a Brasil en el lugar que le corresponde” Brasil sufre una impresionante ola de corrupción, delincuencia y desempleo, sube el consumo de drogas, el alcoholismo, la prostitución y el homosexualismo. Se necesita mano dura para conducir los destinos de una de las potencias más importantes a nivel mundial. Argumento decisivos- así lo entiende la ultraderecha- para entregarle el voto al candidato Jair MESSIAS Bolsonaro. Algo muy parecido ocurrió con el triunfo de Donald Trump.
No hay duda que Bolsonaro después de haber sobrevivido al ataque de un fanático izquierdista que le clavó un cuchillo en un acto de campaña, definitivamente es un ser elegido por Dios.
Lula da Silva, un humilde operario de las industrias Villares de San Bernardo do Campo poco a poco fue ocupando cargos de responsabilidad en el comité ejecutivo del sindicato de dicha fabrica. Es decir, que estaba dedicado a tiempo completo a defender los derechos de los trabajadores y delos obreros. Su proceso vital lo lleva a adherirse al PT y ocupar importantes puestos en el partido. Hasta tal punto que logra disputar la presidencia de la república con el candidato derechista Collor de Melo en 1990. Nuevamente se vuelve a presentar en las sucesivas elecciones en las que fracasa hasta que en el 2003 vence a José Serra (PSDB) y por fin alcanza la presidencia de la república ¡Lula, la esperanza de los pobres, la esperanza de ese Brasil empobrecido y explotado! Una potencia industrial y económica con millones y millones de parias y desheredados.
La metamorfosis de este operario metalúrgico lo lleva salir del huevo de la crisálida, echar a volar y convertirse en un burgués, en un aristócrata, amante de la buena vida, las grandes mansiones, casas de campo y en la playa, cuentas en paraísos fiscales y quién sabe que otras más corruptelas. Es triste confesarlo, es triste decirlo pero su testaferro Fernando Haddad se presenta en estas elecciones sencillamente para dictar una amnistía y sacarlo de la cárcel. Es necesario limpiar su buen nombre pues no puede pasar a la historia como un vil ladronzuelo. Debe ser rehabilitado y bendecido en olor a multitudes.
Carlos de Urabá 2018