La calamitosa operación militar israelí contra la Franja de Gaza del pasado 12 de noviembre define el fracaso de Tel Aviv al utilizar a su ejército como herramienta para conseguir concesiones políticas de los palestinos.
Ahora que la resistencia popular palestina se ha globalizado a través del progreso exponencial y del éxito creciente del movimiento a favor del Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS), el gobierno israelí está combatiendo en dos guerras desesperadas.
Tras el ataque contra Gaza, los palestinos respondieron con una lluvia de cohetes dirigidos hacia la frontera sur israelí y lanzaron una operación de precisión contra un autobús del ejército israelí. Mientras los palestinos organizaban una marcha para celebrar que el ejército israelí había salido de su asediado enclave, el frágil orden político en Israel, manejado desde hace mucho tiempo por el derechista primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, se estaba desmoronando rápidamente.
Dos días después del ataque contra Gaza, el ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, renunció a su puesto en protesta por la “rendición” de Netanyahu ante la resistencia palestina. Los dirigentes israelíes están inmersos en una situación precaria. La violencia desenfrenada tiene un precio de condena internacional y una respuesta palestina cada vez más audaz y estratégica. Sin embargo, no enseñarle a Gaza su proverbial “lección” es considerado como un acto de rendición por parte de los oportunistas políticos israelíes.
Mientras Israel experimenta esas limitaciones en el campo de batalla tradicional, que anteriormente dominaba por completo, su guerra contra el movimiento BDS global es seguramente una batalla perdida. Israel tiene un historial pobre la hora de enfrentar la movilización de la sociedad civil. A pesar de la vulnerabilidad de los palestinos que viven bajo la ocupación israelí, el gobierno y los militares israelíes tardaron siete largos años en pacificar la Intifada, el levantamiento popular de 1987. Y aún así, el jurado sigue aun deliberando qué fue lo que realmente terminó con la revuelta popular.
Debería aceptarse, desde luego, que una Intifada global es mucho más difícil de erradicar o incluso contener. Sin embargo, cuando Israel empezó a sentir el creciente peligro del BDS -lanzado oficialmente por la sociedad civil palestina en 2005-, respondió con la misma pauta superflua y previsible: arrestos, violencia y un torrente de leyes que penalizan la disidencia dentro del país, a la vez que desataba una campaña internacional de intimidación y difamación respecto a los activistas y organizaciones del boicot.
Este enfoque consiguió escasos frutos , aparte de atraer más atención y solidaridad internacional hacia el BDS. Sin embargo, la guerra de Israel contra el movimiento dio un giro importante el año pasado cuando el gobierno de Netanyahu dedicó unos 72 millones de dólares a derrotar la campaña dirigida por la sociedad civil.
Al utilizar al siempre bien dispuesto gobierno estadounidense para impulsar sus tácticas contra el BDS, Tel Aviv siente la seguridad de que sus esfuerzos contra el movimiento en EE. UU. han tenido un comienzo prometedor. Sin embargo, solo ha sido recientemente cuando Israel ha comenzado a formular un componente europeo más amplio en su estrategia global.
En una conferencia de dos días de duración celebrada en Bruselas a principios de este mes, los funcionarios israelíes y sus partidarios europeos desplegaron su campaña europea más amplia contra el BDS. Organizada por la Asociación Judía Europea (EJA, por sus siglas en inglés ) y el grupo de Asuntos Públicos de Israel y Europa (EIPA, por sus siglas en inglés ), la conferencia contó con el apoyo total del gobierno de Israel y con la presencia del derechista ministro israelí de Asuntos de Jerusalén Ze’ev Elkin.
Bajo el pretexto habitual de abordar el peligro del antisemitismo en Europa, los asistentes mezclaron deliberadamente racismo y cualquier crítica a Israel, su ocupación militar y la colonización de la tierra palestina. La conferencia anual de la EJA ha intensificado la manipulación por parte de Israel del término “antisemitismo” hasta un nivel completamente nuevo, redactando un texto que al parecer se presentará ante los posibles Miembros del Parlamento Europeo (MPE), a quienes exigirá su firma antes de que se presenten a las elecciones del próximo mes de mayo. Quienes no se muestren dispuestos a firmar -o, peor aún, aquellos que repudien la iniciativa israelí-, es muy probable que tengan que enfrentarse a acusaciones de racismo o antisemitismo.
Ciertamente, no era la primera conferencia de este tipo. La euforia anti-BDS que ha barrido Israel en los últimos años ha cosechado varias conferencias concurridas y apasionadas en hoteles de lujo, donde los funcionarios israelíes amenazaron abiertamente a activistas del BDS, como Omar Barghouti. Un alto funcionario israelí sentenció a Barghouti a un “asesinato civil” por su papel en la organización del movimiento durante una conferencia celebrada en Jerusalén en 2016.
En marzo de 2017, la Knesset israelí aprobó la prohibición de viajar anti-BDS, que exige que el ministro del Interior le niegue la entrada al país a cualquier extranjero que “haya emitido a sabiendas un llamamiento público a boicotear al Estado de Israel”. Desde que entró en vigencia la prohibición, muchos partidarios del BDS han sido detenidos, deportados y se les ha prohibido entrar en el país.
Aunque Israel ha demostrado su capacidad para impulsar a los egocéntricos políticos estadounidenses y europeos a apoyar su causa, no hay indicios de que el movimiento del BDS esté siendo sofocado o debilitado en manera alguna . Por el contrario, la estrategia de Israel ha provocado la ira de muchos activistas de la sociedad civil y de los grupos por los derechos civiles, indignados por su intento de subvertir la libertad de expresión en los países occidentales.
Recientemente, la Universidad de Leeds en el Reino Unido se ha unido a muchos otros campus en todo el mundo para desinvertir de Israel. La marea está, de hecho, cambiando.
Las décadas de adoctrinamiento sionista han sido un fracaso, no solo a la hora de revertir la opinión pública, enormemente cambiante, sobre la lucha palestina por la libertad y los derechos, sino incluso en la preservación del sentimiento una vez sólido a favor de Israel entre los jóvenes judíos, especialmente en Estados Unidos. Sin embargo, para los partidarios del BDS, cada estrategia israelí ofrece una oportunidad para crear conciencia sobre los derechos de los palestinos y para movilizar a la sociedad civil en todo el mundo contra la ocupación y el racismo de Israel.
El éxito de BDS se atribuye a la razón misma por la cual Israel no puede contrarrestar sus esfuerzos: es un modelo disciplinado de resistencia popular civil basad o en el compromiso, el debate abierto y las opciones democráticas, fundamentado a su vez en el derecho internacional y humanitario.
Las “arcas de la guerra” acabarán agotándose , al igual que ninguna suma de dinero pudo salvar al régimen racista del apartheid en Sudáfrica cuando se derrumbó hace décadas. No hace falta decir que 72 millones de dólares no van a cambiar el rumbo a favor del a partheid de Israel, ni tampoco el curso de la historia, que solo puede pertenecer a aquellas personas que son imparables cuando se trata de lograr su codiciada libertad.
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Ramzy Baroud es periodista, escritor y director de The Palestine Chronicle. Su último libro es The Last Earth: A Palestinian Story (Pluto Press, Londres, 2018). Baroud es doctor en Estudios Palestinos por la Universidad de Exeter y profesor no residente del Orfalea Center for Global and International Studies, Universidad de Santa Barbara, California.
Fuente: https://www.middleeastmonitor.com/20181119-the-tide-is-turning-israel-is-losing-on-two-war-fronts/