Juicio de La Tablada, Día 14: La gambeta de Arrillaga

Se realizó el miércoles 6 de marzo la 14ª audiencia del primer juicio por los desaparecidos de La Tablada. Se esperaba la declaración del único imputado en esta causa, el General Alfredo Arrillaga, pero sobre el final de la audiencia adujo sentirse mal, por lo que postergó su testimonio para el 15/3, día en el que también se realizará el alegato de la querella. Sí dieron testimonio 2 militares: Sergio Fernández y Daniel Alfredo Suárez.

Foto: Iván Ruiz adelante, José Díaz en el centro. Camino a ser desaparecidos (Télam)

—Hoy no. No me siento bien para declarar —dijo Arrillaga el miércoles alrededor de las 14, cuando la expectativa estaba puesta en su decisión de declarar antes de los alegatos de las partes.

En realidad se lo notó igual que siempre: activo, muy atento a los dos testimonios militares del día. Incluso sugirió un par cosas al oído de su abogado defensor. Hasta sonrió relajado cuando el oficial Sergio Fernández se hizo cargo de haber sido él quien supuestamente intimó a la rendición de los y las militantes del Movimiento Todos por la Patria (MTP), contrariando en soledad los testimonios de los ocho sobrevivientes que declararon en este juicio, que aseguraron haber reconocido la voz de Arrillaga como la de quién los intimó a la rendición.

La jornada era esperada centralmente por el anuncio de que iba a hablar el único imputado en esta causa. No es habitual que los acusados en causas de violaciones a los derechos humanos den testimonio. Por lo general, los altos mandos toman el derecho de las últimas palabras antes de la sentencia, y enarbolan allí una defensa política del genocidio al tiempo que denostan el proceso de Memoria, Verdad y Justicia que ha ido determinando sus responsabilidades criminales. Sin embargo, luego de que el presidente del tribunal, Matías Mancini, anunciara las fechas de los alegatos y la lectura del veredicto, le volvió a preguntar al defensor Hernán Silva si iba a declarar Arrillaga.

—Habíamos entendido que hoy eran las testimoniales y que habría una fecha más para que declarara mi defendido —dijo Silva.

—Habíamos dicho que hoy terminaban los testimonios y pasábamos a los alegatos. En todo caso le propongo que hagamos un cuarto intermedio de una hora y volvemos, para que pueda preparar su declaración, que supongo que ya la habrán ido preparando —respondió Mancini.

En ese intervalo se definió la suerte de la jornada. No hubo testimonio del genocida, que ya recibió condenas por causas de lesa humanidad en Mar del Plata. Cuando el defensor comentó informalmente la negativa de su defendido a hablar, el tribunal insistió en la conveniencia de terminar con las testimoniales; ese fue el momento en el que, súbitamente, Arrillaga anunció que no se sentía bien. Su declaración, entonces, será el viernes 15. Ese mismo día, luego de otro cuarto intermedio, será el alegato de la querella a cargo de Pablo Llonto, Ernesto Lombardi y Liliana Mazzea, a quienes acompaña siempre muy atenta Susana Lombardi. El Diario del Juicio transmitirá los alegatos y la sentencia en vivo.

Las comunicaciones

La defensa sugirió varias veces, con el acompañamiento de varios testigos, que los militares no contaban con comunicaciones radioeléctricas. La intención de esa afirmación parecería ser desacreditar el testimonio de José Almada, a carga de las comunicaciones de la Brigada X de La Plata, que vio cómo Ruiz y Díaz fueron sacados del cuartel en un Ford Falcon blanco, tras haber sido torturados. El míercoles declaró Daniel Alfredo Suárez. Su nombre resonó en la sala durante la declaración de Almada. Cuando el defensor le preguntó si estaba solo o con quién estaba, Almada citó varios apellidos, uno de ello fue Suárez, que también revistaba en esa unidad y en el área de comunicación. Si bien no vio lo mismo que Almada “estaba tras un montículo de tierra que me impedía ver”, Suárez confirmó que hubo comunicación radial entre las fuerzas militares, y sostuvo que estuvo junto a Almada un tramo de aquella jornada.

El abogado defensor intentó, una vez más infructuosamente, revalidar la hipótesis oficial sobre la ausencia de comunicaciones también con el testigo Fernández, que, para desgracia del general, estaba orgulloso de sus equipos de comunicaciones:

—¿Comunicaciones radiales tuvieron todo el tiempo? ¿O en algunos momentos sí y otros momentos no? -consultó el defensor tratando de orientar la respuesta.

—Yo tenía buenas comunicaciones radioeléctricas. Era una de las pocas cosas buenas que tenía la compañía, la cantidad de equipos civiles que se habían comprado en algún momento anterior a mi gestión. Con esas comunicaciones yo podía controlar toda mi organización y podía enlazar con elementos que me apoyaban, Regimiento 3, Regimiento 7,el equipo de sanidad, y con el puesto comando del general Arrillaga. Varias veces me pidió cuestiones operativas, muévanse más acá o venganme a vera través del equipo de radio.

—¿Equipos propios de su compañía?

—Propios de la compañía. La única manera de tener a todos los elementos en contacto era proporcionando equipos handys a cada uno de ellos para poder mantener una red funcionando hasta el último momento, gracias a Dios.

No sólo tenían comunicaciones; en su declaración Fernández le agradeció a Dios que funcionaran bien hasta el último momento.

“Sí, lo juro”

Hace varias jornadas que el defensor venía mostrando una carta. Preguntó a varios testigos si no estaban al mando de Sergio Fernández. En aquel momento no se alcanzaban a entender esas consultas; pero el miércoles cuando Fernández se sentó en el sillón de los testigos, la estrategia comenzó a quedar más clara. El por entonces Mayor, que llegó a ser luego de Tablada Jefe del II Cuerpo del Ejército, le puso tono militar a sus primeras palabras. Cuando le preguntaron si juraba o prometía decir la verdad, respondió con tono marcial “Sí, lo juro”. A la pregunta de si tenía algún impedimento de decir verdad, preguntó: “No sé si haber combatido contra algunas personas que están acá me inhabilita”. Le dijeron que no.

—¿Estaba el General Arrillaga cuando se realizó la intimación a la rendición? —quiso saber el defensor.

—No.

—¿Y quién hizo esa intimación?

—Yo —afirmó Fernández.

Ese debe haber sido el momento de mayor alegría para el imputado en todo el juicio. Incluso esbozó una sonrisa. Fernández relató que intimó varias veces durante el 24 de enero de 1989 a la rendición. Comentó que lo hizo a través del sonido de un patrullero de la Policía de la Provincia de Buenos Aires que habría conseguido el Teniente Coronel Etchezarreta, que declaró lo mismo en la jornada anterior, aunque en ese caso no pudo identificar a quien intimó la rendición.

Fernández aseguró haber entregado “a las 14 personas que se rindieron al Mayor de inteligencia Bustos”. En el juicio ya escuchamos los relatos de las torturas a las que fueron sometidos/as los y las militantes del MTP que se entregaron en la Plaza de Armas. El abogado querellante dejó en evidencia el procedimiento que emparenta, una vez más, los sucesos de La Tablada con las prácticas de la dictadura. Fernández habló eufemísticamente de “interrogatorio táctico”.

—¿Para qué entregan prisioneros a inteligencia? —preguntó el abogado querellante Pablo Llonto.

—Normalmente para que se haga el interrogatorio táctico a los fines de determinar para operaciones inmediatas si hay alguna información que pueda ser utilizada por las propias fuerzas, normalmente referido al dispositivo que el enemigo pueda tener, otras fuerzas o cosas por el estilo.

—Y, digame, de ese interrogatorio, de la información etc… de todo eso ¿se tiene que hacer un informe?

—Volvemos a lo escolástico y a lo real. Posiblemente se hace. Toda información que se reúna alguien la tiene que procesar.

—En este caso ¿esa información a quien se tiene que entregar?

— Se le entregaría al comando superior, en este caso al comando de la X y por extensión al General Arrillaga —afirmó Fernández, poniendo al general una vez más como el máximo responsable del operativo militar.

De lo que no tuvo dudas es del número de personas que se entregaron, dato fundamental para encubrir las desapariciones de Pancho Provenzano y Carlos Samojedny, porque en realidad se entregaron 16.

—Usted dijo “yo entregué 14” —consultó Llonto, —Sí, eran 14. Había una mujer muy mal herida —agregó en referencia a Berta Calvo, a quien los testigos aseguran que asesinaron después de una orden: “ponele la bolsita”.

—¿Y quién los contó? —quiso saber Llonto.

—Nosotros.

—¿Usted?

—Yo y mi gente.

Cuando lo indagaron respecto a qué hicieron con Calvo, Fernández dijo que la llevaron a un hospital. “¿Y usted sabe dónde apareció su cuerpo?”, le preguntaron desde la querella. Respondió que no. Sus restos aparecieron junto los muertos dentro del cuartel, lo que vuelve inverosímil el relato del traslado al hospital.

Esquivel muerto en combate

La sonrisa de Arrillaga no duró mucho, y quizá por eso también le haya venido el malestar que postergó su declaración. Fernández ubicó al sargento Esquivel cayendo en combate en la Compañía B. La estrategia oficial durante todos estos años lo colocaba como víctima de Ruiz y Díaz, que luego habrían conseguido huir. Fernández no es el primero que desmiente esa versión. Fue categórico cuando dijo hoy que “Esquivel había entrado al regimiento sin mi autorización”, ya que no pertenecía a su grupo. “A las 20 del 23 de enero se une a nosotros para recuperar a los rehenes de la Compañía B y ahí recibe un disparo. Eso me relatan mis hombres”.

A pesar del intento por mostrar la acción del ejército como “caótica, donde cada uno hacía lo que podía”, varias veces respondió asegurando que la persona a cargo del operativo fue el General Alfredo Arrillaga.

Hasta aquí dos de los testimonios más valiosos fueron aportados por un ambulanciero y un enfermero. El primero, el más potente, fue César Ariel Quiroga, que dijo que le trucharon su declaración en el juzgado de Morón a cargo de Gerardo Larrambebere, de la mano siempre servicial del entonces secretario Alberto Nisman; el segundo fue Walter Gualberto Cruz, quien vio caer a Esquivel por fuego cruzado y -quizá por eso- nunca había sido llamado a declarar hasta este juicio.

Si la impunidad es una enfermedad crónica en esta causa, aquí los enfermeros han aportado el antídoto perfecto: la verdad. Llega el tiempo de los alegatos, y seguramente allí la querella intentará ordenar toda la información sorprendente que este juicio ha emanado. Aunque las heridas solo podrán empezar a cerrarse cuando digan dónde están Díaz, Ruiz, Samojedny y Provenzano.


*Este diario del juicio por los desaparecidos de La Tablada es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, FM La Caterva y Agencia Paco Urondo, con la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguimos diariamente en http://desaparecidosdelatablada.blogspot.com

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *