Algunas mujeres indígenas dejarán la ocupación pacífica del Ministerio del Interior. Otras mujeres indígenas continuarán durmiendo allí.
Las causas por las muertes de Ismael Ramírez y Marcelino Olaire, si la Secretaria de Justicia cumple con su palabra, saldrán del cajón en donde están archivadas, como suelen estarlo las causas donde los muertos no son huincas. Sin embargo los reclamos por los territorios, por los desalojos, por los alimentos, por la dificultad para acceder a las escuelas, por las represas contaminantes siguen presentes y la ocupación pacífica no termina. Solo sigue su ciclo.
Algunas mujeres se vuelven porque extrañan a sus hijes, porque necesitan producir alimentos, porque en los territorios (y el mismo territorio) las necesitan. Para poder seguir el ciclo. Otras mujeres se quedan, porque pueden hacerlo y es también parte del ciclo.
Y no se quedan solas. Se quedan con los cerros, las montañas y la selva a las que defienden. Se quedan con la vida. Se quedan con sus hermanas que las abrazan bien fuerte cuando las despiden y les dicen hasta pronto. Se quedan con los abrazos que les des dan las mujeres que deben volverse a sus territorios. Se quedan con los abrazos, que hace ya más de una semana les dieron a cada una de ellas en sus comunidades, antes de emprender el largo viaje hacia esta ocupación pacífica.
Acá se quedan las mujeres indígenas, con las fuerzas de los abrazos, de los cerros, de las montañas y las selvas. Con las fuerzas de las semillas nativas, los alimentos y las plantas. Acá se quedan para que la vida siga siendo circular, para que el ciclo de la vida se mantenga, para que quienes habitamos los territorios tengamos agua y alimento. Para que la vida siga siendo vida, será necesario que sus voces sean escuchadas.
Fotos: Foto Viojf
Fuente: https://www.facebook.com/citricarevista/posts/2538824242827304