Reflexiones sobre el punitivismo

La lengua penal muchas veces sigue hegemonizando nuestra imaginación política, burocratizando nuestro modos de intervenir en los complejos entramados de violencia y vulnerabilidad, y moldeando nuestros cuerpos y sus economías afectivas(Virginia Cano)

 

Shaun Tan

La visibilización de los feminicidios y trasvesticidios es una conquista de los feminismos y transfeminismos. La organización y movilización permitieron poner en palabras estos crímenes de odio, y denunciar a los medios hegemónicos cuando tergiversan los hechos. Cada vez es más estrecho el margen para hablen de “asesinato pasional” porque se impuso la relectura política que desnaturaliza estos hechos. No obstante, como menciona Cano, “la proliferación del marco punitivista no sólo seduce a los medios masivos de comunicación, que hacen del “crimen y castigo” insumo diario y reductible de su programación, también se lleva parte importante de los esfuerzos, las estrategias y los afectos de nuestra militancia”.

En esta nota buscamos compartir algunos interrogantes y reflexiones sobre la trama en la que se gesta y reproduce la violencia. Trama que atraviesa nuestra forma de habitar, comprender, relacionarnos, organizarnos, etc. Algunas preguntas resultan incómodas, pero no hacerlas quizás nos cierre la posibilidad de (re)construir la realidad.     

Desde el activismo clasista y feminista tenemos práctica en develar la forma en la que somos oprimides y violentades por parejas, jefes, compañeres, gobernantes, etc. etc. Pero… ¿Cuándo hablamos sobre la violencia que ejercemos sobre otres? ¿Por qué nos callamos si provocamos un daño sobre otra persona? ¿Qué hacemos si alguien comparte esa vivencia con nosotres? ¿Es posible salir de la lógica justificación/acusación? ¿Es más fácil empatizar o que nos interpele el relato de una víctima que el de alguien que ejerció un daño? ¿La vivencia dolorosa de una persona comprueba todo su relato? ¿Qué podemos hacer?¿Qué alternativas existen frente a un hecho de violencia?

 

Un femicida no nace de un repollo

“Ningún nombre propio, ni la enunciación de ninguna experiencia singular, es capaz de hacerle justicia a las responsabilidades colectivas, sostenidas y diferenciales que anidan en cada herida singular, en cada dolor personal, en cada grito que rompe el silencio y se vuelve colectivo” (Virginia Cano)

Santiago Pérez

Lejos de justificar a quienes ejercen violencia sobre mujeres, trans, travestis, no binaries o sobre otras personas por su orientación sexual, nos interesa indagar sobre las causas que radica la violencia porque entendemos que esas prácticas son mucho más que un problema individual. Lo personal es político reza el tan grafiteado slogan. Que la violencia esté enmarcada en relaciones sociales (que son económicas, políticas, regionales, de raza, de géneros) no elude responsabilidades individuales pero sí, nos permite identificar recurrencias, historizarlas, pensar en posibles vínculos con otras variables de la vida social. 

En palabras de Butler (2015):  “La criminalización de nuestros problemas sociales acaba “individualizando” la responsabilidad y la esfera de intervención. Y esta individualización no solo borra las responsabilidades comunes que sostienen un entramado de violencias estructurales, sino que también invisibiliza la capacidad que tenemos – en mayor o menor medida – de ser víctimas o victimarixs a la vez, agentes y pacientes de nuestras vidas, responsables más o menos directxs de la vida de otrxs, sin lxs cuales no sería posible niguna existencia”.

Si somos capaces de reflexionar sobre el origen de las violencias, ¿Por qué a la hora de denunciar, difundir un caso o exigir justicia no podemos tener en cuenta todo el marco en el que se desarrolla?

¿Quién es responsable? ¿Solo aquél que ejecuta el daño/crimen/ delito? Cuando hablamos de robos en un barrio pobre de un pibe que tiene aún menos que une vecine nos detenemos a pensar en las causas de esa desesperación. ¿Será que cuando pensamos en los femicidas y abusadores seguimos pensando que son enfermos/ irrecuperables/ locos? ¿Acaso esas condiciones no son también la consecuencia de la vida a la que nos arroja el capitalismo de nuestro tiempo? 

Vincent Willem van Gogh

Probablemente las caras visibles de la violencia sean, por un lado, la de quienes aprietan el gatillo, o prenden fuego, violan o sistemáticamente ejercen todo tipo de violencias, pero no podemos olvidarnos de todo el sistema hegemónico de dominación que es invisible. Allí reside su efectividad. Por otro lado, están quienes estuvieron del otro lado y padecieron en carne propia esa parte más cruenta. Ambos son individuos que llegaron a relacionarse en un ámbito determinado, que trabajaban o no, con determinadas crianzas y con muchas violencias sobre sus cuerpos. Algunas más visibles como los golpes por parte de las familias y otres adultes como les docentes (prácticas que en términos históricos recién se empieza a cuestionar) y otras menos aceptadas como violencias como las que ejercen jefes y patrones en cada trabajo, cómo las que se soportan si no hay acceso a un ambiente sano con condiciones de higiene y alimentación. 

La lista podría ser larguísima, pero en resumidas cuentas, ¿Por qué no analizamos todo lo que se podría haber hecho y no se hizo? ¿Por qué siempre es más fácil solo apuntar al acusado? 

Insistimos, no estamos diciendo esto a las víctimas de violencias. Nos estamos haciendo preguntas como trabajadoras, como feministas, como parte responsable.

Si sólo nos centramos en la individualización de la violencia nunca se hará justicia… Porque ¿Qué es la justicia? ¿A quién se la exigimos? ¿Qué daño esperamos reparar? ¿Qué implica obtener justicia?

 

¿Justicia?

Las prisiones no son lugares para encerrar a violadores seriales y asesinos, las prisiones son los violadores seriales y asesinos (Dean Spade)

Shaun Tan

La pena, en el sistema judicial actual en nuestro territorio, dice ser un castigo para el culpable pero también un acto de aprendizaje para el resto. Está más que comprobado que esta perspectiva no se condice con la realidad. Las cárceles están llenas de personas sin condena y que ¡oh mágicamente, son pobres! Las condiciones de vida en los penales y comisarías están más que alejadas de ser lugares de reinserción social. ¿Quiénes son dañades?¿Quienes reciben el castigo? ¿El castigo repara el daño? En caso de cumplirse la condena, ¿Qué viene después? ¿Acaso con más violencia se educa a una persona para no cometer las mismas acciones violentas? Quizás, avanzar en nuestras reflexiones nos permita acercarnos a entender que “el modo que intentamos resolver algunos de nuestros problemas es parte del problema mismo” (Tamar Pitch).

Sin negar el efecto inmediato del aislamiento de  de los sujetos que ejercen violencias, muchas veces hasta incluso necesaria frente al riesgo de vida de una persona, no podemos olvidar que resulta una práctica posible y visible en términos de castigo. Pero no por ello, debemos desentendernos de los cuidados y reparos para las personas que ejercieron el daño. Como también es importante advertir que “el deseo de seguridad”, teje una trama que fomenta “el terreno fértil para los exilios y destierros que muchas veces acaban depositando en un par de nombres propios el deseo de separar a buena parte de mala yerba, las víctimas de lxs victimarixs, lxs agresivxs de los agredidxs” (Virginia Cano)

¿Acaso no estamos todes atravesades por esa trama? ¿Quiénes entrarían dentro de ese ideal de sujeto que no provoca un daño? ¿Qué ideas, imaginarios, soluciones colectivas nos estamos perdiendo mientras quedamos atrapades en esta mirada binaria? 

Desde un sector del feminismo, hoy repensamos las causas y los efectos del punitivismo para poder entender lo que ocurre y revisar nuestras prácticas. No para encontrar una fórmula mágica que solucione una parte de la violencia que imparte este sistema, sino para construir y reconstruir nuestra interpretación de la realidad y la forma en la cual incidimos en ella. Pensamos que partir de preguntas, por más incómodas que sean, son un camino para la praxis crítica dentro y fuera de nuestras organizaciones que permitan ir construyendo otra sociedad.

Para cerrar esta nota y continuar con el debate, dejamos una reflexión de Virginia Cano:

“Nosotrxs hemos experimentado los estragos subjetivos que provoca una pedagogía del miedo, la vergüenza y el exilio, por lo que tenemos que ser muy cuidadosxs a la hora de reforzar este tipo de políticas de transformación de los sujetos. Idear estrategias colectivas de intervención desde la perspectiva de las responsabilidades comunes – aunque diferenciales – atenta contra las precariedades compartidas e inducidas, supone construir modos comunitarios – y no solo individuales – de resolución y reparación para nuestras comunidades y los espacios de construcción político -afectiva”. 

Shaun Tan

 

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