Análisis de unas elecciones presidenciales que parecían sencillas, se pusieron complejas y ahora no se sabe cómo terminarán.
Por Pablo Solana desde Bogotá*.
En la mañana del domingo la militancia debatía dónde se harían los festejos: si en los puntos barriales donde se habían hecho fuertes las protestas un año antes, o en algún lugar más central.
– ¿Y si no se gana en primera vuelta?
– Ah, no importa. Ganar, seguro que ganamos, así que se va a festejar igual.
Las respuestas eran similares en Bogotá o en Cali, entre militantes sociales o cuadros partidarios. Todo el mundo suponía que el Pacto Histórico, el frente electoral que encabezan Gustavo Petro y Francia Márquez y reúne al conjunto de las izquierdas, el progresismo y los movimientos populares, se impondría con un amplio margen. Y así sucedió: 40,3% contra 28,1% de su contrincante más cercano.
Cuando se conocieron los resultados oficiales y el sol de Bogotá todavía no se terminaba de apagar, en la Plaza de Bolívar había mucha gente. Pero se trataba de familias paseando, vendedores de golosinas, niños y niñas correteando palomas. Nadie con banderas, cornetas o ánimo de celebrar.
Tampoco hubo celebraciones ni bocinazos en los barrios u otros puntos fuera del centro. Solo un pequeño enredo de periodistas frente al Hotel Tequendama, donde Petro habló para un puñado de personas acreditadas. La ciudad anocheció en calma, apenas con alguna melodía tímida desde una que otra casa.
Mi discurso luego de las elecciones https://t.co/prpfednLBd
— Gustavo Petro (@petrogustavo) May 30, 2022
En Cali, la segunda ciudad con más votos a la fórmula ganadora después de Bogotá, sí hubo unas banderas y un equipo de sonido en las calles frente a la sede de campaña. Fue un acto político donde se reunió la militancia más involucrada.
Pero no hubo festejos, a pesar de que la fórmula apoyada por las mayorías populares logró un triunfo nítido, indiscutible. Histórico, además: nunca en Colombia una propuesta alternativa, que desafiara el dominio que ejercen las élites económicas y políticas, había sido primera fuerza en una contienda presidencial.
La militancia se reunió puertas adentro, en algunos centros sociales o locales. Los ánimos no eran los mejores. ¿Por qué la victoria fue acompañada por un dejo de tristeza en las mismas personas que la forjaron, que salieron victoriosas?
Desconcierto
“La cifra del 40% no es tan grave”, explica Mayerly, militante de una agrupación que le puso el cuerpo a la campaña desde el principio. “Es cierto que esperábamos un poco más, y que nos convenía disputar la segunda vuelta con ´Fico´ (NdE: se refiere a Federico Gutiérrez, candidato oficialista que quedó tercero), que tiene un fuerte rechazo. Pero ahora la segunda vuelta va a ser con el viejito ese, que va a recibir el apoyo del uribismo, entonces la cuenta es fácil: sumados los votos del segundo y el tercero, ya tienen más del 50%”.
Las matemáticas que invoca Mayerly son tan contundentes como pasibles de ser relativizadas. La política no es una ciencia exacta y en todo este enredo hay mucho trazo fino por desmenuzar.
Empecemos por “el viejito”, como le dicen a Rodolfo Hernández, la sorpresa de las elecciones. Se trata de un ingeniero de 77 años, exalcalde de Bucaramanga, quien construyó su candidatura sin contar con una estructura política fuerte, basado en una muy eficaz estrategia en redes sociales (el hombre es un éxito en Tik tok).
Se ganó espacio en los medios con un lenguaje chabacano, machista y patronal con eje en la lucha contra la corrupción, aunque él mismo tiene denuncias por corrupto. Un “Trump criollo”, lo definieron. En su diatriba contra los políticos se encargó de marcar distancia tanto de Gustavo Petro como del uribismo, lo que le permitió crecer sin mayores problemas por la amplia avenida del centro. Es el portador del 28% de los votos que lo pusieron en el balotaje.
El otro actor que menciona Mayerly en su suma es “el uribismo”, la tercera fuerza con un 23,9% de los votos en la figura de ´Fico´ Gutiérrez. Álvaro Uribe gobernó a punta de bombardeos y masacres entre 2002 y 2010, boicoteó el proceso de paz cuando su exministro de Guerra, Juan Manuel Santos, lo traicionó, y volvió al poder en 2018 por medio de Iván Duque, el actual presidente.
Su sector sumó una desastrosa gestión económica y social a su historia de criminalidad. Que haya sido superado por un exalcalde sin estructura política habilita lecturas optimistas sobre su ocaso. “Los partidos políticos aliados al gobierno de Duque, su proyecto político, han sido derrotados. Esta votación lanza ese mensaje al mundo: se acaba un periodo, se acaba una era”, dijo Petro en su discurso el domingo por la anoche.
Es cierto que el “viejito” más “el uribismo” pueden reunir, en segunda vuelta, el 50% necesario para ganar. Pero para que la matemática se plasme en realidad política, el hombre septuagenario tendrá que lograr que esa suma no le reste. Gran parte de sus votos son antipetristas y antiuribistas en dosis que aún habrá que desentrañar. Hay un sector amplio de la sociedad que no quiere saber nada con ideas de izquierda, derechos de las mujeres o justicia social, pero que tampoco está dispuesta a tolerar más criminalidad y crisis económica, los sellos distintivos de la fuerza que comanda Álvaro Uribe en la actualidad. Prominentes uribistas ya le manifestaron su apoyo, y eso puede complicar su imagen de hombre equidistante. En esa grieta va a trabajar el Pacto Histórico para erosionar esa suma desalentadora, mientras busca por dónde acumular.
Sumar es la tarea
El periodista Víctor De Currea-Lugo sintetiza la preocupación en el campo propio, aun cuando pueda debilitarse la aritmética del enemigo: “En 2018 Petro logró sumar más de 3 millones entre la primera y la segunda vuelta, ahora no veo de dónde crecer”.
Las redes de Gustavo Petro difundieron un gráfico esperanzador. La cantidad de votos recibidos por sus sucesivas candidaturas muestran un incremento vertiginoso entre las presidenciales de 2010, 2018, las consultivas de marzo de este año, hasta llegar a los 8.520.444 votos de este 29 de mayo. Esa progresión parecería estar destinada a seguir creciendo aún más.
En el discurso que dio tras conocerse los resultados, hizo una curiosa mención a 1 millón de votos que la fórmula que comparte con Francia Márquez estaría necesitando para ganar en segunda vuelta. Pero la suma de sus dos oponentes redondea 11 millones, para lo cual le estaría faltando bastante más.
“Está bien que Petro haya dicho que falta solo esa cantidad de votos -analiza Leidy, activista de la comunicación popular-. Porque aún estamos en campaña, y él tiene que decir algo motivador… Si yo tengo que ir a ganar votos y me dicen que falta mucho, pues no sé… En cambio, si la meta se muestra cercana, es distinto. Ahora es fundamental estar motivados y no aflojar”.
En Colombia ir a votar no es obligatorio. Esta vez participó el 54% de los 39 millones de personas habilitadas, una cifra que no hace diferencia con elecciones pasadas.
“¿Qué ocurre con los jóvenes? Hay que dejar la apatía y la falsa confianza”, reclamó el profe Camilo Morón, desde Barranquilla, cuando aún quedaban algunas horas de votación. Si bien en la ciudad costeña el Pacto ganó, quedó la sensación de que se podría haber movilizado más voluntades, que faltó trabajo político por hacer.
En los días previos, un video para las redes sociales incluyó la consigna de campaña “el cambio es en primera”, que el Pacto Histórico usó para convencer que el triunfo era posible sin balotaje. Durante su filmación alguien problematizó: “¿Y si usamos otra consigna, para poder seguir usando el video después del domingo?”. La propuesta generó risas, pero ahora, de cara a la segunda vuelta que se realizará el 19 de junio, en apenas tres semanas, esa tímida incertidumbre se convirtió en seria preocupación.
“Está difícil, pero esto no empezó ahora ni va a terminar ahora”, analiza Mayerly. “Esta lucha viene de los paros, del estallido. Hay un gran acumulado de fuerzas, esto no es solo electoral. Nuestra consigna es que más allá del resultado, hay que estar preparados y preparadas para luchar. Pero ahora toca lo que toca: si no fue en primera, el cambio será en segunda”, afirma, con una sonrisa, por primera vez en lo que va de la noche. Y concluye: “Entonces, ahí sí, vamos a salir a las calles a festejar”.
Pablo Solana es comunicador popular argentino, editor de la Revista Lanzas y Letras y La Fogata Editorial (Colombia)