Asambleando el mundo: La experiencia de la Unión de Asambleas de Comunidades

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Asambleando el mundo*

La experiencia de la Unión de Asambleas de Comunidades en las luchas socioambientales en Argentina

Laura Álvarez**

Debates en Sociología N° 45, 2017, pp.  113-140  ISSN 0254-9220

* Este  título  se  basa  en  una  frase  que  surgió  en  la  regional  litoral  de  la  UAC,  donde  escribieron «cuidar el territorio y asamblear el mundo» (entrevista a Cristina Tejedor, 8 de diciembre de 2017).

Según  la  Real  Academia  Española  (RAE),  las  palabras  «asamblear»  y  asambleando  no  existen.  Sin  embargo, dejar esta última en el título es importante, porque refiere a la forma no fija que tiene la organización  política  de  la  UAC,  refiere  a  un  proceso.  En  este  sentido,  refleja  mejor  la  idea  que  la  palabra «asamblea». En inglés, claro, tampoco existe esta palabra. Por lo tanto, se buscó hacer la mejor traducción posible de la idea, aunque su significado es mucho más complejo que «hacer del mundo una asamblea».

**  Licenciada  en  Ciencia  Política,  magíster  en  Sociología  Económica  de  la  UNSAM,  doctora  en Ciencias  Sociales  por  la  UBA  y  posdoctora  de  TrAndes  (UF  Berlin  y  PUCP).  Correo  electrónico:  lauralvhu@gmail.com

Fecha de recepción: 01/03/18. Fecha de aceptación: 11/12/18

https://doi.org/10.18800/debatesensociologia.201702.005

enlace a versiòn completa: https://revistas.pucp.edu.pe/index.php/debatesensociologia/article/view/21189/20902

Debates en Sociología N° 45, 2017

Asambleando el mundo. La experiencia de la Unión de Asambleas de Comunidades en las luchas socioambientales en Argentina

RESUMEN

Este  artículo  es  el  resultado  de  un  estudio  de  caso  sobre  la  Unión  de  Asambleas  de  Comunidades  (UAC),  una  reunión  socioambiental  creada  en  2006  a  partir  de  la  confluencia  de  varias  asambleas ubicadas principalmente en el territorio argentino. El objetivo de este artículo es trazar una genealogía de la UAC y distinguir las principales características de su forma de organización, que la convierten en una experiencia única en el país. Se destaca su doble funcionamiento como red y como reunión, la diversidad de actores y problemas socioambientales abordados, la rotación y su alcance más allá de lo local, entre otros. En cuanto a la metodología, este trabajo forma parte de una investigación exploratoria sobre un caso escasamente investigado y, por lo tanto, pretende básicamente acercar al lector al tema a través de una metodología cualitativa y de fuentes de información tales como el material de la propia organización, observaciones y entrevistas orientadas básicamente a describir las principales características  de  la  UAC,  su  emergencia  y  su  contexto,  respetando  la  visión  de  los  actores  sociales  involucrados en ella.

INTRODUCCIÓN

El objetivo principal de este trabajo es hacer una genealogía de la Unión de Asambleas de Comunidades (UAC)1 y distinguir sus principales características organizativas.

Por  tratarse  de  una  investigación  exploratoria  sobre  un  caso  poco  investigado  en  profundidad, busca privilegiar la descripción de la unidad de análisis para acercar al lector al fenómeno en cuestión.

El análisis que aquí presentamos forma parte de un estudio de caso que puede incluirse dentro de la categoría «estudio de caso intrínseco», debido a que fue construido a partir del interés en el caso en sí mismo y no por la potencial generalización de sus resultados (Kazez, 2009; Neiman y Quaranta, 2006). Sin embargo, consideramos que su importancia también radica en que puede constituirse en un aporte para iluminar problemas de investigación de trabajos conceptuales o empíricos más amplios, acercándose así también a un estudio de caso del tipo instrumental (Kazez, 2009).  En  este  artículo  en  particular  se  abordan  solo  algunos  aspectos  del  caso  general,  a  partir  de  un  recorte  empírico  y  conceptual  que,  como  indican  Neiman  y  Quaranta  (2006),  siempre  es  subjetivo  y  parcial.  En  efecto,  si  el  caso  general  de  estudio es la UAC, en este trabajo solo nos centraremos en su génesis y en su forma de organización, cuyas características hacen de ésta una experiencia única en el país, destacándose por su doble funcionamiento en tanto red y asamblea, por la diversidad de problemáticas socioambientales abordadas y por su alcance más allá de lo local.

En este tipo de estudios de caso, la metodología es básicamente cualitativa y las fuentes  de  información  se  orientan,  como  explican  Neiman  y  Quaranta  (2006), a captar y describir la complejidad del fenómeno en estudio y su contexto, respetando la mirada de los actores sociales involucrados. Por este motivo, nos basamos principalmente en el propio cuadernillo de la UAC redactado por sus integrantes (utilizaremos  la  última  versión,  puesto  que  el  cuadernillo  es  reactualizado  permanentemente),  en  comunicados  de  la  organización,  en  entrevistas  realizadas  en  profundidad  a  miembros  de  asambleas  que  participaron  en  más  de  diez  encuentros, así como en datos recolectados a través de la propia observación de la autora durante su participación en la UAC —de la cual es miembro desde el año 2008—, aunque también recurrimos a noticias y artículos especializados referidos a las distintas  luchas  socioambientales  que  aquí  tomamos  como  antecedentes  de  ella,  así  como a otras experiencias y a cuestiones teóricas sobre conflictos socioambientales o movimientos sociales.

    A  lo  largo  de  este  artículo  trataremos  de  utilizar  «Unión  de  Asambleas  de  Comunidades»  y  no «Unión de Asambleas Ciudadanas» debido a que en el encuentro número 30, celebrado este año, la UAC  se  cambió  el  nombre,  respetando  sus  siglas.  No  obstante,  en  algunos  momentos  del  artículo,  como por ejemplo en las entrevistas, deberemos respetar en viejo nombre de esta unión.

Respecto a los antecedentes teóricos, debemos tener en cuenta dos ejes fundamentales  a  la  hora  de  analizar  el  tema  que  aquí  nos  concierne:  el  extractivismo  y  los conflictos socioambientales. Sobre el primer eje, cabe aclarar que aquí no volveremos  sobre  las  características  del  modo  de  acumulación  ni  sobre la lógica de acumulación originaria reiterada o los mecanismos de despojo que ya abordamos en otros artículos previos (Alvarez, 2013, 2017, 2018). Solo mencionemos que existen  varios  trabajos  que  abordan  el  avance  del  «modelo  extractivo»,  como  Svampa  (2012), Giarracca y Teubal (2010), Sacher (2015), Machado Aráoz (2009), Seoane  (2012) y Navarro (2016). Muchos de estos trabajos hacen hincapié en que este proceso existe como correlato de la etapa actual del capitalismo, o más precisamente del neoliberalismo (Harvey, 2005; Collective Midnight Notes, 2012; Gudynas, 2009; Svampa y Antonelli, 2009). Otros sostienen que los mecanismos de despojo (o sea,  de separación de las poblaciones de los medios de producción y subsistencia) responden  a  una  lógica  que  se  reitera  regularmente  en  el  desarrollo  capitalista  y, en  este sentido, los mecanismos propios de la acumulación primitiva no serían exclusivos de la transición hacia el capitalismo, sino que seguirían siendo constitutivos de aquel (Bonefeld, 2012; De Angelis, 2012).

Con relación al segundo eje, si bien aquí no nos centraremos en los conflictos socioambientales que se fueron gestando a lo largo del territorio, es inevitable mencionar aquellos que influyeron en la conformación de la UAC y que forman por lo tanto parte de su propia genealogía. Existen varios estudios —incluidos algunos de la autora— que aportan en este sentido y en los que nos apoyamos para realizar esta genealogía de la UAC. Entre ellos pueden considerarse los trabajos de Schiaffinni (2003), Vara (2007), Delamata (2008), Merlinsky (2008), Machado Aráoz (2009), Svampa  y  Antonelli  (2009),  Comelli  (2010),  Wagner  (2016),  Wagner  y  Giraud  (2011), Agosto (2014) y Álvarez Huwiler (2014). Deben tenerse en cuenta también los trabajos que refieren a otras redes —varias de ellas socioambientales— pertenecientes a otros territorios de América Latina, y más aún aquellos que mencionan, aunque no se centren en ella, la presencia de la UAC. Se encuentran, entre estos, la  compilación  de  Alimonda  (2011),  los  trabajos  de  Seoane,  Taddei  y  Algranati  (2013), Giarraca (2012), Svampa (2008), Navarro (2009, 2015), Wagner (2008) y  Cerruti  y  Silva  (2013).  En  estos  trabajos  se  señalan  diversas  experiencias  cuya  acción,  como  señala  Svampa  (2008),  generalmente  se  inició  con  reclamos  puntuales, pero que en la dinámica de la lucha tendieron a radicalizarse incorporando cuestionamientos  más  sistémicos.  Entre  las  mencionadas  están  la  Coordinadora Nacional de Comunidades del Perú Afectadas por la Minería (Conacami), la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas (CAOI), la Conaie-Ecuarunari del Ecuador,  el  Consejo  Nacional  de  Ayllus  y  Marcas  del  Qullasuyu  (Conamaq),  la Red  Mexicana  de  Afectados  por  la  Minería,  la  Asamblea  Nacional  de  Afectados Ambientales (ANAA), el Movimiento de Afectados por las Represas, el Consejo de Defensa de la Patagonia chilena, el Movimiento Nacional Anti Represas de El Salvador (Monares), la Federación Costarricense para la Conservación del Ambiente (Fecon) y el Movimiento Centroamericano contra las Minas, entre otros.

La estructura del artículo cuenta con tres partes, además de esta introducción.

En la primera parte, reconstruiremos la genealogía de la UAC, concentrándonos en los antecedentes inmediatos de su creación y sobre todo en el conflicto de Esquel.

En  la  segunda,  nos  detendremos  en  las  características  de  su  modo  de  organización y los principios que la sostienen. Y en la tercera, por último, elaboraremos las reflexiones finales del artículo.

 

LA UAC (2001-2006)

De 2001 al conflicto de Esquel

En diciembre de 2001, un amplio proceso de movilización tomó las calles de variasciudades del territorio argentino reclamando «que se vayan todos». El famoso grito,que recorrió el país entero, fue fruto de un descontento masivo que no solo se dirigía al gobierno de turno sino a todos los poderes de gobierno, incluidos el Legislativo y el Judicial. Ese grito de rebeldía que tomó las calles era la expresión de un cansancio generalizado contra las formas políticas representativas en general y las políticas de ajuste que habían sido implementadas por los gobiernos neoliberales en Argentina.

Con el año 2001 no solo cayó el gobierno de Fernando De la Rúa sino también la convertibilidad al dólar que tenía hasta entonces la moneda argentina —instaurada por el gobierno de Carlos Menem— y que había sido eje del denominado «modelo neoliberal»  desde  la  década  de  1990  (Bonnet,  2011).  Pero,  desde  luego,  aquella insurrección de diciembre de 2001 era el resultado de un proceso de descontento y  movilización  acumulado  desde  varios  años  atrás,  que  se  venía  profundizando  a  partir de mediados del 2000 (Bonnet, 2011).

Luego de atravesar una de las peores recesiones que tuvo el país, en el año 2002 comenzaron a vislumbrarse rastros de cierta recuperación económica y estabilización  política.  El  peronismo  había  llegado  a  las  elecciones  presidenciales  con  un candidato  poco  conocido:  Néstor  Kirchner,  proveniente  de  la  provincia  de  Santa Cruz en la Patagonia argentina, quien ganó en las urnas en 2003 tras la renuncia a la segunda vuelta de Carlos Menem. A pesar de provenir de un partido deslegitimado en la sociedad, gracias a una «restauración del orden» que había comenzado en gran parte su predecesor Eduardo Duhalde (también del PJ) y que incluía una devaluación  y  otras  medidas  que  relegitimaban  las  instituciones  como  la  corte  suprema  o  las  fuerzas  armadas  (Bonnet,  2015),  el  kirchnerismo  generó  ciertas  condiciones  para  una  mayor  gobernabilidad.  Así,  la  estabilidad  política  que  fue  adquiriendo  el  gobierno  de  Kirchner  fue  producto  también  de  las  medidas  que  buscaron amortiguar ciertos conflictos históricos que había vivido el país desde el regreso a la democracia (como algunas reivindicaciones de los organismos de derechos  humanos).  Sin  embargo,  subsistieron  algunos  conflictos  y  emergieron  otros  nuevos.  Entre  los  nuevos,  destacaron  los  conflictos  socioambientales,  que  fueron  proliferando  bajo  la  sombra  del  auge  de  las  exportaciones  debido  a  los  altos  precios  de  los  commodities provenientes  especialmente  del  agro  y  la  minería.  A  estos  dos  sectores  se  irían  sumando  otros,  también  incluidos  por  varios  autores  dentro  de una «lógica de acumulación por desposesión», «nuevos cercamientos», «neoextractivismo» o «modelo extractivo exportador» (Harvey, 2005; Collective Midnight Notes, 2012; Gudynas, 2009; Svampa y Antonelli, 2009) 3.

El primer gran conflicto socioambiental de participación masiva tuvo lugar en la ciudad de Esquel, en la Patagonia argentina. Y en este caso nos detendremos espe- cialmente, porque fue el primer gran conflicto que se transformó en un hito para las asambleas socioambientales de este país.

Hasta julio de 2002, Minera El Desquite había sido dueña del yacimiento de oro y plata «Cordón de Esquel», situado en la provincia de Chubut. Fue en aquel mes del invierno cuando la empresa Meridian Gold Inc. (MG), de capitales canadienses, compraría las acciones de aquella empresa y anunciaría la iniciación de la etapa de explotación  para  el  año  siguiente.  Y  si  bien  los  expertos  de  Meridian  y  el  propio  gobierno  provincial  aseguraban  que  las  tecnologías  de  extracción  que  utilizaría  la  empresa resultarían inocuas para la salud de la población y el medio ambiente, un conjunto de vecinos —muchos de los cuales ya se encontraban movilizados desde el estallido social de diciembre de 2001— decidió recopilar y difundir información de manera independiente para confrontar con los dichos oficiales.

Así,  presentaron  en  todas  las  instituciones  una  charla:  el  hospital,  las  escuelas, los  barrios…  Cuando  fue  invitado  el  hospital,  fue  su  director  —cargo  que  era político y tenía el mismo color político del gobernador, que era radical— y tres personas más. Dos éramos compañeros de trabajo, bioquímicos del laboratorio, y ya teníamos todo el discurso y el conocimiento previo de la asamblea y todo lo que habíamos leído en internet. Entonces hicieron la presentación y nosotros les hicimos las preguntas sobre todo (Viviana, integrante de la Asamblea de Esquel, entrevista realizada en diciembre de 2011).

En  aquel  momento,  la  crisis  general  que  dio  origen  al  estallido  de  2001  también golpeaba a los 30 000 habitantes de Esquel, de los cuales el 40% se encontraba desempleado. Si bien se anunciaba la creación de cuatrocientos puestos de trabajo y la inyección de 120 millones de dólares en la economía local a partir de la puesta en funcionamiento del emprendimiento minero, el impulso de una sociedad que pugnaba por recuperar su capacidad de decisión y acción no se conformó con promesas  provenientes  tanto  de  la  empresa  como  del  gobierno  de  turno  (Página  12, 4/5/2011).

En este sentido, Alejandro Corbeletto, uno de vecinos que formó parte del proceso que comenzaba a gestarse, sostenía que:

Teníamos muy presente lo que había pasado en el país con el 2001, la crisis de los partidos, las asambleas, el «que se vayan todos», el descreimiento absoluto hacia la dirigencia política. Creo que eso colaboró para que esta bomba [la masiva resis- tencia contra la minería a cielo abierto] estallara así. Sabíamos que no podíamos confiar en la clase dirigente. La gente dejó de lado la democracia representativa y  tomó  la  democracia  participativa.  Otro  gran  ingrediente  fue  la  información. El  día  que  pusimos  en  un  buscador  de  internet  «consecuencias  de  la  minería», nos  aparecieron  50  000  notas.  Ahí  empezamos  a  entender  en  qué  nos  estaban metiendo (Página 12, 24/3/2008, citado en Álvarez y Composto, 2013).

Luego  de  analizar  y  discutir  los  datos  relevados  sobre  los  antecedentes  de  la gran minería a cielo abierto en otros lugares del mundo y de contactarse con otras experiencias de movilización en América Latina4, se realizó en Esquel una reunión de seiscientos vecinos que decidieron oponerse al desarrollo del proyecto y conformaron lo que denominaron «Asamblea de Vecinos Autoconvocados (AVA) por el no a la Mina».

Así, la primera movilización de la asamblea se llevó a cabo el 24 de noviembre de 2002 en repudio a una audiencia pública entre el gobierno provincial y Meridian, que debía realizarse días después con el objetivo de evaluar el Informe de Impacto Ambiental presentado por la empresa a fines de octubre y cuya inminente aprobación significaba el comienzo de las tareas para la futura explotación del yacimiento.  La  masividad  de  esta  manifestación  —y  de  otras  que  continuaron— logró  la  postergación  indefinida  de  la  audiencia  pública  mediante  sucesivas  leyes  sancionadas por la legislatura provincial.

Desde  aquel  entonces,  la  movilización  en  Esquel  no  cesó  de  crecer  y  profundizarse  en  los  meses  sucesivos,  presionando  a  la  Legislatura  con  el  fin  de  frenar el proyecto minero. De tal modo, en febrero de 2003, el Concejo Deliberante sancionó una ordenanza prohibiendo el uso de cianuro en todo el municipio, derogó la  adhesión  municipal  a  las  leyes  nacionales  de  Inversión  Minera  y  Reordenamiento Minero y facultó al Poder Ejecutivo para convocar a un referéndum sobre el  emprendimiento  minero,  que  fue  ratificado  por  el  intendente  de  Esquel.  Tal como en Tambogrande —norte del Perú—, Esquel tuvo su consulta popular el 23 de marzo de 2003, cuyo resultado fue que el 81% de la población se expresaba por el «no a la mina». Si bien se trataba de un plebiscito no vinculante, su arrollador resultado provocó la sanción de la Ordenanza 33/03, que declaró a Esquel como «Municipio no Tóxico y Ambientalmente Sustentable». Luego, mediante la sanción de la Ley Provincial 5001, se prohibió la actividad minera metalífera a cielo abierto y la utilización de cianuro en ciertas zonas del territorio de Chubut, impidiendo la radicación de Meridian.

La gran movilización social de la población de Esquel se convirtió en un punto de  ruptura  para  el  movimiento  socioambiental  —y  en  especial  para  el  sector  minero— por tres razones fundamentales: (i) constituyó el primer cuestionamiento social organizado a este tipo de proyectos en el país, a partir del cual se fueron organizando las asambleas por el «no a la mina» como nuevo sujeto político; (ii) resultó exitoso en sus reivindicaciones, convirtiéndose en referencia de numerosos procesos de protesta contra estos megaproyectos extractivos que estaban instalándose en otras localidades y regiones —por lo cual algunos autores, como Svampa, Sola Álvarez y Bottaro (2009), lo denominan «efecto Esquel»—, y (iii) contribuyó fuertemente a  la  construcción  de  la  «cuestión  minera»  como  problemática  social  relevante, colocando en la agenda pública y mediática el debate acerca de sus consecuencias ambientales, sanitarias y socioeconómicas, así como la pertinencia y legitimidad del marco normativo vigente para el sector, llamando a las poblaciones a decidir sobre sus  propios  modos  de  vida  (Álvarez  y  Composto,  2013).

 En  relación  a  la  contribución del caso Esquel en las luchas que siguieron en otros territorios del país, dos integrantes de asambleas de otras provincias decían:

La  consulta  popular  de  Esquel  fue  emblemática  reflejando  la  voluntad  de  un  pueblo,  esto  sirvió  para  que  creamos  en  nuestras  posibilidades  y,  creo  que  les  sirvió a los gobiernos para no [volver a] someter este tipo de decisiones a la decisión de los pueblos (Jenny, integrante de la Asamblea Ciudadanos por la Vida de Chilecito, entrevista realizada el 20/9/2013).

Por diversos canales llegó la noticia de lo ocurrido en Esquel y se desencadenó la lucha en esa zona, que luego se propagó a las otras zonas de la provincia. No hay pelea contra el extractivismo, en general, que no tenga a Esquel como referencia (María Teresa, integrante de la Asamblea Popular por el Agua, Gran Mendoza, entrevista realizada el 20/10/2013).

La multiplicación de los conflictos socioambientales y el surgimiento de la UAC

Luego de la experiencia de Esquel, se fue configurando una nueva «cartografía de resistencias  sociales»,  marcada  por  el  estallido  de  una  oleada  de  luchas  socioambientales  en  todo  el  país  (Svampa,  2008).  Expresión  de  ello  fue  la  multiplicidad  de  asambleas  y  organizaciones  sociales  que  comenzaron  a  surgir  en  las  pequeñas y medianas localidades de la zona cordillerana y precordillerana, conformadas por vecinos  autoconvocados  que  veían  amenazadas  sus  condiciones  y  calidad  de  vida ante el avance de estos proyectos de minería a gran escala.

Para muchos de los propios asambleístas, la forma en la que comenzaron a orga nizarse era hija del proceso que comenzó en 2001 y que mencionamos al inicio de este artículo. Un punto fundamental de ese proceso fue el comienzo «por la negación, por la disonancia», es decir, «por el grito de rechazo: NO» (Holloway, 2002, 13)5.

Así lo explicaba Alejandro, integrante de la Asamblea de Bariloche y de la organización ecologista Piuké:

Empezamos a laburar con sistema asambleario que venía del 2001-2002 y se fue construyendo a través de los NO. Mucha gente hasta ese momento pensaba que tenía  doctrinas  y  recetas  para  saber  qué  debería  [hacerse]  y  entonces  el  que  no tenía esas doctrinas y esas recetas se tenía que callar. Y entonces desde esa época empezamos a tratar de entender nosotros y compartir la idea de que, bueno, no es necesario saber qué es lo que queremos, pero saber qué es lo que no queremos ya era suficiente para empezar a participar.

Desde el año 2005, los conflictos contra la megaminería se hicieron sentir en varias provincias de la Argentina. Así, luego de Esquel, en la Patagonia tuvo como centro de conflicto a la localidad rionegrina Ingeniero Jacobacci por un proyecto que ya se encontraba en su fase de exploración (la mina quedaba a 60 kilómetros de aquella ciudad). Como producto de la resistencia que se desarrolló en aquel territorio con el apoyo de la Asamblea de Esquel, de organizaciones mapuches e inclusode aquellos que se sumaron desde San Carlos de Bariloche, en el invierno de 2005 se sanciona la Ley 3981, que prohíbe la minería con uso de cianuro y mercurio en dicha localidad 6  (Svampa, 2008).

Entretanto, en Mendoza el gobierno tuvo que suspender por algunos meses los permisos  de  cateo  y  exploración  de  minería  metalífera  por  la  presión  del  pueblo  de San Carlos 7. Como consecuencia de esas luchas, en octubre de 2006 el Senado mendocino aprobó la suspensión del otorgamiento de derechos mineros, de cateos, exploraciones o explotaciones metalíferas. Y dos meses después, la Cámara de Diputados de Mendoza sancionó una ley por la cual se prohibía la explotación minera metalífera en la provincia mediante el uso de cianuro. Sin embargo, a los pocos días, el  entonces  gobernador  Julio  Cobos  vetó  «parcialmente»  aquella  ley,  con  el  argumento de que era «inconstitucional» y porque «incorpora disposiciones que son de competencia exclusiva del Congreso de la Nación» (La Nación, 19/12/2006). Esto provocó la respuesta de la población de San Carlos y de aquellas poblaciones vecinas que se habían empezado a autoconvocar. Así lo relata un miembro de la Asamblea Popular por el Agua:

Las  organizaciones  sociales  de  General  Alvear,  San  Rafael  y  Valle  de  Uco  realizaron una actividad a la que denominaron «Ayuno y Actividad Cultural» en los alrededores de la legislatura provincial, en la ciudad de Mendoza, dado que allí se daría tratamiento a una ley que proponía suspender el otorgamiento de derechos mineros en la provincia hasta tanto no se contara con un plan ambiental.

Esta ley, sancionada por la legislatura, fue vetada por el entonces gobernador de la provincia Julio Cobos. En respuesta a estos hechos, en diciembre se organizó la Asamblea Popular por el Agua del Gran Mendoza. La articulación de esta asamblea con los otros grupos existentes dio por resultado la Asamblea Mendocina por Agua Pura (AMPAP) (Zangaro, 2012).

Así, en General Alvear se llevaron a cabo jornadas de protesta, corte de rutas, movilizaciones y paro que produjeron el rechazo del Senado a aquel veto de Cobos, y la posterior sanción de la Ley 7722 que prohíbe la explotación minera con uso de cianuro y sustancias tóxicas similares. De este modo, las empresas trasnacionales mineras que se encontraban ya invirtiendo en el territorio mendocino (como Exeter y Latin American Mineral Argentina) tuvieron que suspender sus proyectos.

En  La  Rioja,  la  protesta  tampoco  se  hizo  esperar.  En  el  año  2005  la  conocida empresa  Barrik  Gold  había  obtenido  el  derecho  para  realizar  exploraciones  en  el  Nevado  de  Famatina,  cerro  que  puede  observarse  desde  la  localidad  que  recibe  su  mismo  nombre  y  desde  Chilecito,  ambos  pueblos  epicentro  del  conflicto  con  la  empresa.  Ambas  comunidades,  organizadas  en  asambleas,  obligaron  a  sus  concejos  deliberantes a declarar por ordenanza a sus departamentos como «no tóxicos y ambientalmente sustentables». Pero las asambleas continuaron organizándose en la provincia y realizando un corte sostenido en el acceso minero de Peñas Negras8 (primero contra la empresa Barrik, luego contra Sandong Gold, y en 2011, contra Osisko)9.

Mientras tanto, en Jachal (provincia de San Juan, Argentina), vecinos autoconvocados de Jachal, Madres Jachaleras y Calingasta exigían un plebiscito para tener derecho a decidir sobre la puesta en marcha de varios emprendimientos mineros.

En  ese  entonces,  empezaba  a  funcionar  la  mina  Veladero,  de  la  empresa  Barrik  Gold,  casi  en  paralelo  a  la  ratificación  de  un  acuerdo  binacional,  el  cual  permitiría la instalación del megaproyecto minero Pascua-Lamaen la frontera entre Chile y  Argentina10.  Pero  lejos  del  plebiscito  reclamado,  la  mina  empezó  a  funcionar  y  actualmente cuenta con varios hechos de contaminación que la obligaron incluso a suspender su actividad por un tiempo (para saber más detalles sobre la historia de Jachal, ver Iezzi, 2011).

Respecto de los conflictos socioambientales referidos específicamente a la problemática minera, en el año 2003 se había conformado una red de Comunidades Afectadas por la Minería (CAMA), que contaba con la participación de miembros de las provincias de Catamarca, Chubut, Río Negro, San Juan y Tucumán, y que organizó algunos encuentros en Buenos Aires, Tucumán y Catamarca.

Pero, además de los conflictos en el sector minero previos a la conformación de la UAC, otros conflictos socioambientales adquirieron importancia. Por ejemplo, aquellos  que  emergieron  contra  las  fumigaciones  y  las  pasteras.  Respecto  del  primero, en 2002 comenzó a reunirse en la provincia de Córdoba un grupo de mujeres conocidas como «las madres de Ituzaingó», junto a otros colectivos ambientalistas y de derechos humanos, quienes sacaron a la luz problemas de contaminación en la zona debido a un conjunto de causas: el PCB de los transformadores, los campos magnéticos de los cables de media tensión, los plaguicidas de los cultivos de soja que llegan al borde mismo del barrio, etcétera (Lipcovich, 2003). Esta problemática fue  tomando  cuerpo  en  varias  redes  además  de  la  UAC.  Se  formaron  redes  específicas,  como  la  «Red  de  Médicos  de  Pueblos  Fumigados»  o  «Paren  de  Fumigar». 

Y gracias a las campañas y a un bloqueo que se sostuvo por un largo período, los vecinos y vecinas de Malvinas (cerca de la ciudad de Córdoba) lograron, hace dos años, que la empresa Monsanto cerrara su megaplanta de elaboración de semillas transgénicas ubicada en aquella localidad (para saber más detalles sobre este caso, ver la compilación de Patricia Agosto, 2014).

Con respecto al conflicto de las papeleras, su origen se remonta a 2004, en el litoral argentino (su foco fue en Gualeguaychú y Colón, provincia de Entre Ríos), cuando  el  gobierno  uruguayo  autoriza  a  la  empresa  finlandesa  Botnia  a  avanzar  con  una  planta  de  pasta  de  celulosa  que  afectaría  el  río  que  divide  Argentina  de  Uruguay. Pero el proyecto de Botnia no era el único. El movimiento que se gestó tuvo otro frente: un proyecto autorizado en 2003 de la empresa española Empresa Nacional  de  Celulosa  España  (ENCE),  con  capacidad  para  producir  500  000  toneladas  anuales  de  pasta  de  celulosa.  Pero  el  proyecto  de  la  papelera  de  Botnia  comprendía una planta de fabricación en Fray Bentos de pasta celulosa con el doble de capacidad de ENCE, sumada a una fábrica de productos químicos y un puerto de  barcazas  para  la  salida  de  la  producción. 

La  primera  movilización  masiva  de  40 000 personas que se realizó en el puente fronterizo denunciaba ambos proyectos por  la  contaminación  que  generaría  en  las  aguas  del  río  Uruguay  e  inauguraba  lo que luego se transformaría la principal herramienta de la protesta: el «corte de ruta», que bloqueaba el puente fronterizo que une Argentina con Uruguay (Merlinsky, 2008). Se constituía así la Asamblea Ciudadana Ambiental de Gualeguaychú (ACAG), y otras asambleas del litoral, como la Asamblea ambiental de Colón y la Asamblea  Ambiental  del  Concepción  del  Uruguay,  a  la  vez  que  se  potenciaba  la  difusión  de  la  problemática  ambiental  que  comenzaba  a  tener  eco  en  la  opinión  pública en general. El año siguiente, en la primera movilización, la manifestación sobre el puente fronterizo del río Uruguay contaba con 80 000 a 100 000 personas (Vara, 2007). Tal fue el apoyo que recibió la lucha de Gualeguaychú, Colón y Concepción  del  Uruguay,  que  miles  de  personas,  ya  fueran  independientes,  de  otras  asambleas, de colectivos ambientales o de partidos políticos de todo el país (aunque sus miembros se incorporaran de forma individual) y el mundo, participaron en las distintas manifestaciones que fueron realizándose todos los años.

Por último, entre otros antecedentes de la UAC también debemos mencionar la organización de la Asamblea Patagónica contra la Contaminación y el Saqueo, que se desprendía, a su vez, de la Coordinadora Patagónica de la Comarca Andina. En efecto, la UAC llevaría la misma la consigna que aquella coordinadora: «contra el  saqueo y la contaminación».

LA EMERGENCIA DE LA UNIÓN DE ASAMBLEAS DE COMUNIDADES

Todos  los  conflictos  mencionados  en  el  apartado  anterior  hicieron  que  algunas asambleas y colectivos ambientalistas decidieran reunirse en agosto de 2006, bajo el  nombre  de  «Foro  Nacional  de  los  Pueblos  Autoconvocados  Ambientalistas», en  Colonia  Caroya,  Córdoba,  provincia  argentina  en  la  que  funcionaría,  al  mes siguiente,  la  cumbre  de  los  presidentes  del  Mercosur.  En  este  foro  participaron miembros de distintas asambleas del país debido a: (i) la problemática de las pasteras, la Asamblea de Ciudadanos de Colón (Entre Ríos), la Asamblea de Ciudadanos de Concepción  del  Uruguay  (Entre  Ríos)  y  la  Asamblea  de  Ciudadanos  de  Ubajay (Entre Ríos), todos ellos por el tema de las pasteras, y (ii) la problemática de la megaminería,  los  Vecinos  Autoconvocados  de  Jachal  (San  Juan),  más  específicamente   las Madres Jachaleras, los Autoconvocados de Calingasta, (San Juan), Asamblea de  Lago Puelo (Chubut), Coordinación Patagónica, Alianza de los Pueblos del Oeste  Catamarqueño,  Autoconvocados  de  Famatina  (La  Rioja)  y  la  Sociedad  Ecológica   de  Colonia  Caroya  (Córdoba)  (Foro  Nacional  de  Pueblos  Ambientalistas  Autoconvocados, 2006). Como resultado de aquel encuentro, y en paralelo a la cumbre de  los  presidentes  del  Mercosur,  el  21  de  julio  se  creó  la  Unión  de  Asambleas  de  Comunidades (UAC). En ese primer encuentro de la UAC, se organizaron varias protestas similares en Colonia Caroya (Córdoba), el Hoyo (Neuquén), Mendoza, Catamarca  y  San  Juan,  donde  los  habitantes  también  denunciaron  problemas  de  contaminación ambiental. (Página 12, 7 de agosto de 2006).

Fue un buen comienzo y decidimos que el nombre debía ser bien amplio y genérico para contener a todas las asambleas del país. Luego de un largo intercambio y debate, se acordó mayoritariamente por Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC) con  el  objetivo  de  que  pronto  puedan  participar  muchos  otros  colectivos,  con otras problemáticas (UAC, 2017, p. 2)11.

La  idea  es  que  se  vayan  incorporando  a  la  UAC  más  y  más  asambleas  del  país entero, por eso el nombre de la organización es tan genérico —Unión de Asambleas Ciudadanas—, y la terminamos llamando UAC, por supuesto. (RodríguezPardo, integrante de la UAC, en una entrevista realizada por El grito argentino, 2009).

Desde entonces, la UAC conformó una red integrada por gran parte de las expresiones  de  resistencia  contra  las  diversas  formas  de  contaminación.  Nos  referimos con red, al igual que Berger, a «un actor colectivo que muchos otros movilizan: la red no es la fuente de la acción sino la conexión de una cantidad de entidades, diversidad de demandas y posicionamientos que conforman», de un modo no jerárquico, «conectando o desconectando experiencias y mundos, formas de vida, relatos…»12 (Berger, 2014, p. 201). No obstante, haremos una salvedad. Berger afirma que son denominadores  comunes  de  las  redes  «la  autoorganización  de  una  diversidad  de  actores, la confluencia de personas, colectivos, discursos e instituciones entramados en múltiples acciones de defensa de derechos, más que por la definición de un programa  político,  por  la  comprensión  construida  en  común  sobre  las  causas  y  causantes de los problemas, sobre las alternativas de acción, sobre los sentidos de justicia y de la participación política que se ponen en juego» (las cursivas son nuestras). Si bien concordamos en general con el planteamiento del autor, cabe diferenciar los distintos momentos que tiene una red desde sus inicios. En este sentido, por ejemplo, en el presente de la UAC sí existe una comprensión construida en común sobre los sentidos de participación política, justicia, causantes de los problemas, etcétera, no en tanto programa político partidario, pero sí como acuerdos y explicaciones comunes.

Como afirmaban Svampa, Solá Álvarez y Bottaro ya el año 2009: «la UAC se ha convertido en un lugar de intercambio y nacionalización de las experiencias y, por ende, de ampliación de las demandas».

A la UAC fueron sumándose grupos y asambleas que enfrentaban distintas pro-blemáticas que serían incluidas dentro de aquello que empezó a caracterizarse como un «modelo de saqueo y contaminación». Y con el correr de los años se irían incorporando en la UAC otras problemáticas en conflicto, como petroleras, curtiembres, monocultivos, deforestación de bosques y destrucción de humedales, expropiación de  territorios  a  comunidades  originarias,  represas,  contaminación  urbano-industrial,  incluyendo  lo  cultural-comunicacional,  hasta  proyectos  relacionados  con  la  Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA) (UAC, 2017).

Ante el crecimiento de proyectos extractivos emprendidos por empresas multi-nacionales desde esos años, la UAC se propuso: articular  y  potenciar  las  distintas  luchas  que  en  los  últimos  años  han  emergido en todo el país y América Latina para repudiar el avance sistemático de los emprendimientos destructivos con la convicción de que la movilización popular y  autodeterminación  de  nuestras  comunidades  es  la  única  vía  para  lograr  una economía equitativa, respetuosa de los ecosistemas, las economías regionales, las culturas e identidades locales (UAC, 2017, p. 2).

Pueden señalarse distintas razones que llevaron a las asambleas a unirse. Entre ellas, las más frecuentes son: (i) lograr que el reclamo trascienda el territorio paraobtener  mayor  visibilidad;  (ii)  buscar  una  articulación  de  acciones  para  que  sean más  efectivas,  y  (iii)  aprender  de  las  diversas  experiencias.  Con  respecto  a  la  primera, la articulación con otras asambleas y colectivos se convertía en una condición necesaria,  debido  a  las  limitaciones  de  acceso  a  recursos  y  medios  de  comunicación, ya sea por distancias geográficas o por limitadas condiciones económicas que dificultan  el  traslado  a  las  grandes  ciudades  donde  se  concentra  el  poder  político (cristalizado en los edificios de organismos públicos) y comunicacional (como las agencias de los grandes medios de comunicación). Es decir, hacer visible un reclamo requiere, en muchas ocasiones, traslados para conectarse con medios de comunicación que se concentran en las grandes ciudades y para reclamar ante los organismos públicos. Articular con asambleas de las grandes ciudades permitiría a asambleas de pueblos más chicos hacer visible un reclamo.

Respecto de la segunda razón, la necesidad de unirse también tiene un origen en la dificultad para llevar a cabo una acción directa 13.

Pongamos un ejemplo. Antes de  la  convergencia  de  las  asambleas,  cuando  una  de  ellas  decidía  hacer  un  bloqueo a una empresa, en general no lograba cortar con facilidad todos los caminos donde podían transitar los camiones de dicha empresa. Por lo tanto, con el objetivo de hacer efectiva la acción  —articular  los  bloqueos—  se volvió un requisito fundamental para conseguir que los camiones de las empresas no puedan llegar al territorio en cuestión, pasando por caminos alternativos. Así ocurrió en varias ocasiones en la región del Cuyo, en el noroeste argentino. Y la tercera razón es la que se define en algunas de las entrevistas aquí transcriptas donde se hace referencia a la necesidad de aprender de otras experiencias, tanto de aquellas que fueron «exitosas» como  de  las  que  aún  no  lo  fueron.  Un ejemplo sucede con las consultas populares. Existen lugares como Esquel, donde las consultas fueron realmente exitosas, pero otros lugares donde los gobiernos y las empresas tienen abundantes recursos para lograr una campaña efectiva a favor de la minería. Todas estas razones suelen resumirse en la consigna «la unión hace la fuerza» que expresan habitualmente los propios asambleístas.

Cabe  señalar,  por  último,  que  más  allá  de  los  motivos  específicos  que  hayan tenido  las  asambleas  ambientales  para  unirse,  esta  articulación  tiene  antecedentes  en coordinadoras de asambleas en Argentina (como las coordinadoras posteriores al movimiento asambleario de 2001), en coordinaciones —incluso internacionales— de movimientos sociales y campesinos (como el Movimiento sin Tierra de Brasil) y en redes de ONG. No obstante, la particularidad de la UAC es que confluyen tanto los reclamos y características de organizaciones ambientales con las características de  la  forma  de  organización  asamblearia  propia  del  proceso  del  2001  argentino  (Svampa, Solá Álvarez y Bottaro, 2009).

Con el correr del tiempo, la UAC, las distintas asambleas y las regionales que también fueron generándose lograron instalar en la opinión pública varios «NO», como el «no a la mina», y las razones por las cuales levantaban esa consigna. Y mientras  aquellas  daban  pasos  agigantados  en  el  período  de  gestación,  las  empresas,  los gobernadores provinciales y el gobierno nacional (tanto el de Néstor Kirchner como el de Cristina Fernández) emprendieron una fuerte campaña que se focalizó en tres argumentos centrales. El primero radicaba en que aquellos que protestaban contra los proyectos de las actividades extractivas estaban atacando el desarrollo (llegando incluso a tildar a los ambientalistas de «ecofascistas» o «ecoterroristas»), y con ello, las posibles fuentes de trabajo que aquellas actividades generaban. El segundo argumento sostenía que, en el caso de la minería, llevar adelante esta actividad era la única forma que tenían algunas provincias «cuasi desérticas» de lograr un desarrollo.

Y el último argumento se centraba en que las divisas que ingresaran podrían ser utilizadas para el desarrollo de todo el país (Álvarez Huwiler, 2013).

Finalmente, es importante señalar que en los últimos años (tanto en los de Cristina  Fernández  de  Kirchner  como  en  los  del  gobierno  de  Mauricio  Macri)  todos estos conflictos continuaron. Se organizaron nuevas asambleas, nuevas regionales, y surgieron otras disputas territoriales contra la instalación de los proyectos megamineros, fumigaciones, semillas transgénicas, y hace pocos años también se sumaban las  luchas  contra  la  técnica  de  fracking, método no convencional  para  extraer  hidrocarburos.  Pero  a  medida  que  iban  creciendo  los  conflictos,  en  estos  años  se  incrementaron  hechos  represivos  en  varias  de  las  provincias  contra  las  manifestaciones, muchas veces masivas, que se sucedieron a lo largo del territorio argentino (para poner un ejemplo que tuvo mucha repercusión, puede mencionarse el caso de Andalgalá, en la provincia de Catamarca, el de Famatina y Chilecito en la Rioja, en Jachal en San Juan, y más actualmente en el sur con el conflicto de tierras mapuches), así como aumentaron los casos de criminalización de las protestas (al respecto puede leerse, la «Declaración de la UAC sobre la Criminalización y Judicialización de la Protesta Social» publicada por ANRED en febrero de 2010). No obstante, las asambleas  tuvieron  varios  logros,  entre  los  cuales  se  puede  destacar  la  sanción  de  nuevas leyes contra la megaminería en algunas provincias y localidades; la Ley de Glaciares, pese a su falta de correcta implementación, y por último, varios avances en una campaña de difusión contra el desarrollo de esta actividad, y en la que se reclama una consulta a las poblaciones donde las grandes empresas pretenden establecerse; así como también el cierre de la planta de Monsanto y la prohibición de uso de fracking en la provincia de Entre Ríos, por mencionar solo algunos éxitos de las asambleas y de la red que las integra.

CARACTERÍSTICAS DE LA UAC

En  este  apartado,  basándonos  básicamente  en  el  propio  cuadernillo  de  la  UAC  y  en  sus  comunidades,  en  entrevistas  realizadas  a  miembros  que  hubieran  concurrido a más de diez encuentros, así como en las observaciones de la propia autora, buscaremos dar cuenta de las principales características de esta unión de asambleas que hacen de esta un espacio único en Argentina. Empecemos por definir qué es la UAC.

La UAC es una red/encuentro que se reúne dos veces por año en distintos lugares del país, y en la que confluyen más de 250 organizaciones y asambleas. Ya cuenta con treinta encuentros realizados. Hablamos de red/encuentro porque la UAC cumple esa doble función. Si bien se denomina UAC al encuentro mismo que se reúne dos veces por año, entre cada uno de estos encuentros se han generado distintos canales de comunicación que sirven para el accionar de la red que es un elemento central, a su vez, de la propia UAC. Entonces, por un lado, la UAC es un encuentro que se reúne en comisiones y plenarios durante aproximadamente tres días dos veces al año. Las decisiones se resuelven en esta instancia, en el marco de un plenario y la UAC (2017) «se construye a sí misma en su encuentro, en su accionar».

Pero, al mismo tiempo, la UAC puede considerarse una red que funciona más allá de esos días de reunión. A lo largo de los años de existencia de la UAC, se han creado  formas  de  enlazar  la  red  entre  un  encuentro  y  otro.  Así  explican  quienes  participan de este encuentro la capacidad para construir una red comunicacional:

Como  red  de  comunicación  para  los  casos  de  represión,  ha  demostrado  su  eficacia;  cuando  el  problema  trasciende  los  límites  del  territorio  en  conflicto,  la hermandad  se  pone  de  manifiesto:  desde  adhesiones,  llamadas  telefónicas,  aportes  con  dinero,  hasta  acercamiento  personal  a  la  zona  (María  Teresa,  integrante de la Asamblea Popular por el Agua, Gran Mendoza, entrevista realizada el 20/10/2013).

El propósito del encuentro UAC es «intercambiar, discutir y proponer acciones conjuntas,  en  defensa  de  los  bienes  de  la  naturaleza,  los  derechos  humanos  y  la  autodeterminación  de  los  pueblos»  (UAC,  2017,  p.  1).  Y  a  su  vez,  «se  propone  luchar contra la criminalización y judicialización de la protesta social y la militarización de los territorios en conflicto» (UAC, 2017, p. 1).

Es  un  espacio  de  encuentro,  de  tejer  redes,  de  reflexión  y  debate,  donde  nos  aprehendemos,  nos  compartimos,  nos  decidimos,  nos  fortalecemos,  nos  esperanzamos, nos acompañamos. Significó para nuestras asambleas dejar de abrazar el  cerro  como  único  problema  y  comprender  que  hay  muchos  problemas  con  el  mismo  impacto  en  las  comunidades,  y  luego  aprendimos  que  el  padre  de  todo  esto  se  llama  modelo  extractivista.  Ahora  no  nos  alcanzan  los  brazos  para  abrazar tantas causas (Jenny, integrante de la Asamblea Ciudadanos por la Vida de  Chilecito, entrevista realizada 20/9/2013).

Antes  de  adentrarnos  en  las  características,  cabe  aclarar  que  algunas  de  ellas  forman parte de los criterios que sostiene la propia UAC y otras forman parte de las características señaladas por sus propios miembros, pero no como un principio sino como resultado del accionar. Por falta de espacio, aquí no haremos una distinción analítica entre «criterios» y «características», porque todos pueden englobarse para describir la forma de organización.

A su vez cabe aclarar que, entre las características más  importantes  de  la  UAC,  algunas  son  similares  a  las  que  pueden  identificarse en  las  asambleas  barriales  que  emergieron  en  2001  —y,  en  general,  en  la  forma  tradicional  de  autoorganización  que  trasciende  el  territorio  argentino,  desde  la  comuna de París a los consejos obreros en Europa y a la organización zapatista en Chiapas  (en  la  selva  Lacandona,  sur  de  México),  entre  otros  de  los  más  variados  ejemplos que podríamos mencionar—, y otras características que son particulares de  esta  unión  de  asambleas.  Entre  todas  ellas  pueden  identificarse  las  siguientes: 

(i) estructura horizontal; 

(ii) decisión por  consenso; 

(iii) ausencia de  cargos  rentados o permanentes;

(iv) funcionamiento de comisiones abiertas;

(v) rotación en los organizadores y en el lugar del encuentro;

(vi) multiplicidad de problemáticas socioambientales que se abordan;

(vii) heterogeneidad en los miembros que participan, y

(viii) autonomía. Analicemos cada una de estas características.

Respecto del primer criterio, la UAC se propone «accionar de manera conjunta en la lucha por la vida, manteniendo la horizontalidad en la toma de decisiones».

Con horizontalidad se refiere a que cada una de las personas que participan en el encuentro tiene la misma oportunidad para decidir que el resto. Como su nombre lo indica, es lo opuesto a una estructura vertical jerárquica y, por lo tanto, «no existe un comité directivo ni de gestión, ni autoridades, ni voceros» (UAC, 2017, p. 2).

En palabras de Claudio, uno de los integrantes de la Asamblea Ciudadanos por la Vida de Chilecito (entrevista realizada el 12 de diciembre de 2009):

La  horizontalidad  de  la  UAC,  fundamentalmente,  rompe  con  las  maneras  de  la vieja política y, por lo tanto, posibilita y promueve discusiones y lecturas que cuestionan e interpelan las jerarquías; a diferencia de los espacios políticos vertica- listas como gremios y partidos que reproducen y legitiman un orden que fortalece la forma delegativa de la democracia representativa. La horizontalidad en la UAC es un principio y también una condición estrechamente vinculada al concenso.

Esta característica, como afirma Claudio, «es un principio y también condición», pero nunca es completa en ninguna organización, es decir, no hay una «horizonta- lidad pura». Como afirma Ouviña (2003) al referirse al fenómeno asambleario de la Ciudad de Buenos Aires posterior al 2001:

Con  referencia  a  los  numerosos  debates  generados  en  torno  a  las  limitaciones y  potencialidades  de  la  democracia  directa,  las  asambleas  han  dado  cuenta  de esta tensión en sus propias prácticas. Desde sus orígenes, fueron conscientes de que  la  horizontalidad,  si  bien  imprescindible  para  la  construcción  permanente de  nuevos  vínculos,  no  puede,  bajo  ningún  concepto,  devenir  en  un  «fetiche»  remedio de todos los males (p. 81).

No  obstante,  con  todas  las  complejidades  del  tema  y  las  contradicciones  que puede tener en lo concreto esta forma de organización adoptada por la UAC —y por  las  asambleas  post  2001,  en  general—,  este  principio  ha  seguido  guiando  el  accionar del colectivo y afirmándose en sus doce años de existencia. Pero, parafraseando a Holloway, a la hora de mencionar esta característica es mejor no emplear el  sustantivo horizontalidad sino  utilizar  un  verbo  que  dé  cuenta  más  bien  de  un proceso de «horizontalizar» estructuras, porque se trata de un estado de búsqueda permanente  de  la  horizontalidad.  «Un  sustantivo  no  puede  expresar  el  tipo de sociedad que queremos. Un organizar social autodeterminante no puede ser contenido en un sustantivo» (Holloway, 2014, p. 439).

Con  relación  a  esta  cualidad,  cabe  destacar  que,  si  bien  el  espacio  ha  tenido figuras que se fueron destacando por su trayectoria personal o por sus años dentro de la misma red,  la  UAC  ha  encontrado  el  modo  de  reconocer  y  dar  lugar  a  esas figuras  sin  abandonar  este  «horizontalizar»,  es  decir,  sin  dejar  uno  de  los  principales  mecanismos  de  democracia  directa.  En  ese  sentido,  a  nuestro  entender  hay  dos cuestiones que colaboran a que ello suceda. En primer lugar, en los encuentros de la UAC se da un lugar importante a un planteo de dudas, o parafraseando a los zapatistas, se busca «caminar preguntando». No existe una necesidad constante de encontrar certezas (a diferencia de la estructura de izquierda tradicional, donde la duda es sinónimo de inconsistencia o de poca formación política). Y en este sentido, también, se afirma que la UAC «se redefine constantemente» (UAC, 2017, p. 52).

Con  respecto  al  segundo  criterio,  como  afirma  Claudio  —integrante  de  la Asamblea  Ciudadanos  por  la  Vida  de  Chilecito—,  «horizontalidad  y  consenso nos hacen protagonistas, hacedores de nuestras decisiones políticas y territoriales».

En la UAC, las decisiones se toman por consenso, criterio que se explica por dos motivos: el primero es que las opiniones son heterogéneas (es decir, diversas), y el segundo,  que  las  mejores  razones  para  decidir  no  necesariamente  pertenecen  a  la  mayoría de los miembros. Las decisiones por mayoría en las democracias representativas, en general, se implementan bajo la forma de la votación. Y como en la UAC no se decide por mayoría, tampoco se ejerce el voto. Pero, además, decidir por consenso  implica  comprender  que  las  decisiones  tomadas  en  función  de  la  cantidad  pueden aplacar no solo a las minorías, sino también a la propia riqueza del debate.

Se permite entonces el disenso y, en el caso de no llegar a una resolución común, se analiza la posibilidad de dejar una definición del tema para más adelante. Con relación a este punto, concordamos con Ouviña (2003) en que llegar a acuerdos vía consenso: evidencia una notable madurez social ligada a una nueva forma de construcción basada en la confianza, el respeto y la escucha de esa pluralidad de voces habitada por el hacer-pensar, estando contenidos los fines propuestos en los propios medios de construcción (p. 82).

Por último, cabe destacar que el consenso también permite que las decisiones tomadas adquieran mayor legitimidad que en el caso de que una minoría tenga que someterse a la decisión tomada por una mayoría.

La tercera característica importante es la inexistencia de cargos rentados o per manentes, por identificarlos con una tendencia histórica a la burocratización de las organizaciones. En este sentido, la rotación generalmente es opuesta a la burocra- tización  de  roles  en  una  organización.  A  su  vez,  este  criterio  se  superpone  con  la  cuarta  característica,  esto  es,  la  existencia  de  comisiones  abiertas.  Si  bien  la  UAC  cuenta con comisiones de trabajo entre un encuentro y el siguiente (como la comisión de prensa, la de reflexión, legales, de educación y otras que han ido variando con el tiempo), estas son abiertas, es decir, cualquier persona que sea miembro de la UAC tiene derecho a participar en alguna de estas comisiones. Y aunque haya miembros de esas comisiones que participaron más tiempo que otros, su composición  ha  ido  variando  (e  incluso  fueron  en  algunos  momentos  más  numerosas que  en  otros).  Y  existen  roles  como  los  de  coordinación  de  las  comisiones  o  del plenario,  o  en  la  acreditación,  pero  esos  roles  no  tienen  nombres,  sino  que  han ido  cambiando a lo largo de los treinta encuentros cumplidos hasta este mediados de 2018.

La rotación en la organización del encuentro y del lugar en el que se realiza es el  quinto  criterio  importante  de  la  UAC,  que  «nació  del  sentido  común,  de  des- plazarse y mover a la UAC por los territorios» y «dieron mucha visibilización a la UAC» (entrevista a Juan Alaimes, integrante del colectivo Trama la Tierra Acción Audiovisual  y  de  la  comisión  de  prensa  de  la  UAC,  8/12/2017).  Y  gracias  a  ello,  «fuimos  conociendo  todas  las  problemáticas,  se  fomentó  la  autogestión  de  cada  asamblea para organizar la UAC, desplazándose en los distintos territorios y ayudando también a difundir la problemática en la misma zona». Entonces, al final de cada encuentro, un vocero con mandato asambleario tiene que llevar la propuesta de hacer la próxima UAC en su territorio y, dependiendo la cantidad de propuestas, se  debate  y  define  quién  será  la  asamblea  «anfitriona»  del  próximo  encuentro,  es decir, cuál será la asamblea organizadora. Las razones por las que se define el lugar pueden ser muchas, pero en general ha primado la necesidad de hacer más visible una determinada problemática socioambiental. De este modo, la UAC tuvo varios lugares de encuentro a lo largo y ancho de todo el país, y «esta forma de moverse fue replicada en las regionales de la UAC» (entrevista a Juan Alaimes, 8/12/2017) 14

Al respecto, cabe aclarar que, si bien la mayor parte de las asambleas son argentinas, también han participado asambleas de Uruguay y Chile. Y es por esta razón que la UAC «no obedece fronteras nacionales» y se propone «asamblear el mundo» (UAC, 2017, p. 52; 2016, p. 1).

A  su  vez,  en  relación  con  este  último  punto 15,  se  han  organizado  las  denominadas «regionales», como la del NOA-Cuyo, la del Litoral, de Patagonia (llamada UAP)  y  la  de  Buenos  Aires.  Esta  regionalización  forma  parte  del  carácter  multiescalar  que  caracteriza  las  luchas  socioambientales,  como  afirman  Svampa,  Solá  Álvarez y Bottero (2009).

Cada una de estas regionales tiene su propia forma de organizarse y no depende de  la  UAC,  sino  que  confluye  en  ella.  Estas  regionales  permiten  un  trabajo  más  cotidiano que el encuentro nacional y, por lo tanto, una mejor articulación de las acciones. Con todo, tanto la UAC como la constitución de regionales que la inte- gran han ayudado a fortalecer las luchas de las asambleas. En palabras de Jenny, una integrante de la Asamblea Ciudadanos por la Vida de Chilecito:

[…]  las  acciones  colectivas  nos  fortalecen  y  ayudan  a  hacer  más  visibles  nuestras luchas. Compartir con los compañeros las idas y vueltas de cada asamblea, los problemas, lo que vemos como valioso y esperanzador, los fracasos, lo difícil de  la  construcción  en  colectivo,  los  obstáculos,  etc.,  etc.,  nos  fortalece,  no  nos  hace sentir tan solos, y sobre todo, fortalece una red de protección entre nosotros (entrevista realizada el 10/9/2013).

   Desde su nacimiento en Colonia Caroya (Córdoba), la UAC se ha reunido en Barriales y Calingasta (San Juan), en San Rafael (Mendoza), en Famatina y Chilecito (La Rioja), en Concepción del Uruguay (Entre Ríos), en Capilla del Monte (Córdoba), en Tunuyán (Mendoza), en Ciudad de San Juan, en San Salvador y Libertador General San Martín (Jujuy), en la Ciudad de Córdoba, en Esquel(Chubut), en Santiago del Estero Capital, en Andalgalá (Catamarca), en Colón (Entre Ríos), Quimilí (Santiago del Estero), Ciudad de Buenos Aires y Luján, Ciudad de Mendoza, San Juan Capital,Ciudad  de  Corrientes,  en  San  Luis,  Nonogasta  (La  Rioja),  Jachal  (San  Juan),  Malvinas  (Córdoba), Puerto Madryn (Chubut), Gualeguaychú (Entre Ríos), San Rafael (Mendoza) y Rosario (Santa Fe), entre otros.15

   Decimos  «nacional»  porque  la  gran  mayoría  de  las  asambleas  pertenecen  al  territorio  argentino, aunque la UAC no se define como nacional.

La sexta característica refiere a la multiplicidad de problemáticas abordadas porla  UAC.  Al  ir  modificándose  los  lugares  donde  se  realiza  el  encuentro,  se  diversifican  también  las  problemáticas  socioambientales  que  se  abordan.  Como  ya  mencionamos,  las  problemáticas  que  incluye  la  UAC  se  han  multiplicado  y  ello  le  ha  permitido  sumar  diversidad  y  nuevas  experiencias,  y  así  contar  con  distintas miradas sobre diferentes problemas. No obstante, se ha producido un doble movimiento: por un lado, la diversificación de las problemáticas, y por otro, una reflexión,  cada  vez  más  profunda  y  sostenida,  sobre  aquello  que  conecta  a  todas  estas problemáticas. Así, la UAC fue construyendo una mirada más global sobre los problemas incluidos dentro de un proceso de mercantilización o destrucción de los bienes comunes que trasciende a cada territorio en particular, en tanto mecanismos que forman parte de la propia lógica del capitalismo y en la actualidad, específicamente, de la etapa neoliberal que atraviesa el sistema.

Así, en la séptima UAC: Se discutió que no solo es importante hacer el diagnóstico de las situaciones particulares, sino que hay que hacer un esfuerzo para analizar a qué nos enfrentamos, es  decir  un  sistema  económico  que  tiene  un  nombre  y  es  el  capitalismo,  con una lógica perversa de acumulación que es lo que nosotr@s estamos padeciendo (UAC, 2017, p. 49).

Por otro lado, al ser un espacio abierto, con memoria, pero en permanente construcción, esta unión de asambleas ha ido adoptando distintas consignas que, si bien no han cambiado su esencia, han radicalizado sus posiciones políticas. De este modo, en la mayoría de los casos la mención, por ejemplo, al «modelo de saqueo y contaminación» fue vinculada —e incluso, en muchas ocasiones, reemplazada— por «sistema capitalista». Con ello, para la UAC, por ejemplo, la contaminación no sería producto de la política de un determinado gobierno o del accionar de una empresa, sino de un sistema que tiene como fin la ganancia.

En palabras de Ramón, de la Asamblea del Buen Vivir (San Luis) y de la comisión de reflexión de la UAC (9/12/2017): Debemos definir bienes comunes en contraposición a bienes naturales, que es loque la modernidad y el capitalismo nos quitó. Y que ahora luego de tanto tiempo nos damos cuenta que ese perverso modo de pensar la naturaleza nos daña a todos.

La  séptima  característica  que  debemos  mencionar  refiere  a  la  heterogeneidad  que define a los miembros que participan en la UAC. Así como las problemáticas abordadas  y  los  lugares  fueron  diversos,  también  lo  fueron  las  edades  y  las  ocupaciones  de  quienes  asisten  a  los  encuentros.  Con  respecto  al  rango  etario  de los miembros, este ha sido muy amplio: desde adolescentes hasta personas de la tercera edad,  y  en  cuanto  a  sus  ocupaciones  puede  verse  la  presencia  de  biólogos, químicos, amas de casa, jubilados, docentes de distintas áreas, artesanos, investigadores de  ciencias  sociales,  miembros  de  comunidades  originarias,  periodistas,  médicos,  ingenieros, estudiantes, abogados, trabajadores de fábricas y cooperativas (aunque por lo general, estos han sido los que menos han participado, cuestión que se ha p roblematizado  en  varias  oportunidades),  entre  otros.  En  efecto,  la  UAC  afirma  que «la diversidad de individualidades es vital, así como la diversidad de colectivos, de lo contrario el crecimiento se detiene» (UAC, 2017, p. 2).

Por último, cabe resaltar la octava característica de la UAC: su autonomía política del Estado, de partidos y ONG (miembros de los partidos pueden participar en  la  UAC,  pero  ni  como  partidos ni  como  ONG,  sino como individuos).  Este principio  no  es  nuevo,  sino  que  ha  sido  defendido  por  muchas  de  las  asambleas  desde 2001. En relación a ello, el encuentro se autofinancia y, por lo tanto, es autárquico: cada asamblea anfitriona tiene que juntar los montos necesarios para hacer el encuentro, y lo que no se utiliza se pasa a la siguiente asamblea anfitriona. Por esto se entiende que la UAC tiene independencia económica, ya que no recibe dinero ni del Estado, ni de ONG, ni de partidos políticos, ni de empresas, lo que contribuye a su autonomía política.

La autarquía no es una decisión tomada, sino que es parte de un proceso, porque la UAC, además de una red, es un proceso. Tomamos decisiones que nos llevan a  un  lugar  que  no  siempre  sabemos  de  antemano.  Esas  decisiones  tienen  que ver con una forma de pensar juntos que tenemos. Y así fue este tema del autofinanciamiento.  Al  comienzo  la  UAC  era  un  encuentro  donde  la  gente  iba, conseguía ciertos subsidios […]. Pero a medida que nosotros decidimos encontrarnos, además de juntarnos, encontrarnos como personas, construir un espacio en  común,  donde nos sostuviéramos  […]  entonces  fuimos  necesitando  de  un  dinero para el sostenimiento. Eso nos llevó a tratar de conseguirlo. Y ahí dijimos: no podemos conseguirlo mediante partidos políticos o el Estado, para poder conservar nuestra autonomía. Fuimos construyendo nuestra autarquía como fuimos construyendo  la  UAC,  de  una  manera  solidaria.  Y  ahora  se  piensa  también  en  cómo los compañeros van a estar en el encuentro (entrevista a Cristina, integrante del grupo Huerta y Energía, de la Coordinadora por la Vida sin Agrotóxicos, de la UAC litoral y de la comisión de prensa de la UAC, 8/12/2017).

Con  todo,  esta  unión  de  asambleas  continúa  desarrollándose  a  lo  largo  del tiempo,  con  las  contradicciones  propias  que  atraviesan  también  las  asambleas  y  colectivos. Y, por lo tanto, las características que señalamos fueron modificándose y afianzándose a lo largo de su construcción. Y en efecto, si bien hay consenso en la mayoría de las características aquí mencionadas, no existe una única definición de la UAC, y es posible que nunca exista, puesto que esta es una red en constante transformación. «Es como el agua: corre y corre, no la podés definir, pero tampoco la podés detener» (entrevista a Cristina, 8/12/2017).

CONSIDERACIONES FINALES

En  este  trabajo  buscamos,  en  primer  lugar,  trazar  una  genealogía  de  la  Unión  de  Asambleas  de  Comunidades.  Ubicamos  los  antecedentes  de  la  organización  de  esta  red/encuentro  en:  (i)  el  estallido  de  2001  y  la  experiencia  de  las  asambleas  autoconvocadas desde 2002, y (ii) la creación de asambleas socioambientales y la necesidad de unir sus reclamos. Y dentro de esta última, el origen de la UAC como red socioambiental específicamente se remonta al conflicto contra la megaminería en Esquel y el nacimiento de la experiencia asamblearia en aquella ciudad.

Mencionamos, además, algunas de las razones que llevaron a las asambleas a ir construyendo  el  encuentro/red  UAC  y  a  identificar  y  fortalecer  una  voz  común. 

Entre ellas, las más frecuentes son: (i) que el reclamo particular trascienda el terri-torio para obtener mayor visibilidad; (ii) lograr una articulación de acciones para que sean más efectivas, y (iii) aprender de las diversas experiencias de otras asambleas.

En segundo lugar, nos propusimos identificar las principales características de la forma de organización de la UAC. Una de las cualidades que define su forma es que está  atravesada  por  una  multiescalaridad  de  las  luchas  y  una  multiplicidad  de  cuestiones ambientales que expresan la existencia de una problemática que trasciende los territorios locales, aunque no exista sin ellos. Nos referimos a la contaminación, destrucción  y  mercantilización  de  los  bienes  comunes  a  lo  largo  y  ancho  del  mundo. 

Consideramos  que  esta  característica  que  tiene  la  UAC  es  intrínseca  a  la  forma  de  organización que adquirieron los encuentros, y sobre todo, a la rotación de los lugares donde se realizan. Pero además de la rotación del lugar y la multiplicidad de problemáticas abordadas, mencionamos la horizontalidad, el consenso, la ausencia de cargos rentados o permanentes, las comisiones abiertas, la rotación en los organizadores, la heterogeneidad  en  los  miembros  que  participan  y  la  autonomía.  Muchas  de  estas  características forman parte de los criterios de la organización del encuentro y se constituyen a través de los acuerdos y de su puesta en práctica, no como una norma fija.

Destacamos, además, que UAC es un caso único en el territorio argentino por las características que hemos mencionado a lo largo del trabajo. Pero cabe preguntarse, para futuros trabajos, si el conjunto de estas características no hace de la UAC un caso particular más allá de las fronteras nacionales, como observan quienes se acercan desde otros países de este y otros continentes. Y más allá de su relevancia como experiencia, en una futura agenda de investigación sería interesante comparar su forma de organización con otras experiencias, para advertir las semejanzas y diferencias.

Este año se cumplen los treinta encuentros de esta unión de asambleas, y con ello treinta años de una búsqueda constante, no solo en las estrategias de defensa de los bienes comunes sino también de otra forma de organizarnos políticamente, esdecir, de «asamblear el mundo».

Recuerda ver trabajo completo, con todas sus notas y referencias en https://revistas.pucp.edu.pe/index.php/debatesensociologia/article/view/21189/20902

tambièn editado en https://redlatinasinfronteras.wordpress.com/2022/07/19/argentina_asambleando-el-mundo-la-experiencia-de-la-union-de-asambleas-de-comunidades/

redlatinasinfronteras.sur@gmail.com

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