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Ocurre que los milagros no ocurren
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Editorial “Lucha Indígena”
huguchacusco@gmail.com
Las maravillas – tipo ave, fruto, planeta, música, amor – necesitan estaciones, transformaciones, procesos, sacrificios. Bien dicen que no por mucho madrugar amanece más temprano y, por supuesto, a tirones no hay planta que crezca más rápido. Eso hasta el más citadino lo entiende, y eso que en la ciudad muy poca maravilla hay para entrenar la razón y la cordura.
Visto así, ¿cómo sería posible creer que un sistema de poder que cerca ríos, vacía mares e incendia bosques, que para mantenerse vivo tiene que matar – repito, tiene que matar – milagrosamente, tan alegremente, abrirá una puerta para la justicia, para la vida.? ¿ Cuándo se ha visto un mercader apostando con su cliente quién se queda con la ganancia? No va a ocurrir.
En ese sentido hay que sostener que la lucha indígena es irreconciliable con el estado y sus mecanismos de dominación. Así como la vía campesina es la ruta contraria a la vía urbana. De nada vale echar semillas sobre el alquitrán y el asfalto, así como inútil es el artificio de la modernidad, sus lentejuelas y tarjetas de crédito entre bosques y montañas. ¡Cuántas veces la esperanza de los pueblos se ha derramado entre banderitas, slogans y documentos que sólo hinchan más los basureros!
Las Organizaciones Internacionales y sus reuniones millonarias, en las que jefes y jefas de estado se sienten en la cima de la humanidad, más allá de sus pronósticos de catástrofe y sus descripciones precisas de la miseria de los miserables, no garantizan salud, educación, cultura o libertad. La OTAN no previene guerras, las provoca, las extiende.
Las comunidades mapuche no están esperando a setiembre. Tal vez mirando hacia el movimiento indígena en Ecuador, calculan que una constitución nacional no sacará a los militares ni a las forestales de sus territorios.
(Y eso que en Chile, lo de Octubre 2019 no fue un milagro sino una maravilla).
En Colombia, en Perú los elegidos abrazan a quien debieran condenar y silencian a quienes llevan una luz de dignidad.
En tantos lugares el ruido de las grandes palabras vociferadas por el poder, disimulan las explosiones, el llanto y, lo que es peor, distraen la persistente y acallada labor de los guardianes y guardianas de la tierra, de los criadores y criadoras de la vida.
No es nuevo el sacrificio, ni extraña la resistencia en los pueblos dignos pero la propaganda en nuestras comunidades y barrios es cada vez más agresiva. Dentro de nuestros corazones y conciencias debe estar en incesante construcción el amanecer de lo real y permanente, entonces será que una mañana todas y todos nos despertemos sin mentirnos.
Miraremos a nuestros hijos y no desearemos para ellos el asfalto, el artificio, la novedad, el título. No desearemos para nuestras hijas el perfume artificial del plástico. Dado el caso, nos morderemos la lengua cuando desechen la moral y los valores que aprendimos del patrón mientras nos apuntaba en la cabeza. Creeremos en la maravilla de la madre tierra, pero no en los milagros del poder.
Nos sabrá a gloria la fruta fresca, el agua simple de un río que sigue su camino libre. Tras la jornada sonreiremos ante el verde colorido que se come el cemento gris.
luchasindigenas@gmail.com
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enlace a ediciòn completa: //issuu.com/cabevi/docs/lucha_indigena_julio_2022_no_185a
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