Por Sergio Zeta.
La primera es que no puede sorprender que alguien, sea en soledad o como parte de una conspiración de mayor alcance, se haya sentido llamado a poner fin a la vida de quien viene concentrando parte importante del odio que las derechas y el poder económico concentrado sienten contra el pueblo. Sin dudarlo, gente como la que integra Juntos por el Cambio o la Libertad Avanza y comunicadores como Lanata, Canosa, Feinmann y una lista demasiado larga, son responsables de haber generado las condiciones para que el atentado se diera. Este clima de odio no se circunscribe sólo ni principalmente a la figura de la vicepresidenta, aunque ahora tome cuerpo en ella. Hace tiempo que el clima se ha vuelto agresivo contra quienes desde el pueblo pretendan luchar por algún derecho. Choriplaneros, vagos, feminazis, “sucios hippies ambientalistas”, o directamente “indios” o “negros de m…” se han convertido en expresiones habituales destinadas a crear un clima propicio para avanzar contra los pocos derechos que aún perduran en los diferentes sectores del pueblo trabajador.
Una segunda conclusión a las apuradas es la inutilidad de intentar consensos, mesas de diálogos, llamados a la concordia, cuando de lo que se trata es de intereses antagónicos. Hace pocos días Ricardo López Murphy -actual diputado por JxC que cuando fuera ministro de economía de la Alianza dispuso la rebaja de sueldos y jubilaciones-, twitteo “son ellos o nosotros”. Tiene razón. El gran problema de no actuar con esta lógica con los enemigos del pueblo no es sólo ni principalmente que los alienta a ir por más, sino que quienes buscan el consenso con ellos terminan pareciéndoseles demasiado. Hasta Cristina se hizo parte de la criminalización de quienes luchan por los derechos populares y encabezó la cruzada por la auditoría a los movimientos sociales y populares, mientras se paga la fraudulenta deuda o se avala el desenfrenado aumento de los precios que dan origen a enormes fortunas, sin auditoría alguna.
Una tercera conclusión a las apuradas, es que más allá de la conmoción por el repudiable atentado -y más allá del bombardeo mediático que pronto encontrará nuevos temas- las grandes mayorías seguirán cada vez más preocupadas por llegar a fin de mes y cada vez más lejos de una “vida política” que hasta ética y geográficamente se expresa en las antípodas: resulta difícil asimilar las épicas y los protagonismos de la que en estos días dio en llamarse -con reminiscencias oesterheldianas- como la “batalla de Recoleta”, con la “batalla” contra los pobres en Guernica encabezada por el Robocoop Berni, o la invisibilizada “batalla” contra la comunidad mapuche Pu Lof Cushamen, en Chubut. Explorar esta ajenidad puede aportar a algunas trazas para comprender nuestros dramas. Las importantes luchas, multitudinarias pero invisibilizadas, que en estos días libran los trabajadores del neumático, las docentes de Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Chubut y varias provincias más, en muchos casos junto a lxs trabajadores estatales, trabajadores de la salud de Jujuy, masivas movilizaciones en defensa de los humedales, movimientos territoriales que vuelven a ganar las calles, familiares de discapacitadxs que no aceptan se “recorte” su derecho a una vida plena, son apenas algunos síntomas de que el gigante de nuestro pueblo dormido comienza a despertar y con él, despierta la única posibilidad de frenar y golpear a las derechas políticas y económicas.
Una cuarta y última conclusión a las apuradas. Aun la ficción de democracia que significa el sistema representativo liberal, celebrado como el “fin de la historia” hace pocas décadas, le resulta al poder político y económico una carga y un límite difícil de soportar en su odio contra los pueblos, impelido a imponer su voluntad y la explotación sin fin, en la loca e imposible carrera por superar la crisis civilizatoria del capitalismo. Si este sistema político es ya considerado un lastre para las clases dominantes, por lo que en todo el mundo surgen derechas radicalizadas y neofascismos, ¿por qué debe seguir siendo “el mejor sistema posible” para los pueblos y nuestro único horizonte de posibilidad? En este sistema ni la justicia es justicia, ni el voto alcanza a ser democracia, ni la policía es seguridad. Ni la ganancia y el mercado pueden seguir siendo un dios pagano al que rendir culto para que las cosas anden bien. Ya es hora que desde los pueblos, sin prisa pero sin pausa, imaginemos otra real democracia, otra vida posible, lo debatamos, lo hagamos carne en comunidades reconstruidas, no hagamos barullo por cada diferencia que aparecerá y juntemos fuerzas para que el régimen político representativo liberal, junto con la sociedad del capital y de los imperios, no sean el “fin de la historia” (y de la humanidad) sino caigan, como un mal recuerdo, en el basurero de la historia.