El sindicalista Chico Mendes tuvo su proyección internacional a partir de su famoso viaje a Washington en la década de 1980, para denunciar al Banco Mundial los impactos de las obras de la carretera BR 364 en la Amazonía. Sin embargo, tras su asesinato ocurrió una “metamorfosis” con el intento de transformar su legado político radicalmente antimperialista –con fundamentación teórica marxista– reduciendo sus banderas en defensa de los derechos humanos a solamente una lucha por la preservación del bosque.
Por Amyra El Khalili.
Michael Franz Schmidlehner, profesor de filosofía en el Instituto Federal de Educación, Ciencia y Tecnología del Estado de Acre y asesor del Consejo Indigenista Misionario -Cimi- nos esclarece en esa entrevista exclusiva para Pravda.Ru lo que significa en la práctica la compleja y confusa tesis de la “economía verde” o más precisamente “economía de bajo carbono” pregonada por los organismos internacionales y por la gran medida como una propuesta de “nueva economía y única alternativa para la salvación del bosque”.
Michael Franz Schmidlehner, despeja la nube oscura que está sobre el discurso de la “economía verde”, que tiene como principal supuesto el abordaje de que el bosque precisa tener un valor económico para ser preservada, que incentivos financieros deben ser creados para que los individuos se abstengan de destruirla y que las fuerzas del mercado, con sus “fallas” debidamente corregidas, proporcionarán un uso sustentable de los recursos naturales.
Se trata de una clara ofensiva del capitalismo neoliberal sobre la Amazonía. Y es en esa lógica que se sostienen los recursos financieros de los proyectos apoyados por organismos multilaterales que han definido las principales políticas para la región en los últimos 30 años.
He aquí la entrevista:
Nos gustaría saber más sobre usted y su carrera como activista y profesor y su experiencia viviendo en la Amazonía.
Yo me gradué en filosofía en la Universidad de Viena, Austria, que es mi país de origen. Llegué a Brasil en 1995, donde conocí a mi esposa y empecé a desarrollar páginas en internet para organizaciones indígenas y movimientos sociales de la Amazonía. Con otros activistas he fundado en Acre una ONG llamada Amazonlink con el objetivo de viabilizar la utilización de las tecnologías de la información y comunicación por los pueblos del bosque. En 2003 descubrimos que una empresa japonesa estaba obteniendo derechos de propiedad intelectual sobre el Cupuaçu a través del registro de marcas y patentes. Lanzamos junto con otras organizaciones la campaña ¡“El Cupuaçu es nuestro!” y logramos, por medio de un proceso, obtener la cancelación de la marca Cupuaçu en el Instituto Japonés de Patentes.
Entre 2005 y 2009 trabajamos la cuestión de la protección de conocimientos tradicionales y de la prevención de la biopiratería con comunidades indígenas en Acre por medio del proyecto “Aldeas vigilantes”. Eso me ha dado la oportunidad de visitar algunas comunidades indígenas, lo que fue una gran experiencia. En 2010 concluí mi maestría en filosofía en la Universidad de Viena con orientación del profesor Ulrich Brand con un análisis del discurso sobre las “Políticas de acceso y repartición de beneficios en Brasil”.
Después empecé a trabajar como profesor de filosofía en Rio Branco y desde 2017 soy docente del Instituto Federal de Acre –IFAC. La Amazonlink, después de “Aldeas Vigilantes”, no desarrolló más proyectos. Hoy actúo como colaborador del Consejo Indigenista Misionario –CIMI, participando em talleres y contribuyendo con publicaciones, todo relacionado principalmente con la problemática de la llamada “economía verde” en la Amazonía. Actualmente estoy haciendo el doctorado en filosofía en la Universidad Federal del ABC. En mi tesis, supervisada por el profesor Silvio Carneiro y la profesora Marilia Pisani, analizo desde una perspectiva psicoanalítica las profundas transformaciones de la relación sociedad-naturaleza que acompañan la introducción de la “economía verde”.
Cuéntenos cómo fue fundado el grupo “Dossier Acre” y qué ha motivado ese grupo que actúa en la región de la Amazonía
El grupo comenzó en 2011, cuando en vísperas de la Rio+20, la Fundación Heinrich Böll organizó un taller en Río Branco. En esa época, entre 1999 y 2008, gobernaba en Acre el llamado Frente Popular liderado por los hermanos Jorge y Tião Viana. Con la ayuda de grandes ONG, utilizando eslóganes como “Gobierno del bosque” y “Florestania” y apropiándose del histórico de resistencia de los caucheros de Acre contra la expansión agropecuaria de las décadas de 1970 y 80 y del asesinato de Chico Mendes, estos gobiernos lograron transformar Acre en una especie de vitrina de la “economía verde” y así lograron obtener mayores financiamientos de bancos y agencias de desarrollo.
En el taller en 2011 presentamos entonces la “Carta de Acre”, denunciando las consecuencias desastrosas de esas políticas, tanto de los predatorios proyectos de extracción de madera, propagados como “manejo sustentable”, como de los “Proyectos de Reducción de Emisiones por Desmonte y Degradación Forestal – REDD” que son la punta de lanza de la llamada “economía verde” en la Amazonía y que por restringir sus prácticas de plantar, cazar y pescar, amenazan la soberanía alimentaria de las comunidades y tienden a criminalizarlas.
En Rio+20 presentamos el Dossier Acre con análisis, denuncias y relatos más detallados sobre la situación. Hicimos nuestras protestas contra la mercantilización de la naturaleza dentro y afuera de la conferencia y específicamente en los eventos del gobierno de Acre, que tuvo su gran destaque en ese evento. La consigna que propagaron en su principal evento paralelo era “Haga de Acre su bosque”. Invadimos el evento exponiendo una faja con el mensaje: “Los madereros ya han hecho del Acre su bosque”.
La actuación en Rio+20 nos puso en contacto con movimientos No-REDD de otros países latinoamericanos, de Asia, África y América del Norte. De hecho hoy existe una red internacional de resistencia contra las falsas soluciones de la “economía verde”.
Mientras las políticas de capitalismo verde diseñadas en Acre vienen siendo implementadas en otros estados de la Amazonía, el grupo que se opone a estas en la región también está aumentando. Desde 2012 realizamos, con activistas de Rondônia, Mato Grosso, Pará, entre otros, y con el apoyo de organizaciones como el CIMI, Amigos de la Tierra y Movimiento Mundial por los bosques tropicales (WRM en su sigla en inglés), una serie de encuentros con representantes de las comunidades afectadas y publicamos cartas, manifiestos, entrevistas y análisis a partir de estos eventos.
Háblenos de las políticas de “economía verde” en Acre y Amazonía
La clave en la estrategia de financierización de los bosques de Acre es la ley nº 2.308, de 22 de octubre de 2010, que reglamentó el Sistema Estatal de Incentivos a Servicios Ambientales (SISA). Esta ley, al definir siete “servicios ecosistémicos” e instituir una estructura para su certificación y comercialización, objetivó transformar el Acre en un gran mercado, en el cual industrias del mundo entero pueden adquirir créditos de carbono, de biodiversidad, de preservación de agua, suelo y hasta de belleza escénica. Y con eso “legalizar” sus actividades contaminantes o destructoras.
A pesar de haber sido aprobada sin consultas adecuadas a las comunidades forestales y a la sociedad de Acre en general, y a pesar de que se puede considerar inconstitucional por convertir el bien común del medio ambiente ecológicamente equilibrado (artículo 225 de la Constitución) en propiedad privada, la Ley SISA ha servido de modelo para varias leyes similares que han sido creadas en otros estados amazónicos desde 2010. En el nuevo código forestal de 2012, del cual el entonces senador Jorge Viana fue relator, las definiciones de los siete “servicios ecosistémicos” han sido asumidas literalmente (artículo 41) y agregaron un octavo: “el mantenimiento de Áreas de Preservación Permanente, de Reserva Legal y de uso restringido”.
Este último se refiere al registro de las Cotas Rurales Ambientales (CRAs) que pueden ser usadas para composición del desmonte. El descontrolado registro de CRAs en los últimos años, inclusive en áreas de bosques públicos, contribuyó fuertemente con el aumento del acaparamiento de tierras y violencia directa en la Amazonía. Resumiendo, en las últimas tres décadas se ha implementado –en detrimento de reales esfuerzos para reducir emisión de gases de efecto invernadero y destrucción de la naturaleza– una lógica de compensación climática y ambiental. En esta lógica los bosques tropicales del Sur, sobre todo la Amazonía, sirven como moneda de cambio para que las industrias puedan seguir su negocio de siempre.
Esas falsas soluciones vienen siendo empujadas por las grandes ONG ambientalistas por medio de un agresivo lobby en el ámbito de las conferencias de la ONU sobre clima y biodiversidad y propagadas en un discurso eufemístico y engañoso, utilizando eslóganes como, por ejemplo, más recientemente: “Soluciones basadas en la Naturaleza” o, actualmente, en los preparativos de la COP 17, “Nature-positive Economy”.
En el interior de los bosques tales políticas producen, sumadas a los impactos directos del cambio climático, cada vez más situaciones de precariedad, destrucción y violencia. En el documento final de un encuentro realizado por el CIMI en mayo de 2021, los participantes, en la mayoría integrantes de los pueblos indígenas y comunidades locales, denuncian, por ejemplo: “Durante la gran inundación (…) en Acre en 2021, muchos indígenas, ribereños y pequeños agricultores vieron sus plantaciones y sus casas destruidas y actualmente no tienen como alimentar sus familias adecuadamente. Las prohibiciones de cacería y del uso de madera y los sistemas de vigilancia ambiental implementados en nuestros territorios agudizan todavía más las crisis alimentaria y de vivienda”.
¿Cuáles son las propuestas del Grupo Dossier Acre para apoyar y orientar a los movimientos por la emancipación de los pueblos en la región de la Amazonía?
Somos un grupo diversificado y no puedo hablar por todos. Pero un denominador común ciertamente es este: Además de denuncias y protestas, es de extrema importancia crear espacios de intercambio de experiencias y reflexión entre las comunidades del bosque. La percepción de que sus respectivas situaciones no son casos aislados, que las amenazas que sufren afectan a todos y que estas amenazas son causadas por determinados intereses políticos y económicos vuelve concebible la acción conjunta y resistencia.
La apertura de tales espacios de reflexión contribuye para que estos pueblos puedan cada vez más unirse, volverse protagonistas de su historia y recusar los conceptos y paradigmas que les son impuestos por los intereses ajenos. También es importante que líderes del movimiento que ya están activamente participando en los debates y en el activismo a nivel nacional e internacional, como, por ejemplo Dercy Teles y Ninawá Huni Kui, puedan compartir sus experiencias con las comunidades y así contribuir a la formación de nuevos liderazgos.
Frente a este cuadro desolador de retroceso y violación de derechos humanos y ambientales en toda América Latina y el Caribe ¿cuál es su opinión sobre la geopolítica internacional y qué representan esas fuerzas colonialistas e imperialistas para toda la Amazonía y en nuestro continente?
De hecho las practicas coloniales nunca han cesado desde la llegada de Colón y Cabral, pero sólo se volvieron más complejas y menos reconocibles por medio de una combinación de lógica y retórica. La lógica de la colonización –racismo, violencia, expoliación etc.– es sistemáticamente ocultada por una retórica de salvación. La primera lógica es siempre la misma, en tanto la retórica siempre se adapta conforme los valores dominantes de la época. Si antes el colonizador hablaba de la “salvación de las almas” de los indígenas, en el actual contexto del colonialismo climático y biocolonialismo habla de “desarrollo sustentable” y de “repartición justa y equitativas de beneficios”.
El desarrollo capitalista de Europa no sería posible sin la colonización de América Latina y demás regiones que hoy llamamos de Sur Global. El colapso climático y ecológico que estamos viviendo hoy es en gran medida una consecuencia directa de la economía capitalista globalizada, pautada en la continuada expoliación colonial y la fantasía del crecimiento ilimitado. Parece que el mundo está preso en un paradigma, que solo puede llevar a la humanidad al abismo. Soluciones reales –como dejar combustibles fósiles en el suelo y decrecimiento económico– que podrían todavía evitar las peores consecuencias, son descartadas como “irrealistas” en el discurso dominante y no son discutidas de forma alguna en las COPs.
El famoso dictado de Margaret Thatcher «No hay alternativa” aparece en este contexto como una maldición cuyo terrible efecto se viene revelando tras tres décadas de neoliberalismo. En este sentido es necesario insistir en afirmar –como es el lema del Foro Social Mundial– que otro mundo es posible.
Pero antes de todo tenemos que recordar que otros mundos apenas son posibles, pero que de hecho todavía existen: pueblos indígenas y comunidades tradicionales ejercitan un modo de vida alternativo y fundamentalmente sustentable. Ante todo precisamos apoyar la lucha que estos pueblos y comunidades libran por su sobrevivencia y por el bosque. La actual transformación de la tierra exige que la humanidad se reinvente en todos los niveles, no sólo en sus modos de producción y consumo, sino también en las relaciones que sostienen estos modos. Tenemos que entender que la lucha por la vida en la tierra está necesariamente ligada a un proceso global de descolonización.
Texto original, Pravda.Ru en portugués: https://port.pravda.ru/science/56361-capitalismo_verde/
Traducción de Beatriz Cannabrava, Revista Diálogos der Sul
Fuente: https://rebelion.org/el-capitalismo-verde-en-la-amazonia-contra-chico-mendes/