Hace 40 años, se realizaba en el estadio del club Gimnasia y Esgrima La Plata una ceremonia de homenaje a ex combatientes de Malvinas organizada por Comando de la X Brigada de Infantería. Desde las tribunas comenzaron a bajar cantos en contra de la dictadura, a los que se sumaron las voces de los ex soldados conscriptos que estaban en el campo. Para quienes estuvieron ese día se trató del primer acto insurreccional de soldados civiles contra las Fuerzas Armadas.
Por Gabriela Naso/Agencia Andar.
Bajo el sol radiante de la mañana del 4 de diciembre de 1982, militares, excombatientes y sus familiares, y representantes de diferentes instituciones provinciales y municipales confluyeron en el Club Gimnasia y Esgrima La Plata para participar de un acto organizado por el Comando de la X Brigada de Infantería. El objetivo de la actividad, según detallaba la invitación que los excombatientes del Regimiento de Infantería Mecanizado (RI Mec) 7 habían recibido por parte del jefe de la unidad, teniente coronel Carlos Salvador Ruffino, era “rendir un justo y merecido homenaje a todos aquellos exsoldados que arriesgaron sus vidas defendiendo los sagrados intereses de la Patria, durante las operaciones militares desarrolladas en las Islas Malvinas”.
En diálogo con Andar, Fernando Magno, exsoldado del RI Mec 7 y uno de los fundadores del Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas (Cecim) de La Plata, recuerda que “algunos habían sido convocados al Regimiento. A muchos les quedaba todavía la idea de marchar. Entonces, había alguna propuesta de venir formados juntos. Otros, vinimos directamente al estadio”.
Más allá del homenaje, varios ex-soldados vieron en el acto una oportunidad de reencontrarse con sus compañeros, pues eran pocos los que mantenían el contacto. Por su parte, Jorge Di Pietro sentía la necesidad de juntarse con otros excombatientes para comprobar si sus pares también enfrentaban dificultades para reinsertarse socialmente y conseguir trabajo. En tanto, Alejandro D’Andrea y Marcelo Martínez creían que la convocatoria traería aparejada una respuesta por parte de las Fuerzas Armadas a las demandas de asistencia social y cobertura médica.
A medida que ingresaban, las autoridades militares y el público se ubicaban en las tribunas de madera del estadio Juan Carmelo Zerillo, mientras que los exsoldados pasaban a un campo anexo auxiliar. Allí comenzaron los reencuentros. Unidos por el “sentimiento de hermandad” que les había dejado la guerra, a raíz de “las miserias vividas”, Di Pietro y sus compañeros se abrazaron y rompieron en llanto. También Felipe De Luca se emocionó al ver que un compañero que había vuelto “muy mal herido” se acercaba caminando para saludarlo.
En medio de los gestos de afecto y las preguntas por los compañeros que habían quedado en las islas y los que continuaban desaparecidos, los militares le ordenabana los exsoldados que se formasen por compañías. Lo que había comenzado como una sugerencia, al momento de abrir los portones y dar ingreso al campo de juego se transformó en una imposición. Martínez señala que pretendían “marcarlos” como si aún tuviesen “el uniforme puesto”. “Eso fue terrible. Yo creo que hasta la gente se dio cuenta”, enfatiza el excombatiente.
Cuando, pasadas las 11, una salva de bombas resonó en el aire, seguida de las estrofas del himno nacional argentino, unos 2500 excombatientes estaban de pie en el centro de la cancha. Desde las tribunas, casi 4 mil personas observaron el inicio de la ceremonia, que fue presidida por el general Juan Carlos Trimarco del I Cuerpo del Ejército. También estaban presentes los interventores de la provincia de Buenos Aires y de la ciudad de La Plata, Jorge Rubén Aguado y Abel Román, respectivamente; el jefe de la Policía bonaerense, Fernando Verplaetsen; el comandante de la X Brigada, coronel Alberto Ramón Schollaert, y el director de la Escuela Naval Militar, contraalmirante Mario Palet, entre otras autoridades, civiles y militares, que se ubicaban en la parte techada de las gradas.
Después de la apertura, se entregaron medallas y diplomas “recordatorios” a un pequeño grupo de excombatientes que fueron heridos en combate, quienes además recibieron presentes florales de las alumnas y los alumnos de distintas escuelas. También se hizo mención a los caídos en combate y se dio un reconocimiento a sus padres. Luego, siguieron las condecoraciones a oficiales, suboficiales y exsoldados. Para ello, se había dispuesto una mesa frente a la columna de cada compañía. Cuando los militares comenzaron a recibir medallas y diplomas, empezaron los silbidos y abucheos por parte de los excombatientes. Muchos de sus superiores no sólo los habían abandonado en el frente de batalla, sino que también los habían sometido a distintos abusos y tormentos.
En medio de ese clima cada vez más tenso, Schollaert se dirigió al público. “Hoy la Décima Brigada de Infantería Mecanizada realiza esta formación especial para rendir emocionado y justo homenaje a sus muertos, desaparecidos, heridos de guerra y todos aquellos oficiales, suboficiales, tropa, que con heroico valor combatieron en nuestras Islas Malvinas en defensa de la soberanía nacional”, dijo el comandante.
Durante el discurso, alguien comenzó a cantar: “Ahí están, ahí están, y en la isla se volvieron para atrás”. Era un susurro apenas audible, al que tímidamente se sumaron otras voces.En ese instante empezó lo que Magno define como “el primer acto insurreccional de soldados civiles contra las Fuerzas Armadas”. Ya se habían dado otros, cuando bajaron del Canberra, en Puerto Madryn y, más adelante, cuando los retuvieron en la Escuela Lemos, en Campo de Mayo. Pero, éste era el primero de carácter público.
Ignorando los gestos de protesta, que se intensificaban cuando se hacía referencia al valor y coraje de los oficiales y suboficiales, Schollaert le rogó a Dios “para que dé merecido descanso a nuestros muertos, consuelo sus familias, fortaleza espiritual a nuestros heridos y a todos la fe, el coraje y la reflexión inteligente y serena, y el optimismo constructivo para seguir dando trascendencia a esta grande y gloriosa nación”. En tanto, los excombatientes y el público de la tribuna destinada a quienes no tenían invitación especial cantaban: “El que no salta es militar” y “Vení, vení, bailá conmigo, que un amigo vas a encontrar, sin policías, ni militares, la dictadura se va a acabar”.
En un ambiente cada vez más caldeado, los militares intentaron acallar y ordenar a los exsoldados, como si aún estuviesen en la colimba. Pero, los jóvenes ya no estaban bajo bandera y cantaban a viva voz: “Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar”. En medio del repudio hacia las Fuerzas Armadas, el suboficial Julio Noe Tantén desenfundó un arma de fuego. Tantén, que pertenecía a la Compañía Comando del Regimiento 7, blandió una pistola 9 mm con la que amenazó a un excombatiente para hacerlo callar.El recuerdo de Di Pietro, actual presidente del Centro el Veterano Ex Combatiente Islas Malvinas (Cevecim) de Berisso, de lo que ocurrió después es gráfico: “Uno de los colimbas le sacó una piña y le pegó, y voló la gorra y después voló él”. En ese momento, afirma el exsoldado Luis Coronel, empezaron los insultos y la lluvia de las medallas sin nombre y diplomas contra los militares.
Finalmente, los exsoldados y sus familias abandonaron el estadio al grito de “Argentina, Argentina”. Salieron “todos amontonados” por una puerta y “con un poco de inquietud”, apunta el excombatiente Néstor Sáenz. El lugar quedó prácticamente vacío, a excepción de las autoridades y un puñado de “invitados especiales” que presenciaron el desfile de cierre, antes de desalojar la cancha.
Según Magno, aquella jornada “no tuvo más trascendencia que la de poder unirnos para después empezar todo un proceso crítico. Pero, crítico constructivo y con criterio, desde dónde provenían esas situaciones y enojos”.
En los días siguientes, “voceros vinculados con la unidad” militar manifestaron a los medios que “los incidentes no merecieron la aplicación de medida alguna”. Sin embargo, en Buenos Aires se corrió la voz de que la mañana del 6 de diciembre “el comandante del I Cuerpo del Ejército, general Juan Carlos Trimarco, había entregado al teniente general Nicolaides un informe sobre los episodios del sábado”.
En declaraciones a la prensa, los “círculos oficiales” le restaron importancia a lo ocurrido en la cancha del Lobo. Afirmaron que los sucesos debían enmarcarse “dentro de las ‘comprensibles secuelas de la guerra’” y dijeron que “algunas versiones periodísticas sobre lo acontecido no eran ajustadas a una realidad que ‘se desenvolvió en un clima de nerviosismo que produjo a su vez las expresiones conocidas’”. En lo referente a la amenaza con el arma, las autoridades militares consultadas por el diario La Nación, “declinaron formular declaraciones públicas al respecto”.
El enfrentamiento público masivo entre civiles y militares daba cuenta de un clima de época. El autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” tenía los días contados.
“Volver a la cancha de Gimnasia, después de 40 años, es que alguien se acuerda de nosotros. Es que alguien quiere acompañarnos”, afirma el exsoldado Raúl Verón. En esa línea, el excombatiente Alfredo Oyhenartre marca la importancia de poder contar “libremente” lo ocurrido durante el fallido homenaje.
A 40 años de la histórica jornada en la que los exsoldados conscriptos se rebelaron públicamente contra las Fuerzas Armadas, Magno sostiene que los “ejercicios de memoria ayudan a que las cosas no vuelvan a repetirse, porque minimizan la impunidad”.
El próximo martes la Comisión de Derechos Humanos del Club Gimnasia y Esgrima La Plata junto a la Comisión por la Memoria realizarán un acto homenaje a 40 años de esta histórica jornada. El acto será a las 18 horas en el estadio Juan Carmelo Zerillo.