Las incongruencias del jurado popular. La opinión de la familia de Diego. ¿Cuándo decide las penas el tribunal?
Redacción: Carlos Rodríguez. Edición: Pedro Ramírez Otero. Foto: Centro de Acción Cultural Diego Cagliero.
Con la prueba reunida en el juicio oral por el homicidio de Diego Cagliero, cualquier Tribunal Oral –hasta el más reacio a condenar uniformados— hubiera dictado la prisión perpetua de Rodrigo Ezequiel Canstatt, el policía que lo asesinó. A pesar de esa verdad incontrastable, un jurado popular declaró culpable a Canstatt solo por “homicidio culposo”, un delito menor. Los familiares de la víctima consideraron que el fallo es “una aberración jurídica”.
Este miércoles, el juez Marcelo José Machado, del Tribunal Oral en lo Criminal 1 de San Martín, tiene que fijar el monto de la pena que recibirán Canstatt y el subinspector Sergio Darío Montenegro, en su caso por la “tentativa de homicidio” de Mauro Tedesco, un amigo de Cagliero que fue herido de gravedad. Los dos jóvenes, junto con otros seis amigos, iban en una camioneta que fue baleada por efectivos de la Policía bonaerense.
El límite puesto por el fallo de 10 de los 12 integrantes del jurado popular dice que los dos policías, cuando mucho, podrían recibir una pena de prisión de seis años y ocho meses. Estos números pueden darse solo si el juez Marcelo Machado toma en cuenta el agravante “por el uso de arma”, según explicó uno de los querellantes.
En un comunicado publicado en su cuenta de Instagram, las y los familiares consideraron que el veredicto es “una decisión absurda y carente de sentido común” y que constituye “una aberración jurídica”. La opinión se fundamenta en que a Canstatt, por haber asesinado a Diego, le adjudicaron el delito de “homicidio culposo”. Esto equivale a decir que el oficial hizo diez disparos y mató al joven con uno de ellos, pero todo ocurrió porque actuó “con negligencia, imprudencia e impericia”. Lo que hizo el policía, según el fallo de los jurados, es equiparable a alguien que cruza con un auto un semáforo en rojo y mata a una persona. No se tuvo en cuenta que Canstatt, por ser policía, sabe muy bien el peligro que significa apretar diez veces el gatillo de una pistola 9 milímetros contra una camioneta en la que iban ocho jóvenes que estaban desarmados. Uno de los disparos mató “en el acto” a Diego Cagliero.
Los familiares aseguraron que el “absurdo” y la “aberración” quedan al desnudo porque al otro policía imputado en el juicio oral, Sergio Montenegro, el jurado popular lo encontró culpable de “tentativa de homicidio por exceso en el cumplimiento del deber”, por haber herido de gravedad a Mauro Tedesco.
La familia de Diego Cagliero explicó que “es una aberración jurídica que se le asigne una tipificación más gravosa a la acción de quien intentó asesinar (Montenegro), frente a la acción de quien, efectivamente, asesinó (Canstatt)”.
Luego de diez días de debate, los y las familiares y amistades de las víctimas se sintieron “revictimizados” porque en las audiencias han tenido que defenderse. “Jornada tras jornada fuimos criticados por nuestras acciones (por ejemplo, por manifestar y pedir justicia en la puerta de los Tribunales de San Martín)”, plantearon. Dijeron que también recibieron cuestionamientos “por nuestras omisiones, emociones y hasta por la forma de vestir”. El trato de la policía judicial y de algunos y algunas funcionarias de menor rango del Tribunal Oral 1 de San Martín, fue discriminatorio hacia las familias de las víctimas, en comparación con el trato que recibían las personas allegadas a los dos policías imputados.
Las familias de las víctimas consideraron que “el ataque y la agresión llegó al punto tan bajo” de tener que escuchar algunas expresiones vertidas en el juicio por el defensor oficial Fernando Lagares, quien representa al subinspector Sergio Montenegro.
Lagares, sin éxito, se opuso a que Adriana García, la mamá de Diego Cagliero, pudiera expresarse en el juicio, ante los jurados, ante el juez Marcelo José Machado y ante las personas presentes en la audiencia. El argumento de Lagares fue deplorable: “Esta persona se va a parar acá a llorar para conmover al jurado”. Como es lógico en una madre que perdió a su hijo, Adriana lloró muchas veces a lo largo del juicio, pero nunca delante del jurado. La primera vez que lloró fue luego de haber estado frente a frente con Canstatt, el asesino de su hijo. Ese día, La Retaguardia la vio llorar en el hall de entrada al tribunal, acompañada por sus allegados. Lloraba en silencio, conmocionada.
A pesar de la oposición de Lagares y de los defensores de Canstatt, la madre de Diego fue autorizada a decir unas palabras ante los jurados y en ningún momento lloró.
Adriana recordó que ella y Horacio, el papá de Diego, lo educaron “para la música, para los libros, para el arte, para el baile”. Diego era músico, tenía sólo 30 años y su hijo nació cuatro meses después de su asesinato. Adriana dijo que Diego “amaba las plantas, la naturaleza, la ecología”. La mujer, con gran temple, sostuvo que a la familia no la guían “ni el odio ni la venganza” y que sigue comunicada con su hijo. “Yo le pido que siga bailando, que siga soñando”, dijo.
La oposición de Lagares fue más odiosa, todavía, porque en una jornada anterior el que había llorado ante los jurados fue el oficial Canstatt, dolido por la posibilidad de ser condenado a perpetua y no poder ver a su hijo. La mamá de Diego ya no puede ver al suyo, solo lo mantiene vivo en su recuerdo, en su corazón.
Los y las familiares y amistades de Diego expresaron que para los defensores “solo los policías asesinos pueden llorar, solo ellos tienen derecho a defenderse, solo sus familias importan, solo sus actos tienen que ser tomados con clemencia, aunque haya prueba científica arrolladora de su dolo homicida”.
Señalaron que han visto “hasta el hartazgo” el dolor y la lucha de las víctimas “para lograr algo de justicia para sus hijos asesinados por miembros de las fuerzas de seguridad”. También expresaron su hartazgo por “la utilización del juicio por jurados como herramienta para que los asesinos salgan libres, ya sea porque se los declara ‘no culpables’” o porque “se los declara culpables de delitos con penas insignificantes en comparación con el daño causado y con el bien jurídico protegido (la vida humana)”.
El monto de la pena
Este miércoles, el juez Marcelo José Machado, del Tribunal Oral en lo Criminal 1 de San Martín, tiene que fijar el monto de la irrisoria pena que recibirán Rodrigo Ezequiel Canstatt y el subinspector Sergio Darío Montenegro.
La fiscal del juicio, María Fernanda Billone, y el abogado y abogada querellantes Fernando Sicilia —por la familia de Diego— y Agustina Lloret, del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), habían solicitado la perpetua de Canstatt por el “homicidio agravado” de Diego Cagliero y una condena por “homicidio agravado en grado de tentativa” para Montenegro, por la grave lesión sufrida por Tedesco. Al mismo tiempo, se les adjudicó a los dos un agravante por “el riesgo de muerte” en el que pusieron a otros seis jóvenes que iban, junto con Diego y Mauro, en la misma camioneta que fue baleada por los policías.
Fernando Sicilia, en diálogo con La Retaguardia, señaló como lógico que “cualquier tribunal oral, con la prueba reunida, hubiese dictado la perpetua” para Canstatt.
Los ocho jóvenes que iban en la camioneta fueron perseguidos por al menos seis patrulleros como si formaran parte de un supuesto “grupo comando armado”. El motivo de semejante operativo fue que los jóvenes se habían ido sin pagar de un supermercado, llevándose una botella de vodka, un licor de chocolate y una botella de chimichurri.
La manipulación del jurado popular
El primer defensor en hacer su alegato fue Fernando Lagares, quien representa a Montenegro. Aseguró que el 19 de mayo de 2019, cuando ocurrió el hecho, su defendido “salió a trabajar y no a matar personas”. Después recordó que Montenegro “solo hizo tres disparos” y volvió a insistir en forma implícita en que la responsabilidad de su defendido era menor a la del oficial Canstatt. “Mi contraparte —dijo Lagares en relación a los defensores del otro policía— tienen diez disparos” que levantar. El propio Lagares, en su íntima convicción, pensaba que a Canstatt le correspondía la prisión perpetua. Sobre Montenegro, el defensor oficial sostuvo que los tres disparos que realizó “fueron hacia las gomas” de la camioneta Ducato, pero “tuvo mala puntería”. El policía hirió de gravedad a Tedesco y eso también está probado.
Lo peor llegó después, cuando le tocó el turno a la defensa de Canstatt, representada por Gisela Hiza y el expolicía Diego Raidan. En primer término, Hiza realizó una larga exposición en la que en ningún momento cuestionó el hecho concreto de los diez disparos realizados por el oficial Canstatt.
Lo que dijo en su auxilio es que “vio un arma” en poder de alguno de los jóvenes, algo que fue descartado de plano en el juicio. Luego agregó que su defendido “tuvo miedo” y señaló su “falta de experiencia” como policía, dado que hacía solo seis meses que estaba en la fuerza.
La abogada fue la que tiró el anzuelo que mordieron los 10 jurados que votaron el fallo. Les dijo que para los defensores era un caso de “legítima defensa”, es decir que solicitó en primer lugar que lo declararan “no culpable”. Para el caso de que pensaran que hubo “culpabilidad”, les aconsejó que pidieran una pena por “exceso en la legítima defensa” o de lo contrario una condena por “homicidio culposo”. De ese modo los teledirigió hacia lo que finalmente hicieron.
Diego Raidan, con voz de comisario en actividad dirigiéndose a la tropa, aseguró que “los policías tienen miedo” porque hoy “los delincuentes te matan para robarte el celular o la bicicleta”, situaciones que nada tenían que ver con lo que se estaba analizando porque los delincuentes llevaban uniforme de la Bonaerense.
Por último, para terminar de tocarles la conciencia a los jurados, sostuvo falsamente que la pena de cadena perpetua que impulsaban los querellantes iba a significar que Canstatt pasara “40 o 50 años en la cárcel”. Así de repudiables fueron los alegatos de las defensas de los policías imputados para falsear la verdad.