Reinventar la comunidad en el mundo urbano: Estar Siendo

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Reinventar la comunidad en el mundo urbano.

Otras formas del estar siendo comunidad 1

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Harry Soria Galvarro
Doctor en Ciencias sociales con especialización en estudios andinos, FLACSO,
Ecuador, Docente de antropología, Facultad de Ciencias Sociales, UMSS, Bolivia
Investigador, Funproeib Andes, Bolivia. Línes de interés: Estado; Identidad; Racismo.
E-mail: harrysoria@yahoo.es
Como citar: Soria Galvarro, Harry (2023), “Reinventar la comunidad en el mundo
urbano. Otras formas del estar siendo comunidad”, en Minga. Revista de ciencias,
artes y activismo por la transformación de América Latina, Nro. 8, año 5, semestre II, 2022, pp. 103-111. 
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Introducción

Pensar la comunidad no sólo se reduce a la reflexión sobre lo étnico o el mundo campesino o indígena, además hace referencia a las formas desde las cuales se ha impuesto la modernidad-colonialidad, formas de ser y existir en el mundo, de interacción humana y con la naturaleza, basadas en la individualidad. Desde esta perspectiva la comunidad se presenta como una agregación de sujetos particulares a una entidad mayor, así produciendo homogeneidades. Por ejemplo, las constituciones políticas del Ecuador y Bolivia incorporan la noción de comunidad como uno de los elementos centrales en la configuración de lo plurinacional. La que se debate entre dos supuestos, el primero la comunidad política estatalmente producida, la cual no difiere substancialmente de los proyectos nacionalistas. El segundo y de forma complementaria, suma la perspectiva de los pueblos indígenas, en la cual la comunidad no solo está compuesta por los humanos sino también por la naturaleza y seres de su cosmovisión, dando lugar a la idea de la comunidad de la vida. En resumen, la comunidad desde la perspectiva del Estado estaría compuesta por sujetos estatalmente producidos y la naturaleza, sin duda esto contrae en sí mismo una contradicción, al margen de ello, es relevante considerar el paso de la naturalez de objeto de aprovechamiento a sujetos de derechos. Como se puede leer en las nociones constitucionales del Sumaj Kawsay (vivir bien-Ecuador) y el Suma Qamaña (buena vida-Bolivia).

Pero más allá de esto, la forma estar siendo comunidad entre los jóvenes de la ciudad de Cochabamba se presenta como una acción de resistencia y contramodernidad. Como lo evidencia la investigación realizada con jóvenes de la ciudad de Cochabamba-Bolivia, agrupados en: Encuentro Cultural Kurmi Suriki, comunidad de música autóctona urbana; Ecokawsay comunidad de productores agroecológicos y el mARTadero centro cultural que reúne a artistas y colectivos culturales. 

Mencionemos alguna de sus características. Todos sus miembros se vinculan a través del arte, música u otras expresiones, la mayoría de ellos son hijos de migrantes de segunda o tercera generación, por último, la comunidad Kurmi Suriki y Ecokawsay realizan sus actividades a las afueras de la ciudad de Cochabamba en un pueblito llamado Tiquipaya ubicada a 11 kilómetros del centro de la ciudad, por su parte el mARTadero se encuentra en la zona sud de la ciudad. Los tres se ubican en zonas periféricas de la ciudad.

La investigación utilizó dos instrumentos de recojo de información, la observación participante y las entrevistas. La primera se desarrolló en las sedes o lugares de reunión, la proximidad a sus prácticas, el compartir el proceso creativo fue la puerta desde la cual se construyó el dialogo dando lugar a entrevistas abiertas. La empatía fue el recurso metodo lógico principal para el desarrollo del trabajo. Lo cual se vincula a uno de los principios de estas comunidades, aprender y enseñar haciendo, entonces lo pedagógico del estar siendo es la práctica del hacer, como la acción de ser tejido y tejedor.

Aproximaciones a los debates sobre comunidad

La comunidad tiene un lugar central en las discusiones teóricas, no solo por ser una forma de organización social, sino por el sentido que esta adquiere para los sujetos; la producción de pertenencia o extrañeza, por lo que no solo es un objeto de reflexión, sino un dispositivo político.

Una de estas fue el rol político de la comunidad, ligado a la formación de la Nación, Benedict Anderson (1993) definió la nación como una comunidad imaginada en la cual sujetos que no se conocen entre sí se sienten parte de ella ya que comparten una serie de códigos y símbolos comunes, por ejemplo, la lengua. Críticos a la identidad -Rossi Braidotti (2018) y Amin Maoulf (1998)- consideran que la comunidad expresada en la Nación produce una identidad homogénea, la cual diferencia, particulariza dando lugar a la noción de propios y extraños, produciendo fronteras capaces de conducir a enfrentamientos entre quienes se consideran disimiles. Contraria a esta postura Partha Chatterjee (1997) comprende la comunidad como un espacio desde el cual se producen los actos insurgentes, es la comunidad en su sentido territorial como subjetivo el espacio desde el cual los subalternos se movilizan, perspectiva anclada en la pertenencia étnica. Giorgio Agamben (2006) sostiene que el acontecimiento decisivo de la modernidad es la politización de la vida, la que da lugar a la nuda vida, en la cual cualquier sujeto puede ser sacrificable en cuanto es objeto del poder, estos serán sujetos aislados desconectados de cualquier forma de cooperación.

Para Roberto Espósito (2003) uno de los efectos de la biopolítica es la ruptura de cualquier forma de organización comunitaria, donde la vida es privada e individual, anteponiendo lo particular a lo común, así, constituyendo sujetos con derechos individuales, donde la vida adquiere valor en tanto sea privada, separada de los otros. En este caso la comunidad se presenta como un atributo que une a los sujetos desde su particularidad, se constituirá en una cualidad que se agrega a la naturaleza de los sujetos; es mejor pertenecer a una entidad mayor que solo portar una identidad individual.

Las ciencias sociales, particularmente la sociología abordó la discusión acerca de la comunidad desde la interacción social. Tanto Durkheim como Tönnies entienden la comunidad como una forma orgánica de existencia común y duradera de la sociedad, sostenida por la tradición o como plantea Durkheim por la solidaridad orgánica. Desde la perspectiva de Weber la comunidad moderna es el medio por el cual se realizarán los fines compartidos, resultado de la acción racional (Barboza, 2016). Desde esta perspectiva la comunidad se define en la interacción, la cual va cambiando de acuerdo al grado de racionalidad y modernidad de la sociedad, haciendo de ella una categoría explicativa de los procesos de evolución social.

Distante a estas posturas, el pensamiento Latinoamericano entiende la comunidad como una comunidad de vida. Rafael Bautista (2014) sostendrá que la comunidad no es algo dado, sino que se construye en consonancia con la vida, con el saber re-producir, re-generar y re-novar dando continuidad a la vida. Los feminismos comunitarios entienden a la comunidad como un espacio de equilibrio en la cual se camina con los dos pies, se hacen las cosas con las dos manos, se ve con los dos ojos (Julieta Paredes 2013). Para Lorena Cabnal (2010) esta es definida por la reciprocidad complementaria entre todos los entes, haciendo a la reproducción de la vida.

Perspectivas que se articulan en la concepción del ayllu del mundo andino.

La discusión no se reduce a estas tres perspectivas, estas abundan y trascienden diferentes campos de las ciencias sociales y humanas. Las que presentamos nos permiten contraponer disciplinas y enfoques. Una primera mirada, concebir la comunidad como algo dado en sí mismo que coexiste con las personas como parte de su condición de sujetos sociales, perspectiva que calza con su función como productora de una identidad homogénea de carácter nacional o étnica. La que se articula con la mirada política y de poder de la comunidad, la cual se concretiza en la modernidad y las prácticas biopolíticas que esta conlleva, desde la cual se produce un sujeto particular, desvinculado del otro, capaz de ser gobernado, en la cual la vida tiene un valor particular y es agregada a una colectividad, así conformando la noción de pueblo como objeto de la biopolítica (Foucault, 2001). Desde esta perspectiva la comunidad es producida desde el poder como una forma de gobierno sobre los sujetos. Entender la comunidad desde lo subalterno decantó en dos argumentos: el primero como una crítica a la modernidad/colonialidad en cuanto sistema de reproducción de la individualidad; el segundo como centro de producción de la vida, sustentada por preceptos éticos de compromiso y reciprocidad entre los sujetos que la constituyen y el medio en el que se encuentran.

Cabe apuntar un elemento más, sea la comunidad entendida como una inmanencia de lo social o producto de la interacción de los sujetos entre ellos y su medio, no queda claro la forma en la cual se produce y como se transforma. Nosotros entenderemos la comunidad como una forma de re-exitencia social producida y transformada constantemente, así como una categoría analítica que nos permite comprender los diferentes entretejimientos de la interculturalidad.

En el apartado siguiente daremos cuenta de la forma en la cual se han constituido tres comunidades urbanas; pero además de ello del sentido que tiene la comunidad para los jóvenes de Kurmi Suriki, Ecokawsay y el mARTadero.

Estar siendo comunidad

Cuando nos referimos al estar siendo partimos de un anclaje diferente de comprensión de lo social, la cultura y consecuentemente de la interculturalidad. Nos referimos a las estrategias y formas desde las cuales los actores producen lo social y se producen a sí mismo, en otros términos, es la acción vinculada a la memoria. Perspectiva que pretende romper la mirada metafísica del ser como premisa del sujeto. Sostenemos que no hay inmanencias, sino formas de estar en permanente transformación, consecuentemente la interculturalidad se dará como un espacio de encuentro performativo en constante cambio, en cuanto el estar muta de forma permanente.

La memoria es uno de los elementos centrales del estar siendo comunidad.

En el caso de Ecokawsay y Kurmi Suriki no es resultado de una abstracción del pasado, por el contrario, se asienta en el territorio de origen de sus padres o abuelos. “Todos venimos de alguna comunidad, de un pueblo, de un territorio: La mayoría somos hijos o nietos de migrantes. Por eso siempre nos acordamos de nuestro territorio” (Kurmi Suriki 2019).

Si bien la memoria se vincula con el territorio esta no es un punto de anclaje, sino un punto referencial del sujeto; el territorio no constituye la comunidad, como afirman los entrevistados “nosotros somos comunidad sin territorio” (Kurimi Suriki 2019). Entonces la territorialidad no es el eje constitutivo de la comunidad, sino la memoria de pertenencia a un espacio. Perspectiva que se distancia de los estudios antropológicos de finales del siglo XX, los cuales sostenían que la comunidad campesina se define en un territorio. Al igual que varias de las interpretaciones del nacionalismo donde la pertenencia se funda en un sentido de territorialidad nacional. En este caso, el estar en la memoria es uno de los ejes constitutivos de la comunidad, desde ahí se produce el sentido de pertenencia. Se pierde el territorio, pero no la memoria.

Los sentidos de pertenencia no solo se dan en la memoria del territorio, además se vinculan a la estructura de relaciones sociales que en ella se dan, estos se presentan como el segundo elemento que hace a la memoria del estar siendo.

A ver…mi lugar es una comunidad, es comunidad Alalay. Entonces, cuando yo era niña concebía la comunidad como un espacio, era un lugar de familia ¿no?, un conjunto de varias familias. Ponte en mi comunidad todos éramos familia, más allá de la familia nuclear. Entonces, era la familia extensa la comunidad, todos eran tíos, todos eran tías, además no solo era la comunidad humana; cuando había una ch ́alla o la inauguración de algo, los tatas mayores, mamas mayores eran los cerros más grandes: el Curubamba, en mi comunidad ese es el cerro más alto (Ecokawsay 2019).

El territorio no se presenta únicamente como el espacio de reproducción material de la vida, anclándola a sentidos de propiedad. Es el espacio de reproducción de las relaciones sociales, del tejido social y su articulación con los elementos naturales que significan la relación comunitaria. En este sentido la memoria sobre la comunidad se significa en el tejido social, en las interacciones que tienen los sujetos entre sí, articulada a ritos que la vinculan a su medio.

Uno de los elementos que hace al estar siendo comunidad urbana entre los jóvenes es la memoria, en cuanto esta hace referencia a un espacio y sobre todo a una forma de relaciones sociales, las cuales son resignificadas por los sujetos a partir del arte como medio de articulación. El arte como eje articulador de la comunidad urbana no se presenta como un elemento de sublimación estética, sino como un nudo del tejido de sentidos, de formas de estar siendo, en otros términos, es el marco, la bastilla del telar en el cual se teje la comunidad. La estética del arte al interior de estas comunidades urbanas adquiere sentido en cuanto se enmarca en las subjetividades políticas (Ranciére, 2014). En el sentido de pertenencia que hace a la compactación y articulación de los miembros que se tejen al interior de la comunidad.

Qué cosas más a parte de la música o en torno a la música se puede fortalecer para crecer más como comunidad, porque es un proyecto bonito. Es una alternativa de vida también, porque imagínate si no hubiera música de alguna manera se pierde identidad, se pierde muchas cosas, y cultura (Ecokawsay 2019).

Lo que los une es la música autóctona andina, como una manera de manifestar un posicionamiento político, un movimiento cultural frente al sistema colonial todavía vigente (Flores, 2011, p. 76 en Soria Galvarro y Guzmán, 2019, p. 196).

Estas perspectivas del arte y la estética se articulan desde las subjetividades políticas, en cuanto permiten que los sujetos se ubiquen en un marco narrativo de la identidad, y a la vez en un contexto político. Pero esto no solo se expresa en la música “autóctona” que interpretan. Sino en la creación, este es el eje que expresa con mayor claridad la forma en la cual se desarrolla el estar siendo comunidad; “para nosotros el arte es como una experimentación, cada uno hace algo, cada uno de nosotros experimenta con algo, así es que creamos” (mARTadero 2019).

La experimentación en el proceso de creación de música “autóctona”, como en otras expresiones es el vínculo a partir del cual se está en la comunidad, es la atadura, son los nudos que hacen al tejido; cada acción creativa, artística es una hebra de producción del tejido comunitario.

Por tanto, la producción artística se da en el ámbito de la complementariedad de los saberes, habilidades y capacidades de cada uno de los sujetos que hacen parte del hecho experimental. Este es uno de los elementos que hará a la producción de sentidos colectivos de la comunidad, haciendo al estar siendo una expresión práctica del tejimiento de la comunidad. Este tipo de relaciones entre diferentes actores, con su particular conocimiento y cultura hará a una forma de producción de la interculturalidad, la cual se expresa en el arte como una visión compleja, pero complementaria de cada uno de ellos.

En tal sentido, la interculturalidad no se presenta como un encuentro de opuestos, sino es significada en el entretejimiento, en la relación dialogal de lo diferente y diverso, articulada desde un eje común, el estar siendo, que se traduce en el acto creativo, por lo que, la función de la interculturalidad en esta forma comunitaria es de bisagra entre los múltiples elementos que hacen a la producción del estar siendo.

Sumado a esto, la resiginificación es uno de los ejes que da otro sentido a las relaciones sociales establecidas por la modernidad, estas resignificaciones en algunos casos discurren en torno a la política2. Desde esta perspectiva, un primer elemento es la recuperación de las formas de organización política de la comunidad andina, como plantean los jóvenes de Kurmi Suriki, la estructura de representación está conformada por el Kamachiq, quien no solo tiene una función política, sino es el encargado de la música y los instrumentos, figurándose como guía y no como dirigente. El cambio de perspectiva de líder a guía es substancial por la resignificación política de la dirigencia, quien se constituye en un sujeto articulado a la comunidad, siendo parte de la producción de estar siendo, esto bien puede ser entendido como una resignificación de la política como sistema de representación pública institucionalizada.

Pero más allá de la política, las resignificaciones se dan en las prácticas cotidianas, por ejemplo, como sostienen los miembros de Ecokaway, la descolonización del colon: Por nuestra forma de comer ¿qué comemos todos los días? ¿qué evacuamos y quiénes somos? Antes de descolonizar el pensamiento […], la academia. Que la descolonización, que la interculturalidad, que los pueblos indígenas, que la madre tierra, que las lenguas y luego vas a la esquina, a la tienda de tu barrio y te compras Coca Cola, pan y mortadela, y estás alimentando todos los días al sistema, todos los días y sin darte cuenta, eres un esclavo del sistema y ahí estas dando todo. Entonces, tenemos que descolonizar el colon, vamos a comer sano (Ecokawsay 2019).

Desde esta perspectiva los procesos de descolonización no solo se dan en los espacios de reflexión académica, sino en la cotidianidad, por ejemplo, en la alimentación. Esto sin duda representa una compresión extendida de la descolonización, donde la resignificación de la misma se da en el accionar cotidiano de los sujetos, pasando del discurso a la acción descolonizadora.

Estas resignificaciones son articulaciones entre la memoria, las prácticas y las nuevas narrativas, producto del tejimiento de los sujetos, donde la transformación de las prácticas comunitarias como el trabajo colaborativo ayni y minka adquieren otro sentido, estas se producen en comunidades sin territorio, pero ancladas en la memoria como eje de resignificación.

Desde este horizonte la resignificación será un elemento que hace a la interculturalidad, en cuanto los proceso de recompresión y la atribución de otro sentido a los elementos dados por las comunidades indígenas como por la modernidad, son reinterpretados y replanteados a partir del estar siendo en un contexto específico en el que se encuentran los sujetos, en otros términos, la interculturalidad se presentará como una forma de resignificación de lo social.

La memoria, el arte y la resignificación son ejes a partir de los cuales se construye el estar siendo comunidad urbana. Elementos que se articulan en el darse cuenta de lo que haces, quién eres, en aymara el amayumpi.

En el cual se articulan las prácticas, la razón, la espiritualidad, los sentires, los sentidos, las emociones, es decir esa complejidad de factores que constituyen al sujeto y se reproducen y producen en el acto de tejimiento, de reconocimiento entre los miembros diversos y diferentes que hacen a la manta comunitaria, así dando paso a la complejidad de las múltiples dimensiones que hacen a las formas de organización social. Esto se traducirá en mirarse en el otro, pero no como antagonista sino como un sujeto que aporta desde su particularidad en el tejido de la manta comunitaria.

A manera de cierre

La individualidad se ha constituido en la forma de vida dominante de la modernidad, en la cual la vida es una propiedad privada, vinculada muchas de las veces y por distintos medios al mercado. Las articulaciones de jóvenes migrantes establecidos en la ciudad de Cochabamba trastoca esta prerrogativa a partir de la producción de otros sentidos y formas de vivir la modernidad, en este caso el estar siendo comunidad urbana, la cual se articula y produce desde la memoria, el arte y las resignificaciones de las relaciones sociales y las formas de reproducción del poder, traducido en el tejer comunidad, en el reconocimiento del otro como parte importante y determinante de la construcción de una manta, donde cada uno de los sujetos desde su particularidad se constituye en una hebra de colores que hace a la composición de un solo elemento, la comunidad urbana. Compuesta por diversas memorias, diversas creatividades, múltiples resignificaciones, lo que irá a contrapelo de la noción de comunidad como un agregado de particularidades, constituyendo una identidad homogénea.

Al contrario, es el entrelazamiento, el anudamiento de las diferencias y las multiplicidades lo que permite la producción de la comunidad urbana. El sujeto será tal en cuanto está siendo en el amayumpi en el darse cuenta del hacer, el estar y de quién es, el siendo.

Esta forma de tejimiento de lo social a partir del estar siendo hará que la interculturalidad sea el acto de resignificación de lo moderno, así como de lo comunitario indígena, campesino, presentándose como un anudamiento.

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Notas
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1 Este artículo es resultado de una investigación realizada por la Fundación para la Educación en Contextos de Multilingüismo y Pluriculturalidad (Funproeib Andes) durante el año 2019, con el apoyo SAIH.
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2 Chantal Mouffe (2021) diferencia lo político de la política, en tanto el primer término hace referencia a lo ideológico y el segundo a la política institucionalizada.
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Minga. Revista de ciencias, artes y activismo para la transformación de América Latina
Año 5, número 8, segundo semestre de 2022. Cochabamba, Bolivia.
MINGA es un proyecto semestral de la Comunidad de investigación para la transformación de América Latina (CITAL) para la difusión de ciencias, artes y activismo en nuestro continente. MINGA se inscribe al portal institucional de revistas científica de la UMSS con la colaboración del Programa de Formación en Educación Intercultural Bilingüe para los Países Andinos (PROEIB Andes), Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, de la UMSS. Mediante convenio de colaboración con la Dirección de Formación Continua Grado y Posgrado de la Facultad Arquitectura y Ciencias del Hábitat, MINGA acompaña el proceso de ejecución de la Maestría en Estudios del Desarrollo y el Hábitat con una perspectiva multidisciplinar, científica e internacional.
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América Latina – 2023
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