Carrefour de Boulogne, donde la vida obrera tiene el precio más bajo

Dos obreros mueren trabajando en Carrefour de Boulogne, desidia y negligencia empresarial.

Carlos y Gonzalo Heflin.

Por Omar Rombolá para Karne de Máquina. Video de Boulogne Mi Ciudad.

La conmoción recorre la comunidad de Boulogne tras la trágica muerte de Carlos y Gonzalo Heflin, padre e hijo perdieron la vida mientras trabajaban en un Maxi Carrefour. Sus cuerpos fueron hallados dos días después de su desaparición, en un suceso que pone de manifiesto la desidia empresarial. El pasado fin de semana, Carlos y sus dos hijos estaban realizando tareas de mantenimiento en el establecimiento de la empresa Carrefour de Sarratea y Márquez. Debían haber regresado a Hurlingham al mediodía del sábado 5 de octubre, la familia comenzó a preocuparse por su ausencia.

El macabro hallazgo

Su auto, un Renault 11 gris, permaneció estacionado en el lugar mientras el supermercado continuaba operando como si nada sucediera.

El lunes, cuando los olores se volvieron insoportables, la búsqueda culminó con el descubrimiento de los cuerpos de Carlos y Gonzalo.

Brian, su otro hijo, logró salvarse, pero se encuentra en estado de shock, incapaz de procesar lo que sucedió.

Negligencia y Desidia empresarial

La indiferencia de la empresa Carrefour y la falta de respuesta de las autoridades han desatado la indignación de la familiares y amigos. Según informes, los trabajadores cayeron inconscientes durante sus labores y permanecieron allí sin que nadie notara su ausencia.

Alejandra Lavadia, madre y esposa de las víctimas, peregrinó de comisaría en comisaría, sin que nadie tomara su denuncia de desaparición. “Nadie me tomó las denuncias”, declaró, reflejando el desamparo y la frustración de una familia que buscaba respuestas.

Ausencia de medidas de seguridad

La falta de medidas de seguridad adecuadas, como el uso de mascarillas mientras pintaban un tanque, ventilación del sector y la ausencia de un observador que esté fuera de la tarea de trabajo, pero en vigilia para inspeccionar y poder dar la voz de alerta ante un problema, cuestión básica planteada por las normas de Higiene y Seguridad para trabajos en zonas confinadas, han sido los puntos destacados en las negligencias cometidas por la patronal. Este suceso es sin duda un asesinato laboral, ya que las condiciones que llevaron a esta tragedia eran evitables, y estaba en manos de la empresa hacerlo.

Otra vez morir trabajando

El caso de los Heflin resuena y confluye con otras tragedias laborales que han sacudido al país, las empresas motorizadas por la lógica de la máxima ganancia empujan a que se desestime la vida de los trabajadores en función del beneficio empresarial. La estadística es muy clara: según el informe del año 2020 del espacio Basta de Asesinatos Laborales (BAL), un trabajador muere cada 14 hs por un ‘accidente laboral’ en Argentina.

En esta cifra no se incluyen los accidentes “in itinere”, es decir los que ocurren en el trayecto del trabajo a la casa y de la casa al trabajo, sino los que ocurren directamente en el lugar del trabajo y en ocasión del trabajo. Tampoco se incluye el accidente que sucede en el contexto del trabajo “en negro”, porque en la construcción estatal de la estadística solamente se reconoce el trabajo registrado.

Antecedentes de muertes obreras

En 2016 murieron, David Ramallo, trabajador de la Línea 60, Diego Soraire, trabajador del INTA y Ricardo Alcaraz, de la UOCRA, estos hechos fueron cimentados por la precarización, la flexibilización impuesta por las empresas y el Estado.

Así se constituyeron en las primeras banderas del colectivo “Basta de Asesinatos Laborales”. “Si se puede evitar no es un accidente, es un asesinato laboral” planteaban desde esta organización constituida por compañeros, familiares y amigos de las víctimas junto a profesionales de diferentes disciplinas.

Los invisibles y la muerte lenta por enfermedades profesionales.

Si las muertes obreras en los lugares de trabajo son invisibles, ¿qué sucede con las enfermedades profesionales? La Ley de Riesgos del Trabajo operó un “milagro” en Argentina: desaparecieron las enfermedades laborales.

La clase dominante logró que no existan, que no se registren, que no se detecten, que no se reclame contra ellas. Un verdadero genocidio a largo plazo y en las sombras.

A los trastornos musculo-esqueléticos, las tendinitis, las hernias de disco, se suman los “riesgos psicosociales o problemas derivados de los riesgos organizacionales”, la cantidad creciente de trabajadores con trastornos psiquiátricos o problemas anímicos, también las patologías devenidas de los turnos rotativos y la nocturnidad: diabetes, cáncer, ACV, problemas cardiorrespiratorios, trastornos digestivos, ataques de pánico, padecimientos psicosociales, etc.

Cambiar salud y dignidad por dinero

La lógica de la indemnización es otra idea impuesta por las empresas y el Estado, en muchos casos con complicidades sindicales, que aconsejan al trabajador cambiar salud por dinero.

Otra mirada está centrada en el concepto de la defensa de la salud, la prevención y la dignidad, opuesta al resarcimiento económico aceptando condiciones inseguras y denigrantes. Sigue así resonando la consigna del espacio BAL: “Si se puede evitar no es un accidente, es un asesinato laboral”.

Ser objetos para la producción o sujetos de su propia vida

La muerte de Carlos y Gonzalo Heflin en Carrefour, como la de Diego Soraire, en el INTA, David Ramallo en la 60, Mechi Cantero en una fábrica ubicada en Ranelagh, Ricardo Alcaraz, en una obra de construcción, y cada una de las muertes que suceden cada 14 horas en nuestro país, interpelan a la sociedad en su conjunto, pero sobre todo los y las trabajadoras, en función de asumirse como sujetos en la defensa colectiva de la salud y la vida.

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