(APe).- -Con la mafia no se jode. Esa era la frase que apareció a pocos metros del edificio donde balearon una vivienda que, alguna vez, habitara una de las juezas que condenó a la banda narco asesina de Los Monos, la doctora Marisol Usandizaga. Fue en la madrugada del sábado 4 de agosto de 2018 y se constituyó en el tercer ataque en menos de diez días contra ex domicilios de su familia.
También a las 3 de la mañana, más de media docena de balazos destrozaron los vidrios del nuevo edificio de la justicia penal rosarina, donde, efectivamente, se produjo el juicio a Los Monos, entre noviembre de 2017 y abril de 2018.
-Está en juego la institucionalidad de la provincia – dijo, preocupado, el gobernador de la provincia, Miguel Lifschitz.
No es para menos.
Desde finales de mayo, jueces del caso y familiares del que instruyó la causa, el doctor Juan Carlos Vienna, vienen recibiendo balazos que, de casualidad, no se tragaron la vida de algún inocente.
Estas balaceras son mensajes políticos de las mafias que actúan en la ciudad desde hace años.
Por eso es fundamental investigar todas las pistas posibles porque la realidad tiene múltiples caras y diversos jugadores que se enriquecieron en la última década y media con el negocio polifacético de la violencia.
La continuidad de las balaceras, entonces, expresa la continuidad de esos negocios mafiosos más allá de las detenciones, condenas y homicidios.
Un escalón arriba: mensajes políticos hacia la institucionalidad, como dice el gobernador.
Quizás el problema resida en saber hasta qué nivel será capaz de indagar el gobierno a la hora de pensar quiénes conforman esa mafia con que la que no se jode, como dice el cartel.
Porque esa mafia creció no solamente en las barriadas saqueadas sino también en el centro y los edificios de cara al río, expresiones del desarrollo inmobiliario paralelo al crecimiento de los negocios ilegales.
Porque no sea cosa que Rosario sea el mejor anillo al dedo del poder.
En lugar de “El señor de los anillos” de Tolkien, Rosario puede ser el perfecto anillo para los señores que manejan los intereses del país y la región.
Porque esa continuidad de balaceras que pone en riesgo la institucionalidad se produce cuando la ciudad tiene policía provincial, federal, gendarmería, prefectura y otras fuerzas.
Y, por lo tanto, si aún así siguen los ataques contra familias del poder judicial, alguien estará esperando la ocasión para marcar la necesidad de implementar el decreto 683 del presidente Mauricio Macri de sugerir que las Fuerzas Armadas empiecen por Rosario para cumplir su renovado rol de atender la seguridad interior.
Rosario, entonces, sería el anillo al dedo para los señores del poder minoritario que gobierna el país y la región.
El principio de la renovada doctrina de la seguridad nacional.
Porque mientras los poderes provinciales crujen ante la ausencia de pruebas que demuestre los autores intelectuales y materiales de esas balaceras, se alimenta la necesidad de que haya una fuerza capaz de controlar esa mafia que sostiene que no se jode con ella.
Mientras tanto, en los barrios de la ex ciudad obrera, las pibas y los pibes siguen peleando por un presente mejor, esperando que ninguna bala les corte su sueño.
Ellas y ellos saben, en todo caso, que el anillo que le viene bien a los dedos de los señores poderosos, por ahora, no tiene la preocupación en sus vidas.