La semana de conmemoración a San Martin es una oportunidad para reflexionar acerca de su ideario sobre los pueblos originarios.
En anteriores notas publicadas en este diario hemos sostenido que José de San Martín perteneció a una generación de patriotasque en el periodo comprendido entre el 1806 (las invasiones inglesas) y hasta 1820/1821 (el inicio de la gobernación de Martin Rodríguez) pensó un país con los pueblos indígenas. Personajes como Castelli, Moreno, Belgrano, Dorrego, Güemes, Artigas, por mencionar solo a algunos nombres intentaron en aquel momento histórico construir una nación plural.
La relación de San Martin con el mundo aborigen es posible que haya comenzado en las vísperas del cruce de los Andes, cuando se asienta en Cuyo a partir de 1814 y -como parte de su estrategia de la “nación en armas”- afianza el vínculo con los paisanos.
Los pehuenches del sur de Mendoza
El general mantuvo con ellos dos parlamentos: el primero en septiembre de 1816 en el Fuerte San Carlos, adonde la delegación de unos cincuenta caciques y capitanejos fue encabezada por el cacique Necuñán. Hizo las veces de lenguaraz el fraile Francisco, “capellán de conversos”, “el indio Ynalicán”, pehuenche y cura del Fuerte, hombre-puente o intermediario cultural entre San Martin y los originarios.
El segundo parlamento fue a fines de ese año, esta vez en el Campamento del Plumerillo. Fue lenguaraz el indio Guajardo y se confirmaron por entonces las alianzas de septiembre para el resguardo de los pasos del sur de Chile, antes del cruce de los Andes.
El encuentro se celebró una vez más en el círculo ceremonial y fue esta la ocasión en que San Martín les dijo a los caciques su famosa frase “Yo también soy indio”
Los parlamentos fueron acompañados de ceremonias, rituales y celebraciones que duraron entre seis y ocho días. San Martín compartió con los pehuenches el sentarse en círculo a la usanza indígena, mirándose a la cara entre todos, y respetando el símbolo ancestral de la totalidad . Lo que sucedió en esos dos encuentros lo sabemos de su propia pluma cuando respondió la solicitud de su amigo y oficial del Ejército de los Andes, el general inglés William Miller, a la sazón escribiendo sus memorias, de completar un largo cuestionario respecto a los indígenas protagonistas de aquellos encuentros.
En el Museo Histórico Nacional de Buenos Aires se conserva una prenda excepcional que perteneció a San Martín y que le fuera obsequiada quizás por los pehuenches de Mendoza en ocasión de los famosos parlamentos. Dice el general Miller en sus memorias que “…consagraron un dia al cambio de los presentes. Cada cacique regaló al general un poncho hilado, tejido y hecho por sus mujeres”
La prenda a que nos referimos, haciendo honor a la simbología del arte originario, transmite varios mensajes a través del lenguaje de los colores, los diseños y las formas. El investigador Pedro Mege Rosso en un muy interesante trabajo sobre los significados de ese blanco y azulado poncho sugiere que para los pehuenches, San Martín era algo más que un jefe guerrero, antes bien un portador de atributos espirituales.
En su clásico “El Santo de la Espada” Ricardo Rojas también transcribe la “confesión” de San Martín acerca de su origen y también la algarabía de los pehuenches luego de haberla escuchado, que decidieron finalmente formar parte de los planes del Libertador. Por su parte el coronel Manuel Olazábal, integrante del Regimiento de Granaderos desde sus trece años y posteriormente oficial del Ejército de los Andes, narra en sus memorias que él escuchó de la propia voz del general la frase “yo soy indio”.
Los testimonios aseguran que esa frase de San Martín fue acompañada por otro comentario muy sugestivo que hizo en la ocasión respecto de los pehuenches como Señores de esos territorios: “debo pasar los Andes por el sud, pero necesito para ello licencia de Uds. que son los dueños del país”
Nuestros paisanos los indios
Necesitado de la Independencia para continuar con su campaña libertadora hacia Chile y Perú, San Martin impulsa en el Congreso de Tucumán de 1816 los principales contenidos de las proclamas de la Independencia dirigidas a los pueblos indígenas del Noroeste y el Litoral, versiones que finalmente fueron traducidas al quechua y al aymara
En 1919, la ya legendaria Orden General del 27 de julio instaba a sus “compañeros” del Ejército de los Andes “a no dejar las armas de la mano hasta ver el país enteramente libre” y “a hacer la guerra del modo que podamos” y “sino andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios, seamos libres, lo demás no importa nada” una frase esta última que es una gran síntesis del ideario sanmartiniano respecto a los pueblos indigenas.
En el proceso libertario del Perú, establece el decreto de derechos igualitarios de 1821 por el cual considera a los indios o naturales como hijos y ciudadanos de aquel país.
Hay mucho más por investigar y decir todavía sobre esta parte de nuestra historia, pero que importante que quien es considerado unanimemente como el Padre de la Patria, el máximo de los patriotas, un incuestionable, nos transmita y nos haga reflexionar en estos días de conmemoración, acerca de su pensamiento de apertura, inclusivo e igualitario hacia los hermanos indígenas. Como siempre, un ejemplo a seguir.