Restitución de Calfucurá: “Somos una provincia con una historia cultural potente”

Omar Lobos, docente e investigador pampeano, tal vez sea una de las voces más autorizadas para hablar de uno de los principales caciques que vivió en territorio pampeano: Juan Calfucurá. Con la restitución de sus restos desde el Museo de La Plata a la laguna de Chilihué (cerca de Padre Buodo), La Pampa tendrá como en Leuvucó otro enterratorio de gran importancia para nuestras comunidades originarias.

23/09/2018

Esta semana se conoció, a través del Consejo Provincial Aborigen de La Pampa, la restitución de los restos del gran cacique mapuche a su territorio. Serán entregados a descendientes que luego, en una ceremonia, los devolverán a la laguna de Chillhué, informó el Gobierno Provincial.

“En un principio, las chances que tenía nuestra provincia de lograr que los restos del cacique volvieran al lugar de donde fueron sustraídos parecían remotas. En principio porque la memoria de Calfucurá y su gesta fueron en general borradas, a la vez que vilipendiadas y falseadas, en el imaginario pampeano (siempre conforme con el ‘relato’ de los ‘conquistadores del desierto’)”, explicó Lobos. “Y allí se echa mano de supuestas enemistades entre los ranqueles y Calfucurá, o el supuesto testimonio de Pincén, al ser atrapado, respecto de que Calfucurá era ‘un invasor chileno’, todos hechos desmentidos por la documentación histórica, que los muestra en sólidas alianzas cuando se trata de los momentos más álgidos de la resistencia común”.

“También a menudo se refieren de modo falaz las propias palabras del cacique, repetidas más de una vez por él mismo, sobre su origen ‘chileno’, con una intencionalidad de sindicarlo como extranjero (¿más extranjero que los Roca, que los Boerr, que los Levalle, que los Mitre?), cuando para el imaginario aborigen todo era el mismo mapu, con la precisión –a lo sumo– de si era el Gulu mapu o era el Puel mapu, nociones que de ningún modo pueden considerarse como jurisdiccionales ni leídas en términos de extranjería la una para con la otra: todos –también los ranqueles– estaban emparentados a un lado y otro de la cordillera (se lo dice el coronel Baigorria al cacique Galván, y lo refiere en sus Memorias: ‘tus abuelos nacieron en la cordillera de los Andes y no acá’”), recordó a Diario Textual el investigador pampeano, oriundo de Winifreda y desde hace varios años radicado en Buenos Aires.

Omar Lobos publicó, en 2015 el libro “Juan Calfucurá – Correspondencia 1854-1873”, donde propone un recorrido histórico de 127 cartas del cacique, que constituyen el corazón del libro están contextualizadas y enlazadas entre sí por la transcripción (completa o fragmentaria) de otros 600 documentos, cada uno con la referencia del fondo documental de donde fue obtenido.

El docente destacó que partir de la sanción, en 2001, de la ley N° 25.517, se establece en su artículo 1º lo siguiente: “Los restos mortales de aborígenes, cualquiera fuera su característica étnica, que formen parte de museos y/o colecciones públicas o privadas, deberán ser puestos a disposición de los pueblos indígenas y/o comunidades de pertenencia que lo reclamen”.

“Esto cobró legitimidad el pedido de restitución a sus comunidades de los restos mortales de muchos hermanos aborígenes cuyas tumbas fueron profanadas durante la llamada ‘Conquista del Desierto’. La tumba de Calfucurá, en el cementerio familiar de Chilihué, entre ellas”, aseguró.

Mitos y leyendas

Lobos también se refirió a otra leyenda que rodea al cacique mapuche y que se trata de involucrarlo en el “exterminio tehuelche”. “Esto choca en cierto modo con la de que ‘los mapuches habían llegado a territorio argentino después de 1830’. ¿Y cómo no hay testimonios ni documentación sobre ese supuesto exterminio? ¿Y para qué habrían querido exterminarlos? ¿Dónde habrían estado establecidas esas poblaciones tehuelches?”, se preguntó.

“De la presencia mapuche en estas pampas hay testimonio documentado desde por lo menos la segunda mitad del siglo XVIII, pues el comandante mendocino Amigorena combatió no con otro que con el gran jefe pehuenche Ancanamún, y Luis de la Cruz cuando cruzó en 1806 por el Chadileuvú fue huésped en Meaucó del cacique ranquel Carripilún, de varias generaciones ya en esos pagos. La onomástica y la toponimia que se encuentra y domina en la documentación hablan por sí solas, y testimonian sobre una asentada presencia mapuche que ya es larga cuando despunta el siglo XIX”, sostuvo el docente winifredense.

A lo que añadió: “La memoria de Calfucurá fue combatida en buena medida con ese tipo de argumentos falaces. Y, por supuesto, con el estereotipo del indio ladrón y asesino. Sin embargo, basta leer la historia documental (sus propias cartas, los partes militares, todo lo que recojo en mi libro sobre su correspondencia), y no las lecturas que hizo toda la historiografía legitimadora de la ‘Conquista del Desierto’, para advertir el tremendo esfuerzo del gran jefe por lograr la paz y la convivencia en esa franja que llamamos la frontera, ‘el viejo camino por el que el negocio corre’, como lo llama en una de sus cartas, junto con toda la tarea mediadora que realiza, sintiendo que debe hacer comprender a sus destinatarios muchas cosas: su organización social, su cultura religiosa, su comprensión del mundo, sus ideas sobre la justicia y la solidaridad, su propio estatus político, las semejanzas, precisiones y diferencias con respecto del mundo blanco, etc”.

“Capitales”

Lobos, además, remarcó que más allá de la justa y necesaria reivindicación de su figura que la memoria colectiva de nuestro país exige que se haga –en este y todos los órdenes–, tampoco debe perderse de vista que en nuestra provincia de La Pampa estaban situadas las dos capitales más importantes de la “frontera”: Leuvucó y las Salinas Grandes.

“La restitución de los restos de Mariano Rosas visibilizó a la primera (refiere José Carlos Depetris que aún en los 90 el lugar era conocido como la laguna San Juan), en tanto las Salinas y Chilihué (unas 15 leguas al oeste por el ‘Camino de los Chilenos’) están esperando su turno”, expresó.

Y recordó lo publicado por el antropólogo, Ernesto Luis Piana, sobre “Chilihué, en su Toponimia y arqueología del siglo XIX en la Pampa” (Buenos Aires, Eudeba, 1981): “En este paraje se decidió a voluntad la política de la pampa por cuarenta años. En este paraje confluían las mayores rastrilladas. En este paraje Zeballos perturbó el sueño del gran guerrero desgarrando los misterios de su tumba; y por eso en el Museo de la Plata se halla hoy el cráneo de Calfucurá…”.

“Calfucurá tuvo interlocución –en términos de jefe de estado a jefe de estado– con los primeros hombres de la política argentina (blanca) del siglo XIX: Urquiza, Mitre, Sarmiento, Alsina. Como sostengo en mi compilación de las cartas del cacique, lo que la historiografía oficial llama a menudo ‘el problema del indio’ se presenta siempre disociado de la historia de las guerras civiles argentinas, cuando ambas contiendas participaban de lo que podríamos llamar la lucha por la organización política de la nación. Quién dice que en breve no podamos avanzar hacia el reconocimiento de nuestra plurietnicidad”, afirmó Lobos.

“Entonces -agregó- el nivel de interrelación e intercambio que la correspondencia de uno y otro lado manifiesta patentiza la importancia colosal que políticamente tenían también los centros del poder indígena (toda la cancillería, las permanentes embajadas en uno y otro sentido, los estudiados y cuidadosos movimientos en el tablero político que estas relaciones implicaban). De modo que también aquí, aquí nomás, en nuestras tierras, en esos parajes polvorientos y condenados deliberadamente al olvido, se dirimían cuestiones importantísimas para los destinos de la patria”.

Lonkos

Lobos también sumó a que el pedido de restitución del cráneo del toqui a los médanos donde fue profanado casi siglo y medio atrás por soldados del teniente Juan Levalle, quien le regaló el cráneo a Estanislao Zeballos. Y este luego lo donó al Francisco Pascasio Moreno (conocido como Perito Moreno) para el Museo de La Plata.

El reclamofue realizado por el Lof Newen Lelfün Mapu –cuyo lonko es Alejandro Nawel–, quien entre sus fundamentos dijo: “Calfucurá es sobre todo un emblema político y cultural, y por lo tanto el verdadero acto de reparación histórica y de reafirmación para todo nuestro pueblo es devolverlo a su tierra, en donde él llevó a cabo su lucha, en tanto símbolo de unidad y autoridad. Por otro lado, en esa misma tierra, en algún lugar de los médanos cercanos a la laguna Chilihué, actual provincia de La Pampa, está enterrado el resto de sus huesos. Por lo tanto, nosotros queremos dejar planteada esta inquietud: ¿realmente existe la voluntad de llevar los restos del toki a otro lugar que no sea el que su gente eligió para su descanso, aquel del cual fue profanado? ¿Se tiene en cuenta que esta decisión puede ir en contra de nuestra cosmovisión? Es necesario, entonces, también desde lo espiritual, restañar esa profanación”.

“Somos una provincia con una historia cultural tan potente como extraordinaria. Las gestas homéricas sucedieron en estos mismos suelos donde hoy se alzan nuestras casas. Hay que excavar, como se excavó Troya. Como dice maravillosamente el gran poeta Miguel de la Cruz: ‘Breve ha sido la Historia por aquí, pero igual de intensa e igual de cruel que en las pistas adoquinadas por donde serpenteaban carros alados’”, concluyó Omar Lobos.

Fuente: http://diariotextual.com/inicio/index.php/2018/09/23/restitucion-calfucura-somos-una-provincia-una-historia-cultural-potente/

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