Cinco grandes acciones violentas de la derecha venezolana lograron ser desactivadas durante 2019. Eso explica, en parte, por qué el país llega a fin de año con una tranquilidad que sorprende a muchos. La última gran operación debía tener lugar el 15 de diciembre.
Nadie sabía a comienzos de año cómo terminaría 2019. Juan Guaidó se había autoproclamado presidente encargado de Venezuela en una operación creada y sostenida de manera pública por EEUU de la mano del presidente Donald Trump, y el país parecía encaminarse hacia una confrontación violenta sin retorno.
Ese pronóstico vendido a gran escala por una ingeniería mediática dejó a muchos analistas con sus proyecciones cargadas de errores. Ya quedan pocos días para fin de año y Venezuela mantiene una tranquilidad de superficie que sorprende a quien transite por sus calles: la oposición ya no moviliza, el chavismo conserva su capacidad de despliegue habitual y una mayoría de la población piensa en cómo hacer que las fiestas sean fiestas.
¿Por qué el plan de golpe rápido que debía encabezar Guaidó no resultó? En parte porque la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) y el núcleo central del poder político del chavismo no se quebraron. Y por algo más: fracasaron al menos cinco acciones de violencia que debían darles la victoria, de las cuales dos fueron visibles y tres fueron desactivadas antes de que sucedieran. La última debería haber ocurrido el pasado 15 de diciembre con el ataque a varios cuarteles.
23 de febrero
La primera gran acción ocurrió el 23 de febrero, con la jornada que marcó el punto más alto de acumulación del bloque golpista, tanto a nivel nacional como internacional. Guaidó se había autoproclamado un mes antes, día por día, y en esa fecha debían ingresar por la fuerza los anunciados “camiones con ayuda humanitaria” desde la ciudad de Cúcuta, en Colombia.
El despliegue golpista en la frontera fue con fuegos artificiales: un concierto millonario que trajo a cantantes como Maluma o Carlos Vives, y una jornada que contó con la presencia del vicepresidente norteamericano Mike Pence, el senador republicano Marcos Rubio, el presidente de Colombia, Iván Duque, de Chile, Sebastián Piñera, y de Paraguay, Mario Abdo Benítez.
El fracaso de la operación fue tan grande como su anuncio. Los camiones no lograron pasar a Venezuela; dos de ellos fueron incendiados en uno de los puentes fronterizos por los grupos de choque y todo fue presenciado por los grandes medios y gobiernos de la región, EEUU y Europa.
La reunión del Grupo de Lima en Bogotá que siguió al 23, evidenció que la promesa de la derecha venezolana había resultado ser un fraude y cayeron en saco roto los discursos de Guaidó o Julio Borges —prófugo de la justicia venezolana— que pedían escalar hasta la intervención internacional.
30 de abril
La madrugada del 30 de abril sorprendió al país con el video difundido por Juan Guaidó, Leopoldo López —dirigente del partido Voluntad Popular, del cual forma parte el autoproclamado— y un grupo pequeño de militares armas en mano. En el mismo afirmaban estar en la base militar de La Carlota, en el corazón de Caracas, y llamaban a la población y las fuerzas militares a respaldarlos.
En el transcurso de la mañana se supo que el video había sido filmado en las afueras de La Carlota y que, en consecuencia, la base militar nunca había sido tomada. El simulacro con López a la cabeza —recién escapado de su prisión domiciliaria tuvo un lapso de acción breve.
Los golpistas contaron con dos problemas centrales: no se sumó un sector de la FANB y la respuesta de la gente en las calles para respaldarlos fue pequeña. Sin armas y sin pueblo, el intento de alzamiento se convirtió en una escapada de los protagonistas, como el mismo López que fue recibido en la embajada de España, donde se encuentra actualmente, y el jefe del Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN), Christopher Figuera que escapó a Colombia y luego a EEUU.
23 de junio
La tercera gran acción debía sucedió el 23 y 24 de junio. Jorge Rodríguez, ministro de Comunicación, develó el plan desactivado: “Veníamos haciendo un seguimiento a todas estas operaciones desde hace 14 meses, a cada uno de los elementos involucrados en eventos de conspiración, disturbios, bombardeos, explosiones, los veníamos siguiendo, estuvimos en todas las reuniones para planificar los golpes de Estado”, explicó en televisión.
Según Rodríguez, el plan contaba con varias acciones simultáneas: el asesinato del presidente Nicolás Maduro, del presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, Diosdado Cabello, y de otros; el asalto a dos batallones militares; el bombardeo de la base de La Carlota; el asalto a la sede de la Dirección de Contrainteligencia Militar, y el ingreso a las bóvedas del Banco Central.
La escalada contaba con la toma final del Palacio Presidencial de Miraflores. Se trataba, como confesó uno de los involucrados, conocido como alias Marino, de “quemar todo para salvar el país”.
29 de agosto
Un esquema de acciones similares fue desmontado en el mes de agosto. Esta vez se trataba de atentados a ser realizados con explosivo C4 en diferentes puntos claves de Caracas: en la sede de las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES), en el barrio 23 de Enero, y en el Palacio de Justicia.
Rodríguez reveló que el plan estaba siendo dirigido desde Colombia, donde funcionaban tres centros de entrenamiento paramilitar dirigidos a planificar esas acciones. Dos de los campamentos —uno de los cuales se encontraba a 2,5 kilómetros de la frontera— eran para formación en explosivos, y el tercero para entrenamiento militar.
“Todo lleva a Iván Duque, Álvaro Uribe, al norte de Santander, al paramilitarismo que campea feliz en la hermana República de Colombia”, explicó Rodríguez, señalando cómo el Gobierno colombiano dio refugio a gran parte de quienes son perseguidos por la justicia venezolana por acciones de estas características.
No fue la primera vez que el Gobierno venezolano denunció la existencia de campamentos de entrenamiento paramilitar para atentar contra Venezuela. El caso anterior había sido luego del intento de asesinato de Nicolás Maduro en agosto del 2018, donde Rodríguez denunció que el centro de formación para los atentados se encontraba del otro lado de la frontera, en la localidad de Chinácota.
15 de diciembre
El último caso del 2019 era una acción que debía tener lugar el pasado domingo 15 de diciembre. Parte del plan consistía en el ataque a dos cuarteles en el este Sucre, oriente del país, que debían conectarse con acciones similares en los estados de Zulia, Táchira, Barinas, Aragua y Caracas.
“Tenemos de una conspiración que pretendía activarse para atacar varios cuarteles del ejército bolivariano y de la Guardia Nacional bolivariana en varias ciudades del país para provocar un baño de sangre militar, popular, para ensombrecer y bañar de sangre las navidades”, dijo el presidente Nicolás Maduro al referirse sobre esos hechos.
Maduro acusó a Leopoldo López y a Juan Guaidó como responsables de las acciones y señaló el rol norteamericano.
Todo lo que no pasó
Si Venezuela está en calma para este fin de año es porque, entre otras cosas, varias de las acciones violentas lograron ser desarticuladas en el momento o antes de que ocurrieran. El panorama sería profundamente diferente si uno de esos planes se hubiera materializado con éxito.
Es parte de las razones de la crisis de la oposición, que se acerca a enero dividida, sin iniciativa política, envuelta en escándalos de corrupción y con la administración de Trump desconfiando de las capacidades de la derecha venezolana ante los evidentes fracasos.
La fecha clave es el 5 de enero: ese día se sabrá si Juan Guaidó seguirá como presidente de la Asamblea Nacional y por lo tanto reconocido como presidente encargado por parte de EEUU, o si será desplazado por otro sector. Mientras tanto los planes de acciones violentas no se detienen. Hace ya varios años que un sector de la oposición solo apuesta a una salida violenta, y que la política norteamericana construye acciones encubiertas para lograr el derrocamiento de Maduro.