Si analizamos con detenimiento los antecedentes de la proclamación del estado de Israel en 1948 nos daremos cuenta que están directamente relacionados con los juicios de Núremberg.
Estos juicios tuvieron lugar en la ciudad homónima del 20 de noviembre de 1945 al 1 de octubre de 1946 con la finalidad de sentar en el banquillo a la cúpula nazi responsable de crímenes de lesa humanidad, exterminio y genocidio cometidos durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque en el holocausto también había víctimas de más de 30 nacionalidades (entre gitanos, homosexuales, comunistas, cristianos, etc.) los judíos son los que se han robado el protagonismo.
El veredicto de los jueces fue implacable condenado a muerte a la mayoría de los acusados. Siendo este el primer caso de justicia transnacional en el mundo. Los juicios de Núremberg contaban con el auspicio de las fuerzas aliadas vencedoras de la contienda y tuvieron por ese entonces un gran impacto mediático entre la opinión pública.
Da la casualidad que dos años más tarde la Asamblea General de la ONU aprobó la creación del estado de Israel.
De esta manera se legalizó el despojo y el destierro del pueblo palestino. Un pueblo completamente ajeno a los crímenes cometidos en Europa contra los judíos por los regímenes fascistas y sus cómplices.
Si bien es cierto que el gobierno de Israel acusó al muftí de Jerusalén Amín Al-Husseini de aliarse con Hitler y aconsejarle la eliminación sistemática de los judíos en los hornos crematorios.
El pueblo judío buscaba imperiosamente una tierra de asilo puesto que ya no podía regresar a sus países de origen donde habían sido delatados por sus propios vecinos. Públicamente fueron humillados, confinados en guetos y marcados con las estrellas de David. Además de cargar con el estigma de raza maldita: los nazis los acusaban de usureros y de ser los culpables de su derrota en el Primera Guerra mundial; los cristianos, igualmente, de haber vendido a Cristo a los romanos y sentenciarlo a morir en la cruz.
No había otra alternativa que sacrificar al pueblo palestino para asegurar su propia existencia. Los hebreos buscaban una víctima propiciatoria y la encontraron. Poco importaban esos indígenas retrasados y arcaicos que “ocupaban” la palestina histórica -bajo el mandato británico- que según las sagradas escrituras les pertenecía por derecho divino. Millones de refugiados necesitaban reconstruir sus vidas y fundar una nación donde vivir en paz y seguridad. Así lo demandaba vehementemente el Congreso Mundial judío, el lobby Israelí en los Estados Unidos, y dirigentes como Weizmann y Ben Gurion. Propuesta que contó con el respaldo incondicional de EEUU, Inglaterra, Francia, o la Unión Soviética.
Los refugiados reclamaban una tierra donde fundar una nación exclusivamente judía con una constitución basada en la Tora y en el Talmud. Una sociedad donde se aplicara la utopía sionista dictada por su padre Theodor Herzl. O sea una nación moderna y próspera que defendiera su identidad, costumbres y tradiciones ancestrales. No podían tolerar mezclarse con otras razas o confesiones porque ellos eran los portadores de la luz y la verdad.
Tras la segunda Guerra Mundial los aliados eligieron para el cargo de canciller alemán a Konrad Adenauer (1949- 1963) que asumió la titánica tarea de reconstruir el país y aplicar las políticas de desnazificación. Adenauer pertenecía a una familia judía yiddish y fue miembro del movimiento sionista. Por lo tanto era el personaje idóneo para integrar a Alemania en el modelo capitalista y de libre mercado.
Los judíos supieron explotar el victimismo lanzando una demoledora campaña propagandística a través de la prensa, la radio, la televisión, el cine o la literatura. Era imprescindible crear esa imagen de pueblo perseguido, un pueblo martirizado con el fin de despertar sentimientos de compasión. Se repetían una y mil veces el mismo discurso restregando en la cara de los espectadores las imágenes dantescas de los campos de exterminio donde esos seres espectrales y esqueléticos caminaban a la deriva esperando el turno para entrar en las cámaras de gas.
De alguna manera había que compensar el dolor causado a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
En 1947 la ONU decidió dividir Palestina -bajo el mandato británico- siguiendo las recomendaciones del Comité Especial para Palestina UNSCOP que copió al pie de la letra las líneas maestras trazadas por el informe Peel. Ese plan de partición se hizo realidad gracias a la infatigable labor “diplomática” de los dirigentes sionistas, un lobby de banqueros y empresarios que presionaron a los países implicados para que emitieran un fallo favorable.
La Asamblea a General de las Naciones Unidas del 29 de noviembre de 1947 autorizó la partición de Palestina (resolución 181) con el voto favorable de 33 países, 13 países en contra y 10 abstenciones Una votación donde la tragedia del holocausto influyó radicalmente. Además del chantaje ejercido por Estados Unidos sobre los países que recibían su ayuda económica o tenían acuerdos comerciales. El lobby judío actuó con astucia llevando a cabo conversaciones secretas con distintos líderes mundiales como el presidente Truman, Stalin, Robert Schuman, Churchill o Jorge VI con el fin de amañar el resultado. El descarado tráfico de influencias se extendió también por el Congreso norteamericano y la ONU. Incluso la Unión Soviética le brindó apoyo irrestricto a los sionistas esperanzados en que instauraran un régimen afín a sus intereses.
Desde luego que supieron sacar buenos réditos del sentimentalismo melodramático que despertaban aquellos judíos que en masa abordaban los barcos rumbo a la tierra prometida. Pero después de tantas penurias y privaciones las autoridades británicas les prohibían desembarcar en Palestina al calificarlos de inmigrantes clandestinos. Un nuevo éxodo bíblico al estilo de Moisés en el desierto.
La declaración de independencia de Israel se llevó a cabo en el Museo de Arte de Tel Aviv el día 14 de mayo de 1948. “Israel es la cuna del pueblo judío cuyo deseo es vivir en paz y seguridad”. Se cantó la Hatikva y entre la algarabía de los asistentes se izó la bandera de listones azules y fondo blanco con la flamante estrella de David a modo de escudo. Para celebrarlo los rabinos entonaron himnos y oraciones talmúdicas de alabanza a Adonai. Simplemente ejercían el derecho histórico a existir en la tierra que los vio nacer. De inmediato, el nuevo estado fue reconocido por las grandes potencias (EE.UU y la Unión Soviética) que se congratulaban y lo bendecían.
Pero quizás la pieza clave de todo este entramado sea el líder sionista Chaim Weizmann. Weizmann, de origen bielorruso, fue uno de los pioneros del movimiento sionista y fiel discípulo de Theodor Herzl. Se distinguió por ser el principal promotor del hogar judío en Palestina e hizo lo imposible para materializar tales anhelos. Weizmann graduado de ingeniero químico en Suiza emigró a Inglaterra donde finalmente desarrolló importantes descubrimientos en el campo de los explosivos. Se había destacado en sus trabajos sobre la acetona y cordita lo que le permitió crear una nueva línea de proyectiles y obuses con mayor capacidad de fuego. Churchill, lord del almirantazgo, estuvo muy interesado en sus innovaciones para aplicarlas a las naves de guerra de la armada británica. Por lo tanto gozaba de reconocido prestigio y en especial la familia real británica le guardaba un gran aprecio. Además, trabajó junto a lord Balfour con el que le unía una entrañable amistad. De ahí que influyera decididamente en la declaración que lleva su nombre y por medio de la cual el imperio británico les cedía a los judíos un hogar en Palestina. Cuenta la leyenda que Weizmann por sus servicios prestados a la corona británica con todo el respeto le solicitó al rey Jorge VI una patria para el pueblo judío en el territorio otomano de Palestina, provincia de la gran Siria -que tras la Primera Guerra Mundial había pasado a manos británicas-
Weizmann como presidente de la Organización Mundial Sionista por su predicamento y carisma tenía acceso a las altas esferas del poder. Así pudo relacionarse con presidentes, primeros ministros, reyes o embajadores. Son notorios sus encuentros con el rey Jorge VI de Inglaterra y con Harry S Truman, presidente de los EE.UU. También con Faisal, emir de la Meca de la dinastía Hachemita que incluso le dio carta blanca para que fomentara la emigración judía a Palestina. “deseamos a los judíos la más cordial bienvenida”
En la Conferencia de Paz en París 1919 los judíos apoyaron el mandato británico sobre palestina. Por el contrario el rey Faisal esperaba que los ingleses cumplieran sus promesa recompensarlos con la creación de la Gran Arabia. Así lo habían pactado con anterioridad tras derrotar al imperio turco en la rebelión árabe. Pero los británicos y franceses decidieron que los árabes no estaban preparados para administrar su independencia.
Weizmann también desde la sombra intervino en la comisión real Peel que durante el año 1937 visitó Palestina para investigar las causas de la violencia entre árabes y judíos. El muftí de Jerusalén Al -Husseini decidió convocar huelgas y manifestaciones de protesta contra la inmigración ilegal judía pregonando la guerra santa o la yihad (la gran revuelta árabe) La situación de orden público se hacía insostenible y había que actuar con eficacia. Sus consejos y apreciaciones los tuvieron muy cuenta los miembros de la comisión que emitieron un fallo positivo sobre la partición en dos estados. Esa era la única posibilidad de solucionar el problema de convivencia entre ambas comunidades -concluyeron los expertos.
El lobista de Chaid Weizmann se caracterizó por su astucia y sagacidad. Se granjeo la amistad con los más altos dignatarios y participaba asiduamente en la vida social de la aristocracia y la burguesía Y es que en esos lujosos ágapes, fiestas palaciegas, cenas y banquetes es donde realmente se deciden los asuntos más trascendentales de la política mundial. Los judíos son expertos en el arte de las conspiraciones y los acuerdos secretos. Aunque hay que reconocer el importante apoyo económico que prestaron banqueros como los Rothschild (judíos ashkenazis de origen alemán), los Rockefeller o Sir Herbert Samuel.
Como uno de los líderes sionistas más connotados de todos los tiempos le cupo el honor de presentar un memorando a nombre de la Agencia Judía Sionista exigiendo una justa reparación a los gobiernos de EE.UU, Inglaterra, Francia y la Unión Soviética. Weizmann fue elegido el primer presidente de Israel y se le considera uno de los padres fundadores de la patria.
Israel al término de la Segunda Guerra mundial exigió desorbitadas compensaciones (60.000 millones de dólares) a Alemania por los crímenes del holocausto, la pérdida de su patrimonio, sus bienes o propiedades. El estado alemán bajo la tutela de los aliados tuvo que asumir la culpa colectiva y pagar las respectivas indemnizaciones. Esto en la historia se le conocería como la humillación alemana.
Otro de los pilares fundamentales del estado de Israel es indudablemente el museo del Yad Vashem (Holocausto). Este museo se encuentra situado en el monte Herzl en las afueras de Jerusalén (bosque de Jerusalén) y cuenta con una superficie de 4.500 metros cuadrados donde están repartidos los distintos pabellones, dependencias administrativas, memoriales y jardines. Anualmente recibe la visita de más de dos millones de turistas (está incluido en todos los paquetes turísticos) Cualquier autoridad mundial que visite oficialmente a Israel está obligada a rendirle tributo y homenaje póstumo a las víctimas del holocausto. Este es el principal monumento de Israel y en un futuro no muy lejano quizás pase a ser patrimonio de la humanidad.
Cuando los grupos de turistas llegan a la explanada de recepción unos funcionarios los van clasificando por idioma y nacionalidad. El Instituto del Holocausto cuenta con traductores de más de treinta lenguas y dialectos que cumplen fielmente con la función de adoctrinar a los visitantes. Al grupo de latinoamericanos nos designaron un guía judeo- argentino que en tono lastimero nos explicó a grosso modo el sentido filosófico del museo: “se construyó para rendirle homenaje a las víctimas de una de las tragedias más atroces que haya vivido la humanidad” “las futuras generaciones no pueden olvidarlo”. El guía argentino repite una y otra vez la cifra de 6 millones de asesinados haciendo hincapié en los 1.500.000 de niños. Varias personas se llevan las manos a la cabeza impresionadas por las cifras. “Israel es un estado completamente comprometido con el amor y la paz del mundo” -Recalca. “Nosotros no guardamos rencor a los verdugos”-sentencia. El guía argentino con un gesto benevolente nos deja en la puerta de ingreso donde varias azafatas nos conducen a un mostrador donde se procede a una exhaustiva revisión policial-. La entrada es gratuita puesto que sería políticamente incorrecto convertir tan horripilante tragedia en un negocio.
Es tal el éxito del Museo del Holocausto que se han abierto sucursales o franquicias en Washington y Buenos Aires, México, Berlín, Budapest. Estamos hablando de una multinacional que genera inmensos beneficios económicos a pesar de recalcar en sus folletos que son una institución sin ánimo de lucro.
El Museo del Holocausto fue construido gracias las donaciones de familias judías, personajes anónimos, particulares, empresas privadas, fundaciones y también de no judíos (reyes, príncipes, banqueros) entre los que se destacan los cristianos sionistas.
El museo se inauguró en 2005 con la presencia de más de 40 líderes mundiales encabezados por Kofi Annan. –aparte del cuerpo diplomático y múltiples organizaciones internacionales.
Israel oficialmente conmemora el Día del Holocausto – Iom Hashoa (16 de abril) con la paralización total de las actividades durante los dos minutos que dura el ulular de las sirenas. Signo de duelo eterno en honor a los mártires. Este memorable acto tiene su réplica en distintas capitales del mundo occidental.
El museo del Holocausto obtuvo el premio Príncipe de Asturias de la Concordia a propuesta de Ángela Merkel en el 2007. Diariamente sus responsables reciben innumerables donaciones llegadas de distintas partes del mundo. Por ejemplo, el magnate estadounidense Sheldon Adelson, de origen judío, donó 25.000.000 de dólares para sus gastos administrativos.
Es un delito negar el holocausto y en muchos países está castigado con penas de multas y hasta 5 años de cárcel.
El Museo del Holocausto fue diseñado para manipular los sentimientos, explotar el pesar y la compasión de los espectadores. Hay que reconocer que hace parte de un montaje muy bien estudiado por psicólogos y siquiatras. El museo tiene forma de prisma que penetra en la montaña en forma de zigzag. Por allí penetramos camino de las diferentes salas en medio de una inquietante penumbra. Algo que nos recuerda esos túneles de las cuevas de terror de los parques de atracciones. Tenemos que estar preparados para soportar una exhibición maniquea de fetiches y reliquias: trajes de presidiarios con sus estrellas de David, montañas de zapatos, utensilios, gafas, diarios, las genealogías familiares, fotografías, films, los planos de los campos de concentración, el alambre de púas que encierra los guetos en los que fueron confinados. Nos abruman con las millonarias cifras de muertos, los datos más espeluznantes; torturas, vejaciones, experimentos médicos, las montañas de cadáveres desnudos que se pudren al aire libre.
Por los altavoces se repiten uno a uno los nombres de las ¡6.000.000! victimas mientras se proyectan documentales donde los supervivientes entre sollozos narran su bajada a los infiernos. Sólo falta que salgan unas plañideras enlutadas recitando jaculatorias.
En una cúpula cónica se han colocado a manera de teselas las fotos de las víctimas, miles de fotografías en recuerdo a los 6 millones de inmolados. Es la consecuencia de la persecución antisemita o la limpieza étnica que aplicaban los nazis en un afán por imponer la superioridad de la raza aria. Las estaciones del viacrucis por recomendación de los responsables del museo se deben recorrer en estricto silencio y recogimiento. De aquí para allá no se ven más que cuerpos esqueléticos, esclavos en las fábricas y canteras, los soldados de las SS bajan a culatazos a los deportados de los vagones de los trenes como si se tratara de bestias malditas. Las filas de niños y ancianos son los primeros en pasar por las cámaras de gas pues representan la escoria improductiva. No hay tregua en este terrorífico espectáculo de la industria de la muerte o la solución final. A continuación, aparece una foto del fuhrer pronunciando un acalorado discurso ante miles de incondicionales. En este ambiente sórdido y siniestro las SS con sus perros de afiladas fauces montan guardia en los barracones donde se hacinan famélicos esos pobres miserables.
Hay que elegir entre el nazismo que con sus banderas de la cruz gamada representan el mal o la sonrisa de un niño judío que representa el bien. La clásica dicotomía del bien y el mal que hace parte de todas las tramas de las películas de Walt Disney; el bien son los judíos, el mal los nazis y, como no, también los terroristas árabes. Esa es su base moral y justificación ideológica
Ese túnel estrecho y tenebroso por el que caminamos poco a poco se va ampliando hasta desembocar en una sala de amplios ventanales por donde penetran radiantes los rayos del sol. Desde ese mirador contemplamos los bosques y jardines y el paisaje majestuoso de la Tierra Santa. Es el milagro de Israel o la redención.
Para contrarrestar las voces negacionistas en los fondos y archivos del museo se encuentran almacenados más de 55 millones de documentos que son la prueba irrefutable de las atrocidades cometidas contra el pueblo judío.
En el momento de salir del mundo de ultratumba los visitantes afligidos y muchos llorosos se rinden ante la evidencia: la bandera de Israel ondea altiva sobre el Monte de la Memoria. El pueblo judío resucita. El tour según las directrices de los guionistas hollywoodianos debe tener un epilogo de los más lacrimógeno. Por eso es preceptivo hacer un buen acopio de pañuelos. Una gran urna colocada estratégicamente en la puerta de salida nos insinúa que tenemos que ser solidarios y depositar nuestras donaciones para contribuir con la preservación de este imponente monumento.
El recorrido por este magno complejo se completa con el paseo por la Avenida de los Justos, el Valle de las Naciones, la Cripta del Recuerdo donde se conserva la llama perpetua en honor a los mártires, y el Memorial a los Niños que es una caverna donde se han colocado miles de espejos rotos que reflejan las llamas de cientos de velas encendidas cual estrellas que titilan en el firmamento. Esas no son otras que las almas de las 1.500.000 criaturas inocentes inmoladas. La realidad virtual supera al mito.
Todos estos mártires y héroes del holocausto representan el corazón palpitante del estado de Israel.
Pero por desgracia el pueblo judío en la actualidad se ve nuevamente amenazado y no puede bajar la guardia. Si ayer fueron los nazis hoy son los árabes quienes intentan borrarlos del mapa. -Argumentan los guías- Como en el pasado más reciente y de ingrata recordación el peligro los acecha. Y es por ello que para preservar la paz y en virtud al legítimo derecho a la defensa se han visto obligados a utilizar la fuerza para neutralizar la amenaza “terrorista”.
Otra de las grandes estrellas de la “industria de la lastima” es el diario de Ana Frank que con sus más de 30.000.000 de ejemplares vendidos se ha convertido en un boom editorial sin precedentes. Su efecto propagandístico ha sido arrasador.
El cazanazis Simón Wiesenthal afirmó en su día que el diario de Ana Frank -símbolo de la persecución de los judíos- era más importante que los juicios de Núremberg. Ana representa a la niña inocente (los judíos) atrapada en la maldad (los nazis)
Alemania tiene una deuda muy grande con el pueblo judío y esto se traduce en las inmejorables relaciones diplomáticas y los proyectos de cooperación tecnológica, industrial y bélica que comparten. Para nadie es un secreto que la actitud del gobierno alemán es completamente servil y sumisa a los dictados de Tel Aviv. Este complejo de culpa seguramente perdurará por generaciones.
Israel se ha propuesto construir un discurso histórico que legalice la ocupación del territorio palestino. De ahí su obsesión por patrocinar museos como el del Holocausto, el de arqueología e historia, el de antropología, el del libro o el del muro de las lamentaciones. Además de las innumerables exploraciones arqueológicas donde los investigadores y científicos trabajan a destajo empeñados en encontrar cualquier resto o indicio que confirme la presencia judía en Tierra Santa desde tiempos inmemoriales. Eretz Israel no ha invadido Palestina sino que ha recuperado Judea y Samaria que por justicia les pertenece. Pocos se dan cuenta que el presupuesto necesario para materializar todos sus planes y proyectos lo adquieren a través de las millonarias donaciones que efectúan miles y miles de benefactores repartidos alrededor del planeta.
El holocausto es la espada y el escudo del estado de Israel puesto que legítima la ocupación militar de Palestina. El holocausto no es más que una construcción ideológica para justificar la ayuda de EEUU a Israel. Gracias a la brillante campaña propagandística esta espantosa tragedia humana brilla más que cualquier otra en la historia.
Es la coartada perfecta que saca a relucir el sionismo cuando comete horripilantes masacres como las de Sabra y Chatila o las operaciones de aniquilación y guerra sucia en Gaza o Cisjordania.
Del holocausto judío al holocausto del pueblo palestino. Aquellos que en su día sufrieron la persecución y el exterminio aplican los mismos métodos nazis contra el pueblo palestino. Un pueblo también perseguido, aniquilado por las guerras y agresiones, un pueblo prisionero bajo las mismas murallas y alambre de púas de los campos de concentración. Condenados en un inmenso gueto de Varsovia, condenados a sobrevivir bajo el estado de sitio impuesto por el ejército de ocupación sionista. Ese el resultado de esta mascarada hipócrita, aberrante y perversa que trasforma a los agresores en héroes y mártires.
Carlos de Urabá 2020