Interminables horas de trabajo, poco acceso a la tecnología y a internet, dificultad para resolver las tareas sin la presencia física de las y los docentes. La realidad de la escuela se vuelve más compleja y precaria que antes de la pandemia.
Con la suspensión de clases por la cuarentena, las condiciones de precariedad de la educación pública se agravaron aún más. Equipos directivos y docentes tuvieron que ponerse a reinventar la forma de dar clases para adaptarse a las directivas de continuidad pedagógica. Mientras que para los sectores más humildes, que ya atravesaban distintas barreras para acceder a la educación, ahora se les suma la dificultad de la tecnología y la conectividad.
Según las cifras oficiales del Ministerio de Modernización el 30% de las personas aún no cuenta con acceso a internet de forma fija en sus hogares. A su vez, las diferencias geográficas son importantes, ya que por ejemplo el nivel de conectividad de la ciudad de Buenos Aires es muy alto, pero en provincias como Tucumán, Misiones, Corrientes, San Juan, Chaco, Santa Cruz, Catamarca y Formosa el nivel de penetración de internet se encuentra por debajo del 40%.
Por otro lado, es necesario tener en cuenta que en los sectores más empobrecidos el principal dispositivo que se utiliza es el celular. Esto dificulta la realización de las tareas debido a que la conexión es lenta o tiene mala señal, gran parte utiliza el sistema de recarga por tarjeta por lo tanto los datos móviles se terminan rápidamente, en muchos casos el teléfono que tiene acceso a internet es compartido entre varios integrantes de la familia o los dispositivos no cuentan con todas las aplicaciones necesarias para abrir los archivos.
“Mi hermano está en sexto grado de primaria, en su curso son como 20 pero son sólo 4 o 5 los que pueden mandar las tareas. Nuestra señal es mala, se nos consumen los datos muy rápido y cargar la tarjeta sale más de 150 pesos y dura dos días” dijo Pamela que vive en un pueblito de 3500 habitantes en Santiago del Estero. “A veces cuando no podemos buscar información tenemos que pedirle prestado el Wifi al vecino” agregó.
Ella a su vez, estudia trabajo social en Tucumán, donde también participa del Frente de Organizaciones en Lucha. A raíz de la cuarentena no pudo trasladarse para continuar sus estudios “se me complica bastante, mis compañeros me inscribieron a las materias y me pasan todos los textos por captura de pantalla porque no puedo entrar al campus virtual porque está colapsado” contó.
A esta realidad hay que sumarle el hecho de que las clases se suspendieron a pocos días de haber comenzado, por lo tanto las y los docentes no tuvieron oportunidad de conocer en profundidad a sus estudiantes y las distintas realidades que viven. Para la educación el espacio del aula y la construcción de un vínculo de confianza son fundamentales en el proceso de aprendizaje, ya que en él influyen múltiples factores que se van analizando en el intercambio formativo.
“Tengo un hijo en primaria y otra en secundaria. Al que está en primaria le tuve que imprimir todo en un locutorio y tuve que gastar mil pesos. Así que le dije a la maestra que me mande para copiar porque no puedo estar imprimiendo, nos sale muy caro” dijo Alejandra que vive en Berazategui.
Otra dificultad que se presenta es la falta de una persona que guie el desarrollo de las actividades, “hay cosas que cambiaron mucho y que yo no sé, entonces a mi hijo lo ayudan las hermanas que siguen cursando en secundaria” agregó Alejandra, que además tiene que repartirse el tiempo entre las taras de la casa y el merendero del FOL que lleva adelante con otras compañeras.
Eli, que vive en La Plata coincidió “son temas que yo vi hace mucho tiempo en la escuela y hay cosas nuevas entonces no puedo ayudar mucho a mis hijas, así que estoy viendo si consigo una maestra particular online”.
Por su parte, las y los estudiantes que tienen un proyecto de inclusión por alguna discapacidad también atraviesan dificultades particulares en este contexto. Rocío, docente de educación especial, dijo que “se requieren materiales específicos para el desarrollo de les niñes con discapacidad y a su vez trabajamos con familias que a veces no tienen la alfabetización suficiente para acompañar esos procesos de aprendizaje”. En estos casos la enseñanza es personalizada y se requieren configuraciones de apoyo pensadas en función de cómo aprende cada niña o niño, con lo cual el derecho a la educación de estos/as estudiantes se ve claramente vulnerado en este contexto.
A su vez, como afirmo Rocío “en todas las familias lo que prima es la comida, y eso hace que todo lo otro sea secundario, eso es una realidad”. El contexto de aislamiento precipitó una crisis sin precedentes para grandes sectores de la población y muchas familias se quedaron sin siquiera poder garantizar un plato de comida diario en sus hogares, lo cual dificulta aún más continuar pensando en la educación de sus hijos e hijas.
A toda esta realidad, se le suma la precarización de los equipos docentes y directivos que ven como su jornada laboral se extiende durante todo el día contestando mensajes y haciendo malabares para intentar garantizar el acceso de sus estudiantes a los materiales de clase. Mientras que se profundiza el temor de que, a futuro, se instale la idea de prescindir de las aulas y de su labor, con el objetivo de reducir personal y recursos a un presupuesto educativo cada vez más recortado.