Desde la semana pasada retomaron la huelga de hambre y denuncian que las condiciones que la pandemia agrava son previas y graves. Piden especialmente el acceso y atención a la salud.
Cuando en enero se constituyó una mesa de diálogo por la crisis humanitaria en las cárceles bonaerenses ellas fueron uno de los principales grupos vulnerables en el encierro para quienes se evaluó la aplicación de medidas alternativas a la prisión. Hoy, cuatro meses después y pandemia mediante, más de 40 mujeres presas se encuentran en huelga de hambre. Siguen esperando respuestas después de las idas y vueltas de la justicia y los volantazos en política penitenciaria.
La realidad es que hubo detenidas que lograron medidas morigeratorias en ese proceso pero quienes continúan encerradas tienen miedo y están preocupadas porque si bien no se han detectado casos en las Unidades que las alojan saben que el mayor riesgo de contagio viene no sólo de las condiciones de infraestructura de las cárceles sino del personal que entra y sale del lugar.
En diálogo con Andar una de las detenidas subraya que las condiciones que se volvieron visibles por el debate sobre el acceso a libertades y morigeratorias durante la pandemia son previas y graves. “Yo llegué a esta unidad en octubre, por ejemplo, y no había agua caliente, después de la huelga de hambre de diciembre lo arreglaron, pero pusieron dos caños así no más y ya tuvimos dos quemadas. Tienen que pasar estas cosas para que vengan y resuelvan y lo hacen así”, cuenta.
En las últimas semanas el reclamo se retomó, según difundieron, con cientos de mujeres. Dos pabellones de la Unidad 33 todavía sostenían la medida que mantenían unas 43 presas, sobre todo en apoyo a las embarazadas, las mujeres con problemas de salud y a las madres que continúan con la lactancia y no pueden hacerla.
“La alimentación es malísima –describe la detenida – Y sin visita se complica más. Son muy pocas las chicas que tienen deposito, mi hija está embarazada no las puedo arriesgar a que vengan. Y acá si a las criaturas ni le dan una merienda o desayuno como la gente imagínate a una que es grande”. Ella tiene problemas severos de salud derivados de un ACV que sufrió en 2008 “por negligencia” durante el encierro. “Vienen las médicas de recorrida y no se qué recorren porque jamás te llaman, cuando pedís por una médica te dicen ‘no ya pasó’ y no sabés en qué momento. Tenés que hacer campana para ver si vienen y cuando las encontrás y les decís cómo estamos te dice que lo siente. A mí no se me pasan los dolores porque ella lo sienta, me tienen que traer la medicación correspondiente, el tratamiento kinesiológico, no hay historias clínicas. Si te haces un estudio y no jodes no te enteras los resultados”.
Las detenidas ven, además, que el protocolo de sanidad, distanciamiento e higiene no se respeta y más allá del uso tapabocas no se tomaron más medidas frente al coronavirus. Otro tema es la escasez de los productos de higiene y limpieza para la población. Sin visitas es difícil abastecerse y pocas familias pueden enviar encomiendas que demoran y son costosas. “Una de las mamas pregunto en la mesa de diálogo qué respuesta tenían y qué soluciones nos traían y te dicen ‘queda para la próxima mesa’ y así lo van extendiendo. Pero soluciones no hay ninguna”, cuenta la detenida.
Al 30 de abril aún había 8 embarazadas y 23 mujeres con sus hijos en el sistema de encierro bonaerense. De casi dos mil mujeres presas el 24% cumple su condena con monitoreo electrónico. “La gente de afuera lo ve como que nos queremos agarrar del coronavirus para salir a nuestras casas. No es así, esto no es de ahora. No somos animales y más allá de todo esto tenemos nuestros derechos”, concluye la mujer desde el encierro.