El impacto de la pandemia en el mercado de trabajo marcó que 3.5 millones de asalariados se retiraran del mercado. De ellos el 83% son trabajadores no registrados.
Más allá de las políticas de contención que dispuso el Gobierno Nacional y de los intentos por acolchonar el golpe, el daño que la pandemia le causó al mercado laboral en nuestro país fue directamente proporcional a la situación de extrema vulnerabilidad que caracterizaba al empleo antes de la irrupción del Covid-19.
Así lo muestra un trabajo difundido en las últimas horas por el CETyD, espacio especializado en el mundo del trabajo de la Universidad Nacional de San Martín.
“Los principales afectados por la destrucción de empleo fueron quienes estaban insertos en las modalidades ocupacionales más precarias e inestables”, explica el informe.
“La principal expresión de la crisis laboral fue la muy significativa caída de la tasa de actividad”, reseña el escrito que hala de un total de 3.5 millones de personas que perdieron su empleo y se retiraron del mercado de trabajo.
Con la particularidad que el 83% de la caída del número de ocupados se explica por los asalariados informales y los trabajadores por cuenta propia.
“Las políticas de sostenimiento del empleo implementadas por el Estado Nacional permitieron que el empleo formal en relación de dependencia no fuera impactado del mismo modo que las inserciones ocupacionales más precarias e inestables. Pero la alta proliferación de esas modalidades de menor calidad determinó que las políticas tuvieran un alcance acotado y que el impacto de la crisis terminara siendo profundo”, agrega.
Y concluye: “La elevada vulnerabilidad de los mercados laborales más precarizados queda en evidencia al contrastar el impacto que tuvo la pandemia en los países latinoamericanos en relación a lo ocurrido en Europa, donde la situación fue contenida de manera más eficaz debido a la mayor proliferación de empleo formal en sus estructuras ocupacionales”.