Hoy la cadena de perforación, extracción y mantenimiento de la industria petrolera está parada. La situación sanitaria esconde tras de sí una crisis más profunda y compleja, que no tiene solución dentro del marco del capitalismo.
Por Guillermo Serrano, trabajador petrolero, Integrante del Núcleo Político Patagónico.
En un documento anterior del 15/08/20 decíamos: Durante la década del 90 el gobierno peronista de entonces decidió ejecutar la orden del imperialismo, entregar los recursos naturales y empresas estratégicas a las multinacionales.
YPF fue vendida a Repsol cuando el barril de petróleo costaba 8 USD y al poco tiempo algunos yacimientos se transformaron repentinamente en los más importantes de Sudamérica, los yacimientos cercanos a la localidad neuquina de Rincón de los Sauces llegaron a producir 30.000 m3 diarios de petróleo de excelente calidad.
Repsol se transformo rápidamente en una multinacional petrolera con activos en Estados unidos, Bolivia, Brasil en base al robo al pueblo argentino.
El resultado trágico para los trabajadores y el país ya lo conocemos.
20 años más tarde, la burguesía argentina (siempre rentística y parasitaría) formaba parte de un proyecto político continental que tibiamente presuponía ponerle algún limite al imperialismo.
Primero entraron por la ventana al testaferro Eskenazi regalándole un 25 % de Repsol. Para luego los mismos personajes volver a votar, pero esta vez a favor de la compra del 50 % de Repsol.
La diferencia no solo era política, el valor del barril de crudo en ese momento era de 100 USD y los yacimientos petroleros ya estaban casi agotados.
Los argentinos vendimos nuestro petróleo barato y compramos caro yacimientos sobreexplotados, con enormes problemas ambientales y en sus instalaciones, lo que demanda un costo elevado de explotación que hoy ronda los 40 USD por barril (valor cercano al precio internacional actual).
Ello conlleva a que hoy los yacimientos petroleros y sus instalaciones estén al límite de su operación segura, lo que lleva a aumentar los accidentes para los trabajadores y al ambiente.
La recuperación de la actividad está atada a una fuerte reducción de costos laborales y de seguridad.
Ya es normal que se cuenten a diario los accidentes ambientales, produciéndose con normalidad derrames, pinchaduras de ductos.
Un pasivo ambiental importante, es la cantidad de pozos que deben ser abandonados (pozos improductivos, dañados, con pérdidas de petróleo en superficie), en la zona norte de Neuquén al borde del Río Colorado hay unos 1000 pozos en esta condición crítica.
Para las petroleras es un costo que intentan no asumir; abandonar un pozo es una operación implica unos 2000.000 USD por pozo, es claro cuál es el motivo gran cantidad de pozos que se encuentran en esas condiciones, así como el escaso o nulo control de las provincias.
Pero más allá, de los derrames diarios, producto de la falta de mantenimiento; la problemática ambiental también se esconde bajo tierra, en la zona hasta unos 400 mts de profundidad existen acuíferos de agua utilizable para consumo o riego, la primer cañería con que entuba un pozo es la que aísla y protege estas napas acuíferas de la actividad petrolera, recientemente y luego de un siglo de explotación, la Subsecretaría e Recursos Hídricos, obligo a las petroleras a realizar los estudios técnicos necesarios para determinar la profundidad y calidad del agua subterránea, con precisión y definir una profundidad adecuada para esta primer cañería.
Al estar al límite de su explotación los yacimientos (en su mayoría descubiertos durante las primeras décadas del siglo pasado), se avanza con el desarrollo de los pozos No Convencionales con objetivo productivo en la Formación Vaca Muerta a unos 3000 mts. de profundidad.
Para este tipo de desarrollo se perfora de manera masiva pozos verticales en un primer tramo y luego se perforan horizontalmente 2500 mts. ya se realizaron con éxito pruebas de 4000 mts. de extensión horizontal.
La rentabilidad se garantiza con unas 50 etapas de fractura hidráulica por pozo, ello implica el uso de unos 70.000 m3 de agua y unas 150 Toneladas de arena por pozo, que deben movilizarse en camiones y ser inyectados a presión para poder romper la roca y que el petróleo fluya.
Inicialmente la arena (para garantizar su calidad y efectividad) era importada de China, hoy se extrae de canteras principalmente de las provincias de Entre Ríos y Chubut, trasladando el impacto ambiental a otras regiones del país.
Localidades rurales de la provincia de Neuquén como Sauzal Bonito, perciben movimientos sísmicos, detectados por el Instituto Nacional de Prevención Sísmica y los organismos chilenos, aun sin la comprobación técnica, pero de innegable vinculación con las fracturas hidráulicas.
Así una región definida como no Sísmica pasó a serlo. La infraestructura de la zona (Represa el Chocón a pocos kilómetros) no está diseñada para recibir el impacto constante de terremotos producidos por la explotación petrolera.
Está claro que el petróleo es una industria de alto impacto contaminante, pero en condiciones adecuadas de inversión la actividad se puede realizar de manera más segura para los trabajadores y el ambiente.
Así como otras reivindicaciones puntuales- reclamos de género/étnicos- la protección ambiental en la producción petrolera, no tiene solución aislada de la lucha de clases y por fuera de reclamos generales.
El capitalismo necesariamente en su sistema de producción, desde sus inicios destruye el medio ambiente y consume recursos indiscriminadamente.
Solo en un sistema económico dirigido por los trabajadores, con una economía planificada para satisfacer las necesidades básicas de la población, podrá producir explotando los recursos naturales con racionalidad.
Por ello, defender un medio ambiente más sano implica la necesaria unión política de los trabajadores, la juventud y el pueblo para avanzar hacia una sociedad socialista.
Fuente: https://periodicoelroble.wordpress.com/2020/10/04/crisis-del-capitalismo-y-medioambiente/