La Comunidad Indígena Punta Querandí devolvió a tierra los restos humanos de un hombre adulto fallecido mil años atrás en su territorio, en la desembocadura del Arroyo Garín en el Partido de Tigre. Es el primer reentierro en el área metropolitana bonaerense.
Cobertura fotográfica: Leo Crovetto
“En marzo rescatamos a 8 hermanos y hermanas que estaban secuestrados por la ciencia en cajas de cartón. Ahora los estamos devolviendo a sus lugares. El próximo paso va a ser reenterrar los 7 cuerpos en La Bellaca (Villa La Ñata)”, manifestaron desde Punta Querandí y advirtieron que existe “un centenar de ancestros” extraídos de sitios arqueológicos de la región que aún se encuentran en poder de instituciones académicas.
La ceremonia de reentierro se llevó a cabo en forma íntima, con la participación de una veintena de personas entre miembros de la comunidad y “pioneros” de la defensa del lugar.
“Fue un gran logro de años de lucha. Los espíritus de nuestros antepasados también estaban emocionados. Fue como despertar un nuevo amanecer. Nos sentimos más seguros y con muchas más ganas de seguir peleando por el respeto que nos merecemos”, manifestó Reinaldo Roa del Consejo de Ancianos de Punta Querandí.
Santiago Chara, también representante del Consejo de Ancianos y autoridad de la Comunidad Qom Cacique Ramón Chara de Benavidez, señaló: “Me siento feliz. Es lo que nos faltaba, nos sentimos más completos ahora con el cuerpo vuelto al lugar de donde nunca debería haber salido”.
Los restos óseos habían sido desenterrados hace tres décadas del sitio arqueológico Arroyo Garín, que poco años después fue destruido por obras del barrio privado Santa Catalina. El esqueleto quedó “depositado” en el Instituto Nacional de Antropología (INAPL) en el barrio porteño de Belgrano.
“Fue muy movilizante y muy fuerte la ceremonia: había llantos, cantos y se sentían varias presencias. A mí me agarró escalofríos, parecía que iba a desmoronarme, me temblaban las piernas. Ese día era impresionante la energía que había en Punta Querandí”, expresó Gladis Roa, abuela de la Comunidad Guaraní Jasy Rendy, una de las protagonistas de la lucha en 2009 y 2010 y siempre cercana a los reclamos.
A fines de los ’90, el avance de los barrios privados sobre los humedales continentales de Tigre y Escobar arrasó enterratorios de los pueblos indígenas y puso bajo amenaza distintos lugares ancestrales. Este proceso despertó la conformación de la Comunidad Indígena Punta Querandí que, además de defender el patrimonio sagrado de su territorio, se propuso recuperar los cuerpos de más de un centenar de antepasados: aquellos que no terminaron destruidos por topadoras y dragas, sino que fueron “secuestrados” por instituciones académicas.
Luego de una ardua lucha, ese histórico objetivo comenzó a concretarse en marzo de 2021, cuando el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires restituyó 8 ancestros y ancestras a la Comunidad Indígena Punta Querandí, en cumplimiento de una resolución dictada en 2019 por el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas a partir de la gestión de su Programa de Identificación y Restitución de Restos Humanos.
La devolución de los cuerpos fue fruto de una década de reclamos, manifestaciones y gestiones burocráticas. Solo en 2020, hubo respaldos del intendente Julio Zamora, el Concejo Deliberante de Tigre, la Cámara de Diputados Bonaerense, el Consejo Provincial de Asuntos Indígenas y la Defensoría del Pueblo de la Nación.
SUEÑO CUMPLIDO
Dolor, alivio, paz y alegría son algunos de los sentimientos manifestados por distintas personas consultadas, todas ellas con un fuerte vínculo con la historia de Punta Querandí.
“Es un sueño cumplido, se concretó lo que parecía tan imposible. Me angustió saber que estuvo todo este tiempo en una caja en un depósito. Pero me dio alegría y paz verlo en su espacio”, describió Graciela Satalic, quien participó del reentierro acompañada de su hija Rocío. Ambas vecinas de Ingeniero Maschwitz, fueron claves en el inicio: hicieron los primeros hallazgos arqueológicos, difundieron que el lugar estaba en peligro de destrucción para convertirlo en un amarradero para yates y pasaron casi todo el 2010 acampando para resistir a las topadoras de la empresa.
“Fue muy fuerte, casi no podía hablar, ese día me latía el corazón a mil”, coincidió la cacica Cintia López de la Comunidad Qompí de Garín y parte de la Unión de Pueblos Originarios de Tigre y Escobar. “Sentíamos mucho dolor porque los habían quitado de su lugar de descanso y los encerraron en una caja como objetos, pero cuando volvió a su tierra sentí paz. La alegría por volver a su territorio se manifestó en todo momento a través de la naturaleza: la lluvia, la bandada de pájaros que se quedaron ahí, los perros aullando”, resaltó.
Por su parte, Jakeline Mariaca, integrante de la lucha comunitaria durante varios años, expresó: “Sentí el mismo sentimiento de alivio de cuando despedí a mi hija en este mismo territorio, porque sabía que ya era un alma libre”. Jaki tiene un vínculo muy especial con Punta Querandí: allí presentó a su primera bebita, Uma, en la ceremonia guaraní del Ara Pyahu. Y en este mismo lugar la despidió en 2018 con una mezcla de amor y dolor para que trascienda en el otro plano.
“Todos los cuerpos que están dentro de los Museos, deben ser sacados urgente de esos lugares, venerados y reenterrados”, subrayó Jaki en relación a los restos óseos ‘depositados’ en instituciones acádemicas.
La comunidad de Punta Querandí viene de protagonizar otro gran logro poco antes de la restitución. En noviembre de 2020, firmó con el intendente de Tigre un Convenio de Propiedad Comunitaria que garantiza sus derechos territoriales, logrando una victoria frente al extractivismo inmobiliario de los barrios privados.
Santiago Chara manifestó: “Pese a esta pandemia estamos avanzando en nuestras propuestas y nuestras metas”. Lo atribuyó “al espíritu de los abuelos y las abuelas que nos acompañan siempre” y sentenció: “Esto nos demuestra que ningún objetivo es imposible”.
En esta batalla desigual por los territorios, el reentierro de Punta Querandí es un acto de justicia y enciende aún más la memoria indígena de la región para que nada ni nadie la pueda silenciar.