LA INIQUIDAD TOTALIZANTE
No sólo en la Argentina crece la iniquidad, la desigualdad y el desempleo, sino que este fenómeno se ha acentuado en todo el mundo, incluso en los países más ricos.
El nuevo paradigma que abrió la pandemia, al margen de las ideologías y los sistemas de gobierno, fue la tendencia a reflotar los rasgos más salvajes del capitalismo neoliberal y a transformarlo poco a poco en un capitalismo de tinte feudal.
Hoy, los límites de las relaciones capitalistas se mantienen intactos, pero las relaciones tecno-feudales han comenzado a superarlos, sometiéndonos a una especie de gleba digital que nos impide reparar en el grado de impunidad en que se mueven los grupos concentrados.
Lo peor de la pandemia no pasó, sino que ha dado origen a un nuevo flagelo universal: el desamparo y la precarización, con el correlato de los efectos destructivos sobre las solidaridades y los lazos sociales.
Este fenómeno mundial ha allanado el terreno a una derecha desenfrenada que ha aprendido a manejar el arte de la persuasión, a través de un discurso anarquista y disruptivo, de manera tal que gran parte del electorado joven queda fascinado por sus propuestas cargadas de falsa rebelión.
Produce la fascinación del aparente optimismo que pregonan, pero ocultan sus objetivos reales: la privatización total del sujeto en el seno de la vida social.
EL CERCO DE LA INIQUIDAD
En todo el mundo aumenta la iniquidad, la precarización, el desamparo y por consiguiente el hambre.
Las democracias y la política en sí misma resultan impotentes al querer reivindicar los derechos de los ciudadanos. En Inglaterra, uno de cada 7 habitantes tiene inseguridad alimentaria y muchos se desconectan de sus medidores por el alto costo de los servicios, pese al frío nórdico.
En Estados Unidos han llegado a reducir el tamaño de las porciones de alimentos y muchas personas han suprimido una comida diaria.
Una periodista mejicana acaba de afirmar que en España se repite lo que pasa en Argentina: espionaje ilegal, avance de la ultraderecha y una creciente desilusión con la política y con los políticos ante el deterioro de la calidad de vida.
Las expectativas de que en América Latina, con el avance de los gobiernos populares, nacionalistas y progresistas, surgirá una nueva primavera similar a la de la época de Chávez, Kirchner, Evo y Lula, se desvanecen ante la inercia de sus protagonistas actuales presionados por las oposiciones políticas, mediático- judiciales y sectores afines a los intereses de Estados Unidos.
A principios de siglo, el país del norte estaba entretenido con el atentado a las torres gemelas y su consecuente invasión a medio oriente, pero ahora todo es diferente. El capitalismo ha ido arbitrando un sistema por el cual a los gobiernos nacionales y populares se les hace imposible hacer reformas estructurales, ya sea a través del mecanismo del endeudamiento o de las presiones parlamentarias.
INIQUIDAD PARA TODOS Y TODAS
En nuestro país la clave de la iniquidad está en la pasmosa indiferencia de los sucesivos gobiernos, ante la creciente extranjerización de las tierras patagónicas y la ausencia de un control estatal del comercio exterior, permitiendo que las divisas se fuguen alegremente a través del Río Paraná.
Por más Vaca Muerta que construyamos, por más litio que logremos extraer y por más superproducción agropecuaria que saquemos por la hidrovía nunca quedará un mango para los argentinos si no se controla en serio lo que se exporta y si se continúa extranjerizando el comercio exterior.
Así como con Macri había una bicicleta por medio de la cual los dólares se colaban por el laberinto financiero, en el gobierno actual se cuelan por el laberinto comercial a través de la subfacturación de exportaciones, los autopréstamos, las triangulaciones y el contrabando. Es por eso que, a pesar de que Argentina cada vez exporta más y tiene superávit, los dólares desaparecen como por arte de magia.
Por más esfuerzo que nos pidan nunca podremos ahorrar un solo dólar, ni el país tampoco dado que las reservas sólo pueden recomponerse si el Estado tiene el manejo del sistema financiero, el control del comercio exterior (hidrovía) y una política impositiva progresiva.
Está perfecto que el gobierno, para atenuar la iniquidad, honre la base de justicia social que embandera al peronismo aplicando políticas sociales de contención, pero alguna vez habría que salir de la emergencia con reformas estructurales que nadie parece pensar o apenas se proponen.
Y mucho menos cuando los principales líderes de la coalición gobernante no se hablan y sus tropas se dan el lujo de criticarse a cielo abierto.
Mientras tanto, Milei continúa sumando jóvenes a su lista de seguidores y parecería no tener techo.
O sí. El de ser el presidente de todos los argentinos.
Alejandro Lamaisón