Cuarenta y seis familias con 28 niñes pueden quedar en la calle si el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires concreta el desalojo que tiene previsto en el Hotel Montreal de Constitución. Les inquilines exigen una vivienda digna. Fuimos a conocer sus historias de vida y resistencia.
Por Estefanía Santoro. Fotos: Agustina Salinas.
Un mediodía de sol templado no es suficiente para calentar los pasillos de los tres pisos y la planta baja del Hotel Montreal, ubicado en la calle Luis Sáenz Peña 1723 en el barrio de Constitución. ¿Será porque las paredes están llenas de humedad? ¿Será por el frío que entra por la ventana de vidrios rotos de las cocinas?
La Ciudad de Buenos Aires está llena de hoteles familiares. Construcciones muy antiguas y edificios precarios que nadie mantiene. El Hotel Montreal se resiste a ese abandono, allí el mantenimiento lo hacen las familias, como pueden y con lo que tienen. Muchas familias comparten baño y cocina, son pocas las habitaciones que tienen baño privado. Los mecheros que ofician de hornallas no tienen perillas. La grifería de las duchas no existe, alguien las robó y los dueños nunca las repusieron, las personas se bañan con el chorro de agua que sale directamente del caño y los inodoros suelen perder agua. Para ir a la cocina en invierno lxs inquilinxs se abrigan como si fueran a salir a la calle porque al lado de las hornallas hay una ventana que tiene uno de los vidrios rotos por donde ingresa el frío.
Los dueños, Miguel y Alejandro Sproviero, hace años que dejaron de hacerse cargo de los arreglos, y sin embargo siguen cobrando sumas irrisorias por una pieza en la que apenas entra una cama de dos plazas y una mesita para dos, pero es habitada por una familia entera de cuatro o cinco miembrxs. Actualmente tiene una orden de desalojo por una deuda de ABL de más de 30 años. Y, si se concreta, quedarán en la calle 46 familias con 28 chicxs menores de edad.
En el Montreal conviven personas cuya economía se sostiene con trabajos precarizados, changas diarias y alguna ayuda social, ningún inquilinx cuenta con un trabajo formal. Son personas que llegaron de otras provincias del país en busca de una oportunidad laboral y migrantes de Paraguay, Perú y Senegal.
Como Mariela Morel, que llegó de Paraguay 20 años atrás. Hace dos años, cuando se separó y tuvo que buscar un nuevo lugar donde vivir, llegó al hotel. Mariela alquila una pieza con un baño compartido entre tres familias y paga por ella 25 mil pesos por mes. Su único ingreso fijo es el Potenciar Trabajo, pero no le alcanza para vivir, debe complementar con changas todos los días para llegar a fin de mes.
El hijo de Mariela, Emanuel, también vive en el hotel junto a su pareja, su niña de 13 años y una bebé de pocos meses. “Desde que vivo acá, hace cuatro años, la peleo todos los días, hago changas y tengo el Potenciar, pero hay meses que no me alcanza. Estuve arreglando las paredes de la pieza porque había mucha humedad y le hacía mal a mi bebé. Los dueños nunca me pagaron lo que arreglé”, cuenta Emanuel.
La resistencia vecinal
Silvia tiene 42 años, vive en el hotel con sus dos hijos de ocho y 13 en la habitación 28 del segundo piso, llegaron al hotel hace tres años. Abandonó su Chaco natal después de la pandemia en busca de una mejoría económica. “Tenemos dos hornallas donde cocinamos todas las familias de este piso, hacemos fila para cocinar, a veces tengo que esperar hasta las 12 de la noche. Entre vecinos nos organizamos para desinfectar y limpiar todo el lugar, el baño lo comparto con cuatro familias”, cuenta.
Actualmente Silvia está desempleada y busca trabajo, pero el asma y la enfermedad de tiroides que padece convierte esa tarea en algo difícil de llevar adelante. “Durante mucho tiempo trabajé como cocinera en un comedor, recibía una paga muy baja y ahora soy una más que hace fila por un plato de comida para mis hijos. A veces pasan 15 días que no tengo efectivo, gracias a Dios hay gente en la Iglesia que me ayuda y me hace donaciones. Mi médica también me ayuda mucho con la medicación”. Silvia paga 36 mil pesos por la pieza que alquila.
“En la habitación 35 hay un señor que desvaría, se olvida de las cosas. Nosotros le avisamos que en mayo no pague porque si hay una orden de desalojo no corresponde que le cobren. Al día siguiente, la encargada fue a tocarle la puerta y le dijo que si no pagaba lo iba a desalojar, no solo le cobró el alquiler, sino también, la luz y el cable. Lo mismo le hizo a una señora de planta baja, que tiene una hija con discapacidad. La mujer no sabía nada del desalojo, cuando se enteró fue a reclamarle la plata pero la encargada no se la quiso devolver. Los dueños no pagan la luz, nosotros la pagamos porque no podemos vivir sin luz”, cuenta Silvia
Jaqueline tiene 28 años, vive en una de las habitaciones con su pareja y sus dos hijas de siete y tres, es una de las inquilinas más nuevas. Llegó en febrero cuando la encargada hacía varios meses que había sido notificada del desalojo, sin embargo, le alquiló la pieza de forma totalmente irregular. Trabaja haciendo changas con su compañero en la feria de Parque Patricios. “Estamos muy preocupados porque es muy difícil encontrar alquiler cuando tenés hijos”.
Ema López tiene 40 años y dos hijxs, unx de ellxs es una nena de ocho años con discapacidad mental, cobra un subsidio habitacional y vive allí desde el 2019. Generalmente recurre a los comedores populares porque no le alcanza a darle de comer a sus hijos. “Estamos muy enojados con el Gobierno de la Ciudad porque nunca nos dio una respuesta. Acá hay casi 30 chicos, adultos mayores y cuatro chicos con discapacidad. Cuando fui a la Defensoría salí llorando, es muy injusto lo que nos pasa. Nosotros nunca vivimos gratis acá, tengo todos los recibos, siempre pagamos y ahora nos quieren desalojar”.
Raúl vive hace siete años en el hotel, tiene 64 años. “Tengo miedo de quedarme en la calle. Yo sufro de una enfermedad de la vista y también tengo problemas hepáticos, por lo que estoy en tratamiento. Me mantengo con mi pensión. ¿ A dónde voy a ir?”, se pregunta.
La gran estafa
Ninguna de las puertas de las habitaciones tiene refuerzo de seguridad. Teniendo en cuenta que en el hotel viven muchas familias y no hay un control de quien ingresa o sale, lxs inquilinos debieron comprar candados y cadenas para reforzar la seguridad de sus habitaciones. La encargada de cobrar los alquileres es Miriam Estela Escurra, quien durante todo este tiempo ocultó todas las notificaciones de desalojo que envió por correo el Ministerio Público Fiscal para que las familias no se enteren y sigan pagando los 25 mil pesos o más por una pieza chica, llena de humedad, con cocina y baño compartido.
El secreto se terminó cuando una inquilina encontró -de casualidad- una de esas notificaciones antes que la encargada y se enteraron que el hotel tiene una orden de desalojo inminente y sin prórroga planificada para el 24 de mayo. También se anoticiaron que el inmueble tiene una deuda muy alta que los dueños no pagan hace años, aunque nunca dejaron de cobrar el alquiler a cada una de las personas que lo habitan. Cuando las familias se enteraron del desalojo acordaron no pagar el alquiler en mayo y la encargada fue contra los más débiles.
Mariela fue una de las primeras en enterarse del desalojo y alentó al resto de las familias en el reclamo. Esperan del Gobierno de la Ciudad una respuesta que nunca llega; mientras, la encargada del hotel sigue cobrando ilegalmente el alquiler: “A los más ancianos los amenaza con que van a quedar en la calle porque ella dice que la orden de desalojo es un invento nuestro. El dueño nunca dio la cara y en la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires me aconsejaron denunciarla”, explica Mariela.
¿Y la solución que propone el Gobierno de la Ciudad? “Solo nos ofrece un subsidio habitacional, pero eso no resuelve el problema de fondo. Lo que queremos es una vivienda digna. No queremos que el Estado nos regale plata, queremos un techo para nuestros hijos, algo que podamos pagar según nuestros ingresos. Estamos dispuestos a pagar una cuota mensual por mes por una vivienda digna porque siempre nos la rebuscamos de cualquier forma para pagar”, asegura Mariela.
La Justicia estableció como fecha de desalojo el 23 de mayo a las 9 de la mañana. Las familias van a resistir junto al acompañamiento de diversas organizaciones sociales y de viviendas. Tienen miedo y la incertidumbre lxs atraviesa todos los días, pero están organizadxs, realizan asambleas para planificar la resistencia porque no quieren quedar en situación de calle, tampoco quieren que les regalen nada. Necesitan una vivienda digna que puedan costear con el mango que se ganan todos los días.
Fuente: https://revistacitrica.com/desalojo-constitucin-ciudad-de-buenos-aires-vivienda-digna.html