De las conversaciones con Conan, su perro muerto, a la construcción de poder a través del vínculo con la iglesia evangelista y el judaísmo. El presidente Javier Milei está rodeado de misterio. Recorremos sus acuerdos con los representantes terrestres de las “fuerzas del cielo”.
Redacción: Sergio Zalba. Edición: Valentina Maccarone / Pedro Ramírez Otero. Ilustración: Chechu Rodríguez.
La palabra “mística” proviene del vocablo “misterio”. Y, a su vez, “misterio” se origina en “myein”, verbo griego que significa cerrar o estar cerrado. La mística, el misterio y la cerrazón resultan sustanciales para el universo creyente; territorio que se nutre de lo desconocido, que sólo se abre al conocimiento de la fe, tan distante como distinto al de la razón. El presidente de las argentinas y los argentinos, por su parte, transita ese universo con suficiente amplitud.
Ya sabemos que Javier Gerardo Milei mantiene conversaciones con Conan, su perro muerto. Claro indicio de su vínculo con el misterio. Pero ello no es más que una simple rareza. Lo extraordinario y, tal vez peligroso, es su forma relacional con las instituciones religiosas y sus entornos.
La primera de sus giras presidenciales es bastante elocuente: comienza por Israel y concluye en el Vaticano. Primero va con Dios y después con el diablo, con “el representante del maligno en la tierra”, según sus propias palabras.
Con rostro embelesado, el martes 6 de febrero, descendió del avión en territorio semita. Allí estaba Yisrael Katz, ministro de Asuntos Exteriores. Le trasmitió de inmediato el objetivo de su visita: informarle al mundo su solidaridad con Israel ante el terrorismo islámico y la decisión del gobierno argentino de trasladar su embajada a Jerusalén, tierra santa para cristianos y santísima para musulmanes. En cuestión de segundos, Hamás emitió un comunicado, de esos que te erizan los pelos: “Condenamos enérgicamente el anuncio del presidente de Argentina… lo consideramos una infracción de los derechos de nuestro pueblo palestino a su tierra”. ¡Cuidado! Aún retumban los alaridos de la AMIA y la Embajada.
Poco después, Javier Milei se enfrentó al “Muro Occidental” ―más conocido como “Muro de los Lamentos”―, pared que dejaron los romanos tras la destrucción del segundo templo judío. Lo habrían dejado para que nunca se olviden de esa derrota, para que la “lamenten” por siempre. Sin embargo, la tradición hebraica hace su propia interpretación, lo considera un regalo del cielo, el cumplimiento de una promesa divina. Ese resto del templo es considerado símbolo de la eterna alianza de Dios con el pueblo elegido. Cada cual hace su lectura. Y allí, frente al histórico paredón, el presidente lloró. No fueron simples lágrimas de emoción, fue llanto intenso y extenso. A su lado estaba Axel Wahnish, embajador de Argentina en Israel, operador sionista, su instructor de la Biblia y rabino de cabecera. Se abrazaron, a modo de consuelo, durante varios segundos. No sabemos por qué. Forma parte del misterio.
Mientras tanto, en el Congreso Nacional, chocaba el ómnibus de la Ley de Bases. Ese delirio cuya continuidad aún desconocemos. Pero además, ocurrían otras cosas.
Por un lado, el episcopado (católico) se hacía eco del hambre popular mediante un comunicado: “El pedido del pan de cada día es un clamor de justicia”, lo tituló. Y en sus primeras líneas citó al Antiguo Testamento, libro predilecto del misticismo presidencial: “No apartes tu rostro del pobre” (Tobías 4,7). Y, en clara referencia a la “cola del hambre” generada por la ministra de Capital Humano Sandra Pettovello, remató; “Por eso Jesús se identifica con los últimos en la fila de la vida, que padecen hambre, y dice: ‘Tuve hambre y me diste de comer’”. (Mt. 25,35).
Por otro lado, y casi al mismo tiempo en que la ministra de Capital Humano le negaba la comida a las organizaciones sociales, se conoció el convenio de asistencia alimentaria que selló, la misma ministra, con la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la Argentina (Aciera). Reunidos en la Fundación “Promesa Eterna” acordaron un subsidio de 177 millones de pesos para que asistan a los y las pobres de su feligresía.
¡Viva Cristo! La paradigmática expresión evangélica había sonado, días antes, en el Congreso de la Nación. La diputada Lourdes Arrieta, libertaria y evangelista lo había vociferado al concluir su alegato en favor de la Ley de Bases. Quizá, ya sabía de ese convenio y lo estaba celebrando. Pero Nadia Márquez, neuquina, también diputada nacional por La Libertad Avanza (LLA), abogada y pastora, quien durante el tratamiento de esa ley puso todo su empeño intelectual y emocional a favor de la propiedad privada, no sólo lo sabía, participó en su elaboración. Resulta que es la hija de Hugo Márquez, también pastor y vicepresidente de Aciera, la organización cristiana que recibió el subsidio.
Ahora falta el encuentro con Jorge Bergoglio. No será una simple reunión protocolar, se producirá en el marco celebrativo de la santificación de María Antonia de Paz y Figueroa, más conocida como Mama Antula, primera mujer argentina en ser canonizada. No podía ser un encuentro más cargado de milagros y misterios religiosos. Ya imagino a los fotógrafos buscando el cruce de miradas. Milei tendrá su propia estampita con el Papa Francisco.
Abrazos con judíos, insultos con musulmanes, alianzas con cristianos, celebraciones vaticanas. Está todo bien con la mística y las religiones. Incluso, hasta podríamos aceptar, respetuosamente, que se converse con animales fallecidos. Lo que se debería cuidar, según creo, son sus posibles efectos colaterales: el hambre de millones que no están acompañados por organizaciones evangélicas, el vilipendio por cualquier líder religioso (más si es el Papa y si es argentino), ataques criminales que puedan emerger de un foráneo conflicto genocida y, particularmente, la promoción de nuevas angustias populares, las que crecen al calor del mesianismo político, el modo más execrable de cualquier misticismo.
Fuente: https://laretaguardia.com.ar/2024/02/la-mistica-del-presidente.html