Foto: Cecilia Antón
Argentina
«Una oportunidad para poner en pie proyectos de transformación social, política y económica»
Por Juan Pedro Frère Affanni
Integrante de Movida Ambiental Vicente López (*)
enero 3, 2025
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El ascenso del negacionismo y la ultraderecha profundizan la crisis climática y social. Puede ser un momento propicio para el surgimiento, desde abajo, de un movimiento para la transformación pragmática y estructural a la vez. Qué tareas y qué programas puede darse el “ecologismo” y el “ambientalismo” para no perder la brújula entre la disputa electoral y el sectarismo.
“Negras tormentas agitan los aires / Nubes oscuras nos impiden ver”
Los primeros versos de «A las barricadas», entonado por los anarquistas a las puertas de la Guerra Civil Española, parecen hacerse eco en nuestros tiempos. El ascenso global de las ultraderechas, la erosión democrática, la concentración brutal de la riqueza, la profundización de las guerras y las masacres, las imágenes deshumanizantes que llegan desde Palestina y la aceleración de la crisis climática y desastres ambientales localizados pintan un cuadro que, por momentos, se vuelve descorazonador.
Frente a esta catástrofe que parece avecinarse, tenemos que prevenirnos contra los catastrofistas o colapsistas en sus diversas variantes. Sean quienes creen que el colapso ecológico es inevitable o quienes afirman que la crisis climática traerá por sí sola el fin del actual orden socioeconómico y político. Ambas ideas nos llevan al inmovilismo político más desastroso y nos impiden construir una verdadera alternativa. Pero también debemos ser conscientes de que la situación en la que estamos es verdaderamente desafiante, se trata de una “nueva era de las catástrofes”, como la denomina Alex Callinicos.
Tras una derrota histórica del movimiento obrero y las izquierdas en la década de 1970, parece haber pocas fuerzas capaces de oponerse al poder del capital. Por eso, la tarea es pensar cómo plantar cara a esos desafíos que se nos plantean.
Los debates para dar entre partidos verdes y ecosocialistas
El movimiento socioambiental en Argentina tiene una historia larga con saldos diversos de sus luchas y estrategias —resta escribir una historia más sistemática de esto para construir un balance más preciso—, pero, como señaló Pablo Sessano, el ecologismo no logró todavía convencer a grandes capas de la sociedad. Siento dudas de lo que parece sugerir Sessano respecto de construir un espacio específico en el que los ecologistas puedan “gestar un programa propio sobre otros principios, y votarse a sí mismos”, en lugar de “diluir esa energía disponible en el espectro de la patética política disponible”.
Creo que corremos el riesgo de que la palabra “ecologismo” o “ambientalismo” (aceptadas en la superficie por la mayoría) se la apropien quienes no tienen interés en sostener los principios que implica (o buscan incluso pervertirlos bajo la lógica de la modernización ecológica y el capitalismo verde). ¿Cómo construimos un espacio ecologista amplio con vocación de poder sin perder la brújula ideológica clara que nos evite la deriva centrista y liberal de muchos partidos verdes?
Por otra parte, al igual que Sessano, pienso que el problema de fondo es el capitalismo —o sea la propiedad privada de los medios de producción—, que ninguna sociedad nueva puede surgir de sus mismas lógicas sino de subvertirlas, y que la solución de fondo será de la mano de la expropiación y socialización de los medios de producción y un gobierno obrero. Pero entonces, ¿por qué pensar un espacio específico del ecologismo y no declararnos simplemente socialistas o ecosocialistas? Y si hiciéramos nuestro propio espacio, ¿acaso todos los ecologistas piensan de este mismo modo? ¿Cómo mantenemos la coherencia de nuestro programa sin aislarnos sectariamente?
Pero sí coincido, nuevamente, con Sessano en que para superar los límites evidentes del movimiento socioambiental es necesario darnos un programa claro y coherente de acción política que nos permita entender qué horizontes buscamos y cuáles son nuestras estrategias. Esto es lo que significa pasar de la resistencia a la ofensiva.
¿Qué programa necesitamos?
Este programa tiene que incluir definiciones sobre las relaciones materiales y sociales; y entonces es probable que nuestras ideas se alineen con las de otros espacios y corrientes políticas ya establecidas y con largas tradiciones. Siguiendo a Héctor Alimonda, uno de los elementos centrales de la cuestión ecológica es la disputa por la apropiación de los bienes y servicios ecosistémicos, es decir el pensar lo ambiental desde las relaciones de propiedad y de poder (político y económico) que marcan quién posee, dispone y decide el uso de la naturaleza.
En este sentido, el movimiento socioambiental necesita confluir con la fuerza de trabajadores ocupados (formales e informales) y desocupados. La historia prueba que solo de allí pueden venir las transformaciones profundas que hagan temblar el sistema social. No debemos caer en subsumir otras formas de opresión (raciales y sexogenéricas, entre otras) como si fueran secundarias, pero sí tenemos que entender que la unidad de clase puede quebrar el mandato explotador y extractivista de la clase empresarial dominante. En consecuencia, necesariamente nuestro programa tiene que hablarle a los laburantes, mostrando que la preocupación por lo ambiental es también por las condiciones de vida materiales y cotidianas.
Hay grandes ejemplos de esta confluencia que pueden servirnos de guía. En Francia, ecologistas se unieron a los trabajadores petroleros de Total Energya, que estaban siendo despedidos bajo la excusa de la reconversión ecológica de la empresa. En Colombia, el sindicato petrolero se unió a la alianza contra el fracking y es sede de reuniones de referentes ambientales de todo el mundo.
En contraste con el panorama sombrío que vislumbramos al principio de este artículo, el mundo también da ejemplos de que hay demanda de una agenda transformadora, incluso si la oferta electoral mayoritaria no lo traduce. Este año, en Francia la ultraderecha fue frenada, fundamentalmente, por una coalición de centroizquierda que, si bien presentó un programa reformista sumamente limitado, supo al menos ofrecer una alternativa medianamente progresista que puede generar cierta esperanza. Lo mismo podemos pensar de los buenos resultados obtenidos en Gran Bretaña por parte de candidatos que “corren por izquierda” al Partido Laborista (volcado al extremo centro) como los Verdes o Jeremy Corbyn y otros independientes de izquierda y pro-Palestina.
No está de más aclarar que no alcanza con nacionalizar “bajo control obrero” los bienes comunes naturales y su explotación. Hay que repensar por completo la lógica de explotación de la naturaleza que sostiene niveles de vida incompatibles con los límites planetarios. Sin duda no podemos pensar en aplicar un “decrecimiento” para las mayorías populares en nuestro continente, que se encuentran completamente pauperizadas. Un programa político que, además de injusto, sería imposible de convencer a nadie de llevarlo adelante.
Pero sí podemos y debemos ajustar a los ajustadores de siempre, aplicar una nueva racionalidad ecológica sobre los más ricos en primer lugar. También habrá que pensar nuevas formas de consumir, trabajar, transportarnos y pasar nuestro tiempo de ocio. Por ejemplo, es insostenible pensar en un mundo futuro con el mismo parque automotor existente porque, incluso con autos eléctricos —aparentemente la nueva tendencia— se necesitarían enormes niveles de extracción de litio.
Debemos, por el contrario, impulsar con decisión el transporte masivo de pasajeros —especialmente ferrocarriles— que reemplace a autos y aviones, de forma de garantizar la movilidad y extraer menos. Igualmente impensable es seguir dejando el ordenamiento urbano librado a las constructoras e inmobiliarias para que hagan countries y construyan edificios que nadie ocupa, mientras se demuelen los que pueden utilizarse como viviendas.
Además de confluir con la clase obrera, nuestro programa debe ser internacionalista y no exclusivamente nacional, porque el problema es mundial. Necesitamos tejer solidaridad y fraternidad con quienes sufren lo mismo en todo el Sur global, y es urgente que los activistas del Norte global entiendan que el estilo de vida de sus países alimenta el extractivismo en nuestros territorios.
Las tareas por delante para la construcción de un gran encuentro
Algunos dirigentes en nuestro país convocan a componer nuevas melodías. En el papel, ese parecería ser el mensaje correcto para esta hora de la historia. Pero son esas mismas dirigencias, en distintos sectores, las que siguen alimentando los viejos caminos: la contención, la desmovilización, la decisión desde arriba y el tan mentado esperar porque “hay 2025”, “hay 2027”, hay, hay, hay. La espera y la paciencia son virtudes en ciertos momentos, pero también lo es saber actuar con decisión en la hora urgente como la de hoy, signada por la acelerada destrucción del ingreso, de las pocas herramientas de bienestar y resguardo de los trabajadores, de las capas más vulneradas del pueblo y del tejido social en su conjunto.
La crisis climática abre un nuevo espacio al viejo topo señalado por Karl Marx en El 18 Brumario de Luis Bonaparte, aquel animal medio ciego e irreductiblemente obstinado que aparece súbitamente en la superficie, aunque esta parezca en orden. Es decir, dicha crisis es una oportunidad para poner en pie proyectos de transformación radical en clave democrática social, política y económicamente. Como dice Andreas Malm, al igual que los bolcheviques lograron transformar la crisis de la Primera Guerra Mundial en una crisis revolucionaria del capital, lo mismo tenemos que hacer nosotros con la crisis socioecológica. En la oscuridad de la guerra, un grupo minoritario de revolucionarios construyeron la mayor utopía de la modernidad, ¿por qué no podemos aspirar a lograr lo mismo?
Los objetivos de transformación para construir un mundo habitable en condiciones dignas requieren atacar tantos problemas que bien pueden ser la oportunidad para reunir una amplia coalición de sectores sociales dedicados a problemáticas que, en principio, parecen separadas. La policrisis actual entrelaza las consecuencias del colonialismo, la guerra (como denunció Greta Thunberg recientemente respecto a Palestina), la destrucción y el saqueo del ambiente y la naturaleza, la opresión sexo-genérica y la explotación de clase.
Mientras sigamos hablándole a los convencidos y haciendo cientos de conversatorios y actividades cada organización por separado, va a ser muy difícil construir algo. Antes que nada, necesitamos encontrarnos para reivindicar lo colectivo y para dar la batalla en la escala de valores. Muchos oradores en las asambleas de mi facultad, en las recientes jornadas de lucha por el presupuesto universitario, señalaban con gran lucidez que, frente a la lógica del individualismo y el sálvese quien pueda, es necesario reconstruir una lógica de la solidaridad (y agregaría yo, de fraternidad).
La ecología entendida en forma integral tiene una enorme potencia para lograr esto, ya que implica entender las relaciones entre los seres humanos y con los otros seres vivos y elementos de la naturaleza, desde un punto de vista social y biofísico. En este sentido, me permito una breve digresión: aunque el foco de un programa político tiene que estar en las cuestiones concretas que afectan a la vida de millones, no por eso debemos olvidarnos del aspecto espiritual y cultural de nuestras vidas y nuestros horizontes. Quienes buscamos transformaciones radicales o revolucionarias no podemos separar nuestras utopías de la búsqueda de la belleza.
Hace tiempo que, junto con otres compañeres de lucha, creemos necesario aprender de la experiencia política de la ola feminista y, ahora, del movimiento estudiantil que se despertó. Como ellos, debemos confluir, construir unidad y discutir todo lo que sea necesario para construir un programa de transformación social profunda. Quizás en el fondo la reflexión de este artículo sirva solo para sostener un sueño: la construcción de un gran encuentro de luchadores socioambientales que reúna y coordine en acción a sindicatos, movimientos sociales y territoriales, organizaciones ecologistas, feministas, campesinos, pueblos originarios, partidos políticos y ciudadanos autoconvocados. Una dinámica de encuentros regionales puede confluir en preparar un encuentro nacional, a imagen del Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries.
Frente a la catástrofe, no perdamos la esperanza. Como dijo Roberto Arlt, el futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo.
“…aunque la corriente es fuerte
no me va a llevar
de los brazos de mi gente
me puedo agarrar”
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Dibujo de Anja Rotzen (13 años) ganadora del Concurso Internacional Plakat Miru
LA TIERRA NOS UNE. CUIDÉMOSLA
En el Día Mundial de la Tierra, desde Movida Ambiental Vicente López, y desde nuestro territorio, renovamos nuestro compromiso para escuchar y responder con acciones positivas al sufrimiento de la Tierra. Frente a la crisis climática, la pérdida de biodiversidad y la contaminación por las que grita la Tierra –nuestra Casa común–, trabajemos para pasar de una cultura del descarte a una cultura del cuidado; de una cultura de la muerte a una cultura de la vida para el planeta, toda la humanidad y la infinidad de seres vivos que dan belleza a este mundo.
Aunque los esfuerzos individuales son importantes y necesarios, no son suficientes para responder y dar soluciones al grito de la Tierra y de los pobres. Hace falta un compromiso comunitario para exigir que nos escuchen y se den respuestas decisivas y creativas desde las políticas locales, nacionales e internacionales para cambiar este sistema decadente de extractivismo y consumismo ilimitados.
En Vicente López queremos construir una ciudad más igualitaria, ecológica, justa y democrática. Por eso trabajamos para frenar: las torres y otras innecesarias construcciones impuestas por la especulación inmobiliaria; los proyectos destructivos sobre el humedal del Arroyo Raggio y otras áreas de la ribera; la deforestación y contaminación en predios como el de la ex Atanor; la destrucción del patrimonio histórico-cultural-natural; la mutilación del arbolado público y privado; la entrega y destrucción de espacios verdes públicos, etc. Sigamos trabajando en comunidad para cuidar Vicente López, toda la Tierra y la calidad de vida de todos los seres vivos. Todo está conectado.
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