En los primeros días del año comenzaron a llegar los telegramas. Se trataba de unos 120 despidos a trabajadores del Hospital Sommer, ubicado en el partido de Gral. Rodríguez. Este vaciamiento se enmarca en la motosierra que el gobierno de Milei viene aplicando en general y a la salud pública en particular, que afecta no solo las y los trabajadores sino a toda la comunidad que allí se atiende. En una asamblea abierta del pasado viernes 17 se votaron distintas acciones para los próximos días.
A continuación compartimos la carta abierta de un trabajador del hospital.
Algunas expresiones sobre el Hospital Nacional Dr Baldomero Sommer
La historia y la memoria histórica
Allá por el año 1980/81 (tendría unos 4 o 5 años), mí viejo (el narigón, para muchos), Raúl Bello ya estaba trabajando en “la colonia”. Un Sanatorio/Instituto, dispensario de miles y miles de pacientes de Hansen (enfermos de Lepra); ¡sí, los leprosos!
Por ese entonces, el narigón Raúl Bello trabajaba en la cocina del Sanatorio Sommer. Era un empleado público que cocinaba para los demás trabajadores y para los pacientes de lepra crónicos que fueron internados “compulsivamente” por el Estado Nacional por disposición de la Ley de Profilaxis de la lepra, conocida como Ley Aberastury N° 11.359, sancionada en 1926; y la consigna clara era “el aislamiento de éstos enfermos era obligatorio, de por vida e incluso con el empleo de la fuerza pública si hubiera desacato (el poder de policía del Estado, la violencia legítima y el monopolio de la fuerza).
Estaba prohibida la entrada a cualquier foráneo que no formara parte de la estructura de esa institución (especial) de salud. Todavía quedaban marcas en el territorio, del lugar (de esas dinámicas territorialidades); de las “barreras” y límites físicos de cercos y alambrados perimetrales que dividían la zona A (área de los sanos, diferentes trabajadores y empleados, que cumplían funciones y diferentes tareas en la institución de salud) y la zona B (área de los pacientes crónicos, enfermos de Lepra, también subdividida en varones y mujeres), con los pabellones y los barrios planificados de varones (San Martín) y mujeres (Madre de la Cruz) y barrio Sommer al fondo, atrás de teneduría. Los demás barrios y casas, surgieron espontáneamente, por las diferentes luchas libradas por los pacientes de lepra en el devenir de sus historias.
Por ese tiempo, quién escribe, era un niño de 4/5 años. Ese niño no podía ingresar al “lugar” (al Sommer). Por ese entonces también, algunos empleados del hospital/ sanatorio, empezaban a tener una relación de vínculo fuerte con las “familias leprosas” y una amistad con el paciente interno.
Pero el narigón, por alguna razón qué nunca le pregunté, me cargó en el viejo citroen 3cv verde de su hermano Paco, me escondió con unas ropas y bolso en el asiento de atrás e ingreso por la “portería” del Sommer. Recuerdo que llegamos al fondo del hospital, ahí donde está la cancha de fútbol, me sacó del auto (yo no entendía nada, para mí era un juego quizás); me encontré con unos personajes que después pude aseverar que eran dos equipos de fútbol. El club “liga del norte” de la mayoría de pacientes del pabellón 1 (camiseta verde y blanca) y los otros del pabellón 2, la mayoría, camiseta rojas. Mí viejo, el narigón Raúl Bello, jugaba para el equipo de leprosos del pabellón 2 (los rojos)…
El equipo rojo creo, que se denominaba club Dr Melamed. Hasta el día de hoy, después de más de 40 años, tengo la imagen en mí cabeza de mí viejo (ya muerto hace casi 4 años en el Sommer) llevándome de la mano al medio de la cancha, y las caricias de alguien que le decían “el negro orife”, paciente de lepra, de Corrientes, el correntino Francisco Mendoza (también fallecido)… Es una imagen muy fuerte que no creo, de que pueda borrarse nunca más… Es la historia que nos quieren borrar…
Y ahí, encuentro el origen de mí historia con el Sommer. Ahí empieza a escribirse y recorrer la memoria de mí trayectoria de vida. De los míos, de las familias que vivían en frente a la colonia de leprosos, al hospital; de los Martínez, de los Aguilar, de los Gollo, de los Bello, de los Andrada, del viejo Julio Dari y su familia (el ollero del barrio), del negro Silva, del viejo González, de Soledad y el viejo Silveira, del viejo Camio. Todas esas gentes (como dice Serrat, gentes de cien mil raleas), tenían una fuerte relación con los leprosos. Cuándo nadie quería ni acercarse, ni mucho menos trabajar en una colonia de internos de lepra. Cuando a los enfermos que se “escapaban” y los encontraban por Rodríguez, los denunciaban y los recluian. Cuando decir lepra, era sembrar el miedo…
Y luego, con el correr del tiempo, de los Falcón, de doña Carmen, del viejo Sena y Gumersinda, de las Salteñas Norma y Julia, de Pavetti ; y luego de las demás familias, muchas de relaciones de parentesco directas con los internados leprosos, qué venían a habitar el barrio para estar cerca de los suyos. Muchos hijos, de enfermos de Lepra, que le fueron arrancados a sus padres, SI LA LEY ABERASTURY, LES PROHIBÍA TENER HIJAS/OS Y FORMAR FAMILIAS A LOS INTERNOS.
Los internos, pacientes de lepra, tenían por ley, prohibido formar una familia, tener hijos. Por eso si alguna mujer quedaba embarazada, le sacaban a sus hijas/os y los llevaban con las monjas a la Colonia Mí Esperanza cerca de la estación de Isidro Casanova. Tenía que traerlo nuevamente al niño, algún pariente del paciente, que se hiciera cargo, con diferentes permisos, al hospital/colonia para que tuvieran un contacto aislado con sus papás/mamás…
Por eso la familia Andrada y la vieja Pilar fueron fundamentales para tenerlos y contenerlos en el barrio de enfrente
¡Cuando había un puñado de casitas! Y se “escaparan” (los pacientes) a escondidas con la complicidad del cura Joaquín Prochaska y algunas monjas que eran consideradas buenas, para que esas madres fueran al ranchito de Pilar (lo Andrada) a sentirse y contactarse con sus niñas y niños.
Muchos de esos niños, hijos, nietos, sobrinos de leprosos, se criaron con nosotros, fueron amigos, compañeros de escuela, amigas, colegas, novios-novias
y hoy, algunos/as compañeros de trabajo y de la vida…
Muchos/as compañeros de trabajo del Sommer son parte de esta historia, también de mí historia y de mí familia. Muchos pacientes de lepra fueron y son mis amigos/as compañeros de trabajo.
Luego de toda una vida en el Sommer de tres generaciones de familia y de 20 años trabajando directamente para el hospital; me dicen que no voy a seguir firmando un contrato anual laboral… Que me quieren quitar mí trabajo; qué me quitan mi trabajo.
Y dicen también:
Que el hospital no funciona bien o que no es eficiente o eficaz. Instalan a través de los medios de comunicación masiva que todos los enfermos de lepra son corruptos. Que tienen privilegios, como así también algunas familias de trabajadores. Y un sin fin de mentiras infundadas para generar discordia, odio y destruir la salud pública. Cómo el viejo/nuevo modelo de los ’90, que descentralizó las 4 colonias/instituciones nacionales de lepra en Misiones, el Chaco (isla del cerrito) en Entre Ríos (Diamante) y Córdoba (San Francisco del Chañar); las últimas 3: transferidas a las provincias y todas cerradas.
Para esta gestión (y para muchos cómplices) la salud pública es un negocio, y se lo quieren apropiar…
Nos quieren borrar la memoria, nos quieren quitar y hacer otra historia.
Nos quieren diezmar en el Hospital Nacional Dr Baldomero Sommer…
Por “Rifi”, trabajador del Htal. Sommer.