No basta con creer en los 30.000 desaparecidos. En tiempos de negacionismo, esto es fundamental, pero aún más importante es creer en lo que ellas y ellos creían. Esta idea la repetía siempre un gran filósofo de la Patria Grande, Juan José Bautista, y hoy quiero compartirla con mi pueblo para que reflexionemos juntos.
¿Qué movilizaba a los jóvenes de los años 70 a luchar, a entregar su vida por un mundo mejor? Un profundo sentido ético de servicio al Otro, al más pobre, explotado y dominado de la sociedad argentina. No se movían individualmente, sino colectivamente, porque no creían en el “yo” liberal del mercado capitalista, sino en el “nosotros” de la comunidad organizada. Se levantaban cada mañana con la misión esperanzadora de transformar la realidad porque sabían que era posible, porque las transformaciones históricas parecían estar al alcance de la mano. Muchos de ellos también creían en Dios y cultivaban la espiritualidad, pero no en el dios de las Iglesia católica cómplice del Estado represor, burgués, conservador, que es sacrificial y legitima sus atrocidades. Creían en el Dios de la vida, misericordioso, fuente de toda justicia y liberación. Los guiaba una utopía: la de la vida plena en la justicia.
Con la desaparición física y el asesinato de nuestras compañeras y compañeros, intentaron silenciarnos, pero resistimos. Sin embargo, es innegable que nos arrebataron el horizonte utópico de nuestras luchas y la dimensión espiritual. Es cierto que, como pueblo, recuperamos gran parte de nuestra dignidad con los gobiernos de los compañeros Néstor y Cristina, pero creo que la utopía quedó, en parte, un tanto relegada en favor del “posibilitismo” y la “factibilidad” (y no sin buenas razones, ya que “dar de comer al hambriento” es una exigencia que debe cumplirse aquí y ahora). Al mismo tiempo, la dimensión espiritual fue socavada tanto por el secularismo de la izquierda moderna como por expresiones religiosas de dominación, como la llamada “teología de la prosperidad”.
Hoy es un día para detenernos a cultivar la memoria y exigir políticamente verdad y justicia por nuestros desaparecidos. En las movilizaciones y redes sociales colgamos carteles, textos y fotos de nuestras hermanas y hermanos desaparecidos y asesinados, pero creo que es imprescindible empezar a convocarlos para que caminen con nosotros en las marchas, para que nos acompañen en las luchas. Las nuevas generaciones, a menudo, no les pedimos consejos estratégicos, no los convocamos a la asamblea. Ya no les hablamos a nuestros desaparecidos. Pero ¿acaso las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo no lo hacen? Esto es algo que también debemos aprender de ellas.
Asimismo, debemos aprender y recuperar la espiritualidad de los teólogos de la liberación y de nuestros pueblos originarios porque ésta nos permite restablecer nuestra relación con los ancestros para hacerlos presentes, no sólo simbólicamente. Que el ejercicio de la memoria no nos confunda haciéndonos creer que ellos están en el pasado, porque no es así. Están con nosotros, pero si no los convocamos, no podrán ayudarnos. Si los concebimos únicamente como parte del pasado, los estamos reduciendo a meros objetos. ¡Pero son sujetos! Para que nos ayuden, debemos reconocerles su dignidad como sujetos miembros de la comunidad de vida.
Los ancestros, nuestros familiares desaparecidos y asesinados, no son objetos de la memoria ni del recuerdo: no están atrás, están aquí. Sólo necesitamos darles espacio para que se revelen. ¿No los haremos parte de esta lucha, que también es su lucha? Esto también lo repetía constantemente Juan José Bautista. Nos recordaba que si el pueblo boliviano logró vencer en la “guerra del gas” y llegar al gobierno con el MAS y su líder Evo, fue porque supo convocar a los ancestros para que los acompañaran en sus luchas. ¿Qué ocurrió cuando el proceso se alejó de ellos? Perdió su fuerza y dejó abiertas las puertas al resurgimiento de las extremas derechas fascistas.
Necesitamos creer en ellos, pero, sobre todo, en lo que ellos creían, para dotarnos de toda su potencia crítica y revolucionaria. Porque hoy volvemos a ver los rostros de sus asesinos y es hora de hacer justicia por sus vidas. Es momento de asumir la responsabilidad de continuar las luchas de aquellos que fueron vencidos por la violencia salvaje del sistema imperialista mundial. Sólo así, en nuestros rostros volverán a aparecer los rostros de los desaparecidos. Así, ellos serán en nosotros y nosotros en ellos, y veremos con sus ojos a los ojos a sus verdugos antes de que la justicia se haga presente.
Venciendo esta lucha, resarciremos las suyas. Creamos, entonces, en lo que ellos creían.
Diego Del Basso
24 de marzo de 2025