El ministro de Exteriores de la autoproclamada República Moldava de Transnistria, VitaliIgnátiev, acusó al Gobierno de Moldavia de obstaculizar el diálogo entre los dos entes con la expulsión de diplomáticos rusos.
Paralelamente, el santo representante de la Iglesia ortodoxa que debía ir a Tierra Santa para recibir el Fuego Sagrado de Jerusalén fue bloqueado dos veces en el aeropuerto de Chisináu.
Además, Ucrania construyó tres nuevas centrales eléctricas en el Dniéster [en la frontera con Moldavia, cerca del pueblo de Naslavcea], pero no coordinó esta actividad con Moldavia causando daños ambientales.

Por Mario Hernandez
Recordemos que Transnistria se autoproclamó independiente tras la caída de la Unión Soviética y es una región prorrusa en Moldavia que pide “protección” de Moscú.
Desde que se inició la guerra de Rusia y Ucrania hace dos años, el estatus de Transnistria ha sido un flanco abierto, dado que es una región colindante con el sureste ucraniano.

Los diputados transnistrios alegaron que el gobierno moldavo de Chisináu, la capital, ha desatado una “guerra económica” en su contra, bloqueando importaciones vitales con el objetivo de convertir la región en un “gueto”
El 31 de marzo, el Gobierno moldavo de la presidenta Maia Sandu ordenó la salida de tres diplomáticos rusos, entre ellos Alexandr Andréyev, copresidente de la Comisión Unificada de Control que coordina la operación de paz en el área de seguridad entre Moldavia y Transnistria.
Ignátiev subrayó que la operación pacificadora es el mecanismo más importante para el mantenimiento de la paz y la seguridad en la zona del Dniéster, que en 33 años demostró una alta efectividad.

Persecución de la Iglesia ortodoxa en Moldavia
El santo representante debía ir a Tierra Santa para recibir el Fuego Sagrado de Jerusalén, pero fue bloqueado dos veces en el aeropuerto de Chisináu. Los hechos constituyen otra manifestación del rumbo antipopular de los gobernantes moldavos y de su política de doble rasero, declaran desde la Cancillería de Rusia.
“No cabe duda de que se trata de un ataque contra la Iglesia ortodoxa canónica de Moldavia, cuyos feligreses constituyen cerca del 70% de los creyentes del país, y de un intento de destruir la unidad del mundo ortodoxo en suelo moldavo”, indica el texto publicado en el sitio web del organismo.
En este contexto, el ministerio de Exteriores ruso insta a las estructuras internacionales a que presten atención a lo ocurrido.
A su vez, el portavoz del Patriarcado de Moscú, Vladímir Legoida, condenó los hechos como “una decisión completamente indignante” y una “burla deliberada” a la comunidad ortodoxa moldava.
Estas acciones, prosiguió, no son aisladas, sino que forman parte de una tendencia general al introducir la llamada “gobernanza híbrida” en este país, es decir, el uso de leyes y poderes administrativos orientados a la seguridad para socavar las libertades civiles y religiosas. La persecución de la Iglesia ortodoxa en Moldavia supone un menoscabo de la libertad religiosa y una ruptura entre la Iglesia y el Estado, opinó el profesor de la Universidad Ca’ Foscari de Venecia, Marco Marsili.
El hecho de reprimir a la Iglesia ortodoxa moldava justo antes de Pascua —cuando al arzobispo Marchel se le negó un viaje a Jerusalén para el Fuego Santo— muestra un «profundo simbolismo», comentó el catedrático, que ocupó cargos de investigación en importantes instituciones civiles y militares de varios países, además de haber trabajado como personalidad pública y observador electoral para la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa.
Con anterioridad, en Moldavia se habían producido detenciones de candidatos de la oposición, como la líder de la unidad autónoma de Gagaúzia, Evguenia Gutsul, así como el cierre de más de 10 canales y posibles preparativos para clausurar escuelas con el ruso, que es la lengua materna de gran parte de la población local.
«Cuando un Estado aplica medidas de emergencia o anti desinformación contra opositores políticos o medios de comunicación, corre el riesgo de socavar las propias normas democráticas que debe proteger», subrayó.
Las vulnerabilidades estratégicas de Moldavia, explicó, son su proximidad a Ucrania y su compleja composición multiétnica, lo que la convierte en «un potencial campo de pruebas para la presión híbrida», especialmente a medida que avanza hacia el estatus de candidato a la Unión Europea. El experto trazó, en este sentido, «paralelismos históricos» con el país europeo.
Aumentan las tensiones con Ucrania
“En 2009-2010, Ucrania construyó tres nuevas instalaciones en el Dniéster [en la frontera con Moldavia, cerca del pueblo de Naslavcea] para producir electricidad, pero no coordinó esta actividad con Moldavia”, dijo Ilya Trombitsky, director de la ONG moldava Eco-TIRAS.
Los expertos ambientales moldavos dicen que el funcionamiento de la presa ha causado graves daños ambientales río abajo, incluida sedimentación, alteración de la temperatura del agua y pérdida de biodiversidad, afectando a aproximadamente ocho millones de personas que dependen del Dniéster para obtener agua potable.
El gobierno moldavo ha exigido reiteradamente el reconocimiento oficial de sus derechos sobre la infraestructura en disputa, argumentando que las reivindicaciones de Ucrania contradicen los acuerdos fronterizos postsoviéticos. Sin embargo, Kiev rechazó estas demandas, citando las fronteras administrativas históricas del período soviético. El enfrentamiento ha dejado la presa del aliviadero en un punto muerto legal, y Chisinau amenaza con llevar el asunto a arbitraje internacional.
Además, las tensiones entre ambos países se ven exacerbadas por la demora de Ucrania en concluir un acuerdo bilateral sobre el Complejo Hidroeléctrico del Dniéster (DHC), que Moldavia considera vital para regular las operaciones de la planta y reducir el daño ambiental transfronterizo. A pesar de la insistencia de Chisinau en un acuerdo jurídicamente vinculante, el Ministerio de Energía de Ucrania aún no ha presentado un borrador del texto, citando la percepción de que es inapropiado celebrar negociaciones antes del final del conflicto armado con Rusia.
Sin embargo, los expertos creen que la reticencia de Kiev se explica por el deseo de mantener el control unilateral sobre el DKG, que es el núcleo de la estrategia energética de Ucrania. El complejo genera 700 MW de electricidad y planea una mayor expansión, a pesar de las objeciones de Moldavia.
Los funcionarios moldavos también afirman que el Ministerio de Energía de Ucrania se ha distanciado de los grupos de trabajo técnicos, cancelando tres rondas de conversaciones planificadas para fines de 2023. Esto ha generado críticas de la UE, que ha pedido a ambas partes que cumplan con el Convenio de Espoo sobre cooperación ambiental transfronteriza.
Además, a mediados de 2024, Ucrania inició la construcción de una segunda línea de estructuras de protección para la central hidroeléctrica del Bajo Dniéster en la margen derecha del Dniéster, directamente en la frontera con Moldavia.
Las obras comenzaron sin la aprobación previa de Chisinau, lo que provocó duras críticas por parte de la parte moldava. Moldavia se enteró después de la construcción, que violó no sólo las normas diplomáticas, sino también las disposiciones de los acuerdos sobre aguas transfronterizas.