El 4 de junio de 1989 la Plaza de Tiananmen quedó vacía

Tiananmen: de eso no se habla

Por Mario Hernandez
 
El 4 de junio de 1989 Concluye la represión a los manifestantes que protestaban en la Plaza de Tiananmén, en Pekín. Estudiantes chinos habían comenzado allí sus reclamos tras la muerte del reformista Hu Yaobang, el 15 de abril. El movimiento exigió reformas políticas y libertad de prensa. Una marcha de 100.000 personas puso en alerta al aparato del Partido Comunista, mientras se realizaban huelgas de hambre. El 20 de mayo se declara la ley marcial y comienza la represión. Los manifestantes instalan barricadas y resisten hasta el 4 de junio, cuando la Plaza de Tiananmén queda vacía. La imagen más fuerte de la protesta se dio al día siguiente, cuando un hombre se paró frente a una fila de tanques e impidió su avance durante unos minutos. Se calcula que pudieron haber muerto hasta 10.000 personas.
La plaza de Tiananmen, en Pekín, ha amanecido rodeada de fuertes medidas de seguridad. También se han amordazado las redes sociales, borrando cualquier referencia al 4 de junio.
En Hong Kong, el parque Victoria ha sido cerrado al público. Las fuerzas policiales desplegadas han impedido acercarse y las autoridades han advertido a la población sobre los riesgos de intentar manifestarse en el lugar.
En este parque, hasta hace solo dos años, decenas de miles de personas acudían con velas para celebrar una vigilia en recuerdo de las víctimas de la matanza. Algo ahora impensable.
Hasta las misas católicas conmemorativas, una de las últimas formas en que los hongkoneses podían reunirse para recordar, han sido canceladas.
Una matanza que no existe en los libros de historia ni en los manuales escolares, ocurrió el 4 de junio de 1989, cuando el Gobierno chino envió tropas y tanques contra los manifestantes pacíficos que reclamaban desde hacía semanas un cambio político y el fin de la corrupción.
La represión fue brutal. Murieron cientos de personas, miles según algunas estimaciones. Las imágenes dieron la vuelta al mundo.
En estas tres últimas décadas, China ha hecho todo lo posible para borrar la matanza de la memoria colectiva, eliminando cualquier alusión de los libros de historia, los manuales escolares o las redes sociales.
El Gobierno chino justificó aquella matanza con el argumento de que trajo la estabilidad social que necesitaba la economía para crecer y disparar el bienestar de todos los chinos.
Aunque entre sus demandas no figuraban explícitamente una democracia al estilo occidental o el fin del PCCh, las autori­dades vieron en el movimiento una amenaza que era necesaria aplacar. Tras días de ne­gociaciones, Ley marcial y di­vergencias en la cúpula política y militar, el ala dura del Partido se impuso. El resultado: el Ejército tomó la ca­pital, desalojó a base de porrazos, tiros y tanques las calles y quedó claro que las autoridades permitirían el desarrollo económico, pero sin libertad política.
Hubo mucha gente que protestó en las calles durante esos días, tanto estudiantes universitarios como gente de otras categorías sociales.
Sin embargo, se sabe mucho menos de las historias de la gente que murió -trescientas personas, de acuerdo con las cifras del Partido Comunista, muchas más, que se cuentan por miles, de acuerdo con activistas, familiares de las víctimas y una serie de organizaciones humanitarias-, o acerca de los miles de detenidos -el último en ser liberado, que era en aquel entonces trabajador de una fábrica, salió de prisión en 2016.
El Partido estaba cambiando de un modelo de “gestión política” del país a un modelo de “gestión económica”. Este proceso causó una serie de problemas y una generalización de la corrupción, lo cual fue una de las muchas razones de las protestas durante ese período.
La secuencia básica de los acontecimientos sigue siendo la matanza cometida contra estudiantes, trabajadores y ciudadanos corrientes de Beijing; la dramática decisión del Partido Comunista de proceder a medidas represivas, al final de una lucha interna que marcaría para siempre el rumbo del PCCh; y en el trasfondo de todo ello, la “primavera china”, que había sido resultado de un período de intensa y vivaz actividad cultural y política durante los 80.
El año 1989 constituye un parteaguas en la reciente historia de China, pues fue ese el año en que el contrato social entre el pueblo chino y el Partido Comunista se vio efectivamente transformado, poniendo al país en la senda de crecimiento económico que le ha llevado a su estatus como poder global de envergadura hoy en día.
George Black y Robin Munro escriben en Black Hands of Beijing: Lives of Defiance in China’s Democracy Movement, “lo que tuvo lugar fue una matanza, no de estudiantes sino de trabajadores y residentes corrientes, precisamente el objetivo pretendido por el gobierno chino”.
El hecho de que los que resultaran muertos fueran en su mayoría trabajadores nos permite comprender mejor de qué modo filtró el Partido Comunista la información que le llegaba del mundo exterior, no tanto y no sólo de la misma Plaza de Tiananmen.
En 1989, el PCCh ya llevaba trabajando dos años para dejar al margen la influencia política de Hu Yaobang. Se trataba de un reformista al que se juzgaba demasiado indulgente con las protestas que se habían convertido en un rasgo recurrente en China desde 1986.
Hu murió el 15 de abril de 1989 de un ataque al corazón sufrido durante una reunión del Partido, y el luto por su muerte se convirtió en el acontecimiento que desencadenó las protestas a gran escala de los estudiantes, que ocuparon ese día la Plaza de Tiananmen.
Deng Xiaoping había decidido que debería purgarse a Hu, aunque este último había sido escogido por Deng mismo como sucesor suyo.
La casa del anciano Deng sería escenario de la reunión más importante durante esos frenéticos días de junio de 1989. Deng, veterano político y consumado estratega, captó de inmediato la naturaleza del problema: si las protestas estudiantiles se extendían a los trabajadores, la situación se volvería desastrosa para el PCCh.
Deng recalcó repetidamente que deberían hacerse reformas, pero que era necesario tener orden para que eso pasara: la población debería estar trabajando, no protestando.
Pensó que había logrado arreglar la situación marginando a Hu Yaobang, pero su substituto, Zhao Ziyang, se sentía predispuesto a las reformas, y esto pronto se convirtió en un problema.
1989 fue el punto culminante de un período enormemente notable a finales de los 80: “el país se encontraba en medio de una agitación social, política y cultural”, “un mundo ebrio de posibilidades: revistas y periódicos eran más interesantes, con largos artículos de investigación publicados en nuevos medios de noticias, los llamados Baogao Wenxue (“Reportajes literarios”).
En 1988 “se estaba produciendo una profunda reflexión sobre la historia china”, y se planteaban nuevas preguntas sobre lo que de verdad significaban la identidad y la cultura chinas.
Perry Link, el especialista académico de la Universidad de Princeton que trabajó en los Tiananmen Paper señaló: “en todos los campos todos los intelectuales suscitaban estas grandes cuestiones. Las posibilidades parecían infinitas. En los campus “los tablones de anuncios ofrecían clases de idiomas y de baile, así como foros de debate que permitían hablar con bastante libertad a los estudiantes acerca de una amplia variedad de temas”.
Al mismo tiempo, el mundo del trabajo se encontraba en plena turbulencia.
Desde un punto de vista económico, el período de reformas había creado dos tendencias claras: la proletarización de enormes masas de la población y el surgimiento de una nueva clase de capitalistas.
El proceso de proletarización se produjo, en términos generales, como resultado de tres factores: la emigración forzosa del campo a las ciudades, el derrumbe de las empresas de gestión estatal en las ciudades y la disolución de los negocios locales en las aldeas. El desplazamiento rural a las ciudades constituyó una tarea inmensa, que implicó a cerca de 120 millones de personas desde 1980, en algo que puede sostenerse que haya sido la mayor migración de la historia humana.
Las SPE (empresas de propiedad estatal) habían sido el núcleo de la industrialización maoísta, y contabilizaban cuatro quintas partes de la producción no agrícola del país. La mayoría de estos gigantes se ubicaba en las ciudades, donde empleaban a cerca de 70 millones de personas en 1980. Las primeras etapas del desmantelamiento se iniciaron en 1988, y el proceso prosiguió a un ritmo rápido tras la conmoción de 1989, momento en que se aplicaron drásticas medidas en el contexto de una economía recalentada marcada por una elevada inflación.
Se llevaron a cabo otras reformas durante la década siguiente, confirmando el significado de lo que había ocurrido en 1989. En 1994 se alentó una mayor eficiencia mediante recortes en la mano de obra. Esta nueva dirección de la gestión condujo a despidos masivos a finales de los 90, cuando el capitalismo chino experimentó su primera crisis de sobreproducción, la cual marcó una brusca transición de la vieja economía de escasez a una nueva economía de plusvalía.
El resultado fue espectacular: el empleo en las empresas de propiedad estatal había quedado reducida a la mitad, a medida que 40 millones de personas se encontraron sin el tradicional “tazón de arroz de hierro”, símbolo y garantía de seguridad en el empleo en las viejas empresas del Estado.
Para este grupo de individuos, la mayoría de edad mediana, se avizoraba la perspectiva de convertirse en una suerte de “infra clase urbana”.
En China, en lugar de la creciente opulencia, el aumento del nivel educativo y el aburguesamiento de una gran parte de la clase trabajadora, que se ha producido en muchas sociedades junto al desarrollo económico -y de manera muy señalada entre los vecinos de China en el Este de Asia, como Corea del Sur, Japón y Taiwán- esta informalización de la economía urbana representa una regresión, no un ascenso para una parte bastante numerosa de la población urbana.
Estos procesos, que llegaron a su punto álgido en los 90, fueron el resultado directo de lo que había sucedido en China a finales de los 80. En octubre de 1983, el Diario del Pueblo escribía que los trabajadores no tenían de qué quejarse: la recesión que se había adueñado del mundo capitalista a principios de los 80 ofreció la oportunidad a las autoridades chinas de recordar a los trabajadores del país que estaban mejor de lo que habían estado alguna vez, señalando el elevado desempleo de Occidente como prueba de “la superioridad del socialismo”.
La dirección china consideró éste el momento de pregonar sus éxitos: tal como escribe Jackie Sheehan en Chinese Workers: A New History (Londres, Nueva York, 1998), se trataba de una situación en la que “algunos trabajadores ya estaban advirtiendo los beneficios del aumento salarial y de las bonificaciones, de acuerdo con las reformas, y todos esperaban beneficiarse en un próximo futuro”.
Pero estas expectativas acabaron desmentidas por la realidad, porque estaban empezando a aparecer signos de patente injusticia: “Había muy escasa aceptación entre los trabajadores de la idea de Deng Xiaoping de que todo iría bien si ‘unos cuantos se hacen ricos primero’; esto lo consideraban sencillamente como una injusticia distributiva”. Por añadidura, “muchos trabajadores se sentían hondamente agraviados hasta por diferencias salariales que no se considerarían muy grandes de acuerdo con criterios occidentales ahí donde se advertían, sin embargo, como injustas […]. Un resentimiento especialmente agudo fue el que provocó la brecha cada vez mayor entre las bonificaciones pagadas a los trabajadores y las que recibían los gestores superiores de las empresas, que en algunos casos podían ser de veinte a treinta veces mayores que el pago equivalente a los trabajadores”.
Sin embargo, el efecto negativo de las reformas sobre las relaciones entre los trabajadores y la gerencia pronto se extendería “más allá de las disputas sobre el aumento de la desigualdad de renta, por seria que ésta fuera”.
En una época en la que se exigía más y más eficiencia a los trabajadores, durante las frenéticas horas de mayo y junio de 1989, “las deficiencias de gestión se convirtieron en significativa manzana de la discordia de un modo como nunca antes había sucedido”.
En este contexto, la presencia de los estudiantes en la Plaza de Tiananmen comenzó a ser causa de gran preocupación para el Partido Comunista, temeroso de volver al período de dominio de las multitudes durante los días de la Revolución Cultural.
Deng mismo expresó la creciente sensación de irritación, afirmando en una reunión del Partido a finales de abril que “no se trata de un movimiento estudiantil corriente. Se trata de agitación”.
Al mismo término se recurriría en el artículo de opinión del Diario del Pueblo publicado el 26 de abril, que condenaba las protestas estudiantiles con toda nitidez. Fue éste el momento en que se deterioró sin remedio la relación entre el Partido Comunista y quienes protestaban.
Desde ese momento, Deng trabajaría junto al Comité Permanente hasta la dramática votación sobre la declaración del estado de sitio (que se revocaría sólo en 1990).
En su crónica desde China, con fecha del 20 de julio de 1989, publicada en The New York Review of Books, Roderick MacFarquhar, escribió: “Dividido en la cúspide, el Partido Comunista Chino ya no podía habérselas con las múltiples presiones que sufría y se agrietó. Mientras que el primer ministro, Li Peng, actuó como líder severo a modo de testaferro, está claro que las decisiones no las tomó en última instancia su Consejo de Estado, o el Politburó, ni siquiera los cinco hombres del Comité Permanente sino el duunvirato a cargo de la Comisión de Asuntos Militares, Deng Xiaoping y el presidente Yang Shangkun, jaleados por un grupo de añosos revolucionarios virulentos”.
El voto para declarar la Ley marcial supuso un ejemplo claro del funcionamiento del mecanismo que se había establecido: en esencia, Zhao Ziyang era el único a favor de escuchar a los estudiantes, incluso de apoyar algo así como una “retractación” del artículo del 26 de abril (una idea que fue rechazada de forma clamorosa por parte de Bo Yibo, uno de los “ocho inmortales” y padre de Bo Xilai, de más reciente fama).
Entre el 26 y el 27 de abril, el Comité Permanente del Politburó se reunió para votar la propuesta de declarar el estado de sitio.
Los cuatro miembros votaron del modo siguiente: Li Peng y Yao Yilin votaron a favor, Zhao Ziyang votó en contra y Qiao Shi se abstuvo. En ese momento, la iniciativa pasó a los ocho inmortales: ya no había vuelta atrás.
Tal como se afirma en The  Tiananmen Papers: “En la mañana del 18 de mayo, los ocho ancianos -Deng Xiaoping, Chen Yun, Li Xiannian, Peng Zhen, Deng Yingchao, Yang Shangkun, Bo Yibo y Wang Zhen- se reunieron con los miembros del Comité Permanente del Politburó Li Peng, Qiao Shi, Hu Qili y Yao Yilin, y con los miembros de la Comisión de Asuntos Militares, el general Hong Xuezhi, Liu Huaqing y el general Qin Jiwei, y acordaron formalmente declarar el estado de sitio en Beijing”.
El Secretario General Zhao no asistió a este encuentro y poco después se le expulsó de su puesto. Antes de que se le pusiera bajo arresto domiciliario, situación en la que permanecería hasta su muerte en 2005. El 19 de mayo, a las cuatro de la mañana, Zhao acudió a la plaza y se mezcló entre los estudiantes. Acompañado por el Director de la Oficina General del Partido, Wen Jiabao (que se desempeñaría más tarde como primer ministro de la República Popular China entre 2002 y 2012), Zhao les dijo a los estudiantes: “Hemos llegado demasiado tarde”.
Antes, el 18 de mayo “Li Peng y otros funcionarios del gobierno se encontraron en el Gran Salón del Pueblo con Wang Dan, Wuerkaixi, y otros representantes estudiantiles. Li afirmó que nadie había declarado nunca que la mayoría de los estudiantes se hubiera visto envuelta en agitaciones, pero que, con excesiva frecuencia, gente sin intención de crear agitación lo que de hecho había conseguido era provocarla. Se mantuvo firme respecto a la redacción del editorial del 26 de abril y afirmó que el momento actual no era apropiado para debatir las dos demandas de los estudiantes. Wang Dan había declarado que la única manera de sacar a los estudiantes de Tiananmen consistía en reclasificar el movimiento estudiantil como patriótico y retransmitir en directo el diálogo entre los estudiantes y la dirección en la televisión”.
No había más espacio para el compromiso: la decisión de “desalojar la plaza” vino directamente de Deng Xiaoping y la “matanza de Beijing” tuvo lugar durante la noche del 3 al 4 de junio.
Fue un momento en el que se cazaba literalmente a la gente por las calles de China. Mientras tanto, en la trastienda del Partido Comunista tomaba forma una idea clara: no se debía permitir que lo que acababa de pasar volviera a suceder.

1 Comment

  • Un artículo con fuentes distintas a las del imperialismo yanqui

    Tienanmen: La masacre que no fue

    June 10, 2019

    Liberation News está publicando el siguiente artículo publicado originalmente en 2014 para responder a las mentiras difundidas por el gobierno de los Estados Unidos y sus leales medios de comunicación corporativos, sobre China con motivo del 30 aniversario de los eventos de 1989 en la Plaza de Tiananmen. Si bien la mitología en torno a este incidente siempre ha sido promovida como parte de la hostilidad de la clase dominante de Estados Unidos a la revolución china liderada por el Partido Comunista, la distorsión ahora cobra una importancia renovada ya que Estados Unidos ha declarado “competencia de gran poder” principalmente con China para ser la característica definitoria de su política militar y exterior. Esperamos que este artículo proporcione a las personas progresistas la información necesaria para resistir la campaña de satanización dirigida a China, que es un precursor necesario de la confrontación mortal.

    Hoy, hace veinticinco años, todos los medios de comunicación de los Estados Unidos, junto con el entonces presidente Bush y el Congreso de los Estados Unidos, desataron una histeria frenética a gran escala y atacaron al gobierno chino por lo que se describió como la masacre a sangre fría de miles de estudiantes no-violentos, “pro-democracia” que habían ocupado la Plaza Tiananmen durante siete semanas.

    La histeria generada sobre la “masacre” de la Plaza de Tiananmen se basó en una narrativa ficticia sobre lo que realmente sucedió cuando el gobierno chino finalmente despejó la plaza de manifestantes el 4 de junio de 1989.

    La satanización de China fue altamente efectiva. Casi todos los sectores de la sociedad estadounidense, incluso la mayoría de la “izquierda”, aceptaron la presentación imperialista de lo que sucedió.

    El informe oficial del gobierno chino de los hechos fue inmediatamente descartado como propaganda falsa. China informó que alrededor de 300 personas murieron en enfrentamientos el 4 de junio y que muchos de los muertos eran soldados del Ejército Popular de Liberación. China insistió en que no hubo masacres de estudiantes en la Plaza de Tiananmen y, de hecho, los soldados despejaron la Plaza de Tiananmen de los manifestantes sin disparos.

    El gobierno chino también afirmó que los soldados desarmados que habían entrado en la Plaza Tiananmen dos días antes del 4 de junio fueron incendiados y linchados con sus cadáveres colgados de los autobuses. Otros soldados fueron incinerados cuando los vehículos del ejército fueron quemados con soldados incapaces de evacuar y muchos otros fueron golpeados por ataques violentos de la mafia.

    Estos relatos eran verdaderos y bien documentados. No es difícil imaginar la violencia con la que hubiesen reaccionado el Pentágono y las agencias policiales de los Estados Unidos si el movimiento Ocupar, por ejemplo, hubiese incendiado de manera similar a los soldados y la policía, si hubiese tomado sus armas y los hubiese linchado cuando el gobierno intentaba expulsarlos de los espacios públicos.

    En un artículo publicado el 5 de junio de 1989, el Washington Post describía cómo los combatientes antigubernamentales se habían organizado en formaciones de 100 a 150 personas. Estaban armados con cócteles Molotov y palos de hierro, para encontrarse con el Ejército de Liberación Popular (PLA en inglés) porque el ejército aún estaba desarmado en los días anteriores al 4 de junio.

    Lo que sucedió en China, lo que se cobró la vida de los opositores del gobierno y de los soldados el 4 de junio, no fue una masacre de estudiantes pacíficos, sino una batalla entre soldados del PLA y destacamentos armados del llamado movimiento pro-democracia.

    En una avenida en el oeste de Beijing, los manifestantes incendiaron todo un convoy militar de más de 100 camiones y vehículos blindados. Imágenes aéreas de la conflagración y columnas de humo han reforzado poderosamente los argumentos del gobierno [chino] de que las tropas fueron víctimas, no verdugos. Otras escenas muestran los cadáveres de los soldados y los manifestantes quitando los rifles automáticos a los soldados que no resisten”, admitió The Washington Post en una historia que fue favorable a la oposición antigubernamental el 12 de junio de 1989. ii

    The Wall Street Journal, la principal voz del anticomunismo, fue una animadora vociferante del movimiento “pro democracia”. Sin embargo, su cobertura justo después del 4 de junio reconoció que muchos “manifestantes radicalizados, algunos ahora armados con armas y vehículos comandados en enfrentamientos con los militares” se estaban preparando para luchas armadas más amplias. El informe de The Wall Street Journal sobre los eventos del 4 de junio muestra una imagen intensa:

    “Cuando columnas de tanques y decenas de miles de soldados se acercaron a Tiananmen, muchas tropas fueron atacadas por turbas enojadas … [D]ecenas de soldados fueron sacados de camiones, golpeados severamente y dejados por muertos. En una intersección al oeste de la plaza, el cuerpo de un joven soldado, que había sido golpeado hasta morir, fue desnudado y colgado del lado de un autobús. El cadáver de otro soldado fue colgado en una intersección al este de la plaza”. iii

    La masacre que no fue

    En los días inmediatamente posteriores al 4 de junio de 1989, los títulos, artículos y editoriales de The New York Times utilizaron la cifra de que “miles” de activistas pacíficos habían sido masacrados cuando el ejército envió tanques y soldados a la Plaza. El número que el Times estaba usando como una estimación de muertos era 2.600. Esa cifra se usó como el número de activistas estudiantiles que fueron abatidos en Tiananmen. Casi todos los medios de comunicación de EE.UU. informaron que “muchos miles” murieron. Muchos medios de comunicación dijeron que más de 8.000 habían sido sacrificados.

    Tim Russert, Jefe de la Oficina de Washington de la NBC, quien apareció más tarde en Meet the Press, dijo que “decenas de miles” murieron en la Plaza de Tiananmen. iv

    La versión ficticia de la “masacre” fue corregida posteriormente de una manera muy minimizada por los reporteros occidentales que habían participado en las fabricaciones y que estaban dispuestos a modificar el record para que pudieran decir que hicieron “correcciones”. Pero era demasiado tarde y ellos también lo sabían. La conciencia pública había sido formada. La falsa narrativa se convirtió en la narrativa dominante. Habían masacrado con éxito los hechos para adaptarse a las necesidades políticas del gobierno de los Estados Unidos.

    “La mayoría de los cientos de periodistas extranjeros esa noche, incluso yo, estaban en otras partes de la ciudad o fueron retirados de la plaza para que no pudieran presenciar el último capítulo de la historia del estudiante. Quienes intentaron permanecer cerca presentaron declaraciones dramáticas que, en algunos casos, refuerzan el mito de una masacre de estudiantes”, escribió Jay Mathews, el primer Jefe de Oficina de The Washington Post en Beijing, en un artículo de 1998 en Columbia Journalism Review.

    El artículo de Mathews, que incluye sus propias admisiones al uso de la terminología de la masacre de la Plaza de Tiananmen, se produjo nueve años después del hecho y reconoció que las correcciones tuvieron poco impacto. “Los hechos de Tiananmen se conocen desde hace mucho tiempo. Cuando Clinton visitó la plaza en junio, tanto The Washington Post como The New York Times explicaron que nadie murió allí [en la Plaza de Tiananmen] durante la represión de 1989. Pero estas fueron breves explicaciones al final de largos artículos. Dudo que hayan hecho mucho para matar el mito”. v

    En ese momento, todos los informes sobre la masacre de los estudiantes decían básicamente lo mismo y, por lo tanto, parecía que debían ser ciertos. Pero estos informes no se basaron en testimonios de testigos presenciales.

    Lo que realmente sucedió

    Durante las siete semanas previas al 4 de junio, el gobierno chino fue extraordinariamente restringido al no confrontar a quienes paralizaban el centro del área de la capital central de China. El Primer Ministro se reunió directamente con los líderes de la protesta y la reunión se transmitió por televisión nacional. Esto no solucionó la situación, sino que envalentonó a los líderes de la protesta que sabían que tenían el respaldo total de los Estados Unidos.

    Los líderes de la protesta erigieron una enorme estatua que se parecía a la Estatua de la Libertad de los Estados Unidos en medio de la Plaza de Tiananmen. Estaban señalando a todo el mundo que sus simpatías políticas eran con los países capitalistas y con los Estados Unidos en particular. Proclamaron que continuarían las protestas hasta que el gobierno fuera derrocado.

    Sin un final a la vista, el liderazgo chino decidió poner fin a las protestas despejando la Plaza de Tiananmen. Las tropas entraron a la Plaza sin armas el 2 de junio y muchos soldados fueron golpeados, algunos murieron y vehículos del ejército fueron incendiados.

    El 4 de junio, el PLA volvió a entrar en la Plaza con armas. Según los informes de los medios de comunicación estadounidenses, es el momento en que los soldados del PLA armados con ametralladoras segaron protestas pacíficas estudiantiles en una masacre de miles de personas.

    China dijo que los informes de la “masacre” en la Plaza de Tiananmen fueron una invención creada tanto por los medios de comunicación occidentales como por los líderes de la protesta que utilizaron los medios de comunicación occidentales como plataforma para una campaña de propaganda internacional en su interés.

    El 12 de junio de 1989, ocho días después de la confrontación, The New York Times publicó un informe de testimonio personal “exhaustivo” pero completamente fabricado de la Masacre de Tiananmen por un estudiante, Wen Wei Po. Estaba lleno de relatos detallados de brutalidad, asesinatos masivos y heroicas batallas callejeras. Hizo un recuento de ametralladoras PLA en el techo del Museo Revolucionario con vista a la Plaza y los estudiantes que fueron acribillados a tiros en la Plaza. Este informe fue recogido por los medios de comunicación a lo largo de los EE.UU.

    Aunque fue tratado como un evangelio y una prueba irrefutable de que China estaba mintiendo, el informe “testigo” del 12 de junio de Wen Wei Po fue tan exagerado y probablemente desacreditaría a The New York Times en China que el corresponsal del Times en Beijing, Nicholas Kristof, quien había servido como portavoz de los manifestantes, se opuso a los puntos principales del artículo.

    Kristof escribió en un artículo del 13 de junio de 1989,

    “La cuestión de dónde se produjeron los disparos tiene importancia debido a la afirmación del Gobierno de que no disparó a nadie en la Plaza de Tiananmen. La televisión estatal incluso ha mostrado una película de estudiantes marchando pacíficamente lejos de la plaza poco después del amanecer como prueba de que no fueron asesinados. …

    “La escena central en el artículo [de los testigos presenciales] es sobre tropas golpeando y ametrallando a estudiantes desarmados agrupados en torno al Monumento a los Héroes del Pueblo en medio de la Plaza de Tiananmen. Varios otros testigos, tanto chinos como extranjeros, dicen que esto no sucedió. …

    “Tampoco hay evidencia de emplazamientos de ametralladoras en el techo del museo de historia que se informó en el artículo de Wen Wei Po. Este reportero estaba directamente al norte del museo y no vio ametralladoras allí. Otros reporteros y testigos en las cercanías tampoco las vieron. …

    “El tema central del artículo de Wen Wei Po fue que las tropas posteriormente golpearon y ametrallaban a los estudiantes en el área alrededor del monumento y que una línea de vehículos blindados cortó su retirada. Pero los testigos dicen que los vehículos blindados no rodearon el monumento (se quedaron en el extremo norte de la plaza) y que las tropas no atacaron a los estudiantes agrupados alrededor del monumento. Varios otros periodistas extranjeros también estuvieron cerca del monumento esa noche y se sabe que ninguno informó que los estudiantes fueron atacados alrededor del monumento”. vii

    El reporte del gobierno chino reconoció que los enfrentamientos callejeros y los enfrentamientos armados ocurrieron en los vecindarios cercanos. Dijeron que aproximadamente trescientos murieron esa noche, incluso muchos soldados que murieron a causa de disparos, cocteles Molotov y golpizas. Pero han insistido en que no hubo masacre.

    Kristof también dice que hubo enfrentamientos en varias calles, pero refuta el informe del “testigo ocular” sobre una masacre de estudiantes en la Plaza de Tiananmen: “Los estudiantes y un cantante pop, Hou Dejian, estaban negociando con las tropas y decidieron irse al amanecer, entre 5 DE LA MAÑANA y 6 A.M. Todos los estudiantes salieron juntos. La televisión china ha mostrado escenas de los estudiantes que se van y de la plaza aparentemente vacía a medida que las tropas avanzan mientras los estudiantes se van”.

    EEUU intentó contrarrevolución en China

    De hecho, el gobierno de los Estados Unidos participó activamente en la promoción de las protestas “pro democracia” a través de una maquinaria de propaganda extensa, bien financiada y coordinada internacionalmente que extrajo rumores, verdades a medias y mentiras desde el momento en que comenzaron las protestas a mediados de abril 1989.

    El objetivo del gobierno de los Estados Unidos era llevar a cabo un cambio de régimen en China y derrocar al Partido Comunista de China, que había sido el partido gobernante desde la revolución de 1949. Dado que muchos activistas en el movimiento progresista de hoy no estaban vivos o eran niños pequeños en el momento del incidente de Tiananmen en 1989, el reciente ejemplo de cómo funciona tal operación de desestabilización imperialista/cambio de régimen se revela en el reciente derrocamiento del gobierno ucraniano. Las protestas pacíficas reciben respaldo internacional, financiamiento y apoyo de los medios de comunicación de Estados Unidos y las potencias occidentales; eventualmente pasan a líderes de grupos armados que son aclamados como luchadores por la libertad por el Wall Street Journal, FOX News y otros medios de comunicación; y, finalmente, el gobierno objetivo de ser derrocado por la CIA está completamente demonizado si utiliza la policía o las fuerzas militares.

    En el caso de las protestas “pro democracia” en China en 1989, el gobierno de los Estados Unidos estaba intentando crear una guerra civil. La Voz de América aumentó sus transmisiones en idioma chino a 11 horas cada día y apuntó la transmisión “directamente a cerca de 2.000 antenas parabólicas en China operadas principalmente por el Ejército de Liberación Popular”. viii

    Las transmisiones de Voz de América a las unidades del PLA se llenaron con informes de que algunas unidades de PLA estaban disparando a otras y diferentes unidades eran leales a los manifestantes y otras al gobierno.

    Los medios de comunicación de Voz de América y Estados Unidos intentaron crear confusión y pánico entre los partidarios del gobierno. Justo antes del 4 de junio informaron que el primer ministro chino, Li Peng, había recibido un disparo y que Deng Xiaoping estaba cerca de la muerte.

    La mayoría en el gobierno de los Estados Unidos y en los medios de comunicación esperaban que el gobierno chino fuera derrocado por las fuerzas políticas pro occidentales, como estaba empezando a suceder con el derrocamiento de los gobiernos socialistas en toda Europa oriental y central en ese momento (1988-1991) tras la introducción de reformas pro-capitalistas de Gorbachov en la Unión Soviética.

    En China, el movimiento de protesta “pro democracia” fue liderado por estudiantes privilegiados y bien conectados de universidades de élite que reclamaban explícitamente la sustitución del socialismo por el capitalismo. Los líderes estaban particularmente conectados a los Estados Unidos. Por supuesto, miles de otros estudiantes que participaron en las protestas estaban en la Plaza porque tenían quejas contra el gobierno.

    Pero el liderazgo del movimiento vinculado al imperialismo tenía un plan explícito para derrocar al gobierno. Chai Ling, que fue reconocida como la principal líder de los estudiantes, dio una entrevista a los reporteros occidentales en la víspera del 4 de junio, en la que reconoció que el objetivo del liderazgo era liderar a la población en una lucha para derrocar al Partido Comunista de China, que ella explicó solo sería posible si pudieran provocar con éxito al gobierno para que atacara violentamente a las manifestaciones. Esa entrevista se transmitió en la película “La Puerta de la Paz Celestial”. Chai Ling también explicó por qué no podían decirle a los manifestantes sobre los planes reales de los líderes.

    “La búsqueda de riqueza es parte del ímpetu por la democracia”, explicó otro líder estudiantil importante, Wang Dan, en una entrevista con The Washington Post en 1993, en el cuarto aniversario del incidente. Wang Dan estuvo en todos los medios estadounidenses antes y después del incidente de Tiananmen. Era famoso por explicar por qué los líderes estudiantiles elitistas no querían que los trabajadores chinos se unieran a su movimiento. Afirmó que “el movimiento no está listo para la participación de los trabajadores porque la democracia debe ser absorbida primero por los estudiantes e intelectuales antes de que puedan propagarla a otros”. ix

    Veinticinco años después, EEUU todavía busca contrarrevolución en China.

    La acción del gobierno chino para dispersar el llamado movimiento pro democracia en 1989 se encontró con una frustración amarga dentro del establishment político de los Estados Unidos.

    Los Estados Unidos impuso sanciones económicas a China al principio, pero su impacto fue mínimo y tanto el establishment político de Washington como los bancos de Wall Street se dieron cuenta de que las corporaciones y los bancos estadounidenses serían los grandes perdedores en la década de 1990 si intentaban aislar completamente a China cuando China estaba abriendo aún más su vasto mercado laboral y productos básicos a la inversión directa de las corporaciones occidentales. Los bancos y las corporaciones más grandes ponen sus propios ganancias primero y los políticos de Washington tomaron su ejemplo de la clase multimillonaria sobre esta cuestión.

    Pero el tema de la contrarrevolución en China volverá. Las reformas económicas que se inauguraron después de la muerte de Mao abrieron el país a la inversión extranjera. Esta estrategia de desarrollo fue diseñada para superar rápidamente el legado de pobreza y subdesarrollo mediante la importación de tecnología extranjera. A cambio las corporaciones occidentales recibieron mega ganancias. La dirección posterior a Mao en el Partido Comunista calculó que la estrategia beneficiaría a China en virtud de una rápida transferencia de tecnología del mundo imperialista a China. Y de hecho China ha hecho grandes avances económicos. Pero además del desarrollo económico, también se ha desarrollado una clase capitalista más grande dentro de China y una parte significativa de esa clase y sus hijos están siendo atraídos por todo tipo de institución financiada por el gobierno de los Estados Unidos, las instituciones financieras de los Estados Unidos y los centros académicos de EEUU.

    El Partido Comunista de China también se divide en pro-EE.UU. y facciones y tendencias pro-socialistas.

    Hoy en día, el gobierno de los Estados Unidos está aplicando una presión militar cada vez mayor a China. Está acelerando la lucha contra el poder de China al consolidar nuevas alianzas militares y estratégicas con otros países asiáticos. También se espera que con suficiente presión algunos de los líderes chinos que están a favor del abandono de Corea del Norte obtengan la ventaja.

    Si la contrarrevolución tuviera éxito en China, las consecuencias serían catastróficas para el pueblo chino y para China. China con toda probabilidad se dividiría como nación, como le sucedió a la Unión Soviética cuando el Partido Comunista de la Unión Soviética fue derrocado. El mismo destino le sucedió a la antigua Yugoslavia. La contrarrevolución y el desmembramiento sacudirían a China hacia atrás. Esto frenaría el espectacular ascenso pacífico de China del subdesarrollo. Durante décadas, ha habido una seria discusión dentro del establishment de la política exterior de los Estados Unidos sobre el desmembramiento de China que debilitaría a China como nación y permitiría que las potencias estadounidenses y occidentales aprovechen sus partes más lucrativas. Este es precisamente el escenario que llevó a China a su siglo de humillación cuando las potencias capitalistas occidentales dominaron el país.

    La Revolución China ha pasado por muchas etapas, victorias, retiros y contratiempos. Sus contradicciones son innumerables. Pero aún sigue en pie. En la confrontación entre el imperialismo mundial y la República Popular de China, la gente progresista debe saber cuál es su posición y no estar al margen.

    Fuentes

    Jim Abrams, “Las unidades militares rivales luchan en Beijing”, Associated Press, 6 de junio de 1989.

    ii John Burgess, “Imágenes de manifestantes de Vilify; Campaña de propaganda de lanzamiento chino”, Washington Post, 12 de junio de 1989

    iii James P. Sterba, Adi Ignatius y Robert S. Greenberger, “Lucha de clases: las acciones duras de China amenazan con retrasar el impulso de la reforma de 10 años: las sospechas de occidentalización son ascendentes, y el ejército vuelve a tener un papel político: un movimiento es poco probable que muera”, Wall Street Journal, 5 de junio de 1989.

    iv Jay Mathews, “El mito de Tiananmen y el precio de una prensa pasiva”, Columbia Journalism Review, septiembre / octubre de 1998

    v Mathews, ibid.

    vi Wen Wei Po, “La agitación en China; El estudiante cuenta la historia de Tiananmen: Y luego, “ametralladoras”, New York Times, 12 de junio de 1989

    vii Nicholas Kristof, “La agitación en China; La represión de Tiananmen: la cuenta de un estudiante fue cuestionada en puntos importantes”, New York Times, 13 de junio de 1989

    viii “La Voz de América transmite señales de televisión a China”, New York Times, 9 de junio de 1989

    ix Lena Sun, “Una transformación radical 4 años después de Tiananmen”, Washington Post, 6 de junio de 1993.

    x “Resolución PSL: para la defensa de China contra la contrarrevolución, la intervención imperialista y el desmembramiento”, China: Revolución y contrarrevolución, Publicaciones de PSL, 2008. Lea en línea en http://www.pslweb.org/liberationnews/pages/for-the -defense-de-china.html

    El contenido puede ser reimpreso con crédito a LiberationNews.org.

    https://liberationnews.org/tienanmen-la-masacre-que-no-fue/

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *