Lo que sigue son algunas reflexiones para una intervención en la inauguración del Instituto de Economía Política en la Universidad Abierta de Recoleta, en Chile. Como lo indica el título del Coloquio, lo que se pretende discutir es el papel de la Economía Política, más aún, de la crítica de la Economía Política en el proceso de trasformación social, nada menos que en contra la corriente principal de política económica contemporánea: el neoliberalismo.
No es formal agradecer la invitación a nombre de la SEPLA, una articulación intelectual regional que pretende interactuar con el movimiento popular en una dinámica de transformación social. En ese sentido, Chile, con la acumulación de luchas por años, especialmente los levantamientos del 2019 y la deriva política expresada en el cambio de gobierno y en el proceso constitucional en curso, genera expectativas en la región y en el mundo. Por ello, la SEPLA no debe estar al margen de este presente de creación, lleno de contradicciones y de esperanzadoras perspectivas más allá del territorio nacional chileno.
Medio siglo de liberalización
Vale destacar que cuando se habla de neoliberalismo se alude a las políticas económicas hegemónicas que se ensayaron bajo las sangrientas dictaduras del Cono Sur, la primera de ellas, la de Chile en 1973.
En el próximo año 2023 se cumplirá medio siglo de esos acontecimientos, que luego se generalizaron al mundo capitalista desde las restauraciones conservadoras en 1979 y 1980 en Gran Bretaña y en EEUU. Ni hablar de la ampliación de la liberalización gestada luego de la ruptura de la bipolaridad en 1989/91.
Así, el neoliberalismo, desde 1980, define la gran ofensiva del capital contra el trabajo, en réplica a las conquistas sociales derivadas del Estado benefactor (1920/30 en adelante), resultado directo de la amenaza comunista (Revolución rusa de 1917 y de la URSS desde 1922) ante la crisis del 30 del siglo pasado.
La ofensiva capitalista se extenderá en nuestros días sobre la naturaleza y el conjunto de la sociedad. El saqueo de los bienes comunes explicita el proceso, tanto como el consumismo exacerbado, estimulado por la obsolescencia programada. Por ello, la subsunción del trabajo en el capital que estudiara Marx se extiende desde el trabajo, a la naturaleza y a la sociedad.
Esa ofensiva capitalista neoliberal es la “gran revancha” a la impugnación teórica y política de Marx y el socialismo, tanto como de Keynes y la concepción reformista y desarrollista en el orden capitalista.
Marx criticó a la Economía Política y al capitalismo. Los neoclásicos le contestaron con nueva nominación de la disciplina, con Marshall en 1890 y desde entonces se pasó a hablar de “Economía”, como disciplina de los negocios, la ganancia y la acumulación, la producción y reproducción del capitalismo. También se cambió el objeto de estudio de la disciplina y se abandonó la búsqueda del origen del excedente económico. Ya no importó la teoría del valor trabajo, sino que el subjetivismo colonizó los estudios en la disciplina.
Keynes, neoclásico, contestó oportunamente a los neoclásicos, su referencia de origen, ante la crisis del 30 y la amenaza “comunista”. Propuso defender al capitalismo desde la intervención estatal en el proceso productivo, ya que no hacía falta seguir luchando contra la intervención estatal previa a las relaciones capitalistas. Observando el proceso soviético y para confrontarlo, Keynes sostuvo que se debía restablecer la capacidad de funcionamiento del régimen del capital y por ello las concesiones sociales o reformas y la intervención estatal. De ahí el “new deal” o nuevo acuerdo en EEUU y generalizado al mundo capitalista.
Los liberales en minoría criticaban a Marx, desde luego, pero también a Keynes, quien los había desplazado en la hegemonía del pensamiento y la formulación de políticas públicas en el sistema mundial entre 1930 y 1980.
Incluso algunos neoclásicos que confrontaron con Keynes, morigeraron sus juicios en una dinámica de adaptación a las corrientes mayoritarias en el plano político e ideológico. Fue el caso de Pigou, sucesor de Marshall en la cátedra de Economía, y conocido por sus aportes a la economía del bienestar. En 1952, Arthur Cecil Pigou (1877-1959), sucesor de Alfred Marshall desde 1908 en la cátedra de “Economía”, aludió al pensamiento de su maestro en la nueva tendencia hacia el “socialismo”, denominación que apuntaba al intervencionismo estatal keynesiano, más que al modelo soviético en expansión con la revolución en China.
Luego de comentar los aportes de Marshall en el estudio y uso de los métodos matemáticos, la estadística, las elasticidades, la tasa de interés y las utilidades, en su adaptación a las nuevas regularidades del capitalismo de época, pasó a evaluar como leería el “maestro” liberal la realidad sobre temas más de la política cotidiana. Por eso dijo: “Para terminar esta discusión, ahora descenderé del estudio a la tribuna”. Queda claro que no alcanza con el academicismo y que es imprescindible asociar teoría con la práctica, discurso académico con la realidad que viven las personas en concreto.
Remitía al debate sobre el pleno al empleo y el socialismo. Sobre el primero se auto limitó, por ausencia de información fuerte, manifestó; pero sobre el “socialismo” intentó actualizar el pensamiento del maestro, adaptado a los tiempos que corrían, aun cuando finalizó señalando que “todo gran paso en el sentido del colectivismo constituye una gran amenaza contra el mantenimiento de nuestra moderada tasa actual de progreso”.
Estábamos en un tiempo de hegemonía keynesiana, desplegada entre 1945 y 1980, y un Pigou que ya no era tan crítico de Keynes, por lo que intentaba una síntesis entre Keynes y los neoclásicos, especialmente Marshall. Eran los tiempos políticos de la bipolaridad entre capitalismo y socialismo (1945-1989/91) y, por ende, del único momento “reformista” y concesivo del régimen del capital, entre 1930 y 1980. El único momento de debilidad del capitalismo en más de cinco siglos desde sus orígenes.
Por eso es importante ubicar al neoliberalismo como ofensiva del capital, política y teórica, contra Marx y el socialismo, como contra Keynes, las reformas y la socialdemocracia. Se buscaba restablecer la hegemonía “liberal”, de nuevo, por eso: neoliberalismo.
Los austríacos de ayer y su presente
Resulta de interés ubicar que el antecedente de Marshall y la ECONOMIA está en la Escuela Austríaca y en Carl Menger, con sus publicaciones desde 1871. Corría el tiempo de la COMUNA de París y de la aparición en 1867 del Tomo I de El Capital de Carlos Marx. Había que impugnar la teoría y el ensayo de la práctica trabsfdormnadora.
Incluso, ya publicados el Tomo II y el II, en 1885 y 1894 respectivamente, en 1906 von Bawerk intentará descalificar a Marx señalando contradicciones que animarán el debate, incluso hasta el presente.
En rigor, con Marx se termina el tiempo de la escuela clásica de la Economía Política y se inaugura el proceso de la Crítica de la Economía Política y, con ello, la impugnación teórica y práctica del orden capitalista. Lo que siguió desde el liberalismo, con la escuela neoclásica, en todas sus tribus, fue apologética.
Se convoca desde Marx a repensar la realidad, a criticarla y a transformarla, es algo que sigue constituyendo agenda en el presente y que este COLOQUIO promueve desde su título.
Es interesante analizar nuestro tema en un periodo largo, de más de 250 años de discusión, con hegemonía “clásica” por un siglo, entre Adam Smith (1776) y Carl Menger (1871); y neoclásica por siglo y medio (1871-2022), desde los austríacos a los neoliberales actuales. Más aún cuando los “austríacos” disputan hoy la preminencia ideológica de las corrientes liberalizadoras.
No existe innovación “esencial”, si no que actualizada se sigue discutiendo sobre el excedente, su origen, su destino y sentido de las relaciones socioeconómicas que explican el orden capitalista. Bajo nuevas condiciones los mismos problemas en esencia.
De hecho, crece el predicamento de los “austríacos” en la coyuntura actual, de gran incertidumbre en donde convive la crisis capitalista explicitada en el 2001 estadounidense, el 2007/09 en todo el mundo, y la tendencia a la desaceleración y bajo crecimiento de la productividad es un dato preocupante; junto a la pandemia en su tercer año y sin final concreto a la vista, más la guerra y su escalada como gasto militar en ascenso y peligro de deriva nuclear.
Además, necesitamos una mirada desde América Latina y el Caribe. En 1804 tenemos el antecedente de la lucha anti colonial, anti esclavista desatada en Haití que aun explica la revancha de la dominación sobre ese pueblo. También tenemos la convocatoria al mito de la “revolución socialista” realizada por Mariátegui a fines de los 20 del siglo pasado. Más reciente, la revolución cubana instaló la agenda por el socialismo en la región, una tarea pendiente y vigente tras más de 60 años de bloqueo y obstrucción de todo tipo.
Pero también se desplegó la lógica “desarrollista” en los 50/70, de la mano del debate impulsado desde CEPAL, con las discusiones del estructuralismo, los dependentistas, especialmente la corriente marxista y claro, la revancha neoliberal, con la influencia de la Escuela de Chicago orientada por Milton Friedman y sus seguidores locales. Desde esa orientación principal la agenda del poder privilegia las reformas a favor de la ganancia, la acumulación y la liberalización económica.
Cambios y alternativas
En el comienzo del Siglo XXI se habilitaron enormes expectativas de cambio en la región, con discursos impugnadores al neoliberalismo, no necesariamente al capitalismo, precisamente en el territorio de la emergencia del ideario y la práctica de la liberalización. Incluso pudo retomarse la perspectiva por el socialismo, sea del siglo XXI, o el comunitario, como otros paradigmas de re-significación de la tradición originaria indígena: el vivir bien o el buen vivir.
No terminó siendo la propuesta mayoritaria y que disputara la conciencia social hegemónica para relanzar un proyecto anti capitalista en la región, pero ante el escenario visible en 1991, era alentador retomar el debate por el rumbo socialista.
Ahora, en la tercera década del siglo XXI, con idas y venidas hay que continuar estudiando los procesos políticos, las políticas económicas y el orden económico social resultante para intentar avanzar en la crítica, que es la invariante en la concepción de Carlos Marx. A modo de síntesis programática, de una ruta para pensar debates y profundizar:
1. La creciente desigualdad informada regularmente por organismos internacionales y organizaciones sociales, caso de OXFAM; los estudios de Piketty. La CEPAL alude a una nueva década perdida en el combate a la pobreza. La OIT y los organismos nacionales aluden a la pérdida de empleos, a la caída de los ingresos populares (salarios, jubilaciones, planes sociales) y a la concentración de los ingresos y la riqueza. Ello supone el estudio y síntesis de las nuevas formas de organización y producción en defensa del ingreso popular y la reproducción de la vida cotidiana.
2. Nuevas tendencias al crecimiento de la inflación y al estancamiento en el ámbito mundial, lo que potencia la respuesta neoliberal como en los 80 del siglo pasado, con aumentos de las tasas de interés y desestimulo a políticas activas. Con renovadas reaccionarias reformas laborales, previsionales, tributarias. Son nuevas formas del chantaje de la clase dominante para inducir cambios a favor de la ganancia y la acumulación de capitales, mientras profundizan el saqueo sobre los bienes comunes y la explotación de la fuerza de trabajo y muy especialmente discriminatoria contra las mujeres y diversidades.
3. La ilusión reformista vestida de verde, con el New Green Deal, en un horizonte de espejo a las reformas de los 30 del siglo XX con Roosevelt, pero sin la amenaza comunista, aun cuando se visibilice la disputa por la hegemonía en EEUU y China, cada uno con sus aliados. En el mismo sentido apuntan las propuestas de “reformas” desde el Vaticano, de algunos “nobel de economía”, caso de Stiglitz y otros, incluso desde la izquierda demócrata en EEUU y un variado arco socialdemócrata. La ilusión imagina posible derrotar al neoliberalismo sin confrontar al capitalismo.
4. La crisis y sus impactos sociales, el cambio climático y las luchas ambientales, las luchas feministas contra la discriminación y la doble explotación; junto a los diferentes mecanismos de una diversidad en que se explicita la disputa política de las trabajadoras y trabajadores, los pueblos originarios y todos aquellos sectores sociales subordinados a la lógica del capital. Estudiar los sujetos en lucha en contra del régimen del capital, las distintas formas de racismo y discriminación constituye el desafío del momento.
5. La necesidad de pensar en la crítica y un nuevo orden: con des-mercantilización de la vida cotidiana; integración alternativa desde otro modelo productivo, sustentando el programa de las soberanías, alimentaria, energética, financiera. Un horizonte que haga realidad la crítica y la transformación socioeconómica, lo que supone modificar las relaciones sociales de producción.
Son solo algunos aspectos a relevar del necesario debate en el marco de la lucha de clases contemporánea, a más de tres décadas del fin de la bipolaridad y la ausencia de un imaginario alternativo que oriente el proceso de luchas cuantiosas que demandan la articulación de un rumbo político estratégico de cambio civilizatorio, en contra y más del capitalismo.
Buenos Aires, 18 de mayo de 2022